El por qué del Mal
por George Sidney Hurd -- Habiendo ya determinado en los blogs anteriores lo que es el mal y cuando entró en la creación, ahora podemos considerar la pregunta más importante: ¿Por qué permitió Dios la entrada del mal en Su creación? ¿Qué buen propósito sirve? Las Escrituras nos revelan que la naturaleza esencial de Dios es amor y que Él es al mismo tiempo omnisciente, omnipotente e infinito en sabiduría (1Jn 4:8,16; Isa 46:10; Job 37:23; Apo 1:8). También nos declaran que todas Sus obras le son conocidas desde la eternidad y que Él obra todas las cosas según el designio de Su voluntad (Hch 15:18 RVA; Ef 1:11). Tomando en cuenta todas estas cosas, es obvio que Él no hubiera creado, sabiendo que el mal entraría en Su buena creación, resultando en tanto sufrimiento, a menos que el resultado final fuera bueno en gran manera, mucho más allá de lo que podemos pensar o imaginar, y que, al final, Su infinita sabiduría y bondad sería magnificada por haber permitido la existencia del mal (Ef 3:20-21). El resultado final será tal, que toda la creación estará eternamente agradecida, adorándolo espontáneamente por Su obra maravillosa (Sal 145:10; Apo 15:3-4; 5:13). El resultado final de la creación de Dios tiene que ser mejor que su comienzo – de otra manera Él, en Su infinita sabiduría y previo conocimiento, jamás hubiera comenzado la creación. Lo que Dios comienza Él lo perfecciona. En este blog quiero considerar tres de las razones principales por qué fue necesario que Dios permitiera la entrada del mal en Su buena creación: 1) El libre albedrío es necesario para una relación significativa. 2) El mal es necesario para revelar la gloria de Dios, y 3) El mal es necesario para nuestra formación. 1. El libre albedrío es necesario para una relación significativa Ya hemos visto que no hay mal alguno en Dios, sino que el mal fue concebido primero en los corazones y las mentes de las criaturas de Dios que Él había creado como seres morales con el libre albedrío, capaces de elegir, o someterse voluntariamente a Él, o actuar independientemente de Él. El amor relacional es imposible sin el libre albedrío. Como Dios nos creó a Su propia imagen y semejanza para que verdaderamente lo conozcamos en una relación amorosa, nuestra habilidad de escoger si vamos a corresponder a Su amor o no es una necesidad lógica. El verdadero amor tiene que estar libremente escogido por ambas personas en cualquier relación. La única manera en que Dios hubiera podido eliminar la posibilidad del mal habría sido crear seres robóticos amorales, incapaces de tomar decisiones independientes contrarias a Su voluntad. Tales seres de hecho harían todo lo que Él los hubiera programado hacer y habrían sido incapaces de pecar contra Él, pero cualquier relación de amor con ellos hubiera sido imposible. El amor relacional, por su propia naturaleza, tiene que ser elegido por seres morales y relacionales con un libre albedrío. Aunque es otro tema en sí, la soberanía de Dios no está limitada ni impedida por las libres decisiones de Sus criaturas. Aunque todas las cosas le son conocidas desde la eternidad, no todas las cosas son dictadas por Él. En Su infinita sabiduría, Él es capaz de obrar todas las cosas conforme a Su propósito eterno sin la necesidad de manipular cada movimiento nuestro como un títere o un robot preprogramado. Hay unos pocos hiper Calvinistas que todavía creen en un determinismo rígido, diciendo que todos nuestros pensamientos y acciones son predeterminados por Dios y que no hay tal cosa como el libre albedrío humano. Aunque es cierto que Dios es soberano y, como cualquier padre amoroso, Él pone límites al ejercicio de nuestro libre albedrío cuando Él lo considera necesario, la negación de nuestra habilidad de tomar decisiones independientes iría en contra de Su propósito al crearnos, lo cual es ser amado por Él y que nosotros correspondamos a Su amor en una relación íntima con la deidad trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. 2. El mal es necesario para revelar la gloria de Dios Aunque Adán y Eva fueron creados inocentes y sin defectos, a ellos les faltaba un conocimiento experimental de Dios como a un recién nacido le hace falta un verdadero conocimiento de sus padres que lo trajeron al mundo. Adán y Eva eran recipientes del amor y bondad de Dios. Pero sin haber experimentado el mal y el odio, su entendimiento y aprecio por Su amor y bondad era muy rudimentario. Solo a través de la caída y la redención y salvación de Dios fue posible que tuviéramos cualquier comprensión verdadera de Su amor multidimensional. Solamente aquellos que hayan llegado a comprender su propia depravación e indignidad llegan a conocer la profundidad del amor de Dios como longanimidad, gracia y misericordia. Si Adán y Eva hubieran continuado en su condición de inocencia, ni hombres ni ángeles habrían tenido la oportunidad de comprender cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios que excede todo conocimiento. El mal y el sufrimiento solo duran un poco de tiempo a comparación a la eternidad, pero el conocimiento experimental del amor de Dios que adquirimos en esta breve vida será un tesoro eterno y sin precio. Esto Produce una intimidad con Dios que Adán y Eva jamás hubieran podido imaginar en su condición primitiva de inocencia. 3. El mal es necesario para nuestra formación El dicho que afirma que nuestro carácter es formado en la escuela de la adversidad, es muy cierto. Y la adversidad, o mal natural, es el resultado del mal moral. Sin la entrada del mal moral, la humanidad no hubiera conocido la adversidad. Sin la adversidad, jamás habríamos madurado. Adán y Eva eran perfectos e inocentes antes de la caída de una manera semejante a un recién nacido. Sin embargo, hay mucha diferencia entre inocencia infantil y una justicia positiva. Antes de la caída, Adán y Eva eran inocentes e ingenuos. No tenían concepto alguno del pecado y sus consecuencias. Solo es por la caída y el resultante sufrimiento bajo el yugo pesado del pecado que todos finalmente llegamos a odiar el mal y buscar a Dios y Su justicia. Una vez que el hombre haya sido liberado del dominio del pecado y restaurado a la plena comunión con Dios, no seremos inocentes e ingenuos como Adán y Eva eran en el principio. En lugar de eso, poseeremos eternamente una justicia positiva en unión con Dios, aborreciendo lo malo y amando lo bueno. En contraste con la doctrina de tormento eterno que perpetúa el mal (aunque cuarentenado en un infierno), una vez que toda la creación haya sido restaurada y Dios ha llegado a ser todo en todos, el mal dejará de existir para siempre, ya no teniendo recipiente para nutrirlo. El mal moral solo existe en la mente y corazón de individuos. Cuando Dios llega a ser todo en todos, el último enemigo, la muerte, habrá sido destruida para siempre, y el mal en todas sus formas dejará de existir para siempre. (1Cor 15:26-28; Isa 25:6-8 cf., Apo 21:3-5). La creencia en la extinción final del mal y el fin de la muerte (sea la primera o la segunda muerte) por la restauración de todos, era la creencia predominante entre los Padres Primitivos de la Iglesia hasta el siglo V, y fue expresado elocuentemente por Gregorio de Niza (330 a 394 d.C.) cuando él dijo: “Así que, la libertad del libre albedrío debe permanecer con las criaturas y, al mismo tiempo, el pecado purgado, la sabiduría de Dios descubrió este plan - permitir al hombre actuar según su voluntad, y aprender por experiencia la miseria que recibe en cambio de las bendiciones que menospreció, haciendo que después vuelva por su propia voluntad, deseando las primeras bendiciones – o por ser purgado en esta vida con oración y disciplina, o después de su partida a través del horno purificador.” [i] “Porque es necesario que la maldad, algún día, sea quitada por completo del círculo de la existencia… Porque en cuanto que no es la naturaleza de la maldad existir sin la voluntad, cuando toda voluntad llega a estar en Dios, ¿No pasará la maldad a la extinción absoluta, dado que ya no habrá recipiente para ella?” [ii] “Cuando todo ser creado está en armonía consigo mismo… Todos estarán sujetos a Cristo, y serán sujetos por un pleno conocimiento de Él, y por una remodelación… Entonces Dios será todo en todos en el tiempo de la restitución.” [iii] (énfasis mío) En el breve tiempo de nuestra vida aquí en la tierra, Dios nos está preparando para reinar con Él. La única manera que podemos ser perfeccionados o madurados es en la escuela del sufrimiento y la aflicción. No existe atajos a la madurez. Todos tenemos que morir dos muertes. No solamente tenemos que morir físicamente, sino que tenemos que morir la segunda muerte a la carne y la vida almática, sea en esta vida, o después en el lago de fuego purificador (Apo 2:11). Pablo nos exhorta a continuar en la fe, diciendo, “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch 14:22). ¿Qué estaba diciendo Pablo aquí? En otro lugar él dijo que Dios ya nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Col 1:13). Todos los que hemos nacidos de nuevo ya somos hijos del reino (Jn 1:12; 3:5). Sin embargo, solamente somos perfeccionados en el sufrimiento, y en ese sentido, cada vez que nos sometemos bajo la poderosa mano de Dios en medio del sufrimiento, estamos entrando en un nivel mayor de la madurez y autoridad del reino en preparación para reinar con Él cuando Él viene para reinar y ser glorificado en Sus santos (2 Tim 2:12; Rom 8:17; 2Tes 1:10). Entendiendo que somos perfeccionados en el sufrimiento, pedir que Dios nos quite de todo sufrimiento sería pedir que nos ame menos. En vez de removernos de las pruebas, Él nos concede la gracia para soportarlas (1Cor 10:13). El salmista dijo: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Sal 34:19). Pablo dijo que en todas estas cosas somos más que vencedores (Rom 8:35-37). Después de decir a Sus discípulos que el mundo nos aborrecerá, Jesús pidió al Padre que no nos quitara del mundo, sino que nos guardara en medio del mundo (Jn 17:14-15). En vez de negar la petición de Satanás de zarandear a Pedro, Él pidió que su fe no fallara en medio de su prueba (Lucas 22:31-32). Pedro dijo que el sufrimiento que tenemos que pasar es por un poco de tiempo en comparación a la eternidad, y el Dios de toda gracia es fiel para guardarnos y perfeccionarnos en medio de las pruebas. Él dijo: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pedro 5:10-11) Pedro consideraba las pruebas y las aflicciones como necesarias para nuestra propia purificación: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” (1 Pedro1:6-7) Pablo, de igual manera, vio esta breve vida de aflicción como nada en comparación a los beneficios eternos que recibimos por lo que sufrimos en este mundo caído: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Cor 4:17-18) Es por eso que una vida larga es considerada una gran bendición en las Escrituras. Estando ya en mis años 70, y todavía con vida diez años después de recibir un trasplante del hígado, estoy muy agradecido a Dios por cada día nuevo que me concede, a pesar de tener cada vez mayores dolencias y a pesar de las pruebas que sin duda tendré que enfrentar más adelante. Dado que he aprendido a apreciar el valor eterno de cada día vivido en este mundo caído sometido bajo el poderoso mano de Dios. Me da tristeza ver a unos promoviendo la eutanasia en vez de animar a los mayores a permanecer firmes hasta que el Señor los lleve a casa. He oído a algunos defendiendo el aborto, razonando que no es una gran perdida, dado que ellos van directo al cielo de todos modos. Aunque es cierto que los veremos en el cielo, cuando un bebé es abortado, esa alma es privada de un peso eterno de gloria que uno solo puede obtener viviendo una vida en este mundo sometido a Dios. Aunque sería contra el propósito de Dios revelar todos Sus motivos en permitir el mal en este mundo, Él nos ha revelado lo suficiente para someternos a Su plan para nuestras vidas, sabiendo que, cuando el mal ha servido su propósito, ya no existirá más, y Dios restaurará toda la creación a un nivel de gloria mucho mayor de lo que era en el principio. Dios hace todas las cosas hermosas en Su tiempo. [i] Gregorio de Niza, Orat. pro Mortuis, ad. fin. p. 634, Ed. Paris. 1638. [ii] Gregorio de Niza, Dial. de Anima et Resurrect. tom.iii. p. 227, Ed. Paris. 1638 [iii] Gregorio de Niza, Catechetical Oraciones, (36)
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