por George Sidney Hurd
¿Quiénes son los vencedores de Apocalipsis 2 a 3? ¿Qué es lo que Jesús les dice, y cómo debemos de entenderlo? ¿Son promesas intencionadas para animar a los creyentes, o debe de producir inseguridad? ¿Son vencedores todos los creyentes, o es posible que uno sea salvo y nacido de nuevo y sin embargo no vencer en esta vida? Estas son algunas de las preguntas que espero responder en este artículo. No tenemos que hacer especulaciones acerca de la identidad de los vencedores, dado que el Apóstol Juan, quien escribió el libro de Apocalipsis, nos indica quienes son los vencedores en su primera epístola. Todos Aquellos que han Nacido de Nuevo son Vencedores “porque todo el que ha nacido de Dios vence (nika) al mundo. Ésta es la victoria (nike) que vence (nikesasa) al mundo: nuestra fe.” (1Jn 5:4) ¿Quiénes son los vencedores? Juan dice que todos (sin excepción) que han nacido de Dios son vencedores. ¿Qué es lo que tiene un hijo de Dios que lo hace un vencedor? Lo que nos hace vencedores es un fruto de la regeneración, un regalo que nos fue dado al nacer de nuevo. Tal vez notaste que la marca de zapatos de tenis Nike fue tomada de la palabra griega nike, que significa, “conquista o victoria.” Pero el don que recibimos al nacer de nuevo que nos hace un vencedor no es un par de zapatos Nike. Juan dice que el nike que vence el mundo es nuestra fe. El Vencer es un Resultado de la Regeneración Estoy de acuerdo con los Calvinistas cuando dicen que la regeneración necesariamente precede la fe salvífica y vencedora, dado que, antes de ser vivificado en Cristo, estábamos muertos en relación a Dios (Ef 2:4-6). (Para un estudio más detallado de este tema, lee mi articulo: La Depravación Total y la Reconciliación Universal). Aquí en 1Juan 5, el Apóstol deja en claro que la regeneración precede la verdadera fe en vez de que Dios nos regenerara en respuesta a nuestra fe independiente. Juan comienza diciendo: “Todo aquel que cree (presente, “está creyendo”) que Jesús es el Cristo, es nacido (perfecto pasivo, “ha nacido”) de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.” (1 Jn 5:1) Aquí Juan está diciendo que, aquellos que ahora están creyendo que Jesús es el Cristo, están creyendo como resultado de haber nacido de Dios anteriormente. Así como la primera cosa que hace un recién nacido es respirar, de la misma manera uno espontáneamente cree al ser vivificado espiritualmente. Juan dice esencialmente lo mismo en Juan 1:12 donde él deja en claro que aquellos que están creyendo son aquellos que previamente habían nacido de nuevo, no según volición humana, sino según la voluntad de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen (presente “están creyendo”) en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados (aoristo pasivo, fueron engendrados) de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn 1:12–13) Aquellos que tienen su fe en Cristo están creyendo porque anteriormente habían nacidos por la voluntad de Dios. Esto está de acuerdo con Pablo cuando dijo, “nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Co 12:3). Claro que esto no es simplemente una confesión “repite después de mí,” sino una confesión hecha por uno que ha creído en su corazón que Jesucristo es Señor (Rom 10:9-10). Pablo dice que, cuando inicialmente creímos para justificación, “creímos por la gracia” (Hch 18:27). En otras palabras, nuestra fe nos fue concedida por la gracia, no era de nosotros mismos (Ef 2:8-9). La fe que nos es dada por la gracia no es simplemente la fe inicial para nuestra justificación: es una fe viva que nos da la victoria para vencer y perseverar hasta el fin. Es tan seguro que la fe que nos fue concedida cuando fuimos regenerados permaneciera con nosotros toda la vida, como es seguro que un recién nacido seguirá respirando toda su vida después de su primer respiro. La fe que no permanece es lo que Santiago llamó una fe muerta (Stg 2:26). En 1Juan5:5, después de decir que todos los que han nacido de Dios vencen y que la victoria que vence es nuestra fe, enfatiza que es una fe viva que permanece con nosotros hasta el fin. Él dijo: “¿Quién es el que vence (presente activo, “está venciendo”) al mundo, sino el que cree (presente activo, “está creyendo”) que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Jn 5:5) Pablo dejó en claro que la misma fe que nos fue dada por la gracia para creer para justificación cuando fuimos regenerados continúa con nosotros: “Porque a vosotros os es concedido (χαρίζομαι, “dado por gracia””) a causa de Cristo, no sólo que creáis (presente activo, “estar creyendo”) en él, sino también que padezcáis por él.” (Fil 1:29) Unos que estarían de acuerdo con Pablo en que creímos por la gracia inicialmente, sin embargo, niegan que la misma fe permanece con aquellos que han nacidos de Dios, así capacitándolos a perseverar en la fe hasta el fin. Aquí Pablo dice que el don de la gracia que hemos recibido al nacer de nuevo también nos capacita para seguir creyendo en medio del padecimiento que sufrimos por Él. Dios no simplemente comienza la buena obra en nosotros – lo que Él comienza Él perfecciona hasta que terminamos la carrera (Fil 1:6). Como dice el escritor de Hebreos, Jesús no es simplemente el autor de nuestra fe, el es el autor y consumador de la fe (Heb 12:2). Creímos y seguimos creyendo con la fe de Jesús que nos fue concedida al ser regenerados, y esa misma fe continúa con nosotros hasta terminar la carrera (Considero con más detalle el fuente de nuestra fe en el artículo La Fe de Jesús). Si has nacido por voluntad de Dios, puedes estar asegurado de que también serás concedido la fe para vencer todo lo que el mundo traiga en tu contra. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). ¿Por qué es la victoria de Cristo sobre el mundo motivo de que nosotros tengamos confianza? Porque hemos sido regenerados con la misma victoriosa vida de resurrección de Cristo, y es Su vida en nosotros que nos sostiene y nos da victoria. Juan dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.” (1 Jn 5:18) La razón porque los que han nacido de Dios vencen es porque Cristo, el Hijo encarnado de Dios, quién es el Mismo Vencedor, nos guarda. Como un aparte, Juan aquí no está diciendo que no pecamos. Eso sería una contradicción de lo que previamente había dicho en el primer capítulo (1Jn 1:8,10). La Reina Valera es correcto cuando traduce el presente activo de ἁμαρτάνω como “practicar el pecado.” Todos pecamos, pero el que ha nacido de Dios ya no practica el pecado. Como Pedro dice, nuestro Dios que nos hizo nacer de nuevo por Su misericordia para una herencia incorruptible, también nos guardará por Su poder hasta el fin: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Pe 1:3–5). Como testificaría enfáticamente Simón Pedro, siendo guardado por el poder de Dios no significa que nunca fallamos, considerando que él negó a su Señor tres veces de la peor manera posible. Como dijo Santiago, “todos ofendemos muchas veces (Stg 3:2). ¿En qué sentido guardó Jesús a Pedro? Él intercedió por él para que su fe no fallara a pesar de su fracaso tan amargo (Lu 22:32). El autor y consumador de nuestra fe está con nosotros hasta el final – todos aquellos que Él vivifica, Él guarda por Su poder. Jesús dijo de Sus ovejas: “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (Jn 10:28–29) Como Sus ovejas vencemos, no por nuestra propia capacidad de pastorearnos a nosotros mismos, sino porque estamos bajo el cuidado del Buen Pastor. Todos que han nacido de Dios vencemos porque Cristo, el Pastor de nuestras almas, nos guarda. Estamos viviendo bajo el Nuevo Pacto de la promesa en lo cual Dios nos ha dado un nuevo corazón y puesto un nuevo espíritu dentro de nosotros por medio de la regeneración, haciendo que andemos en sus caminos, algo que nadie, con excepción de Cristo Mismo, ha podido bajo el Antiguo Pacto (Ezeq 36:26-27). Entendiendo las Exhortaciones a Vencer en Apocalipsis Creo que, equipado con el conocimiento que todos los que hemos nacidos de Dios venceremos, ahora es posible aplicar correctamente las exhortaciones a vencer que fueron dadas por Jesús en Apocalipsis 2 a 3. Siete veces Jesús extendió promesas a los que vencen. Son los siguientes: 1) “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apo 2:7). 2) “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apo 2:11). 3) “Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Apo 2:17). 4) “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro” (Apo 2:26). 5) “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apo 3:5). 6) “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apo 3:12). 7) “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apo 3:21). De lo que Juan dijo en 1Juan 5, sabemos que, si somos creyentes nacidos de nuevo, somos vencedores y, por lo tanto, es garantizado que todas estas promesas serán cumplidos para nosotros. Así que, la pregunta es, ¿por qué Jesús precede cada promesa diciendo: “Al que venciere?” Creo que la respuesta a esta pregunta está en el hecho que, así como es en las iglesias hoy en día, no todos los que oyeron las palabras de Jesús a las siete iglesias eran creyentes nacidos de nuevo. Jesús dijo que Sus ovejas oyen Su voz (Jn 10:27). Sin embargo, Jesús tuvo que decir a cada una de las siete iglesias, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Esto presupone que algunos dentro de cada una de estas iglesias aún no eran de Sus ovejas y, por lo tanto, no podían oír Su voz. Antes de ser vivificado en Cristo, no teníamos oídos para oír a Dios: estábamos muertos en nuestras transgresiones y pecados (Ef 2:1-2). Jesús dijo: “que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn 3:3). Estando muertos espiritualmente, no teníamos ojos para ver, ni oídos para oír las realidades del reino de Dios. Incluso, Jesús dijo a la iglesia en Sardis que, por su mayoría, ellos tenían un nombre que vivían pero estaban muertos. Él les dijo que solo había unos pocos en la iglesia de Sardis que andarían con Él en vestiduras blancas (Apo 3:4). ¿Puede el Nombre de Uno ser borrado del Libro de la Vida? Jesús también prometió en Apocalipsis 3:5 que Él jamás borraría sus nombres del Libro de la Vida. Esto ha llevado a algunos a concluir que el nombre de uno puede ser escritos en el Libro de la Vida, solo para después ser borrado más tarde. Sin embargo, como demostré en mi artículo, El Libro de la Vida, una vez que uno ha sido vivificado y creído en Cristo, ellos son sellados por el Espíritu Santo hasta el día de la redención (Ef 1:13-14). Como los nacidos de Dios, ya poseen Su Misma vida imperecedera (Jn 5:24). Jesús les dijo a los que creen: “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (Jn 10:28–29) Siendo cierto esto, los vencedores regenerados jamás podrían tener sus nombres borrados del Libro de la Vida. Pero, ¿por qué diría esto Jesús si no fuera una posibilidad? Para mí, la clave para entender esta promesa se encuentra en el contexto cultural de ese tiempo. La International Standard Bible Encyclopedia (ISBE) dice lo siguiente acerca del significado secular y cultural de la frase, libro de la vida: Libro de Vida: “La frase es derivada de la costumbre de los antiguos de mantener registros genealógicos (Neh 7:5,64; 12:22-23) y de registrar a los ciudadanos por diversos motivos (Jer 22:30; Ezeq 13:9).” [1] El Diccionario Expositivo de Merrill Unger dice lo mismo acerca del uso de la frase. Dice del libro de la vida que era, “una expresión figurativa tomada de la costumbre de registrar a los ciudadanos en una sociedad o mantener registros genealógicos.” Así como Adolfo Hitler solía a borrar todo registro público indicando que sus enemigos habían existido, los creyentes en ese tiempo de persecución bajo el Imperio Romano estaban en peligro de que sus nombres sean borrados del registro público, o su libro de la vida. Creo que Jesús les estaba reasegurando a los cristianos que estaban bajo persecución que Él jamás haría lo que sus propios gobernantes les amenazaban hacer contra ellos si fueran a negar a renunciar su fe en Cristo. En Apocalipsis 3:5 Jesús utilizó el doble negativo enfático οὐ μὴ. Literalmente, Él les dijo: “Definitivamente no (οὐ μὴ) borraré su nombre del Libro de la Vida.” Conclusión En conclusión, hemos visto que, a todos que han nacidos de Dios nos ha sido concedido una fe viva en Cristo que nos hace vencedores. Al creer, fuimos sellados con el Espíritu Santo hasta el día de la redención (Ef 1:13-14). Dios quien ha comenzado la buena obra en ti la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil 1:6). [1] International Standard Bible Encyclopaedia, Book of Life
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