Las Cosas Mutables de Dios
por George Sidney Hurd
Aunque Dios es inmutable en cuanto a Su naturaleza esencial y Sus atributos y por lo tanto no cambia en estos aspectos fundamentales, Él, sin embargo, interactúa con nosotros en nuestro mundo de tiempo y espacio. Mientras que Él habita la eternidad y trasciende Su creación, Él, sin embargo, no está lejos de cada uno de nosotros (Hch 17:27-28; Col 1:17; Heb 1:3; Sal 139:7-8). Debido a que Dios existe fuera del tiempo y Él siempre ES antes del comienzo del tiempo, las épocas desde el comienzo hasta el fin siempre han estado en Su vista y siempre estarán (hablando temporalmente). Dado que Él es omnisciente, es imposible que Él no tenga un plan todo-comprensivo para las épocas cuya culminación sea mayor que su comienzo (Ef 1:11). Como vimos en el blog anterior, la presciencia exhaustiva de Dios y Su plan predeterminado para las épocas, que también abarca cada detalle de nuestras vidas individualmente, de ninguna manera es incompatible con nuestras elecciones volicionales. Mientras que Él guía y supervisa nuestras decisiones, como haría cualquier buen padre, Él no las dicta. Aunque Él obra en nosotros para el querer y el hacer de Su buena voluntad, Él normalmente no impone Su voluntad sobre nosotros. Unas excepciones notables en la historia son el diluvio, la confusión de las lenguas en Babel, y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Estas intervenciones han ocurrido en un momento predeterminado, en el momento cuando un mayor retraso de la intervención divina hubiera resultado en la autodestrucción de la humanidad. En el caso del diluvio, las cosas se habían degenerado al grado que solo la familia de Noé no se había corrompido. En el caso con Sodoma y Gomorra, no había ni diez justos. En cuanto a la intervención en la Segunda Venida de Cristo, Jesús dijo que si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo (Mt 24:22). Iría en contra del propósito de Dios de crearnos dictar cada decisión nuestra. ¿Cuál fue el propósito de Dios en la creación? Mientras no está especificado, podemos inferir en cual fue el gran plan de Dios viendo el resultado final de la creación. En la consumación de las épocas todos serán reunidos en Cristo y entonces Dios no solamente estará en todos, sino que será “todo en todos” (Ef 1:10; 1Cor 15:22,28; Rom 11:36). En el principio todo provino de Dios en cuanto a su fuente de origen (2Cor 5:18 <ek theos>). En la consumación todos habrán sido restaurados a Él – no solamente todos los que están en el cielo y en la tierra, sino también todos los que están debajo de la tierra (Hch 3:21; Fil 2:10 cf. Apo 5:13). En el principio Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Sin embargo, eso solo era el principio. Adán y Eva eran inocentes, pero no perfectos en su desarrollo. Eso requeriría la caída y la redención de Dios y finalmente la restauración de toda la humanidad a Si mismo para que sean perfeccionados en su conocimiento experiencial de Él en toda Su gloria. Sin la caída, jamás hubiéramos conocido el amor de Dios como gracia, misericordia y longanimidad. No hubiéramos conocido la futilidad de vivir independientemente de Él, según la voluntad de la carne y no según la voluntad de Dios. El conocimiento de la gloria de Su gracia resultará en una profundidad de adoración nunca posible antes de la caída (Apo 5:13). Aunque una consumación tan gloriosa no sería posible según el modelo Tradicional de tormentos eternos para la mayoría, claramente es la manera en que el plan glorioso de Dios para las épocas llega a su perfección. Si el final de la historia de la creación de Dios no iba a ser mayor que su comienzo, Él jamás hubiera creado. Lo que Dios comienza, perfecciona. Así que, aunque Dios conoce cada decisión que tomaremos en la vida, sin embargo, son nuestras decisiones. En Su infinita sabiduría Él las ha entretejido en Su plan maestro para que aprendamos las lecciones de la vida, finalmente llegando a conocer a Dios de manera experimental, viviendo conforme a Su voluntad y no conforme a los deseos de la carne. Dios responde a Nuestras Oraciones Los Teístas Abiertos argumentan que si Dios tuviera un plan exhaustivo predeterminado que incluya todos los eventos futuros, entonces en realidad Él no estaría respondiendo a nuestras oraciones. Sin embargo, eso es una propuesta informal dado que solo unos pocos hiper-Calvinistas sostienen un determinismo tan rígido que no da lugar a nuestras elecciones volicionales. Ya hemos visto que, aunque Dios tiene un plan determinativo, no es incompatible con la interacción humana. Al contrario, vemos que nuestra interacción es una parte esencial de Su plan. Es cierto que nuestras oraciones tienen que estar de acuerdo con la voluntad de Dios, dado que Él nunca actúa de una manera contraria a Su voluntad (1Juan 5:14). También, para orar conforme a Su voluntad es necesario que permanezcamos en Cristo, andando en obediencia y orando en el Espíritu en vez de estar orando de acuerdo con nuestro entendimiento natural (Juan 15:7; 1Juan 3:22; Rom 8:26-27; Ef 6:18). Es necesario que oremos creyendo que Él es, y que es galardonador de los que le buscan (Stg 1:5-6; Heb 11:6). También, es necesario que oremos de una manera no egoísta o para auto gratificación (Stg 4:3). Sin embargo, nuestra participación es una parte integral de Su plan eterno, dado que nuestro desarrollo espiritual, siendo conformado a la imagen de Cristo, es central a Su plan (Rom 8:29; Ef 1:4-6). Mientras que Él sabe todo lo que vamos a hacer antes que lo hagamos, es una equivocación vernos como meros peones de ajedrez en Sus manos. Más bien, Él, como nuestro Padre nos está formando, concediendo nuestras peticiones o negándolas conforme a Su buena voluntad para con nosotros. (Gr. paidíos, “disciplinar, lit. ‘entrenar un niño’” Heb 12:6,11). Nuestro Padre sabe lo que necesitamos antes de pedirlo (Mt 6:8). Sin embargo, es esencial que lleguemos a vivir una vida de dependencia en Él, y la oración es una expresión de nuestra fe y dependencia. Él nos invita a orar y buscar Su rostro, prometiendo respondernos si le buscamos con todo nuestro corazón (2Cron 7:14-15). Como dice Santiago: “La oración eficaz del justo puede mucho” (James 5:16). Sin embargo, no es que Dios cambie Su plan eterno cuando responde a nuestras oraciones, sino que Él permite circunstancias en la esfera temporal que nos hacen volver y buscarlo. Él pone a prueba nuestros corazones porque es nuestro corazón lo que Él desea. Aunque es Él quien nos prueba, la prueba nos cambia a nosotros – no a Él ni Su plan eterno. Los cambios en Su relación con nosotros en la esfera del tiempo en respuesta a nuestras oraciones son parte de Su plan, en vez de estar en conflicto con él. Dios se arrepiente En el Antiguo Testamento dice varias veces que el Señor “se arrepintió.” La palabra en hebreo a menudo traducido como “arrepentirse o pesarse” es nacham. Nacham es usado 30 veces en referencia a Dios. A menudo significa sentir pesar o tristeza. Tristeza o pesar expresa emoción y no un cambio de mente o arrepentimiento. Mientras es imposible que Dios literalmente cambie de parecer, dado que eso requeriría un cambio en Su plan eterno e inmutable, las Escrituras en ninguna parte implican que Dios no tiene emociones. Unos teólogos en la historia de la Iglesia, aparentemente influenciados por el concepto de Dios como el “inconmovible Movedor” del filósofo griego Aristóteles, han insistido que Dios es impasible. El término impasible es del latín, im-, “no” y passibilis, “capaz de sufrir o experimentar emociones.” Sin embargo, solo un teólogo o filósofo torre de marfil sería capaz de inventar un concepto de Dios tan estoico. Aunque es cierto que Dios es inmutable en cuanto a Su naturaleza esencial y Sus atributos, estos atributos son inmutables en el sentido de que siempre permanecen constantes – no que son inertes o sin existencia. Por ejemplo, Su amor es inmutable en el sentido de que es infinito y nunca disminuye ni aumenta. Sin embargo, Su amor se manifiesta a la creación de múltiples formas. Decir que Dios solamente da la apariencia de actuar con amor, cuando en realidad Él no siente ni emoción ni dolor alguno, es lógicamente absurdo. Siguiendo este razonamiento, cuando le decimos a alguien que Dios le ama, no estamos hablando con sinceridad si de hecho creemos que Él es emocionalmente inconmovible. Significaría que no le costó al Padre nada dar a Su Hijo unigénito, si de hecho Él no siente ni emoción ni dolor. ¿Cómo puede tal razonamiento ser reconciliado con las múltiples descripciones del amor de Dios y Sus misericordias entrañables en las Escrituras? Por ejemplo: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros… 19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1Juan 4:7-11,19) Para mí, la doctrina de impasibilidad no encuentra apoyo en las Escrituras, sino que es nada más el resultado de las vanas especulaciones de filósofos estoicos como Aristóteles que nunca tuvieron un encuentro genuino con el amor de Dios como se nos presenta en las Escrituras. Es una doctrina de hombres que nunca experimentaron el amor de Dios ser derramado en sus corazones por el Espíritu Santo (Rom 5:5). Aunque es difícil para nosotros comprenderlo, el Dios que habita la eternidad siempre ha tenido todo el panorama de las épocas en Su vista y Él está activo y personalmente involucrado con Su creación en vez de ser distante, como creían los Deístas. De alguna manera Él siente dolor emocional y tristeza en nuestra esfera del tiempo por nuestro pecado y rebeldía (Gen 6:6; Ef 4:30). Porque Dios es amor, Él se enoja cuando persistimos en el pecado (Sal 7:11; Rom 1:18; 2:5-6). Es porque Dios es amor que Él tiene compasión y es lento para ira y sufrido (Sal 86:15; 1Cor 13:4). Es una contradicción de lógica decir que Dios es impasible y a la vez compasivo, o decir que es lento para la ira y sufrido, si de hecho no siente dolor. También vemos que Dios se goza con nosotros (Isa 62:5). Hay literalmente miles de pasajes en las Escrituras que presentan a Dios como alguien que se identifica emocionalmente con nosotros y sufre debido a nuestra infidelidad y pecado. Santiago nos dice que el Espíritu nos anhela celosamente cuando cometemos adulterio espiritual, amando el mundo más que a Dios (Stg 4:4-5). ¿Cómo puede uno leer Oseas y seguir insistiendo que Dios es “el movedor Inconmovible” que no se afecta por nuestro pecado e idolatría? Leyendo Oseas uno puede sentir lo que Dios siente frente a la infidelidad de Su pueblo Israel: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. 9 No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad.” (Oseas 11:8-9) Volviendo al tema del “arrepentimiento” de Dios, vemos que la palabra traducida “arrepentirse” tiene dos usos distintos: uno en el sentido emocional de sentir tristeza o pesar, y el otro sentido es el de cambiar de parecer o arrepentirse – algo que las Escrituras indican que Él no puede hacer, igual como Él no puede mentir, dado que Su conocimiento es perfecto. La palabra hebrea nacham se usa tanto para expresar la emoción de pesar o tristeza, como también para un cambio de parecer. Su significado depende del contexto donde aparece. Vale notar como los traductores del LXX tradujeron nacham al griego las cuatro veces que aparece en 1Samuel 15. El LXX fue traducido del hebreo al griego por 72 eruditos hebreos en el siglo II antes de Cristo que tenían un entendimiento mayor de las variaciones de significados de las palabras del hebreo de lo que tenemos ahora. De las cuatro veces que nacham aparece en 1Samuel 15, la primera y la última ocurrencia de la palabra son traducidas con palabras griegas que expresan la emoción de tristeza o pesar: “Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: 11 Me pesa (heb. nacham, LXX parakaleo “dar pesar”) haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche.” (1Sam 15:10-11) “Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía (heb. nacham, LXX metameleomai “sentir tristeza o pesar”) de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.” (1Sam 15:35) En estas dos referencias los traductores del LXX tradujeron nacham al griego utilizando palabras que expresan emoción, no volición. Sin embargo, cuando Samuel dice que el reino había sido quitado de Saúl y dado a otro, los traductores utilizaron dos palabras distintas para traducir nacham que se refieren a la voluntad determinativa de Dios en vez de Su emoción de pesar: “Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá (heb. nacham, LXX apostrepho “retraer, desviar”), porque no es hombre para que se arrepienta. (nacham LXX metanoéo “arrepentirse, cambiar la mente”).” (1Sam 15:29) Aquí en la primera ocurrencia de nacham los traductores lo tradujeron como apostrepho en griego que en el contexto significa retraer lo que uno ha dicho. Samuel relaciona retractar la palabra de uno con mentir. Así, como es imposible que Dios mienta, de la misma manera es imposible que Dios se arrepienta en el sentido de retraer Su palabra (Heb 6:18). Puede que Él sienta tristeza o pesar porque Él no es apático, pero es imposible que Él actúe en contra de Su voluntad decretada, dado que Él tiene un conocimiento perfecto de todas las cosas y obra todo según el beneplácito de Su voluntad (Ef 1:11). En la segunda ocurrencia de nacham en el versículo 29, los traductores del LXX la tradujeron metanoéo que literalmente significa “cambiar la mente de uno.” Los Teístas Abiertos tienen que argumentar que Dios continuamente está cambiando Su mente para acomodar el libre albedrío del hombre, así como nosotros a menudo tenemos que hacer. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que Dios no es hombre para que esté cambiando Su parecer, dado que le son conocidas todas las cosas desde la eternidad (Hch 15:18 [1]). Así que, cualquier aparente cambio de parecer de parte de Dios es simplemente un antropomorfismo – Dios hablando en términos humanos de manera que incluso un niño lo pueda entender. Algo que también necesitamos tomar en cuenta son las promesas condicionales dadas mientras Israel estaba bajo el Antiguo Pacto de la Ley. Bajo la Ley, la mayoría de las promesas no eran incondicionales, como fue la promesa dada a Abraham, Isaac y Jacob. Implícito en las promesas bajo el sistema legal del Antiguo Pacto fue, “Si tú…entonces Yo…” Debido a la naturaleza condicional de Sus promesas bajo la Ley, vemos instancias donde Dios decía que iba a hacer algo, pero después dice “como tú no…entonces Yo no…” Sin embargo, estos no constituyen a Dios como uno que retraiga Su palabra, dado que eran promesas condicionales donde la infidelidad de los hombres constituía una ruptura de contrato. Esto fue explícitamente el caso con Saúl. Samuel le dijo a Saúl: “Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.” (1Sam 13:13-14) Aquí vemos que la permanencia de Saúl como rey de Israel fue condicional, y como él desobedeció el mandato del Señor, Dios lo rechazó como rey de Israel. Sin embargo, mientras Dios sentía tristeza, Él no cambió de parecer, ni retrajo Su palabra, dado que todas Sus obras son conocidos por Él desde la eternidad. Esto es evidente, viendo que mucho tiempo antes Jacob había profetizado sobre Judá por el Espíritu, diciendo que la línea real no se apartaría de su casa (Gen 49:10). Así que, Dios sabía desde antes que Saúl le desobedecería y que sería desechado, y que David de la tribu de Judá sería ungido como rey sobre Su pueblo Israel. Otro punto que es importante enfatizar es que, en un sentido antropomórfico, viéndolo desde nuestra perspectiva, cuando el hombre se arrepiente, Dios se arrepiente del castigo. Debido a la naturaleza inmutable de Dios, que es amor, Su misericordia siempre se extiende a los que verdaderamente se arrepienten de corazón y Él se arrepiente (por decirlo así) del juicio que ha pronunciado contra los no arrepentidos. Este “cambio de parecer” nace de Su naturaleza esencial de amor que actúa con misericordia cuando hay verdadero arrepentimiento: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestras vestiduras; y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque Él es misericordioso y clemente, tardo para la ira, y grande en misericordia, y que se arrepiente del castigo.” (Joel 2:13 RVG) La misericordia de Dios es un atributo inmutable de Su naturaleza esencial que es amor, y por ese motivo, cuando el hombre se arrepiente, Dios en Su misericordia se arrepiente en la esfera temporal. Sin embargo, no es como sí Él no supiera de antemano que iba a haber arrepentimiento. Él que habita la eternidad ha jurado que algún día todos van a poner sus ojos en Él y ser salvos, doblando rodilla en arrepentimiento, jurando lealtad a Él (Isa 45:22-24). A fin de cuentas Él convencerá a todos de su desobediencia para tener misericordia de todos (Rom 11:32). Esto era algo que Jonás entendía acerca de Dios aun antes de ir a Nínive. Jonás no quería ir a advertir a Nínive porque los Ninivitas eran los peores enemigos de Israel en ese tiempo y él sabía que la intención de Dios era producir en ellos arrepentimiento para que Él los perdonare después. Cuando Jonás vio que los Ninivitas se arrepintieron, él se enojó con Dios en gran manera diciendo: “Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” (Jonás 4:2) Aparentemente esto era algo que incluso el rey de Nínive sabía intuitivamente de la naturaleza de Dios. Después de oír el mensaje de Jonás proclamando el juicio de Dios contra la ciudad, el rey les dijo a los Ninivitas: “¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?” (Jonás 3:9) El rey de Nínive de alguna manera reconoció que el Dios de Israel era un Dios compasivo que se arrepentiría de la calamidad declarada contra la ciudad sí ellos se arrepintieran de sus malos caminos. Y cuando se arrepintieron, Dios se arrepintió del juicio declarado contra ellos: “Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.” (Jonás 3:10) Entonces, ¿Es cierto que Dios literalmente se arrepintió al ver el arrepentimiento de Nínive? Creo que la respuesta es sí y no. Dios es tanto inmutable como también transcendente en cuanto a Su naturaleza esencial y por lo tanto Su naturaleza y Su plan predeterminado para las épocas nunca cambia. Sin embargo, al mismo tiempo, Él es inminente en nuestro mundo tiempo/espacio y continuamente está interactuando con nosotros. En tiempo real, cuando nosotros nos arrepentimos, Dios se arrepiente (por decirlo así), aunque no ha habido cambio alguno en Su plan eterno, dado que tales interacciones temporales con nosotros siempre han sido conocidas y predeterminadas por Él desde la eternidad. ¿Aprende Dios? Los Teístas Abiertos señalan la interacción entre Dios y Abraham después de haberlo probado, cuando Él le mandó a ofrecer a su hijo Isaac en holocausto como evidencia de que Dios estaba aprendiendo cosas nuevas. Cuando Abraham estaba por hundir el cuchillo en el corazón de Isaac en obediencia al mandato de Dios, el Señor intervino diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.” (Gen 22:12) El Señor le dijo, “ya conozco.” ¿Cómo debemos de entender esto? A la luz de lo que ya hemos visto, ¿sería posible que el Señor literalmente aprendió algo nuevo que desconocía antes? ¿Fue pura casualidad que un carnero se quedara trabado en un zarzal, proveyendo para el holocausto en lugar de Isaac en el momento preciso cuando el Señor detuvo a Abraham? No. El gran YO SOY habita la eternidad y por lo tanto “no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb 4:13). Cuando la Biblia adscribe a Dios características finitas y humanas que otras Escrituras enseñan que Él trasciende, entonces tienen que ser entendidas como antropomorfismos. Cuando Dios nos prueba, es para revelar nuestros corazones a nosotros mismos, no a Él, dado que Él ya conoce los motivos ocultos del corazón (Jer 17:10; Juan 2:24-25). Vez tras vez vemos en las Escrituras que el Señor sabe lo que vamos a decir o hacer antes de hacerlo. Así que, cuando características humanas y finitas son atribuidos a Dios, tales como recordando (Gen 8:1; 9:16; Ex 2:24), aprendiendo (Deut 8:2; 13:3), bajando para ver (Gen 11:7; 18:21) etc., instintivamente sabemos que Dios se está expresando con antropomorfismos para que le podamos entender de manera más fácil. Anterior al Teísmo Abierto esto fue entendido, incluso para los devotos más sencillos al leer las Escrituras. Un ejemplo final que quiero mencionar, que claramente ilustra la naturaleza antropomórfica de las expresiones usadas por Dios son las que el Señor usó cuando visitó Abraham antes de destruir a Sodoma. Aun los Teístas Abiertos afirman que Dios es omnipresente, y mientras niegan que Dios sea omnisciente en relación del futuro, ellos al menos dicen que Él conoce todas las cosas pasadas y presentes. Sin embargo, Dios se expresa a Abraham de una manera que, tomada de manera literal en vez de antropomórficamente, indicaría que Él ni es omnipresente ni omnisciente. El Señor dijo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, 21 descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.” (Gen 18:20-21) Sabemos que Dios todo lo sabe y está en todo lugar todo el tiempo. Sin embargo, Él aquí está descrito como estando lejos en el cielo donde el clamor de Sodoma tenía que llegar hasta allá antes de que Él se diera cuenta que algo andaba mal. Entonces Él es presentado como descendiendo a la tierra en forma de hombre y primero aparece a Abraham. Después Él se presenta a Sí mismo como si fuera uno que tuviera que descender a la ciudad para poder determinar su verdadera condición. El habla como si fuera uno que tiene que investigar, llegando a cierta localidad antes de saber algo. Todos sabemos que Dios, siendo omnipresente y omnisciente, tenía pleno conocimiento de la condición moral de los habitantes de Sodoma y también sabía que iba a tener que intervenir con su destrucción. Aunque siempre habrá limitaciones de nuestra habilidad de comprender el infinitamente incomprensible Dios y Creador de todo, la mayoría de nosotros sabemos instintivamente como distinguir entre las verdades trascendentales de la naturaleza y atributos de Dios y las expresiones antropomórficas y condescendientes que Él a menudo utiliza para comunicarnos a nosotros como mortales finitos. Las Implicaciones Inevitables del Teísmo Abierto Muchos que están atraídos al Teísmo Abierto no han reflexionado adecuadamente sobre lo que están sacrificando. El Teísmo Abierto no fue edificado sobre el fundamento firme de una exégesis sana de la Biblia, sino sobre un fundamente filosófico de la Teología de Proceso inventado por unos Liberales del siglo XIX. Si Dios no tiene conocimiento perfecto y control absoluto del futuro, entonces las Escrituras no son infalibles y sin error. Si el futuro no es perfecta y exhaustivamente conocido y predeterminado por Dios desde la eternidad, entonces el cumplimiento de todas las declaraciones acerca de eventos futuros en la Biblia es dudable. Llega a ser nada más lo que Dios espera poder llevar a cabo si las múltiples decisiones libres que los hombres tomarán en el futuro no frustran Sus planes. Si el Teísmo Abierto es cierto, entonces somos los amos de nuestro propio destino y nuestra salvación finalmente está en nuestros manos y no en las manos de Dios. Aunque Él ha jurado que todos lo mirarán y serán salvos (Isa 45:22-24), según el Teísmo Abierto, Él es incapaz de garantizar tal fin, dado que nuestro derecho al libre albedrío requiere que seamos los amos de nuestro propio destino. Es por eso que algunos Teístas Abiertos como Gregory Boyd especulan que Dios no tendrá otra opción que aniquilar a algunos (contra su voluntad), dado que ellos no habrán ejercitado su propio libre albedrío para su propia salvación antes de que caiga la cortina al fin de la época. En los tiempos difíciles que nuestra generación sin duda tendrá que pasar, necesitamos más que nunca la plena seguridad de que Dios tiene el futuro en Sus manos y que todas las cosas están obrando juntas según el beneplácito de Su voluntad, predeterminada desde la eternidad. Necesitamos estar plenamente asegurados de que las señales de los tiempos finales que fueron dadas a nosotros por Jesús en los Evangelios, a través de los Apóstoles y en el libro de Apocalipsis, son un mapa infalible del futuro, y que, sin importar qué tan severas sean las tribulaciones que nos corresponde pasar, el plan de Dios para las épocas culmina en todos siendo salvos, regenerados y restaurados a Dios. En lugar de exaltar la razón humana como la medida final de verdad, necesitamos someternos a la revelación que Dios nos ha dado de Sí mismo en Su Palabra inspirada, reconociendo las limitaciones de nuestra capacidad de comprender a plenitud las profundidades de la divinidad con nuestro entendimiento finito. Como dice Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom 11:33-36) [1] El Texto Mayoritario del Griego lee como en la versión RVG: “Conocidas son a Dios todas sus obras desde la eternidad.
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