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Llegando a una comprensión del pecado original con base en Romanos 5:12-19
por George Sidney Hurd Especialmente en los últimos años, ha habido mucha controversia en torno a la doctrina del pecado original. Si bien la mayoría de los cristianos coinciden en que el pecado y la muerte tuvieron su origen en Adán, ha habido mucho desacuerdo sobre si el pecado y la muerte nos llegan debido al pecado original de Adán o porque cada uno de nosotros hemos pecado posteriormente. Si todos pecamos en Adán, ¿significa eso que heredamos su culpa o simplemente heredamos las consecuencias de su desobediencia? ¿Somos pecadores desde la concepción o somos los bebés un borrón y cuenta nueva, solo para posteriormente convertirse en pecadores debido a influencias externas? Creo y espero demostrar que las respuestas a estas preguntas y otras más se encuentran en una comprensión clara de lo que Pablo establece en Romanos 5:12-19, donde se ve que toda la raza humana que cayó en Adán fue recapitulada en Cristo, el último Adán. Cito aquí el pasaje completo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. 15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. 18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.” (Rom 5:12-19) El objetivo principal de Pablo en estos versículos es mostrar que, así como la desobediencia de un solo hombre trajo la condenación de muerte a todos los hombres, así también la obediencia de Cristo trajo la justificación de vida a todos los hombres (v. 18). Comienza diciendo en el versículo 12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Se ha debatido mucho sobre el significado de Pablo al afirmar que el pecado y la muerte entraron en el mundo “porque todos pecaron”. Históricamente, la Iglesia ha sostenido que “porque todos pecaron” significa que todos pecamos en Adán, el padre original y cabeza representativa de la humanidad. Sin embargo, algunos argumentan que la frase “porque todos pecaron” no debe interpretarse como que todos pecaron en Adán, sino como que todos morimos porque todos pecamos personalmente. No obstante, hay al menos tres razones por las que esta interpretación no es correcta. 1. La Tipología Paralela En primer lugar, si se dijera que todos mueren por algo que hacemos posteriormente, en lugar de por la desobediencia de Adán, entonces se desvanece el paralelismo entre lo que el acto singular de desobediencia de Adán trajo sobre todos y lo que la obediencia de Cristo trajo sobre los mismos todos. No es algo que continuemos haciendo lo que resulta en la justificación que da vida a todos, sino que es la obediencia de Cristo que trae justificación y vida a todos (v. 8). Ireneo (130-202 d. C.), conocido por su Teoría de la Recapitulación de la Expiación, conoció a Policarpo, discípulo de Juan. Este importante aspecto de la expiación se basa en este pasaje de Romanos 5 y Efesios 1:10. Él entendió correctamente la frase “porque todos pecaron” como que todos pecamos en Adán al principio. Dijo: “Porque no éramos deudores a nadie más que a aquel cuyo mandamiento habíamos transgredido en el principio”. [1] En lugar de decir que Adán transgredió el mandamiento al principio, afirma, en concordancia con Pablo en Romanos 5:12, que nosotros transgredimos en el principio. Aunque los detractores de la doctrina del pecado original a menudo la atribuyen a San Agustín (354-430 d. C.), vemos que, si bien Agustín desarrolló aún más la doctrina (en mi opinión, la sobre desarrolló al añadir la culpa original), esta no se originó con él. Él mismo negó que se originara con él, diciendo: “No fui yo quien inventó el pecado original, que la fe católica sostiene desde la antigüedad; pero tú, que lo niegas, eres sin duda un hereje innovador. A juicio de Dios, todos están en poder del diablo, nacidos en pecado, a menos que sean regenerados en Cristo”. [2] Los herejes a los que se dirige son los pelagianistas. Históricamente, quienes más se han resistido a la doctrina del pecado original y la justicia imputada de Cristo han sido los pelagianistas, quienes creen que no se necesita la justicia imputada de Cristo para salvarse. Creen que uno puede salvarse por su propia obediencia mediante la gracia divina. Quienes creemos que Cristo, en efecto, recapituló a toda la humanidad en Cristo, el último Adán, deberíamos ser de los más celosos en preservar la lógica de Pablo en este pasaje. 2. La construcción gramatical Existen varias razones gramaticales por las que la frase “porque todos pecaron” no puede interpretarse como que morimos por nuestros pecados, en lugar de porque todos pecaron en Adán. Se argumenta comúnmente que la razón por la que hemos llegado a entender que se refiere al pecado original de Adán es porque Agustín utilizó la Vulgata latina de Jerónimo, donde el griego (ἐφ᾿ ᾧ, eph ho) se tradujo como una cláusula relativa: “en quien (lat., in quo) todos pecaron”. Tienen razón al afirmar que esta interpretación es errónea, ya que el pronombre griego ᾧ (que) es neutro, mientras que Adán es masculino. La mayoría de los eruditos coinciden en que ἐφ᾿ ᾧ debe entenderse en sentido causal: “porque todos pecaron”. Solo hay unos pocos, en un intento de negar la doctrina del pecado original, argumentan que debe entenderse en sentido resultativo: “con el resultado de que todos pecaron”. Sin embargo, otra consideración gramatical es que no dice “porque todos pecaron” (tiempo perfecto) ni “porque todos pecan” (presente). Es el aoristo del verbo “porque todos pecaron” (ἥμαρτον). El uso más común del aoristo en griego en indicativo es para referirse a una acción ocurrida en el pasado. Un polemista que se argumentaba en contra del pecado original argumentó que ἥμαρτον debía entenderse como un aoristo gnómico que expresa una verdad universal. Esto significaría que debería haberse traducido como “porque todos pecan”. Este es un uso poco común del aoristo, que solo aplica cuando el contexto lo exige. Sin embargo, el contexto, en realidad, milita en contra de este uso. En los versículos 13 y 14, Pablo deja claro que quería decir que todos pecaron en Adán. 3. Incluso aquellos que no son legalmente culpables de pecado mueren Quizás el mayor indicio de que Pablo quiso decir que todos pecaron en Adán es lo que dice en los siguientes versículos. En los versículos 13 y 14, demuestra lo que planteó en el versículo 12: que todos mueren por el pecado de Adán, y no por pecados personales posteriores. Lo hace señalando que todos murieron durante el período entre Adán y Moisés, cuando los pecados personales no se imputaban a los pecadores. Pablo explica diciendo: “Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.” Por “la manera de la transgresión de Adán”, se refiere a una transgresión que conllevaba la pena de muerte. Su lógica es que, aunque no existía una ley que implicara la pena de muerte entre Adán y Moisés, cuando se dio la Ley donde prescribía la pena de muerte para los pecados, todos sin embargo murieron. Esto demuestra que todos murieron, no por sus propios pecados, sino por el pecado original de Adán. Nadie transgredió una ley con la pena de muerte entre Adán y Moisés, y aun así, todos murieron durante ese tiempo. Por lo tanto, todos mueren debido al pecado de Adán, no debodo a los suyos. No pudo haber sido más claro. Otra evidencia que Pablo no mencionó que demuestra que todos mueren como resultado de la transgresión de Adán y no por pecados personales es el hecho de que más de cien millones mueren cada año sin haber pecado jamás. Me refiero a todos los bebés abortados y los infantes que mueren sin haber cometido un solo pecado. Tras establecer que el pecado y la muerte entraron por la transgresión de un hombre, procede a presentar a otro Hombre, Jesucristo, como el antitipo de Adán, diciendo en los versículos 15 y 16: “Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.” Observe que el énfasis de Pablo aquí es que, así como fue por un solo hombre, Adán, que la condenación de muerte vino sobre todos sin ninguna contribución de nuestra parte, así también fue por un solo Hombre, Jesucristo, que el don gratuito de la justificación de la vida vino sobre todos sin ninguna contribución de nuestra parte. Por lo general, quienes argumentan que morimos por algo que hacemos (pecar), también creen que la justificación para vida nos llega, no solo como el don gratuito de un solo Hombre, Jesucristo, sino también como resultado de algo que hacemos posteriormente. Cuando Pablo dice aquí que “los muchos” murieron en Adán, no se contradice al afirmar que la condenación y la muerte llegan a “todos los hombres” en Adán (versículos 12 y 18), ni que “en Adán ‘todos’ mueren” (1Corintios 15:22). De igual manera, cuando afirma que el don gratuito de la justificación abunda para “los muchos” en Cristo, no se contradice al afirmar en el versículo 18 que su acto singular de justicia resultó en la justificación de vida para “todos los hombres” ni que “en Cristo ‘todos’ serán vivificados” (1Corintios 15:22). Pablo simplemente enfatiza el efecto que un solo individuo tuvo sobre los muchos. En las Escrituras, “muchos” se usa a menudo para referirse a todos. Por eso, cuando Pablo dijo que Cristo se dio a sí mismo en rescate por todos en 1Timoteo 2:6, no estaba contradiciendo a Jesús cuando dijo que vino a dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28). Muchos, al interpretar el siguiente versículo aisladamente de su contexto, lo han malinterpretado, diciendo que solo quienes reciben activamente la justificación de vida reinarán en vida por medio de Jesucristo. En el versículo 17, Pablo dice: ”Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben (οἱ λαμβάνοντες) la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” Hay dos maneras en que la frase “los que reciben” (οἱ λαμβάνοντες) puede entenderse: 1) tomar o recibir activamente, o 2) recibir como un receptor pasivo. El contexto debe determinar si la recepción es pasiva o activa. Por ejemplo, en varios pasajes del Nuevo Testamento vemos que el receptor debe recibir algo que ni siquiera desea recibir, como una justa recompensa por su desobediencia (Hebreos 2:2) o un juicio mayor (Lucas 20:47). En otros casos, el receptor recibe lo que ni siquiera anticipaba. Por ejemplo, todos en la casa de Cornelio se sorprendieron cuando los gentiles recibieron repentinamente el Espíritu Santo (Hechos 10:47). En estos ejemplos es obvio que el receptor es pasivo. Los eruditos están divididos en cuanto a si (οἱ λαμβάνοντες) en el versículo 17 debe entenderse en sentido activo o pasivo. Los eruditos arminianos suelen entenderlo en sentido activo, como algo que debemos hacer. Por otro lado, san Agustín y los calvinistas suelen entenderlo en sentido pasivo, enfatizando la iniciativa divina. El muy estimado erudito griego Marvin Vincent aplica correctamente el significado pasivo a Romanos 5:17. Dice: “Los que reciben (hoi lambanontes). No ‘aceptan con fe’, sino simplemente ‘los receptores’”. [3] Aunque no entra en más detalles, su interpretación de οἱ λαμβάνοντες en sentido pasivo es necesaria por el contexto. El contraste a lo largo del texto es entre lo que todos los hombres reciben en Adán, en contraposición a lo que todos los hombres reciben en Cristo, el último Adán. Así como todos los hombres reciben pasivamente la muerte, la condenación y la esclavitud al pecado por la desobediencia de un solo hombre, así también todos reciben la vida, la justificación y el dominio restaurado por medio de un solo hombre, Cristo. Creo que es significativo que Ireneo, conocido por su teoría recapitulativa de la expiación, entendiera aquí οἱ λαμβάνοντες en sentido pasivo, al igual que Orígenes y Gregorio de Nisa, quienes creían que finalmente todos serían reunidos en Cristo, resultando en que Dios sea todo en todos (Ef 1:10; 1 Cor 15:28). A la luz del versículo siguiente, resulta innegable que Pablo quería decir que todos serán receptores de la gracia para la justificación y la vida a través de Uno, Jesucristo. En el versículo 18, Pablo llega a su conclusión diciendo: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”. En términos inequívocos, Pablo deja claro que todos los que cayeron bajo la condenación de muerte en Adán recibirán la justificación y la vida en Cristo, el último Adán. Sin embargo, dicho esto, así como no todos los hombres entraron experiencialmente en la muerte de Adán, su condenación y la esclavitud al pecado en el momento en que Adán pecó, de la misma manera, no todos recibieron experiencialmente la vida, la justificación o el dominio restaurado. Así como uno tiene que nacer en Adán para experimentar la muerte, la condenación y la esclavitud al pecado que él trajo sobre todos nosotros, así también todo hombre tiene que ser vivificado o nacido de nuevo antes de entrar experiencialmente en esa justificación y dominio que todo hombre recibió cuando Cristo, el último Adán, murió y resucitó. De la muerte y resurrección del último Adán está escrito: “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Corintios 15:45). Y de nuevo: “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). Heredamos la muerte de Adán, no la culpa La condenación que recayó sobre todos los hombres por la transgresión de Adán fue la muerte, no la culpa. Solo Adán era culpable de su transgresión. Una persona solo es culpable de los pecados que comete personalmente. Ninguno de los Padres de la Iglesia anteriores a Agustín en el siglo V enseñó que heredamos la culpa de Adán. Aunque creían, como vemos aquí en Romanos 5, que el pecado original de Adán trajo la muerte y la corrupción a toda su descendencia, No enseñaban que la culpa se heredaba desde el vientre materno, como enseñaba Agustín. Dios le dijo a Adán que moriría el día que comiera del árbol. Aunque no murió físicamente ese mismo día, sí murió espiritualmente. Perdió la visión beatífica de Dios y fue expulsado del jardín del Edén. En el jardín antes de la caída, Adán y Eva eran predominantemente espíritu, aunque tenían un cuerpo de carne. Esta pérdida de la comunión con Dios en su espíritu hizo que se convirtieran predominantemente en carne (Génesis 6:3). Aunque nacemos sin haber pecado, esta muerte espiritual o ausencia de comunión con Dios hizo que fuéramos pecadores desde el vientre de nuestra madre, con una propensión al pecado. En el versículo 19, Pablo dice que el acto singular de desobediencia de Adán constituyó a muchos o a todos pecadores: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Todos los que han nacido de Adán han sido constituidos pecadores por su único acto de desobediencia. En Adán somos pecadores por naturaleza, incluso antes de cometer nuestro primer pecado. No nos convertimos en pecadores por pecar: más bien, pecamos porque en Adán somos pecadores por naturaleza desde el seno materno. Como dice David en el Salmo 51:5: “He aquí que en iniquidad fui formado, y en pecado me concibió mi madre”. A quienes niegan el pecado original les cuesta aceptar esta afirmación tan clara del Antiguo Testamento que confirma la doctrina del pecado original. A menudo argumentan que David estaba utilizando un lenguaje exagerado y que, como es poesía, no debe tomarse al pie de la letra. Sin embargo, desde la época apostólica, mucho antes de Agustín en el siglo V, los Padres de la Iglesia lo entendieron literalmente. Comentando sobre el Salmo 51:5, Ireneo dijo: “Como también dice David: ‘Los alienados son pecadores desde el seno materno; se descarrían tan pronto como nacen’”. [3] Como dijo Pablo en Efesios 2:3, antes de recibir una nueva naturaleza a través de la regeneración y antes de que se nos imputara la justicia de Cristo, el último Adán, éramos “por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. Aunque a menudo se ridiculiza, la frase es cierta: “No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores”. Lógicamente, según el versículo 19, aquellos que niegan que fuimos constituidos pecadores por un acto de desobediencia de un solo hombre, también tienen que negar que fuimos constituidos justos por el acto de obediencia de Cristo. Los que dicen que solo somos pecadores porque pecamos, suelen decir que solo somos justos porque dejamos de pecar, en lugar de que hemos sido constituidos justos ante Dios debido a que la justicia de Cristo nos ha sido imputada. Para mí, aquellos que se oponen a la doctrina histórica del pecado original y la justicia imputada de Cristo niegan verdades fundamentales del evangelio y son aquellos a quienes Pablo se refiere como enemigos de la cruz de Cristo, reduciendo Su muerte expiatoria en la cruz a nada más que un ejemplo a seguir. Me preocupa ver a tantos enamorados de los escritos de George MacDonald, teniendo en cuenta su desprecio por la doctrina de la justicia imputada de Cristo a través de la fe en la obra consumada de Cristo en la cruz. Él dijo: “Algunos de vosotros decís que debemos confiar en la obra consumada de Cristo; o bien, que nuestra fe debe estar en los méritos de Cristo en la expiación que ha hecho con la sangre que ha derramado. Todas estas afirmaciones son un simple repudio del Señor vivo, en quien se nos dice que creamos, quien, por su presencia con nosotros y en nosotros, y por nuestra obediencia a él, nos saca de las tinieblas a la luz...”. [4] Muchos hoy en día, incluso entre los que profesamos creer que toda la humanidad fue recapitulada en Cristo y que, por lo tanto, finalmente todos serán restaurados, rechazan las palabras de Pablo cuando dice que el don gratuito de la justificación vino a todos por medio de un solo hombre, Cristo (v. 15), y que el acto singular de justicia de Cristo resultó en la justificación de vida para todos los hombres (v. 18). En la mayoría de los casos, también niegan la doctrina del pecado original: que todos pecaron en Adán y, por esa razón, el pecado y la muerte pasaron a todos, con el resultado que todos fuéramos constituidos pecadores por naturaleza (vv. 12, 19). Como dijo Pablo de algunas personas: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10:3). Que seamos hallados en Él, no confiando en nuestra propia justicia, sino en la justicia que es por la fe de Jesús (Fil 3:9). [1] Irenaeus, Against Heresies, book 5:16:3 [2] Augustine of Hippo, “On Marriage and Concupiscence,” in Saint Augustin: Anti-Pelagian Writings, ed. Philip Schaff, trans. Peter Holmes, vol. 5, A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church, First Series (New York: Christian Literature Company, 1887), 293. [3] Irenaeus Against Heresies Book 3:5:1 [4] MacDonald, George . Unspoken Sermons Series I, II, and III (p. 147).
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