por George Sidney Hurd
Todos estarían de acuerdo en que el evangelio es una proclamación. Además, es una proclamación de buenas nuevas para todo el pueblo y no solamente para los elegidos de esta época (Lucas 2:10; 1Tim 4:10). Sin embargo, desde que Carlton Pearson publicó su libro, “The Gospel of Inclusion” (El Evangelio de la Inclusión) en 2007, donde ensenaba que todos ya fuimos salvos en la cruz hace 2000 años, hay cada vez más Universalistas Inclusivas que dicen que, por definición, una proclamación excluye cualquier necesidad de una respuesta positiva de parte de los oyentes. Un autor Inclusivista, argumentando que una proclamación no puede ser al mismo tiempo una invitación dijo: “Una invitación es un gesto considerado y quien hace la invitación anticipa su respuesta. En contraste, una proclamación es un anuncio. Es una declaración. Nuestra respuesta no es solicitada ni necesario. ¡Simplemente es lo que es!” [1] Pero, ¿es cierto que la proclamación del evangelio no es a la vez una invitación requiriendo una respuesta? Cuando Jesús dio la parábola del rey que preparó un banquete y envió sus sirvientes a decir a los invitados: “He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas,” ¿no fue tanto una proclamación como una invitación que requería una respuesta positiva? (Mateo 22:1-4). De la misma manera, vemos que la proclamación del evangelio requiere una respuesta. Cuando Jesús los comisionó a sus discípulos a proclamar el evangelio a los fines de la tierra Él les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio (κηρύξατε τὸ εὐαγγέλιον, “proclamad el evangelio”a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15-16) Jesús no pudo haberlo dicho más claro de lo que hace aquí, indicando que el evangelio es tanto una declaración como una invitación requiriendo una respuesta positiva. Aquellos que corresponden positivamente al evangelio serán salvos, pero los que rechazan el evangelio serán condenados por sus pecados. ¿Le entendieron sus discípulos a Jesús como diciendo que el evangelio era una proclamación requiriendo una respuesta positiva? Sí. En el Día del Pentecostés, Pedro proclamó el evangelio a las multitudes. Al escuchar a Pedro, ellos se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” ¿Respondió él diciendo: “Nada. Sus pecados ya fueron perdonados en la cruz?” No. Pedro les llamó a responder apropiadamente a la proclamación del evangelio para ser salvo, así como Jesús les había comisionado: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38) Vemos que la gran comisión fue el patrón que los Apóstoles siempre seguían. La segunda vez que el Libro de los Hechos presenta a Pedro proclamando el evangelio vemos que la proclamación también requería una respuesta positiva para recibir la provisión del perdón obtenida por el sacrificio propiciatorio de Cristo por nuestros pecados: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.” (Hechos 3:19) Cuando Pedro les habló a aquellos que se habían reunido para escucharlo en la casa de Cornelio, él repitió la gran comisión de Marcos 16:15-16, diciendo: “Y (Jesús) nos mandó que predicásemos (κηρύσσω, “proclamar”) al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. 43 De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” (Hechos 10:42-43) Así que, vemos que a través del Libro de los Hechos la proclamación del evangelio siempre va acompañada con un llamado a arrepentirse y creer en el evangelio para recibir la remisión de los pecados, en vez de que sea una proclamación que ni solicita ni requiere una respuesta, recibiendo o apropiándose de la provisión obtenida por Cristo en la cruz. Llegando a las epístolas, vemos el mismo patrón en la proclamación del evangelio por Pablo. Pablo enfatiza el imperativo de proclamar el evangelio para que aquellos que aún no han oído pueden creer en su corazón y ser salvo. Él dice: “Esta es la palabra de fe que predicamos < κηρύσσω, “proclamamos”>: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación… 13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique (κηρύσσοντος, ‘les proclame)?” (Rom 10:8-10,13-14) Así que, en vez de que todos hayan sido ya salvos en la cruz sin la necesidad de responder de manera positiva al evangelio, como por primera vez fue presentado en el libro de Carlton Pearson, The Gospel of Inclusion, uno tiene que invocar el nombre del Señor, creyendo en el evangelio en su corazón para ser salvo. De hecho, en lugar de que Pablo dijera que todos ya han sido salvos, él dijo que a todos él se hizo de todo, para que de todos modos salve a algunos (1Cor 9:22). En “Come Sunday,” la película biográfica de Carlton Pearson en Netflix, vemos como él fue confrontado por Oral Roberts, quien era como padre espiritual para él, después que Carlton había proclamado públicamente delante de su iglesia de 6.000 miembros que había tenido una epifanía en que Dios supuestamente le mostró que todos ya habían sido salvos y que no existe un infierno. Oral Roberts le ordenó a renunciar lo que había dicho el próximo domingo y a predicar de Romanos 10:9-10 que muestra claramente que uno tiene que creer en el evangelio para ser salvo. Al llegar el domingo cuando se levantó para hablar, él comenzó diciendo que había sido ordenado a predicar de Romanos 10:9-10, pero entonces, después de una pausa, él llamo al púlpito a su co-pastor para leer en voz alta 1Juan 2:1-2 que dice que Cristo es la propiciación, no solamente por nuestros pecados, sino también por los de todo el mundo, como si eso negaría lo que dice Romanos 10:9-10 en vez de que 1Juan 2:2 sea calificado por lo que dice Romanos. De hecho, Cristo es la propiciación por los pecados de todo el mundo, y con el tiempo cada rodilla habrá doblado y toda lengua confesada a Jesucristo como Señor. Sin embargo, como Romanos 10 deja en claro, uno no es salvo aparte de oír y responder de manera positiva en fe a la proclamación del evangelio, confesando a Jesucristo como Señor. Aunque con el tiempo todos serán salvos, el “Evangelio de la Inclusión” que insiste que todos ya han sido salvos aparte de cualquier respuesta de parte de los no arrepentidos es un evangelio falso que está engañando a muchos, llevándolos a creer que los injustos heredarán el reino, contrario a lo que dicen las Escrituras (1Cor 6:9-10; Gal 5:19-21). El “Evangelio de la Inclusión” es un “evangelio” nuevo que originó con la supuesta epifanía de Carlton Pearson solamente unos pocos años atrás. No es el evangelio de las Escrituras, ni fue el evangelio de los Padres Primitivas de la Iglesia que creían en la restauración final de todos. Necesitamos proclamar el verdadero evangelio y llamar a todos al arrepentimiento y fe en el evangelio para salvación, en vez de decirles que ya están salvos. Como dijo Pablo al carcelero a Filipo cuando le preguntó qué tenía que hacer para ser salvo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.” (Hechos 16:31) ************************* “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Cor 5:20-21). [1] https://www.philhenrypowergospel.org/is-the-gospel-an-invitation-or-a-proclamation/
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