por George Sidney Hurd “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apo 20:13–15) ¿Qué es la muerte segunda? Aparte de las Escrituras que equivalen la muerte segunda con el Lago de Fuego, se nos dan pocos detalles al respecto. Esto hace que sea necesario que lleguemos a comprender lo que implica deductivamente, comparando Escritura con Escritura. Los Aniquilacionistas dirían que la muerte segunda es el exterminio de uno. Sin embargo, en 1Corintios 15:22-26 vemos que el último enemigo, la muerte, no es destruido matando, sino vivificando en Cristo a todos los que mueren en Adán. ¡Ciertamente, el plan de Dios desde el principio ha sido destruir la muerte dando vida a todos, no matando! (Para una crítica del Aniquilacionismo, consulte mi libro, ¿Exterminación o Restauración? Aquellos que sostienen la doctrina del tormento eterno dirían que la muerte segunda es un estado de separación eterna de Dios. Sin embargo, lejos de resultar esta doctrina en la destrucción de la muerte (cf. 1Cor 15:26), en realidad perpetúa la muerte. Crea un dualismo eterno en el que el mal que fue introducido en la buena creación de Dios en el Edén continúa para siempre en perpetua oposición a Dios. Presenta a Dios con sus pocos elegidos en el cielo, y a Satanás, junto con la mayoría de la humanidad, así como un tercio de los ángeles, en cuarentena en un estado de tormento eterno. ¡Definitivamente tal “interminable final” no es digno para la gloriosa historia de la creación de Dios! Al menos los Aniquilacionistas creen que el mal será erradicado. Pero en lugar de poner fin al mal y a la muerte, la doctrina del tormento eterno en realidad perpetúa el mal. Debemos tener presente que es Dios mismo quien sostiene todas las cosas, incluido el Lago de Fuego y todos los que estarán en él (Heb 1:3; Col 1:17). Pablo incluso pudo decir a los hombres inconversos de Atenas: “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28). Eso también tendría que ser cierto para aquellos en el Lago de Fuego, ya que, sin Su poder sustentador, dejarían de existir. No hay lugar donde Dios no esté, incluido el Seol o el Hades. Como dijo el salmista: “Aunque haga mi cama en el infierno (Seol), allí estarás tú” (Salmo 139:8). ¿Comenzaría Dios la creación y preordenaría la entrada del mal, sabiendo desde el principio que hacerlo resultaría en que sería necesario que Él afligiera sin cesar Su ira sobre la mayoría de aquellos a quienes Él creó con amor a Su propia imagen y semejanza, sosteniendo su existencia para poder atormentarlos para siempre? ¿Cómo se puede conciliar eso con pasajes donde Dios dice que no guardará para siempre Su enojo ni desechará para siempre a ninguno de los hijos de los hombres? (Lam 3:31-33; Isa 57:16; Jer 3:12-13; Miq 7:18; Sal 103:8-9; 30:5). ¿Cómo puede ser cierto que el último enemigo, la muerte, será destruido (1Cor 15:26), resultando en que no haya más muerte (Apo 21:4), si en realidad la muerte segunda es un estado eterno de tormento consciente? Afortunadamente, las Escrituras no enseñan ni la aniquilación de los perdidos ni el tormento eterno, cuando se entienden correctamente tal como están escritas en sus idiomas originales. Por el contrario, lo que enseñan las Escrituras es la restauración final de todos (Hch 3:21), la reconciliación de todos (Col 1:16,20) y la salvación de todos (1Tim 4:10). Declaran que todos finalmente serán reunidos en Cristo (Ef 1:10), y que todos los que mueran en Adán serán vivificados en Cristo, lo que resultará en que Dios llegue a ser todo en todos (1Cor 15:22,28). Como demuestro en mi artículo, Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor, el Lago de Fuego, correctamente entendido, es el crisol del Refinador y para purificación, no para exterminio ni para eterno tormento en fuego. Una vez que entendemos que el Lago de Fuego es para purificación y que la muerte segunda se refiere al mismo proceso, estamos en camino de poder determinar el propósito y la naturaleza de la segunda muerte. Jesús dijo a la iglesia de Esmirna: “El que venciere no sufrirá daño de la muerte segunda” (Apo 2:11). Lo que Jesús está diciendo aquí es que aquellos que venzan en esta vida no tendrán que sufrir la muerte segunda más tarde. El término “sufrir daño” (αδικηθη, pass., “ser lastimado”) no habría sido una buena elección de palabras si en realidad Jesús hubiera querido decir que serían aniquilados o separados eternamente de Dios. La Muerte Definida Para llegar a una comprensión adecuada de la segunda muerte, primero es necesario determinar la definición correcta de muerte según las Escrituras. Muchos en la sociedad materialista secular actual consideran que la muerte es simplemente dejar de existir. Sin embargo, en las Escrituras la idea principal expresada por la palabra griega para muerte en el Nuevo Testamento, θάνατος (thanatos), no es la aniquilación o el cese de existir, sino la separación. En cuanto a la definición léxica, Thayer define la muerte (θάνατος thanatos) como, “propiamente, la muerte del cuerpo, es decir, esa separación (ya sea natural o violenta) del alma del cuerpo por la cual termina la vida en la tierra”. 1 El Diccionario expositivo de palabras bíblicas de Vines define la muerte diciendo: “thanatos “muerte”, se usa en las Escrituras para: (a) la separación del alma (la parte espiritual del hombre) del cuerpo (la parte material), cesando este último a funcionar convirtiéndose en polvo, e. ej., Juan 11:13; Hebreos 2:15; 5:7; 7:23. En Hebreos 9:15). (b) la separación del hombre de Dios; Adán murió el día que desobedeció a Dios, Génesis 2:17, y por eso toda la humanidad nace en la misma condición espiritual, Rom 5:12,14,17,21)”. Vines define la forma verbal, apothnesko diciendo: “lit., 'morir o extinguirse' se usa... de la separación del alma del cuerpo, es decir, la "muerte" natural de los seres humanos”. 2 Esto no sólo se aplica a la separación del alma del cuerpo. En el siguiente cuadro podemos ver al menos otros cuatro ejemplos donde la palabra muerte no se refiere a cesación o aniquilación sino a separación:
Así como ni nuestro cuerpo ni nuestra alma dejaron de existir cuando fueron separados al morir, ni el hombre ni Dios dejaron de existir cuando el hombre murió espiritualmente. Lo que sucedió fue que el pecado ocasionó una separación/muerte espiritual y relacional entre los dos. De la misma manera, cuando morimos a la Ley para vivir para Cristo, la Ley no dejó de existir. Continuó existiendo y nosotros también. Cuando morimos al pecado, ni nosotros ni el pecado dejamos de existir. Simplemente comenzamos a vivir vidas santificadas, muertos o separados del pecado.
De la misma manera, como Restauracionista Universal, veo la muerte segunda – no como el cese de la existencia, ni la separación eterna de Dios, sino un proceso eonia que resulta en la muerte o separación de la vida carnal y almática en el Lago de Fuego purificador. Derivo esa conclusión principalmente del capítulo diez de Mateo. Destrucción del Alma y Cuerpo en la Gehena “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir (ἀπόλλυμι, apollumi) el alma (ψυχή, psuque) y el cuerpo en el infierno (Gehena).” (Mt 10:28) Este pasaje, tomado como traducido comúnmente y fuera de contexto, parecería confirmar lo que dicen los Aniquilacionistas: que los cuerpos resucitados de los injustos, junto con sus almas, serán destruidos o exterminados en el fuego de la Gehena. Sin embargo, en el mismo capítulo en el versículo 39, vemos que destruir el alma no se trata del cese de la existencia, sino del sometimiento de la vida del alma a la vida en el espíritu: “El que halla su vida (“alma”- ψυχή, psuque), la perderá; y el que pierde (ἀπόλλυμι, apollumi) su vida (“alma”, psuque) por causa de mí, la hallará.” (Mt 10:39) Aquí Jesús usa las mismas palabras que en el versículo 28. Lo que Jesús en realidad estaba diciendo fue ocultado por los traductores quienes, en lugar de traducir apolumi y psuque de la misma manera en ambos versículos, lo tradujeron “destruir el alma” en el 28 y “perder su vida” en 39. Es obvio que Jesús quiso expresar lo mismo en ambos casos, pero los traductores nos dejan con la impresión de que estaba hablando de dos cosas distintas y no relacionadas. ¿Qué quiso decir Jesús con la expresión “perder o destruir el alma”? La Biblia deja claro que el hombre es un ser tripartito formado por cuerpo, alma y espíritu. Cuando el hombre cayó, perdió la comunión con Dios. Como el espíritu ya no escuchaba la voz de Dios, el alma del hombre ya no vivía alineada y sujeta bajo su espíritu, sino que comenzó a vivir según la voluntad del cuerpo o carne con sus cinco sentidos. En esta condición caída el alma ya no vivía según el espíritu, guiada por Dios, sino según los deseos de su carne. El hombre ya no tenía percepción espiritual, sólo percibía con sus cinco sentidos carnales. El hombre espiritual se convirtió en “carne” (Gen 6:3). A los que viven de esta manera, según el alma y no según el espíritu, se les llama “carnales” o “almáticos”.
“Pero el hombre natural (ψυχικός, psuquikos “almático”) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 En cambio el espiritual (πνευματικός, pneumáticos) juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie… De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.” (1Cor 2:14,15; 3:1)
“Estos son los que causan divisiones; los sensuales (ψυχικός, psuquikos ‘almáticos’), que no tienen al Espíritu.” (Judas 19) “porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal (ψυχικός, psuquikos ‘almática’), diabólica.” (Stg 3:15-16) El hombre almático es carnal, ya que no escucha la voz de Dios y por eso vive una vida sensual en su alma, según los cinco sentidos de la carne. Él cumple los deseos de la carne y no los del Espíritu. Cuando uno nace de nuevo, es el espíritu el que nace de arriba. Una vez nacidos del Espíritu, ahora tenemos la capacidad de percibir las cosas de Dios y hacer Su voluntad, viviendo según el Espíritu y no según la carne. Ahora somos capaces de ser “espirituales” y no “almáticos” - vivir la “vida del alma” (Jn 3:3,6).
Sin embargo, la vida del alma debe ser destruida y reemplazada por la vida del espíritu. En Adán nuestra alma ya no estaba sujeta al Espíritu de Dios. Ahora con nuestro espíritu renacido, es necesario poner nuestra alma en sujeción a nuestro espíritu. Cuando Jesús dijo que era necesario perder o destruir (apollumi) nuestra alma, creo que estaba diciendo que es necesario morir al dominio del alma, sometiéndola a nuestro espíritu renacido. Como vimos, la palabra apollumi en el Nuevo Testamento a veces significa “destruir o dejar nulo o inoperante” y a veces “perder”. Creo que la idea aquí expresada es hacer inoperante el dominio del alma en nuestras vidas. Ya no debemos vivir según nuestras propias emociones y razón, sino según la palabra de Dios. Ya no debemos vivir según nuestra voluntad sino según la voluntad de Dios. El alma debe someterse una vez más al espíritu, en comunión con Dios y no siguiendo más a la carne para cumplir sus deseos.
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida (alma), la perderá; y el que aborrece su vida (alma) en este mundo, para vida eterna la guardará (zoe aionios).” (Jn 12:24-25) Si nosotros, como creyentes, tomamos nuestra cruz, seguimos los pasos de Jesús, entregando nuestra vida (alma) por los demás, seremos espirituales y serviremos al Señor en espíritu. Pero si somos psuquikos almáticos, entonces Dios tendrá que intervenir para que no seamos condenados con el mundo. “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32 mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” (1Cor 11:31-32) Aquí vemos que los juicios disciplinarios del Señor tienen un propósito correccional: para que no seamos condenados con el mundo, recibiendo nuestra porción con los incrédulos (Lucas 12:46). El propósito de esta disciplina se puede ver en 1 Corintios 5:5 donde Pablo dice: “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.” (1Cor 5:5) La destrucción de la carne no se refiere al cuerpo físico sino a la vida del alma, siguiendo los deseos de la carne y no los deseos del Espíritu. En disciplina, Dios nos permite recibir las consecuencias de actuar en la carne ahora, para que el espíritu sea salvo en el día del Señor, y de esta manera salvarnos del Juicio del Gran Trono Blanco y de la muerte segunda. Si nos sometemos a Dios, sujetando nuestra alma a nuestro espíritu en esta vida, Dios no tendrá que destruir el dominio del alma más adelante. Si no nos sometemos en esta vida, enfrentamos la posibilidad de sufrir la destrucción del alma y del cuerpo en un cuerpo resucitado físicamente, experimentando la muerte segunda en el lago de fuego purificador, porque sin santidad nadie verá al Señor. Por lo tanto, cuando la destrucción del alma y el cuerpo se ve en su contexto, queda claro que no se refiere a la aniquilación, sino más bien a la destrucción eonia de la carne y la vida del alma de los no santificados en un cuerpo mortal resucitado en el fuego de la Gehena con severas aflicciones para que su espíritu finalmente pueda ser salvo. Dios ha jurado que todos se postrarán ante Él y serán vivificados en Cristo, no todos a la vez, sino cada uno en su propio orden. Sólo los que están en Cristo se visten de inmortalidad cuando resucitan Muchos tienen la impresión de que sólo hay una resurrección general de los muertos. Sin embargo, vemos en el Nuevo Testamento que hay una resurrección de los justos en la Segunda Venida de Cristo llamada la primera resurrección o resurrección a vida, y otra resurrección mil años después que se llama resurrección para juicio (Apo 20:4-6; Jn 5:29; Lucas 14:14). Apocalipsis 20:6 dice que la segunda muerte no tiene poder sobre el que tiene parte en la primera resurrección. De hecho, Jesús dijo que los que han creído en este siglo ya tienen la vida divina eonia, y no vendrán a juicio, sino que han pasado de muerte a vida (Jn 5:24). Sin embargo, en la segunda resurrección, la resurrección para el juicio, todos cuyos nombres no se encuentran en el libro de la vida tendrán que sufrir la muerte segunda en el Lago de Fuego. (Apo 20:13-15). Los resucitados para el juicio no son presentados como resucitados con un cuerpo inmortal glorificado, como es el caso de los creyentes de esta época que ya poseen la vida eonia de Dios. Según tengo entendido, simplemente se reencarnan mediante la resurrección para sufrir la destrucción eonia en la Gehena o el Lago de Fuego en un cuerpo físico. Eso es lo que entiendo que quiso decir Jesús cuando habló de la destrucción, no solo del alma, sino del alma y el cuerpo en la Gehena (Mt 10:28). En Apocalipsis 19 vemos personas siendo arrojadas al Lago de Fuego mientras están físicamente vivas y se ve que todavía están allí 1000 años después, por lo que creo que es posible permanecer vivo durante la estancia allí, que para algunos continuará en las épocas de las épocas (Apo 19:20, cf., 20:10). La palabra destrucción, definida bíblicamente, no es aniquilación sino más bien un preludio a la restauración. Para una consideración del significado bíblico de destrucción, consulte mi artículo, ¿Es la Destrucción de Uno el Fin de Su Existencia? El Lago de Fuego no es fuego literal, como tampoco es literal el fuego que consume la madera, el heno y la hojarasca de la vida de un creyente (1Cor 3:12-15). También se le conoce como las tinieblas de afuera, lo que equivale a estar excluido del reino y de la Nueva Jerusalén (Mt 8:12). El Libro del Apocalipsis termina con la invitación a los que están afuera a entrar en la Nueva Jerusalén, pero primero deben lavar sus vestiduras (es decir, sufrir la muerte segunda) (Apo 22:14-17). Vea también mi artículo, Sus Puertas Nunca seran Cerradas. En 1 Corintios 15 vemos más evidencia de que no todos resucitamos con cuerpos espirituales inmortales al mismo tiempo. Pablo dice que todos serán vivificados para la inmortalidad en Cristo, pero primero sólo aquellos que sean suyos en su venida. Después de la primera resurrección, cada uno será vivificado individualmente, “cada uno en su debido orden”: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia… 28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.” (1Cor 15:22–24,28) La palabra “vivificar” en 1 Corintios 15:22 es (ζωοποιέω, zoopoiéo). Hay otras dos palabras griegas que se usan para expresar resurrección (egeiro y anastasis), pero a menudo se usan para referirse a una resurrección estrictamente temporal y física, como en el caso de Lázaro y otros que resucitaron pero murieron después. Por el contrario, zoopoiéo siempre se usa en referencia a la resurrección y la glorificación. Se usa para referirse a la recepción de una vida perpetua en un cuerpo inmortal que todos recibirán, pero cada uno en su debido orden. Los injustos resucitarán físicamente (anastasis), pero no será una resurrección a vida, sino una resurrección a juicio (Jn 5:29). Cada uno de ellos será vivificado para la inmortalidad, pero “cada uno en su propio orden”, no todos a la vez. Jesús dijo que las rameras y los recaudadores de impuestos entrarían en el reino de Dios delante de los fariseos y escribas moralistas porque eran más receptivos al evangelio. (Mt 21:31-32), pero eventualmente todos doblarán la rodilla, quedando sujetos a Cristo, momento en el cual Dios será todo en todos entrando en la eternidad al fin de los siglos. Jesús dijo que aquellos que creen en Él ya poseen Su divina vida eonia y no vendrán al Juicio, sino que ya han pasado de muerte a vida (Jn 5:24). Si has puesto tu confianza en Cristo, serás vivificado para la inmortalidad en Su venida y la muerte segunda no tendrá poder sobre ti. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apo 20:6) _______________________ 1 Thayer's Greek Lexicon 2 Vine's Expository Dictionary of Biblical Words
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