por George Sidney Hurd
-- En las Escrituras vemos que somos salvos por medio de la fe solamente. En Efesios 2:8-9 de manera enfática dice: “Porque por gracia sois salvos (perfecto pasivo, “han sido salvos”) por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Ef 2:8–9) Pablo pudo decir a los creyentes en Éfeso que habían sido salvos exclusivamente por la gracia de Dios en el momento que creyeron. La frase “sois salvos” es el participio perfecto de σώζω (σεσῳσμένοι). El tiempo perfecto en el griego expresa una acción terminada en el pasado con resultados continuando en el presente. Nadie puede ser salvo por las obras porque todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Rom 3:20,23). Sin embargo, desde el momento en que simplemente creímos, podemos decir con confianza que hemos sido salvos únicamente por la fe, sin obras. Algunos piensan que es presuntuoso que alguien diga, “Soy salvo”. Sin embargo, lejos de ser presuntuoso, se trata simplemente de creer en las claras declaraciones de la palabra de Dios. La pregunta que voy a estar considerando en este artículo es: ¿qué es la verdadera fe salvífica? ¿Es importante el objeto de nuestra fe? Cada vez es más común escuchar a la gente decir que no importa lo que creas, siempre y cuando tengas fe. Los Inclusivistas dicen que no es necesario que uno escuche y crea en el evangelio para ser salvo; que uno puede ser salvo simplemente creyendo en alguna revelación general de la existencia de Dios sin haber oído hablar de Cristo y de lo que Él logró por nosotros en la Cruz. Examino la doctrina moderna del Inclusivismo en mi artículo: ¿Qué debo hacer para ser Salvo? ¿Es la fe nada más un asentimiento mental, como muchos en el Movimiento de la Gracia Gratuita dicen, o también consiste la fe salvífica en poner su confianza en Cristo como su Salvador? El primero de los Padres en hacer un estudio inductivo integral de las Escrituras sobre el tema de la fe salvífica fue San Agustín a finales del siglo IV. Él hizo distinción entre tres maneras de creer: 1) Credere Deum: creer que Dios existe, 2) Credere Deo: creer en Dios, y 3) Credere in Deum: creer hacia dentro de Dios o poner su confianza en Dios. Él enfatizaba que solo aquellos que han creído hacia dentro de Dios han creído para salvación. (En español suena raro decir “creer hacia dentro de,” en vez de “creer en,” pero, como veremos, expresa el sentido de la expresión griego πιστεύων εἰς αὐτὸν de una manera más precisa que simplemente “creer en.”) De manera semejante a las tres maneras de creer mencionadas por San Agustín, los Reformadores distinguían tres elementos esenciales para la fe salvífica: 1) notitia: “información o conocimiento,” relacionado con nuestro intelecto; 2) assensus: “asentimiento o aprobación,” relacionada con las emociones y 3) fiducia: “poner confianza en,” relacionada con la voluntad. Lo siguiente es una consideración de los tres elementos de la fe salvífica con énfasis en el tercer nivel de fe mencionado por San Agustín, viendo lo que significa creer hacia dentro de Cristo. 1) Notitia La palabra latín notitia significa conocimiento o información. Para que uno tenga la fe salvífica, primero tiene que tener al menos un conocimiento rudimentario del evangelio, que Jesús murió por sus pecados, fue sepultado y resucitó para su justificación (1Cor 15:1-4). La fe no es alguna esencia etéreo y místico. Nuestra fe es tan eficaz como la verdad objetiva sobre la que está fundamentada. Antes de poder creer el evangelio tenemos que oírlo. Como dijo Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rom 10:14) Aunque solo conociendo los hechos no salva, notitia es fundamental a la fe salvífica. Contrario a lo que dicen los Inclusivistas, la fe salvífica no es posible sin la notitia del evangelio. Como Pablo dijo: “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Rom 10:17 NBLH). Este primer elemento de la fe salvífica, notitia, es a veces llamado “la fe”, (i.e. ese cuerpo de verdad objetiva en que se basa nuestra fe). Estas verdades fundamentales son esenciales para la fe salvífica. Por ese motivo, Satanás el engañador, siempre ha intentado socavar la notitia o la fe. Es por eso que Judas, el medio-hermano de Jesús, nos manda a “contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Mucho de lo que hoy en día llaman “deconstrucción” es en realidad una apostasía de la fe, la notitia. Creo que lo que estamos viendo es lo que Pablo profetizó acerca de los postreros días. Él dijo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.” (1Tim 4:1) Ahora, más que nunca en nuestra cultura relativista Postmoderna donde las verdades objetivas de la Palabra de Dios – la notitia fundamental de nuestra fe, está siendo socavada, necesitamos hacer lo que Pablo le mandó hacer Timoteo: Retener la forma de las sanas palabras que hemos recibido (2Tim 1:13). Sin embargo, por tan importante que sea la notitia de nuestra fe, solo es el primer elemento de la fe salvífica. 2) Assensus El segundo elemento de la fe salvífica es assensus que significa asentimiento o aprobación de la notitia o información. No basta conocer la verdad del evangelio. También tenemos que estar de acuerdo que es cierto. Sin embargo, contrario a lo que muchos maestros de la “Gracia Gratuita” afirman, el simple asentimiento mental no salva a nadie. Uno podría ser un teólogo capaz de explicar con precisión cada doctrina de las Escrituras – incluso podría estar de acuerdo con lo que las Escrituras dicen, afirmándolas como verdad absoluta, y sin embargo no tener una fe salvífica. Santiago escribió su epístola a los judíos de la dispersión. Sin duda, en sus oraciones diarias ellos todavía repetían la Shemá: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” Él hizo lo que para ellos hubiera sido una declaración impactante. Él les dijo: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” (Stg 2:19). Él dijo esto para enfatizar que la mera afirmación de la verdad nunca salva a nadie. De hecho, los demonios jamás han dudado quién es Jesús. En más de una ocasión los demonios decían a Jesús cosas como, “Sé quién eres, el Santo de Dios,” o “Tú eres el Hijo de Dios.” (Mt 8:29; Lc 4:41; Marcos 1:24). Entonces, aunque el conocimiento (notitia) y el assentimiento (assensus) del evangelio son esenciales para la fe salvífica, no es eficaz para la salvación del alma sin el tercer elemento de la fe salvífica. 3) Fiducia Mientras que notitia y assensus están relacionadas con el intelecto y las emociones, fiducia o confianza involucra la voluntad. Es cuando uno va más allá de tener conocimiento acerca de Cristo y estar de acuerdo de que Él es quien dice que es, y que puede hacer lo que dice que puede hacer, a poner su confianza en Cristo para su salvación. Pablo hace referencia de todos los tres elementos de la fe salvífica, conociendo, llegando a ser convencido, y poniendo su confianza en Cristo en un solo versículo. Él dice: “…sé en quién he creído, y estoy convencido de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.” (2Tim 1:12). Creo que la ilustración que mejor muestra la diferencia entre simplemente tener una creencia y realmente poner nuestra confianza en Cristo para salvarnos es la historia de Charles Blondin, que presento aquí:
Un acróbata, una Carretilla y un Desafío de la Fe
“¿Puedes imaginar una cuerda floja que se extendiera a lo largo de un cuarto de milla y se extendiera a lo ancho de las Cataratas del Niágara? El sonido atronador del agua golpeando ahoga todos los demás sonidos mientras observas a un hombre subirse a la cuerda y cruzar. Esta impresionante hazaña hizo famoso a Charles Blondin en el verano de 1859. Caminó 160 pies por encima de las cataratas varias veces de un lado a otro entre Canadá y Estados Unidos mientras grandes multitudes de ambos lados miraban con sorpresa y asombro. Una vez cruzó metido dentro de un costal, otra sobre zancos, otra vez en bicicleta y una vez incluso llevó una estufa mientras cocinaba una tortilla francesa. El 15 de julio, Blondin caminó hacia atrás por la cuerda floja hasta Canadá y regresó empujando una carretilla. Se cuenta la historia de Blondin que fue después de empujar una carretilla con los ojos vendados que Blondin pidió participación de la audiencia. La multitud había mirado y 'Ooooohed' y 'Aaaaahed!' Había demostrado que podía hacerlo; De eso no había duda. ¡Pero ahora estaba pidiendo un voluntario para subirse a la carretilla y cruzar las cataratas con él! Se dice que le preguntó a su audiencia: “¿Creen que puedo transportar a una persona en esta carretilla?” Por supuesto, la multitud gritó que sí, ¡creían! Fue entonces cuando Blondin planteó la pregunta: "¿Quién subirá a la carretilla?" Por supuesto... ninguno lo hizo. (Más tarde, en agosto de 1859, su manager, Harry Colcord, cruzó las cataratas a lomos de Blondin)” [i] La verdadera fe salvífica es comparable a subirse a la carretilla. Es confiar en Cristo para llevarte seguro al otro lado. Cualquier fe que queda corto de realmente encomendar la salvación de su alma a Cristo no es fe salvífica. Según Santiago, la fe de un simple asentimiento mental es una fe demoniaca (Stg 2:19). El autor de Hebreos contrasta la fe que retrocede con aquellos que tienen fe para preservación del alma (i.e. fe salvífica). (Heb 10:39). Creyendo hacia dentro de Jesús Esto nos lleva a una distinción importante entre creyendo en Jesús y creyendo hacia dentro de Jesús, enfatizado por San Agustín y otros después de él, como San Beda de Inglaterra en el siglo VII y Pedro Lombardo en el siglo XII. No fue hasta el siglo XIII bajo la influencia de Tomás de Aquino que la fe salvífica llegó a ser visto como nada más que un ejercicio mental, creyendo en una proposición en vez de una fe relacional que cree hacia dentro de Jesús o recibiéndolo como su Salvador personal, llegando a ser uno con Él. San Agustín enfatizaba la diferencia crucial entre creer en Jesús y creyendo hacia dentro de Jesús. Con referencia a Santiago 2:19 él dijo: “Pero hace una gran diferencia si alguien cree en Cristo o si cree hacia dentro de Cristo. Porque aun los demonios creían que Él era realmente el Cristo; sin embargo, los demonios no creían hacia dentro de Cristo.” [ii] ¿Hay textos de las Escrituras que presentan la fe salvífica como creyendo hacia dentro de Cristo? Hay muchos pasajes que hablan de nuestra unión con Cristo que es el resultado de creer hacia dentro de Jesús, llegando a ser un espíritu con Él por medio del nuevo nacimiento. Pero, adicionalmente existen numerosos pasajes que, traducidos literalmente, hablan de creer hacia dentro de Él (πιστεύων εἰς αὐτὸν). Los siguientes son algunos ejemplos: (Mt 18:6; Jn 1:12; Jn 3:16; Jn 3:18; Jn 3:36; Jn 6:29; Jn 7:5; Jn 9:35; Jn 9:36; Jn 11:26; Jn 11:48; Jn 12:36; Fil 1:29). Sin embargo, la mayoría de las traducciones modernas no traducen adecuadamente los numerosos versículos que hablan de creer hacia dentro de Cristo. Traducen la preposición εἰς (eis) como “en” en lugar de “hacia dentro”. Las únicas traducciones de la Biblia que pude encontrar que traducían πιστεύων εἰς αὐτὸν literalmente como “creer hacia dentro de Él” fueron The Literal Translation of the Holy Bible (LITV) y The Holy Bible Recovery Version en inglés. Los eruditos griegos coinciden en que la preposición εἰς comúnmente significa “dentro de” y εἰς siempre se usa con el acusativo que normalmente sugiere movimiento. [iii] El argumento más común para justificar la traducción “creer en Él” en lugar de “hacia dentro de Él” es que no tiene sentido hablar de alguien que cree dentro de otra persona. Es cierto que sería imposible creer dentro de cualquier otra persona fuera de Dios mismo y de Cristo Su Hijo. Sin embargo, como señala Agustín, creer hacia dentro de Cristo es algo único en el sentido de que resulta en nuestra justificación y nos une orgánicamente con Cristo: “También podemos decir de sus propios apóstoles: 'Creemos a Pablo', pero no 'Creemos hacia dentro de Pablo'; 'Creemos a Pedro', pero no 'Creemos hacia dentro de Pedro'. Porque todo aquel que crea hacia dentro de Él que justifica al impío, su fe le es contado por justicia.” [iv] “Cuando crees hacia dentro de Cristo, por lo tanto, al creer hacia dentro de Cristo, Cristo entra en ti, y de alguna manera eres hecho uno con él (literalmente “unido hacia dentro de él”) y hecho miembro de su cuerpo.” [v] En Juan 1:12 vemos que creer hacia dentro de Cristo equivale a recibirlo: “Pero a todos los que le recibieron, a los que creen hacia dentro de su nombre, les dio autoridad de ser hijos de Dios.” (Jn 1:12 LITV) Es al recibir a Cristo, al creer hacia dentro de Su nombre, que llegamos a ser unidos a Cristo, siendo bautizados hacia dentro de Su cuerpo por el Espíritu Santo (Rom 6:3-4; 1Cor 6:17; Ef 1:13). Agustín decía que creer hacia dentro de Dios es creer para entrar dentro de Dios, siendo incorporados en Él: “Creer hacia dentro de Dios es creer para amar, creer para entrar dentro de Dios, creer para aferrarse a Dios y ser incorporados a los miembros de Dios.” [vi] El creer hacia dentro de Cristo, así volviéndose uno con Él, es lo que los Padres llamaban la theosis o la divinización del hombre. Examino más este tema en mi blog, La Theosis o la Divinización del Hombre. Por lo que he podido deducir, la Iglesia durante sus primeros siglos no veía la fe salvífica como simplemente creer en Jesús, abrazando una proposición como verdadera, sino como abrazando a la persona de Cristo, creyendo hacia dentro de Él, siendo unidos a Él en una unión vital, así como Jesús oró en el aposento alto en la última cena con sus discípulos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí (εἰς ἐμέ, “hacia dentro de Mí”) por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Jn 17:20–23) Si has creído en tu corazón, recibiendo a Cristo o creyendo hacia dentro de Él, entonces has sido unido a Cristo, llegando a ser un solo espíritu con Él. (1Cor 6:17) Para un tratamiento más a fondo y erudito de este tema, recomiendo Believing into Christ, por Natalya Cherry. Aunque ella no es una autora conservadora, ella es una estudiosa del latín y cita extensamente a los Padres de la Iglesia. [i] https://www.creativebiblestudy.com/Blondin-story.html [ii] Augustine, sermon. CXLIV [iii] Robertson, A. T.. A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research: “The accusative indeed normally suggests motion (extension), and that did come to be the common usage of εἰς plus the accusative. The resultant idea would often be ‘into,’ but this was by no means always true.” [iv] Augustine, Tractatus XXV (Homily 25) . [v] Augustine, sermon. CXLIV, . [vi] Peter Lombard, Sententiae, p. 143 quoting Augustine in Tract. Ev. Jo. XXIX
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