por George Sidney Hurd
¿Es nuestra salvación transaccional, unilateral, relacional o una combinación de estos? “La fe es como la mano del mendigo que toma la dádiva sin añadir nada a ella.” Thomas Chalmers ¿Es la salvación de la humanidad una transacción bilateral donde Dios hace Su parte y ahora depende del hombre hacer su parte, o es una transacción unilateral donde Dios salva a todos sin la necesidad de una respuesta de parte de nosotros? Algunos argumentan que ni debemos de estar usando términos tan mecánicos y forenses, dado que la salvación es algo relacional, no legal. La Provisión de la Salvación de Dios es Transaccional – no Relacional Aunque es cierto que el propósito principal y resultado final de la salvación es relacional, la relación que tienen los redimidos con su Creador y Juez no hubiera sido posible si Cristo no hubiera llevado primero sobre Sí los pecados del mundo para pagar el precio redentivo por nuestros pecados que habían causado una separación entre nosotros y Dios (Isa 59:1-2). [1] Vemos numerosas referencias a esta transacción en las Escrituras. Pablo dijo, “habéis sido comprados por precio,” refiriéndose a la sangre preciosa de Jesús que fue derramado para la remisión o perdón de nuestros pecados (cf. 1Cor 6:20; Col 1:14; Mt 26:28; 20:28; Heb 9:22; 1Pedro 1:18-19). El eterno Hijo de Dios tomó sobre Sí Mismo la humanidad para llevar nuestros pecados en Sí Mismo como el Último Adán, así redimiéndonos por medio del derramamiento de Su sangre inocente en lugar de nosotros (2Cor 5:21). La naturaleza transaccional y substitutivo de la salvación de Cristo a la humanidad es enfatizada en 1Timoteo 2:5-6 donde Pablo dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate (antilutron) por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” (1Tim 2:5,6) Pablo aquí presenta a Jesucristo Hombre como el único Mediador entre Dios y el hombre que se dio a Sí Mismo en rescate (antilutron, “un precio sustitutivo y redentivo”) por todos. Esta palabra traducida “rescate” en español es de la palabra griega antilutron – anti, “en lugar de o en sustitución por,” y lutron, “precio redentivo.” La sangre inocente de Jesucristo Hombre fue presentada al Padre, así obteniendo la redención eterna de toda la humanidad (Heb 9:11-15). Muchos escarnecen la verdad de la muerte de sustitución de Cristo en la cual llevó en Sí Mismo la pena de nuestros pecados, e intentan reducir su sacrificio de expiación en la cruz a nada más que un ejemplo para seguir. Pero según las Escrituras Su preciosa sangre hizo propiciación a Dios por nuestros pecados. Como nuestro Sumo Sacerdote Él presentó a Su propia sangre en el lugar santísimo celestial. Como dice el autor de Hebreos, “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” (Heb 9:12). Aunque es común hoy en día oír Progresivos ridiculizar la doctrina de la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo, eso es precisamente lo que nos presentan las Escrituras. Jesús ofreció Su sangre a Dios como pago por nuestros pecados. Pablo dice del sacrificio de Cristo: “a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Rom 3:25). La sangre preciosa de Jesús fue más que suficiente para pagar por los pecados del mundo entero (1Jn 2:2). Escarnecer la santa transacción por medio del cual Dios procuró de manera unilateral nuestra redención por la sangre derramada de Cristo, llamando Su muerte de sustitución “una ficción mecánica y legal” es equivalente a negar al Señor que nos redimió y tener por inmunda la sangre del pacto que fue derramada para la remisión de nuestros pecados como algo común (2 Pedro 2:1; Heb 10:29). Examino con más detalle el tema de la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo en mi libro: “Los Caminos de Dios,” y en mi blog: “¿Cambió la cruz la actitud de Dios hacia nosotros?” También, en mi blog, “Los Padres Primitivos y la Expiación Sustitutiva Penal” demuestro que el aspecto penal y sustitutiva de la expiación no era un invento de Juan Calvino, como algunos afirman, sino que fue central del entendimiento de los Padres Primitivos acerca de la expiación. En las Escrituras nuestra salvación es claramente presentada como hecho posible por una transacción unilateral llevado a cabo por nuestro trino Dios. Así como el pecado de Adán trajo condenación y muerte a todos, el Hijo de Dios llegó a ser el Último Adán para que, a través de la justicia de Él, viniera a todos la justificación y la vida: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Rom 5:18) La Apropiación de la Provisión Unilateral de la Salvación de Dios es Bilateral Algunos Inclusivistas argumentan que, como Cristo murió por todos, entonces todos fueron unilateralmente salvos, justificados y vivificados hace 2.000 años en la cruz. Sin embargo, aunque es cierto que la provisión para todos fue hecha en la cruz, y antes de que Cristo entregue el reino al Padre cada rodilla se doblará a Él como Señor y Salvador, la obra salvífica de la cruz no es aplicada al individuo hasta que las Buenas Nuevas de la salvación haya sido recibida por fe. Hay un “ya” y un “todavía no” en el cumplimiento del plan de Dios para la salvación de todos, dado que tomará épocas para que cada rodilla se doble voluntariamente al señorío de Cristo, libremente recibiendo el don de la justicia de Dios por fe. Como dice el escritor de Hebreos: “Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.” (Heb 2:8) Si la sujeción a Cristo fuera por imposición divina, o si Su salvación fuera aplicada automáticamente a todos sin la necesidad de que cada individuo llegue al fin de sí mismo, personal y voluntariamente recibiendo la salvación que solo viene a través de Cristo, no habría necesidad de un intervalo tan largo de tiempo entre el momento cuando Cristo clamó desde la cruz “consumado es” y cuando todos finalmente habrán sido irresistiblemente atraídos a Él, resultando en que Dios sea todo en todos. Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Jn 12:32). La primera parte de este versículo es la “ya.” Él ya fue levantado hace 2.000 años sobre la cruz. Pero la segunda parte es la “todavía no.” Cristo por Su Espíritu ha estado atrayendo a los hombres a Sí Mismo, cada uno en su propio orden, y Él continuará atrayéndolos a todos a Sí Mismo hasta que todos finalmente se habrán doblado rodilla, confesándole como Señor y Salvador. En ese momento (y no antes), Dios será todo en todos (1Cor 15:28; Ef 1:10). La provisión de la salvación consumada en la cruz fue una transacción unilateral dentro de la divinidad entre el Padre y Cristo, el Último Adán. Sin embargo, la aplicación de la provisión de la salvación de Cristo es bilateral en el sentido que requiere la respuesta voluntaria de cada individuo, personalmente apropiando el don gratuito de la salvación que Dios ha proveído por medio de la fe. Sin embargo, el término “transacción” es una palabra incorrecta para describir nuestra necesaria respuesta. Es a menudo empleada intencionalmente con tal de presentar a nuestra apropiación del evangelio como si fuera algo mecánico y no personal y relacional. Una palabra más adecuada para describir nuestra necesaria respuesta al Evangelio sería “recepción” y no “transacción.” (Juan 1:12). A través de todo en Nuevo Testamento vemos la necesidad de nuestra respuesta de fe para ser salvo (Rom 3:25-26,28; 5:1; Gal 2:16; 3:24-25, etc.). Cuando Jesús comisionó a Sus discípulos a predicar el Evangelio a cada criatura Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16; cf. Jn 3:18). Cuando el carcelero en Filipo le preguntó a Pablo qué tenía que hacer para ser salvo, Pablo no le respondió diciendo que ya era salvo desde la cruz, como algunos dicen hoy en día, sino que le dijo, “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hch 16:31). Pablo dijo que, “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” (1 Cor 1:21). En Romanos 10:9,10 Pablo enfatizó la necesidad de una fe genuina para ser salvo, diciendo: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” (Rom 10:9-10; ver también Santiago 2:19 para un ejemplo de una fe que es nada más una afirmación mental que no resulta en la salvación). El escritor de Hebreos deja en claro que el evangelio no beneficia a nadie hasta recibirlo por fe. Él dijo: “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.” (Heb 4:2). ¿Es el Evangelio Buena nueva? ¡Sí! Pero no salva a nadie hasta recibirla con fe. Algunos Inclusivistas, como Don Keathley, insisten que no existe tal distinción como los salvos y los no salvos – que todos fueron salvos de manera unilateral en la cruz y por lo tanto no es necesario que uno sea salvo para poder recibir la vida de Dios. Él dice: “Creyendo no tiene nada que ver con ser salvo, Cristo es el Salvador de TODOS los hombres, todos ya son salvos...” [2] Sin embargo, repetidas veces a través de todo el Nuevo Testamento hay distinción entre los salvos que tienen la vida eterna y aquellos que aún necesitan responder al evangelio para ser salvos, recibiendo la vida de Dios. El Apóstol Juan claramente distingue entre aquellos que ya poseen la vida de Dios y los que todavía están muertos en sus pecados. Él dice: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. 13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1Jn 5:11-13) Juan aquí hace una distinción clara entre los salvos y los no salvos: Los que tienen el Hijo, tienen la vida eterna, mientras los que no tienen el Hijo, no tienen la vida. Y, ¿cómo llegamos a tener al Hijo? Juan nos dice que llegamos a tener al Hijo y Su misma vida eterna por recibir a Jesús personalmente: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn 1:12-13) Juan dice que todos aquellos que le reciben al Hijo por fe han nacido de Dios para vida eterna. Todos aquellos (y solo aquellos) que le han recibido al Hijo tienen el Hijo y por lo tanto poseen Su propia vida eterna de resurrección como su vida misma (Col 3:3-4; Gal 2:20). La Fe que recibe la Salvación de Dios no es Meritoria Extrañamente, a pesar de las muchas Escrituras que dicen lo contrario, algunos argumentan que como la salvación es solamente por la gracia de Dios aparte de las obras, entonces la fe no puede ser necesario porque la fe es una obra. Sin embargo, este argumento tiene más de una falencia. En primer lugar, en lugar de que la fe sea presentada en las Escrituras como una obra, es presentada como lo opuesto a las obras. Pablo presentó la fe como antónimo con las obras en numerosas ocasiones: “mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Rom 4:5) “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” (Rom 3:27-28) “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gal 2:16; cf. Rom 3:28; Gal 3:2; Ef 2:8-9). La fe salvífica no tiene mérito alguno. Simplemente recibe la salvación que Dios proveyó para nosotros de manera unilateral y ofrece a todos gratuitamente como un don de Su pura gracia. Como dijo Thomas Chalmers, “La fe es como la mano del mendigo que toma la dádiva sin añadir nada a ella.” Un mendigo no hace ninguna contribución al obsequio recibido. Tampoco hace algo para merecerlo. Él simplemente recibe lo que está siendo ofrecido a él gratuitamente, de la misma manera que un pecador arrepentido recibe por fe el don gratuito de la salvación que Dios ofrece por la gracia por medio de la fe solamente. No solamente es la fe antónimo con las obras y por lo tanto de ninguna manera contribuye a nuestra salvación, sino también vemos que la verdadera fe salvífica es un obsequio de Dios y no de nosotros (Ef 2:8-9). Desarrollo este tema con más detalle en mi libro: “La Solución Universal,” y también en mi blog: “La Fe de Jesús.” En Hechos refiere a los creyentes como “los que por la gracia habían creído” (Hch 18:27). Pablo dice que tenemos “esperanza por gracia” (2Tes 2:16). Nuestra condición caída es tal que no simplemente no queríamos venir a Cristo para la salvación sino que no podíamos venir a Él a menos que fuéramos atraídos a Él (Jn 6:44,65; 14:16-17; 3:3; 1Cor 2:14). Se dice de la piadosa Lida que “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.” (Hch 16:14). Si el Señor no hubiera abierto su corazón habría continuado como una religiosa no salva como muchos de nosotros antes de recibir la fe que salva. La fe salvífica es un don de Dios: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo...que creáis en él…” (Fil 1:29) La palabra traducida “concedido” es carízomai que viene de la palabra “gracia” (carís), indicando que nos fue dado creer en El por Su gracia. Ni siquiera podemos jactarnos de nuestra fe, dado que nos fue dado creer por Dios Mismo. Es por eso que Pablo dice que toda jactancia queda excluida con la fe salvífica (Rom 3:27). Así que, vemos en las Escrituras que la provisión de nuestra salvación fue una transacción unilateral llevado a cabo exclusivamente por nuestro trino Dios hace 2.000 años en la cruz. Sin embargo, la apropiación personal de esa salvación es bilateral, requiriendo nuestra participación voluntaria, recibiendo la salvación de Dios por fe. Sin embargo, aun la fe que tenemos para salvación es bilateral, dado que tiene que ser concedido que creamos y recibamos la provisión unilateral de la salvación de Dios. Aunque uno tiene que creer para ser salvo, solamente creemos porque fuimos atraídos a Cristo primero y dado la fe para recibir esa salvación. Las Buenas Nuevas es que toda la humanidad, cada uno en su debido orden, será atraído a Cristo de manera voluntaria e irresistible, doblando rodilla a Él, confesándole como Señor (Jn 12:32; 1Cor 15:22-23; Fil 2:10-11). [1] Hoy en día hay algunos que argumentan que nuestros pecados no nos separan de Dios. Considero sus argumentos en mi blog: “Borrando las Distinciones Bíblicas.” [2] Keathley, Don. Hell's Illusion (p. 100). Don Keathley. Kindle Edition. Don Keathley también dice: “Jamás hubo un tiempo cuando no estabas en Cristo. Allí es donde fuiste creado… Esto cambiará al mundo. Necesitamos ver a cada persona también creada en esa posición. Eso elimina toda distinción entre ellos y nosotros… Esto elimina toda jactancia que dice, ‘Yo invité a Jesús en mi vida como Salvador y tú no. Yo tomé decisiones sabias a mi favor y si tú eres sabio, serás como yo y harás lo que yo hice. Y si no, vas a ir al infierno.’” (Don Keathley. Unmasking the Gospel. Video 29:10).
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