por George Sidney Hurd Los defensores de la doctrina de los dos evangelios insisten que necesitamos dividir bien la palabra de verdad, reconociendo que únicamente las epístolas de Pablo tienen relevancia para la Iglesia hoy. Pero, ¿es posible que uno esté dividiendo bien la palabra de verdad cuando relegan todas las Escrituras inaplicables a la Iglesia, con excepción de las epístolas de Pablo? ¿Qué dice Pablo sobre esto? Él dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2Tim 3:16-17). Tenemos que tener en mente que, cuando Pablo escribió esto en el año 66 a.C., el libro de Hechos y Santiago, como también el evangelio de Lucas, y posiblemente Mateo y Marcos, ya existían. Pedro mencionó las epístolas de Pablo como parte de las Escrituras (2Pedro 3:15-16). Sin duda, Pablo también consideraba estos otros escritos, que hoy son parte de nuestro Nuevo Testamento, como inspirados por Dios y por lo tanto útiles para enseñar. Si Pablo mismo consideraba todas las Escrituras como útiles para doctrina, haciéndonos sabios para la salvación por la fe que es en Cristo (2Tim 3:15), entonces, ¿cómo pueden los de la doctrina de los dos evangelios seguir afirmando que ellos son los seguidores de Pablo al mismo tiempo que niegan que el resto de las Escrituras son útiles para doctrina? ¿Cómo pueden insistir como Pablo que las Sagradas Escrituras nos puede hacer sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús, al mismo tiempo que insisten que esas Escrituras enseñan otro evangelio? Los defensores de la doctrina de los dos evangelios señalan numerosas verdades enseñadas por Pablo que, según ellos, son irreconciliables con el resto del Nuevo Testamento. Martin Zender, en su libro, “The First Idiot in Heaven” (El Primer Idiota en el Cielo), presenta lo que él considera ser 31 diferencias claves entre las epístolas de Pablo y el resto del Nuevo Testamento. [1] En los tres blogs anteriores, examinemos algunos de estas supuestas diferencias y vimos que, de hecho, están en harmonía con, y complementarias con, la totalidad del Nuevo Testamento. Las demás diferencias que él presenta casi coinciden la una con la otra y podrían ser reducidas a seis, que son: 1) Justificado por obras vs. Justificado por la gracia por fe solamente sin obras. 2) Arrepentimiento y el bautismo necesario para la salvación vs. Salvación por la fe solamente. 3) Nuevo Nacimiento para Israel vs. Una nueva creación para la Iglesia. 4) Perdón condicional vs. Perdón incondicional. 5) Herencia terrenal vs. Herencia celestial. 6) Destinados para ira vs. Salvos de la ira. Lo que sigue es un examen breve de cada una de estas supuestas diferencias irreconciliables. 1. Justificado por obras vs. Justificado por la gracia por la fe solamente Ellos argumentan que solamente los que están bajo el evangelio de Pablo son justificados aparte de las obras, mientras los judíos que creen son salvos por una combinación de fe y obras. Sin embargo, aparte del hecho de que Dios no hace acepción de personas, ya hemos visto que nadie, sea judío o gentil, de esta época o de otra, puede ser justificado por las obras delante de Dios. Pablo enfáticamente dice: “por las obras de la ley NINGÚN SER HUMANO será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Rom 3:20). La única cosa que la Ley puede hacer es darnos el conocimiento de nuestra condición pecaminosa y la necesidad de la justificación por gracia – jamás puede justificarle a nadie, ni puede ser justificado alguien por guardarlo, dado que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom 3:23). Ellos suponen que, lo que dijo Pablo acerca de la justificación por la fe solamente, es incompatible con la insistencia de Santiago en obras para la justificación. Pablo y Santiago concluyeron lo siguiente acerca de la justificación: Pablo: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” (Rom 3:28) Santiago: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” (Stg 2:24) Estos dos pasajes aparentan estar diciendo dos cosas opuestas cuando son leídos aparte y fuera de su contexto. Sin embargo, una consideración cuidadosa de cada uno en su contexto revela que estaban hablando de la justificación desde dos perspectivas distintas. Pablo estaba hablando de nuestra justificación ante Dios, que es por fe solamente. Santiago, en cambio, estaba hablando de la justificación ante los hombres. Pablo dice que Abraham fue justificado por fe cuando simplemente creyó la promesa de Dios (Gen 15:6). Dios que ve el corazón, justificó a Abraham basado en su fe en el momento en que le creyó. Sin embargo, cuando Santiago habla de Abraham siendo justificado, él hizo referencia a un incidente muchos años más tarde cuando ofreció a su propio hijo Isaac, así demostrando visiblemente a todos la fe que Dios sabía que Abraham tuvo desde el momento en que lo declaró justo (Stg 2:21). La verdadera fe siempre resulta en acción correspondiente. La fe que salva es la fe solamente, pero la fe que salva nunca es solo. Dios, que ve nuestro corazón, nos justifica en el mismo instante en que creemos. Sin embargo, esa fe que resultó en la justificación no puede ser confirmado por los hombres sin ver las acciones correspondientes. Así que, Pablo y Santiago simplemente están viendo la justificación desde dos perspectivas distintas. Dios conoce el corazón y justifica basada en la fe, pero el hombre solo ve la demostración externa de la fe de uno y determina si uno haya sido justificado o no viendo el fruto correspondiente a la fe. Es por eso por lo que Santiago dijo: “¿Tú dices que tienes fe? Muéstramela.” Pablo, al igual que Santiago, advertía repetidas veces contra ser engañado en pensar que uno tiene la verdadera fe cuando su conducta indica todo lo contrario. Pablo decía: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2Cor 13:5 cf. 1Cor 15:2; Ef 5:3-6; 1Cor 6:9-11; Gal 5:19). Pablo también habla de una fe que obra: “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gál 5:6) Cualquiera enseñanza que dice que, como ya estamos bajo la gracia, podemos hacer todo lo que se nos antoje, o simplemente no hacer nada, si eso es lo que uno desea, no está presentando todo el consejo de Dios, y está convirtiendo la gracia de Dios en lascivia. De igual manera Jesús enseñaba que es la fe solamente la que salva, al mismo tiempo que Él advertía contra la profesión de fe vacía. Jesús, en numerosas ocasiones proclamaba el evangelio de la justificación por fe aparte de las obras. Por ejemplo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna… 18 El que en él cree, no es condenado (i.e., ‘es justificado’).” (Jn 3:16,18) “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:40) “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.” (John 6:28-29) Al mismo tiempo, Jesús les advertía contra la profesión de fe vacía sin las obras correspondientes, o lo que Santiago llama la fe muerta. Por ejemplo, Él dijo: “Así que, por sus frutos los conoceréis. 21 No todo el que me DICE: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que HACE la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mt 7:20-21) Jesús enseñaba, igual como Pablo después de Él, que la fe sin obras es muerta, y que semejante profesión de fe vacía jamás salva a nadie. Pablo dijo: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1 Cor 6:9-10) “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gal 5:19-21) “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. 5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7 No seáis, pues, partícipes con ellos.” (Ef 5:3-7) Así que, podemos ver que el evangelio proclamado por Jesús y el evangelio de Pablo son el mismo evangelio de la justificación por la gracia por medio de la fe solamente. A la vez, ambos advertían contra la profesión vacía sin el arrepentimiento del pecado y las obras que corresponden con aquella fe o el fruto de la fe. Los defensores de la doctrina de los dos evangelios enseñan erróneamente que Pablo enseñaban la justificación por la fe solamente, sin la necesidad de un arrepentimiento de la vida pecaminosa anterior. Esta presentación parcial del evangelio de Pablo convierte en libertinaje la gracia de Dios (Jude 4). Martin Zender es posiblemente el más intencionalmente escandaloso promovedor de esta mala representación del evangelio de la gracia. Él dice: “¿Eres irreverente bajo el evangelio de la incircuncisión? ¡Felicidades! Calificas para la justificación.” [2] Él basa esto en Romanos 4:5 donde Pablo dice que Dios justifica al impío. Sin embargo, mientras que Él justifica a los pecadores gratuitamente, la gracia no nos deja en esa condición. Aunque es cierto que Dios justifica al impío, los no arrepentidos no son justificados simplemente porque dan un asentimiento mental a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Eso es lo que Santiago llama la fe muerta – algo que incluso los demonios tienen (Stg 2:19-20). Jesús enfatizaba la vanidad de la fe vacía sin “frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8). De semejante manera, Pablo da una advertencia muy fuerte contra los maestros falsos que presentan tales perversiones del evangelio carente de la piedad, cuando él dice: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.” (1Tim 6:3-5) Entonces, vemos que la justificación a través de todo el Nuevo Testamento es consistentemente por la gracia por medio de la fe aparte de las obras, pero la justificación que acompaña la verdadera fe salvífica tiene que llevar el fruto de la piedad – de otra manera uno es reprobado en cuanto a la fe (2Cor 13:5). Para los que desean, desarrollo este tema más en mi libro, “La Verdadera Gracia de Dios.” 2. Arrepentimiento y el bautismo necesario para la salvación vs. Salvación por la fe solamente Los promovedores de la doctrina de los dos evangelios enseñan que, bajo el evangelio de la circuncisión, el arrepentimiento y el bautismo en el agua es necesario para la salvación, mientras bajo el evangelio de Pablo a los gentiles es por la gracia por medio de la fe solamente que somos salvos, y por lo tanto, ya no debemos de decir como hacía Jesús: “arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Tampoco debemos de ir por todo el mundo predicando el evangelio a todos, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, como Jesús comisionó a Sus discípulos (Mt 28:18-20; Marcos 16:15-16). Algunos de los predicadores de los dos evangelios que creen en la doctrina de un infierno eterno, dicen que si uno ha sido bautizado en agua, son condenados al infierno. Por ejemplo, Les Feldick dice acerca de la Gran Comisión: “Esa pequeña porción de Escritura en la Gran Comisión, ‘id por todo el mundo bautizándoles,’ ha enviado a millones de personas a la perdición eterna.” [3] Ya hemos visto en el segundo blog de este serie que la Gran Comisión de predicar el evangelio por todo el mundo, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, jamás fue suspendido, como afirman los defensores de la doctrina de los dos evangelios. Así que, no vamos a dedicar más atención a ese error aquí. [4] ¿Fue alguna vez el bautismo en el agua necesario para la salvación, como afirman ellos? Aunque el espacio aquí no me permite examinar cada texto sobre el tema, no es por nada que la mayoría de los Evangélicos niegan que el bautismo en el agua sea salvífico. Para los que desean ver un estudio más exhaustivo de este tema recomiendo mi libro, “¿Es el Bautismo en el Agua Necesario para la Salvación?” Aquí solo quiero considerar brevemente a dos pasajes que a primera vista podría ser equivocado como enseñando que el bautismo es necesario para la salvación. Marcos 16:16 “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16) Lo que este texto nos dice es que los que creen y son bautizados serán salvos, mientras los que no creen serán condenados. Sin embargo, lo que no dice es tan importante como lo que dice. Lo que no dice es lo que pasa con los que creen pero por una razón u otra no se bautizan. Los que enseñan la Salvación Bautismal tiene que suponer algo que el texto no dice. Tienen que suponer que no es fe solamente lo que salva, sino la fe más el bautismo, y por lo tanto los que no son bautizados antes de morir son condenados, aún si eran creyentes. Lo que suponen contradice otros textos que presentan la fe solamente como necesaria para la salvación, como lo que Jesús había dicho anteriormente en Juan 3:18: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18) Si lo que ellos suponen es cierto, entonces Jesús dejó fuera un ingrediente esencial en Su presentación de la Salvación en Juan 3:18, porque aquí menciona fe como lo único necesario para ser justificado – no fe más bautismo. Ellos asumen que lo que Jesús quería decir en Marcos 16:16 es: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere (y sea bautizado), será condenado.” De esta manera ellos hacen que las palabras de Jesús aquí contradigan lo que claramente dijo en Juan 3:18 y muchos textos más – que uno es salvo por fe solamente, sin las obras (cf. Juan 5:24; 20:31; Ef 2:8-9; 1Juan 5:11-13). Son culpables de razonamiento sin-séquito. Si una declaración es cierta, no debemos automáticamente suponer que lo contrario también sea cierto. Por ejemplo, si yo fuera a decir: “Todos que creen y vienen al altar serán salvos, pero los que no creen se perderán,” sería incorrecto concluir que los que creyeron pero no llegaron al altar estarían perdidos simplemente porque creyeron donde estaban, sin ir al altar. Es creer - no creer más ir al altar que salva, aunque los invité a hacer las dos cosas. Hechos 2:38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hch 2:38) Los defensores de la doctrina de los dos evangelios suponen que fue el bautismo en el agua lo que les quitó sus pecados. Sin embargo, en el próximo sermón de Pedro, el número de los hombres que creyeron, sin contar a las mujeres y niños, llegó a ser como 5.000. ¿Qué era lo que Pedro les dijo que era necesario para el perdón de pecados? Él ni mencionó el bautismo. Simplemente les dijo: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hch 3:19). En contraste con el bautismo en agua, arrepentimiento y conversión son integrales con la fe salvífica. Para creer en Jesús, un judío inconverso tendría que arrepentirse o “cambiar de parecer” (metanoéo) acerca de Jesús, reconociendo su necesidad de Él. También, para tener fe verdadera tendría que convertirse, o “dar vuelta” (epistrefo). Esto es cuando damos vuelta al pecado y al mundo, poniendo la mira en Jesús. Ambos - arrepentimiento y conversión, son una parte integral de lo que significa creer en Jesús. No son algo aparte de la fe, o algo adicional a la fe, como sería el caso con el bautismo en agua, dado que simplemente son una parte de lo que significa verdaderamente creer en Jesús y recibirlo. De unas 48 veces que el evangelio es predicado y recibido en el libro de los Hechos, en solamente 8 instancias hay mención de que los que creyeron fueron bautizados después, y en ninguna de estas instancias podríamos concluir que el bautismo era necesario para ser salvos. Pedro, en una instancia, hablando a Cornelio y a los de su casa, dijo que es la fe la que resulta en la remisión de pecados – no el bautismo: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” (Hch 10:43) Nuestro entendimiento de Hechos 2:38 debe tomar en cuenta lo que Pedro dice aquí, que recibimos perdón cuando creemos – no cuando somos bautizados en agua. En esta instancia creyeron y fueron bautizados en el Espíritu Santo y solo después fueron bautizados en agua (v. 47). En Hechos 2:38, es imperativo que uno entienda lo que significa la frase: “bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.” Los que enseñan la Regeneración Bautismal entienden la preposición “para” en el sentido de “con tal de recibir.” Sin embargo, esta preposición tiene varios sentidos posibles. Obviamente, basado en todo lo que hemos visto, la rendición “con tal de recibir el perdón de los pecados” no es la traducción correcta. Aquí en la selva amazónica muchos sufren de hongo de uñas debido a la humedad. Si yo fuera a decirle a mi vecino: “deja tus pies en remojo con vinagre y agua para el hongo de las uñas,” sabrías que no quiero decir, “con tal de recibir.” En este caso “para” significa “en vista de” o “debido a.” Entendido de esta manera el versículo dice: “bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo en vista del perdón de los pecados (que recibiste al creer).” Esto concuerda con el hecho que las ordenanzas de la Cena del Señor y el bautismo en agua son una figura de una realidad mayor, de la misma manera que fueron los sacrificios del Antiguo Testamento. Nos arrepentimos y somos bautizados en agua en vista de la remisión de los pecados, que ya tenemos debido a que hemos sido bautizados en el Cuerpo de Cristo a través del bautismo por el Espíritu, que sucedió en el momento que creímos. Vale mencionar que la misma preposición es utilizada en otro lugar en relación con el bautismo donde es evidente que la preposición “para” no significa “con tal de recibir.” Juan usa la misma preposición (eís) cuando dijo “Yo a la verdad os bautizo en agua para (eís) arrepentimiento…” (Mt 3:11). Es obvio que somos bautizados en vista de o debido a nuestro arrepentimiento – no con tal de recibir arrepentimiento. Los defensores de la doctrina de los dos evangelios presentan dos argumentos como evidencia de que no debemos de practicar el bautismo en agua hoy en día. El primero es citar a Efesios 4:5 que dice que hay un bautismo. Sin embargo, eso no es inconsistente con la práctica del bautismo en el agua, dado que la ceremonia del bautismo en el agua es nada más una figura del verdadero bautismo en que el Espíritu Santo nos bautiza en el cuerpo de Cristo (1Cor 12:13; Rom 6:1-5). La ceremonia del bautismo en el agua no es otro bautismo, de igual manera que participar en la Cena del Señor no es crucificar de nuevo el Hijo de Dios. El segundo argumento se basa en el dicho de Pablo: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio.” Voy a citar todo el pasaje en su contexto, dado que el contexto totalmente refuta toda la idea de dos evangelios con dos grupos de creyentes separados: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas (Pedro); y yo de Cristo. 13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? 14 Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, 15 para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. 16 También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. 17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” (1 Cor 1:12-17) Irónicamente, Pablo aquí refuta la misma doctrina que los promovedores de la doctrina de los dos evangelios enseñan. Cristo no está divido entre los que son de Pedro y los que son de Pablo. También, al preguntarles, “¿ fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” él toma por sentado que habían sido bautizados en el nombre de Jesús y no en su nombre. El hecho de que Pablo bautizó a varios de ellos también indica que todavía practicaban el bautismo. En decir que Cristo no le envió a bautizar sino a predicar el evangelio, solo indica que él delegaba esa tarea a otros. Además, si el bautismo fuera incompatible con su evangelio, como afirman los de los dos evangelios, seguramente él lo hubiera indicado aquí. Juan dice lo mismo de Jesús. Él dijo: “Jesús no bautizaba, sino sus discípulos” (Juan 4:2). Sin embargo, todos los que creyeron fueron bautizados, aunque Jesús Mismo no era quién bautizaba. Lo mismo aplica a los que creían en los días de Pablo – todavía estaban bautizando en el nombre de Jesús aunque Pablo mismo normalmente no era quién bautizaba. Es dudoso que Pedro mismo bautizado todos los 3,000 que fueron bautizados en el día del Pentecostés. Arrepentimiento En cuanto al arrepentimiento, aunque no siempre indica de manera específica que Pablo mencionara el arrepentimiento en sus presentaciones del evangelio, el arrepentimiento siempre es implícito en la verdadera fe salvífica. Uno no cree en Jesús para ser salvo del pecado si no son arrepentidos y quieren ser libres del pecado. Hacia el final del ministerio de Pablo, cuando él apareció ante el Rey Agripa, cuando describía su ministerio, él dejó en claro que el arrepentimiento era una parte indispensable de su proclamación del evangelio. Él dijo: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, 20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” (Hch 26:19-20; cf. Rom 2:4-6; 2Cor 7:9-10; 2Tim 2:25-26; 2Cor 12:21, etc.). El evangelio de Pablo era el mismo evangelio de Jesucristo que Jesús y los otros Apóstoles predicaban, incluyéndole a Pedro. El libro de los Hechos termina con Pablo todavía predicando el reino de Dios (Hch 14:22; 19:8; 20:25; 28:23,31; cf. también, Col 4:11; Rom 14:17; 1Cor 4:20). Las epístolas de Pablo están en armonía total con el resto del Nuevo Testamento en este tema. Para una consideración más a fondo, recomiendo mi blog: “El Verdadero Arrepentimiento.” 3. Nuevo Nacimiento para Israel vs. Una nueva creación para la Iglesia Los de la doctrina de los dos evangelios dicen que el nuevo nacimiento solo aplica a la nación de Israel. Ellos insisten que no nacimos de nuevo en el momento que creímos, sino que lleguemos a ser una nueva creación, que ellos consideran distinto del nuevo nacimiento. Martin Zender dice del nuevo nacimiento: “Los individuos no nacen de nuevo; una nación va a nacer de nuevo. (Ni siquiera una sola persona, mientras estoy escribiendo, ha nacido de nuevo.).” [5] Pero, ¿es cierto que ningún individuo ha nacido de nuevo? Según Pedro mismo, los creyentes que recibieron su primera epístola ya se habían nacidos de nuevo. Él dijo: “siendo renacidos (en el tiempo pasado, aoristo), no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” (1 Pedro 1:23) Pedro no solamente les dijo que se habían nacidos de nuevo, sino que, en seguida él les dijo en 1Pedro 2:2, “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,” así indicando que, igual como nosotros necesitamos ser nutridos con la leche cuando nacemos en el mundo físico, de la misma manera necesitamos ser nutridos en la Palabra después de haber nacido del Espíritu. Pablo, de semejante manera, habla a los creyentes como habiendo nacidos del Espíritu. Él dijo a los creyentes carnales en Corinto, “yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda” (1 Cor 3:1-2). También, él les dijo a los gálatas que habían nacidos según el Espíritu, diciendo: “Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29 Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.” (Gal 4:28-29 cf. vv. 21-31) Adicionalmente, en Efesios 2, Pablo habla de nosotros como habiendo sido muertos y después vivificados en Cristo (Ef 2:1-6). ¿Cómo es posible haber sido vivificados espiritualmente aparte del nuevo nacimiento de nuestros espíritus por el Espíritu Santo? ¿Es cierto que Pablo dice que somos una nueva creación en Cristo (2Cor 5:17). Pero, ¿cómo podemos llegar a ser parte de la nueva creación si no fuera por nacer de nuevo con la vida de resurrección de Cristo? Ellos dicen que Jesús en Juan 3 no estaba diciéndole a Nicodemo que los individuos tienen que nacer de nuevo, sino que la nación de Israel tenía que nacer de nuevo colectivamente. Sin embargo, es imposible llegar a esta conclusión si uno lee todo el pasaje. Voy a citarlo en su totalidad, indicando los pronombres singulares y plurales: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede (sing.) ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el (sing.) que no naciere de agua y del Espíritu, no puede (sing.) entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije (sing.): Os (plural) es necesario nacer de nuevo.” (Juan 3:3-7) En todo el discurso Jesús está enfatizando la necesidad de que cada individuo nazca de nuevo para poder entrar, e incluso ver, el reino de Dios. Nicodemo entendió correctamente que Jesús hablaba de un nacimiento de individuos pero no entendió que es nuestro espíritu lo que tiene que nacer de nuevo. Cuando Jesús al final usó el plural en el versículo 7, diciendo que era necesario que ellos nacieran de nuevo, Él simplemente estaba diciendo que cada uno de ellos tenían que nacer de nuevo. Jesús no se estaba refiriendo a un renacimiento de la nación, profetizado en Isaías 66, sino al espíritu nuevo que cada individuo tiene que recibir para poder entrar en el reino de Dios bajo el Nuevo Pacto como fue profetizado en Ezequiel: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.” (Ezeq 11:19) Jesús reprochó a Nicodemo por ser maestro en Israel sin saber acerca de la promesa de Dios de darles un nuevo espíritu (Jn 3:10). Debido a la incredulidad de Israel, no entraron al reino de Dios por el nuevo nacimiento aunque el reino les fue ofrecido. A consecuencia de esto, Jesús les dijo: “el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mt 21:43). Nosotros, como la Iglesia de Jesucristo, somos aquella gente o nación santa (gr. ethnos) – nosotros que en otro tiempo no éramos pueblo ahora somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pedro 2:9-10). Aquí Pedro no está hablando exclusivamente a los de la circuncisión, como los de la doctrina de los dos evangelios afirman, sino que está hablando específicamente a los gentiles dentro de la Iglesia que antes no eran pueblo de Dios. Por un tiempo Israel ha sido apartado y la promesa ha sido cumplido en todas las naciones para provocarlos a celos hasta que entrara la plenitud de los gentiles, y entonces todo Israel será salvo (Rom 11:11-12, 25-26). Hay un versículo final que me gustaría citar en el evangelio de Juan que deja en claro que individuos habían experimentado su renacimiento espiritual desde el momento en que fue iniciado en Nuevo Pacto: “A lo Suyo vino, y los Suyos no Lo recibieron. 12 Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho (el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre…sino de Dios (tiempo pasado, aoristo).” (Juan 1:11-13) Aquí vemos que Jesús primero vino a la casa de Israel. Pero, cuando Israel lo rechazó como su Mesías la invitación fue extendido a todos. Todos los (individuos) que Lo reciben nacen de Dios. No podría estar más claro. Debe ser evidente que este, igual como casi todas las supuestas diferencias entre dos evangelios, son nada más que fabricaciones de los hombres y no pueden ser sustanciadas en las Escrituras. 4. Perdón condicional vs. Perdón incondicional También dicen que el perdón de Dios para los judíos que creen bajo el evangelio de Pedro es condicional, mientras queel perdón para nosotros bajo el evangelio de Pablo es incondicional. Argumentan esto basado en el hecho de que, por ejemplo, en la oración Padre Nuestro, Jesús dijo que Dios no nos perdonará si nosotros no perdonamos (Mt 6:14-15). Además, dice que si no perdonamos como hemos sido perdonados que el Padre nos entregará a los verdugos hasta pagar todo (Mt 18:23-35). Juan también presenta el perdón de Dios como condicionado en nuestra confesión de nuestros pecados (1Jn 1:9). En contraste con esto, ellos dicen que Pablo presenta el perdón como incondicional cuando él dice: “sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Eph 4:32; cf. Col 3:13). El problema principal con este argumento es que el perdón incondicional no solamente se encuentra en las epístolas de Pablo. Por ejemplo, el autor de Hebreos presenta el perdón como extendido de una vez para siempre. Él dice: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados…17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” (Heb 10:12-14,17) De la misma manera, el perdón incondicional es implícito en muchos textos más a través de todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, TIENE vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (Jn 5:24) Lo que los defensores de la doctrina de los dos evangelios no toman en cuenta es que hay dos tipos distintos de perdón – hay perdón relacional, y hay perdón judicial o una absolución. Esto también se refiere como remisión o justificación. Esta clase de perdón o justificación solo es posible por la sangre del Nuevo Pacto, derramada para la remisión de nuestros pecados, y es otorgado de una vez para siempre (Mt 26:28; Heb 9:22; 9:12). Este perdón judicial no es algo exclusivo a las epístolas de Pablo. Por la propiciación de Cristo, Dios puede ser justo y al mismo tiempo justificar al pecador impío que cree en Jesús (Rom 3:24-26). Distinto al perdón judicial hay un perdón relacional, como el perdón que un padre extiende a su hijo una vez que confiese su mal comportamiento. Esto es lo que vemos enfatizado en las instancias donde el perdón es condicional. Por ejemplo, cuando Jesús dijo, “si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas,” es evidente que Jesús está hablando de perdón relacional y no el perdón judicial (Mt 6:14-15; cf. Mt 18:23-35). En 1Juan vemos mención de un perdón judicial de una vez para siempre en 1Juan 2:12, donde Juan dice: “Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.” Tenemos que saber diferenciar entre el perdón judicial y el perdón relacional para entender que Juan no se contradice a sí mismo cuando dice en 1Juan 1:9 que el perdón de nuestro Padre requiere nuestra confesión. Ambos, el perdón condicional como el perdón incondicional se encuentran en la totalidad del Nuevo Testamento, dado que los dos son necesarios. Necesitamos ser perdonados o justificados de nuestros pecados ante Dios como nuestro Juez, y también necesitamos confesar nuestros pecados cuando nos hemos portado mal, no para ser salvos sino para mantener la comunión con nuestro Dios, quien es luz (1Jn 1:5-10). Así que, hemos visto que Pablo no enseñaba una forma del perdón diferente a lo que encontramos a través de todo el Nuevo Testamento. 5. Herencia terrenal vs. Herencia celestial Los defensores de la doctrina de los dos evangelios dicen que los judíos que creen en el evangelio de Pedro son terrestres, mientras que los que creen en el evangelio de Pablo son celestiales porque ya estamos sentados en lugares celestiales en Cristo Jesús. Martin Zender dice que los judíos que creían, junto con los 12 Apóstoles, no tenían ninguna expectativa de ir al cielo. En su libro, “El Primer Idiota en el Cielo” el plantea la pregunta: “¿Alguna vez fueron prometidos el cielo los fieles de Israel? Ni una sola vez. Jesús mismo dijo: ‘Los mansos heredarán la Tierra’ (Mateo 5:5). ¿Piensan que Jesús no sabía de qué hablaba? Los Israelitas jamás soñaba ser levantados del planeta Tierra. ¿Por qué motivo pensarían eso? Jesús jamás les habló de tal cosa.” [6] Pero, ¿es cierto que los 12 Apóstoles y los creyentes entre los judíos no sabían nada de una herencia celestial? ¿Qué de la promesa de Jesús en Juan 14? ¿No era eso una promesa del cielo? Jesús dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:2-3) ¿Será que los Apóstoles entendieron que la casa del Padre estaba en el cielo? ¡Claro que sí! Repetidas veces Jesús se refería a Su Padre como “el Padre en el cielo” y les dijo que hicieran tesoros en el cielo (Mt 6:20). Es muy obvio que Pedro anticipaba una herencia celestial en 1Pedro 1 donde él dijo: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.” (1 Pedro 1:3-4) Así que, en este pasaje vemos que, no solamente habían nacidos de nuevo, sino que ellos todos anticipaban una herencia celestial. Aunque es cierto que los 12 Apóstoles estarán sentados sobre las doce tronos, juzgando los doce tribus de Israel (Mt 19:28), todos los hijos maduros que han vencido mientras sufrían por su causa, también estarán reinando con Él sobre los mortales en la Tierra Milenial desde nuestra habitación en la Nueva Jerusalén celestial en el tiempo de la manifestación de los hijos de Dios (huios) cuando toda la creación finalmente será restaurada (2Tim 2:12; Rom 8:17-23). Jesús le dijo a la iglesia de Tiatira, compuesta principalmente de creyentes entre los gentiles: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro” (Apo 2:26-27). Incluso el padre Abraham, aunque nunca vio cumplido la promesa de heredar la tierra, no se desanimaba porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Heb 11:10; cf. Jn 14:2-3). Hay mucho más que podría decir, demostrando que, tanto los creyentes entre los judíos, como los gentiles, comparten la misma herencia celestial, y que todo el cuerpo de Cristo judío/gentil estarán co-reinando con Cristo sobre la tierra en el Milenio y más allá, y no solamente los 12 Apóstoles, que solamente estarán reinando sobre los mortales en la nación de Israel. Esta supuesta distinción entre dos destinos para dos grupos de creyentes simplemente no puede resistir el escrutinio. 6. Destinados para ira vs. Salvos de la ira Finalmente, me gustaría considerar brevemente la creencia de que los judíos que creen en el evangelio de Pedro experimentarán la ira de Dios durante la Gran Tribulación, mientras que los que han creído en el evangelio de Pablo son exentos de la ira. En primer lugar, esto presupone que la Iglesia será raptada antes del tiempo de tribulación. Presento mis argumentos por un rapto Postribulacional de la Iglesia cuando Cristo viene por segunda vez, en mi libro, “Enfocando en los Eventos Finales.” Aquí solo quiero enfatizar que ningún creyente por quien Cristo murió será sujeto a la ira de Dios, sea que les toca pasar por la Tribulación, o no. Infligir ira sobre cualquier santo comprado por la sangre de Cristo sería doble incriminación. La ira de la cual hemos sido librados en 1Tesalonicenses 1:10 y en 1Tesalonicenses 5:9 es la misma ira mencionada en Romanos 5:9 donde Pablo dice: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” Esto no está refiriendo a la ira de Dios en la Tribulación, sino a Su juicio postmórtem de los no arrepentidos (Rom 2:5). Un examen cuidadoso del libro de Apocalipsis revela que la única ira que los santos de Dios sufrirán durante la Gran Tribulación es la ira del Dragón y de su Bestia (Apo 12:12; 13:7,15). Este blog ya se ha convertido en un pequeño libro, así que, no entraré en más detalle, excepto decir que la ira de Dios solamente es derramada sobre los que adoran a la Bestia que no tienen el sello de Dios en sus frentes. Vemos que el pueblo de Dios es específicamente exento de Sus copas de ira cuando son derramados sobre la tierra. En mi libro “Enfocando en los Eventos Finales” demuestro esto con más detalle. Espero que esta serie de cuatro blogs sirva de ayuda para aquellos que están enredados en este complejo laberinto hiper-dispensacional, inventado primero por E.W. Bullinger en el siglo 19 y desarrollado más por A.E. Knoch, que fue excomulgado de las Iglesias de los Hermanos Plymouth debido a sus doctrinas heréticas que también incluían la negación de la trinidad y la deidad de Cristo. Estoy consciente de que algunos están tan comprometidos con esta doctrina de los dos evangelios que han llegado al punto de la disonancia cognitiva y por lo tanto, ningún argumento escritural logrará que cambien de pensar. Esta serie de blogs es principalmente dirigida hacia aquellos que todavía no estén plenamente cementados en esta doctrina y por lo tanto todavía están abiertos para considerar los argumentos escriturales en contra de ella. [1] Zender, Martin. The First Idiot in Heaven: Secrets of the Apostle Paul (And why the meek merely inherit the Earth), Loc. 2813, Kindle Edition. [2] Zender, Martin. The First Idiot in Heaven: Secrets of the Apostle Paul (And why the meek merely inherit the Earth), Loc. 3231, Kindle Edition. [3] Les Feldick – Galatian’s teaching on the two gospels. 12:42 min. https://www.youtube.com/watch?v=5AxAou-Pn6g&t=2305s [4] https://www.triumphofmercy.com/blog-espantildeol/hay-dos-grupos-de-creyentes-o-somos-un-solo-cuerpo-2-of-2 [5] Zender, Martin. The First Idiot in Heaven: Secrets of the Apostle Paul (And why the meek merely inherit the Earth), Loc. 3156, Kindle Edition. [6] Zender, Martin. The First Idiot in Heaven: Secrets of the Apostle Paul (And why the meek merely inherit the Earth), Loc. 127. Kindle Edition.
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