por George Sidney Hurd -- La ira de Dios es, sin duda, el menos entendido de todos los atributos divinos. Los de la escuela Agustiniana a menudo presentan la ira de Dios de una manera incompatible con su naturaleza esencial, que es amor (1Jn 4:8,16). Por otro extremo, los cristianos Progresivos tienden a definir la ira de Dios una manera que excluya toda enojo – aún frente a las injusticias y maldades más graves. Como aquellos que enseñan la doctrina del castigo eterno creen que los que son consignados al Lago de Fuego serán sujetos a la ira implacable de Dios por toda la eternidad sin ningún propósito redentor, ellos tienen que presentar la naturaleza de Dios como si fuera dividida. Tienen que decir que, aunque Dios es amor, Él es a la vez ira, y que este amor/ira dualidad en la naturaleza divina permanecerá eternamente. En lugar de que su ira contra la maldad resulte en justos juicios y castigos correctivos, con el fin de restaurar a los objetos de Su amor, tienen que presentar Su amor y misericordia como terminando para siempre en un latir de corazón para la mayoría de la humanidad por quién Cristo murió. De hecho, algunos Calvinistas, e incluso a Martín Lutero mismo, han enseñado que la naturaleza de Dios es divida, y que todas las cosas suceden según Él eternamente ha amado o aborrecido a individuos. Lutero dijo: “El amor y el odio de Dios hacia el hombre son inmutables y eternos, existiendo, no solamente antes de que hubiera merito o ‘libre albedrío’, sino antes de que fuese creado el mundo; haciendo que todas las cosas sucedan en nosotros por necesidad, según lo que Él amaba o no amaba desde la eternidad… Fe e incredulidad nos vienen, no por obras de nuestra parte, sino a través del amor u odio de Dios.” [1] Sin embargo, las Escrituras indican que es el amor y misericordia de Dios que son eternos, no su odio e ira: “El amor nunca deja de ser…” (1Cor 13:8) “Aclamad a Jehová, porque él es bueno; porque su misericordia es eterna.” (1Chron 16:34, cf. Salmo 118, etc.) “Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33) “Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado.” (Isa 57:16) ¿Has oído alguien hablar de “la ira eterna de Dios?” ¿Sabías que tal concepto jamás ha existido en la Biblia? Al contrario, es Su amor y misericordia que nunca dejan de ser, no Su ira. Aquí Dios dice que no para siempre estará enojado, de otra manera decaerían el espíritu y las almas que Él ha creado. Es inconcebible que un omnisciente Dios de amor creara almas, sabiendo desde el principio que llegarían a ser los objetos de Su ira vindicativa eternamente – Es imposible que un Creador todo benevolente creara seres, sabiendo que estaría airados contra ellos para siempre. Bien entendida, la ira es un atributo temporal y contingente de la naturaleza esencial de Dios, que es amor. Es por eso que, en Su ira, Él se acuerda de la misericordia (Hab 3:2). Una vez que Cristo haya sujetado a todos Sus enemigos y toda rodilla se haya doblado y cada lengua confesado a Jesucristo como Señor, ya no existirá más pecado y maldad en toda la nueva creación de Dios. De ese momento en adelante, ya no existirá un ambiente que ocasione su ira (Fil 2:10-11; 1Cor 15:28). Al otro lado del péndulo, aunque los cristianos Progresivos a menudo correctamente dicen que la ira de Dios es un atributo contingente de Su naturaleza esencial, que es amor, ellos a menudo presentan su amor como si fuera una especie de permisividad que afirme todo y que excluye todo enojo por el pecado o el castigo de los malhechores, como normalmente entendemos la palabra ira. Para lograr esto, tienen que ignorar el significado obvio de las palabras para la ira como aparecen en las Escrituras y procurar redefinir ira de una manera que excluya toda ira real de parte de Dios. La siguiente cita de Steve McVey ilustra esta tendencia. Él dijo lo siguiente: “Nosotros pensamos en la ira en un sentido humano de alguna clase de enojo retributivo que está siendo expresado contra alguien por un mal que ha cometido. Pero la palabra de ninguna manera significa eso cuando se trata de la ira de Dios. Una de las palabras para la ira en el idioma original de la Escritura es la palabra orge, y la palabra orge es la misma palabra de donde derivamos la palabra orgía u orgasmo. Y la palabra no tiene que significar enojo, la palabra también puede significar una pasión intensa. De hecho, la etimología de la palabra es que significa extender la mano para agarrarse a algo con la mano temblando – esa clase de intensidad. Así que, cuando hablamos de la ira de Dios, hay palabras que pueden ser traducidas como enojo, pero cuando hablamos de la ira de Dios, si tenemos la idea que Dios es una deidad punitiva y judicial, que está allí para castigarnos cuando hacemos algo malo, entonces cuando vemos la palabra ira, obviamente vamos a pensar que tiene referencia a algún tipo de enojo. Pero si tenemos en claro que Dios es amor puro, y así es Él, y que Dios es bueno, entonces cuando veamos palabra la ira, entenderemos que hay otra manera de ver la palabra. No se trata de cambiar las Escrituras, simplemente es ver la palabra en un sentido histórico donde vemos que no es enojo sino un amor apasionado por nosotros que haría cualquier cosa para ganar nuestro amor.” [2] Como otro autor Progresivo lo expresa: “Prefiero decir que Dios ama con tal intensidad que es ira para aquellos que luchan contra ella.” Así que, en vez de que Dios realmente esté indignado por nuestro pecado y rebeldía, ellos lo presentan como un padre todo-permisivo que sofoca a su adolescente indispuesto con besos y abrazos, en vez de mostrar enojo y administrar disciplina correctiva, como nosotros los padres que amamos a nuestros hijos normalmente haríamos. La etimología de una palabra, por sí sola, no es lo que determina su significado. En lugar de inventar una definición utilizando un derivado de una de las varias palabras utilizadas en las Escrituras para expresar la ira, uno necesita determinar el significado real de las palabras examinando los contextos en que son utilizadas. Aunque es innegable que la ira de Dios está arraigada en su amor, es muy obvio que no es algo comparable con el abrazo de un padre. Cuando Pablo dice que Jesús nos libra de la ira venidera, ¡debe ser obvio que no está diciendo que Él nos libra del abrazo del Padre! Al contrario a lo que afirma Steve McVey, el sentido histórico de orge no es un amor apasionado. El significado real de orge en la literatura secular de ese tiempo es explicado en el Léxico Kittle exhaustivo de 10 tomos. Kittle dice: “En la literatura secular orge toma el sentido del enojo como la expresión más sobresaliente de una pasión interior, (thumos). En la literatura del siguiente período orge llega a ser la característica y la actitud legítima de un gobernante que tiene que vengar a la injusticia. Orge tiene relación, no al veredicto, sino solamente a la condena. En virtud de esto, orge mismo adquirió el significado de castigo. Con excepción de la ira moral que protege contra el mal y que es llamado dikaia orge (justa indignación), orge en el griego llegó a significar un juicio predominantemente negativo.” [3] Por lo tanto, no es cierto que la palabra orge en la cultura de ese entonces expresaba un amor apasionado, no punitivo. Examinando los textos de las Escrituras donde la ira de Dios es mencionada, vemos que el significado es básicamente lo mismo como aparece en la literatura secular de aquel entonces. Los resultados de corto plazo de Su ira son claramente negativos, a menudo resultando en vidas siendo cortadas en Sus juicios (Ex 15:5; 22:24; Num 11:33; Deut 29:23-28; Isa 13:9; Ezek 21:31; Nah 1:2-3,5, etc.). Viendo que la ira de Dios en las Escrituras claramente resulta en acciones punitivas y a menudo aun en la muerte, los Progresivos rechazan aquellas Escrituras que presentan a Dios como claramente castigando a los inicuos en Su ira, diciendo que, en esas instancias los autores humanos proyectaron sus propias creencias erróneas de dioses paganos sobre Dios. Correctamente dicen que Jesús es el lente a través del cual tenemos que ver las Escrituras. Sin embargo, el Jesús que utilizan, es una versión editada del verdadero Jesús de la Biblia. Según ellos, cualquier descripción de Dios en las Escrituras que ellos determinan que no son como Cristo, o más específicamente, cualquier descripción que no presenta a Dios de manera pasiva y cruciforme, debe ser rechazada. Sin embargo, hay muchos problemas con tratar las Escrituras de esta manera. En primer lugar, Jesús Mismo dijo que las Escrituras son la palabra de Dios que vino por medio de los autores humanos y, por lo tanto, no pueden ser quebrantadas (Jn 10:35). Él dijo que la palabra de Dios como tal era verdad, y que ni una jota ni una tilde podría pasar de ella sin cumplirse (Jn 17:17, cf. Sal 119:160; Mateo 5:18). Adicionalmente, Pablo dijo de las Sagradas Escrituras que cada parte de ellas fue inspirada por Dios (2Tim 3:15-16). Considero este tema más a fondo en mi serie de 4 blogs sobre la infalibilidad de las Escrituras. En segundo lugar, Jesús Mismo es presentado en las Escrituras como viniendo por segunda vez en ira para ejecutar la justicia y liberar a Su pueblo: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apo 6:15-17) “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.” (Apo 19:15-16) Aquí en el libro de Apocalipsis, Cristo Mismo es presentado como ejecutando ira contra las naciones cuando Él vuelve otra vez para reinar. La referencia al “gran día de su ira” hace alusión al día escatológico de ira, o “el día del Señor” profetizado en numerosos textos del Antiguo Testamento: “He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. 10 Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor… Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira.” (Isa 13:9,13; cf. Zeph 1:14-18; Joel 3:12-16; etc.) ¿Cómo hacen los Progresivos para explicar estos pasajes que inequívocamente presentan a Cristo como actuando de una manera no cruciforme contra los inicuos entre las naciones cuando Él viene otra vez? Algunos simplemente intentan a eliminar el libro de Apocalipsis de la Biblia. Aquellos que aceptan a Apocalipsis como parte del canon de las Escrituras aplican un significado espiritual/alegórico, según su propia creencia. Los Preteristas intentan argumentar que estas referencias a la ira de Cristo tienen referencia a la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Sin embargo, el juicio de Su Segunda Venida descrito aquí es “contra las naciones” y “los reyes de la tierra,” no contra el pueblo de Israel. Cuando Cristo viene por segunda vez, será para liberar a Israel, no para destruirlo (Rom 11:25-29). Para mí, los Preteristas que niegan que la ira de Dios sea de alguna manera punitiva, y a la vez no tienen problema con decir que los judíos fueron sujetos a la ira punitiva de Dios en 70 d.C., son inconsistentes. Finalmente, Jesús afirmó los actos de juicio en ira en el Antiguo Testamento y Él advierte de la ira venidera. En Deuteronomio 29:23 dice que el Señor destruyó a Sodoma y Gomorra “en Su furor y en Su ira.” Jesús no solamente afirmó que Dios destruyó a Sodoma y Gomorra, sino que Él también comparó a Su Segunda Venida a la destrucción repentina de Sodoma en los días de Lot (Lucas 17:28-30). Y aunque vemos en Ezequiel 16:53-55 que Dios finalmente restaurará a aquellos que fueron destruidos en Sodoma, Jesús indicó que ellos todavía tendrían que rendir cuentas en el día del juicio. (Marcos 6:11). Por lo tanto, usando al Jesús de la Biblia como lente para ver a las Escrituras, no nos permite remover de las Escrituras los pasajes que hablan de la ira de Dios. De hecho, Jesús ni siquiera nos permite remover una jota ni una tilde de la Ley y de los Profetas (Mateo 5:17-18; Lucas 24:44). Pablo y la Ira de Dios A pesar del hecho de que Pablo es conocido como el Apóstol de la gracia, él tuvo más que decir acerca de la ira de Dios que cualquier otro autor del Nuevo Testamento. Él habló tanto de la ira de Dios contra toda maldad en el presente, como también la ira escatológica que está siendo guardada para el juicio en el “día de ira.” Ira en el Presente “Porque la ira de Dios se revela (tiempo presente) desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.” (Rom 1:18) “Pero si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto el Dios que expresa Su ira (orge)? Hablo en términos humanos. ¡De ningún modo! Pues de otra manera, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” (Rom 3:5-6 NBLH) Aunque Dios, en Su paciencia, está aplazando Su justo juicio contra los no arrepentidos, dándoles oportunidad para arrepentirse, Él está indignado con la maldad e injusticia cometida por ellos. El Salmo 7:11 dice, “Dios está airado contra el impío todos los días.” Pablo indica que, en cierta medida, la ira de Dios actualmente está siendo revelado contra los impíos. ¿En qué manera podemos decir que Dios está expresando Su ira en el presente? Podemos ver Su intervención a través de la historia, trayendo juicios contra los obstinadamente no arrepentidos. Algunos ejemplos notables son: el diluvio en los días de Noé y la destrucción de Sodoma y Gomorra. En el Nuevo Testamento vemos el juicio contra Ananías y Safira cuando cayeron muertos por haber mentido al Espíritu Santo y contra Herodes por aceptar la adoración de la multitud como si fuera un dios (Hch 5:1-11; 12:22-23). También podemos ver en la historia cómo los juicios de Dios han venido contra naciones que Lo han abandonado, practicando toda clase de maldad y persiguiendo a Su pueblo. El Salmista dijo: “Los impíos serán trasladados al Seol, y todas las naciones que se olvidan de Dios.” (Sal 9:17; cf. Isa 41:11-13). Lo mismo que sucedió al Imperio Romano y la Unión Soviética inevitablemente vendrá sobre los Estados Unidos, o cualquier otra nación, si se olvidan de Dios y persisten en practicar la maldad e injusticia. En un nivel individual, vemos que la ira de Dios es ejecutada indirectamente por medio de los gobernantes. Pablo explica: “Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar (εκδικος εις οργην, ‘ejecutar justicia en ira’) al que hace lo malo. 5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.” (Rom 13:3-5) Así que, vemos que la ira o castigo de Dios a menudo es ejecutada de manera indirecta por medio de sus servidores, las autoridades establecidas. También, la ira, en el sentido del castigo o consecuencias negativas, es experimentada en esta vida por aquellos que viven para satisfacer los deseos de la carne. Pablo habla de la ira de Dios en este sentido diciendo: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.” (Col 3:5-6) “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7 No seáis, pues, partícipes con ellos.” (Ef 5:5-7) Los comportamientos pecaminosos que Pablo menciona aquí tienen consecuencias negativas, no solamente en el futuro para los no arrepentidos, siendoles negada la entrada en el reino, sino también en el presente, afectando negativamente su bienestar espiritual, emocional y físico, a menudo incluso resultando en una muerte prematura. Dios no puede ser burlado; lo que siembra el hombre, eso también segará tarde o temprano (Gal 6:7-8) La Ira Venidera Pablo, después de decir que uno puede despreciar la bondad de Dios, ignorando que Su paciencia y bondad son para llevarnos al arrepentimiento, advierte a aquellos que obstinadamente se niegan a arrepentirse. Dice que se están acumulando ira para el día de la ira. Él dijo: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? 5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras.” (Rom 2:4-6) El día del Juicio del Gran Trono blanco se refiere aquí como el día de la ira, porque en ese día castigos justamente medidos serán determinados para los no arrepentidos. Aquellos cuyos nombres no se encuentran escritos en el libro de la vida en aquel día serán juzgados conforme a sus obras, recibiendo su parte en el Lago de Fuego, sufriendo daño de la segunda muerte (Apo 20:11-15; 2:11). Siempre necesitamos tener presente que aún Su ira es paternal y arraigada en Su naturaleza esencial que es amor. Siendo así, en Su ira Él se acuerda de la misericordia, y aún Sus juicios más severos en Su ira son correccionales en naturaleza, finalmente resultando en restauración. Esto se puede observar en Su trato con Su pueblo Israel en Su ira cuando persisten en sus malos caminos. Observe el lenguaje de fuego e ira que Dios utiliza contra Israel: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 18 Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos ellos son bronce y estaño y hierro y plomo en medio del horno; y en escorias de plata se convirtieron. 19 Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto todos vosotros os habéis convertido en escorias, por tanto, he aquí que yo os reuniré en medio de Jerusalén. 20 Como quien junta plata y bronce y hierro y plomo y estaño en medio del horno, para encender fuego en él para fundirlos, así os juntaré en mi furor y en mi ira, y os pondré allí, y os fundiré. 21 Yo os juntaré y soplaré sobre vosotros en el fuego de mi furor, y en medio de él seréis fundidos. 22 Como se funde la plata en medio del horno, así seréis fundidos en medio de él; y sabréis que yo Jehová habré derramado mi enojo sobre vosotros. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor.” (Ezeq 22:17-22,31) Aquí vemos que la ira de Dios contra Su amado Israel viene en forma de fuegos purificadores de aflicción. Dios se pone en contra de Su pueblo y los lanza en el fuego como plata, bronce o plomo. Pero el fuego del horno es para separar la escoria de sus vidas. El resultado final es que salen del horno puros y separados de la escoria o el pecado. Así como en el caso de un padre que ama a su hijo y por lo tanto lo disciplina, Su ira es en realidad Su amor actuando en contra del pecado en sus vidas. El resultado final es el fruto apacible de la justicia, como vemos con Israel más adelante en Capítulo 36 de Ezequiel: “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. 25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.” (Ezeq 36:24-26) El resultado final de la ira de Dios hacia Israel es que llegan a ser limpios de toda inmundicia y reciben un corazón nuevo. Lo mismo se puede decir de la aflicción de todos los hijos de los hombres que Él ha creado. Él no aflige, ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres. Lo que Él hace, lo hace solo para nuestro propio beneficio. Así que, podemos ver que la ira de Dios, correctamente entendida, se refiere al trato de Dios Padre con Sus hijos extraviados y rebeldes, y que de ninguna manera es incompatible con Su amor. Jesús nos libra de la Ira Venidera “y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.” (1Tes 1:10) “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1Tes 5:9) “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” (Rom 5:9) Cuando creemos en el evangelio de la salvación por la gracia, somos justificados o declarados justos ante Dios (Rom 5:1). Como santos en Cristo, ya no hay condenación (Rom 8:1). Habiendo sido ya justificados por fe en la redención de nuestros pecados en Cristo, hemos sido librados de una vez para siempre de la ira venidera (Heb 9:12). Eso no quiere decir que Dios no se enoje, relacionalmente hablando, cuando pecamos deliberadamente como Sus hijos. Pablo dijo que cuando no juzgamos el pecado en nuestras vidas, Dios tiene que intervenir con juicio, a veces hasta cortando la vida de uno antes del tiempo para que no sean condenados con el mundo (1Cor 11:30-32; 1Juan 5:16-17). Pablo advierte a cualquier creyente que vivia en el pecado sexual diciendo: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; 4 que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; 5 no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; 6 que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.” (1Tes 4:3-6) También, en Romanos 13:5-5, Pablo está advirtiendo a los creyentes, no los no creyentes, contra desobedecer a las autoridades cuando dice: “porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar (εκδικος εις οργην, ‘ejecutar justicia en ira’) al que hace lo malo. 5 Por lo cual es necesario estarle sujetos (ustedes), no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.” La Ley produce Ira “Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.” (Rom 4:15) Pablo dice que la Ley produce ira. Aquí orge es utilizado principalmente en el sentido del castigo, en vez de la emoción del enojo, así como la ira que experimentamos de las autoridades es la pena por la infracción y no tanto que las autoridades estén airadas contra el ofensor. Si no hay un letrero diciendo que hay límite de 25 millas por hora, uno no será penalizado por ir a 35 millas por hora. Pero, una vez establecida la ley, habrá pena y los infractores experimentarán la ira de la ley. Es lo mismo con la Ley que Dios les dio a los hijos de Israel. Una vez establecida la Ley, ellos comenzaron a experimentar la ira o la pena por haberla violado. Es significativo que nunca dice que Dios había mostrado ira hacia Su pueblo antes de Sinaí. Ni siquiera hay mención de la ira de Dios hasta llegar a Éxodo. Pero después de iniciar la Ley, hay referencia directa o indirecta a Su ira casi 500 veces, y más a menudo fue dirigida contra Su propio pueblo del pacto por haberlo quebrantado. Hay un contraste muy marcado entre el Antiguo Pacto de la Ley y el Nuevo Pacto de la gracia. Cuando la Ley fue inaugurada en Sinaí, 3.000 personas murieron en un día. En contraste, cuando el Nuevo Pacto fue inaugurado en el día del Pentecostés, 3.000 personas fueron salvas en un día. Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, hecho maldición por nosotros (Gal 3:10-14). Aunque Dios puede tener enojo por el pecado y rebeldía en la vida de Sus hijos, resultando en disciplina, como hijos nacidos de nuevo, hemos sido librados de la Ley con su resultante ira y condenación, y ahora servimos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra de la Ley (Rom 7:6; Gal 3:24-26). Conclusión En conclusión, creo que un entendimiento de la totalidad de la revelación de las Escrituras acerca de la ira de Dios sin prejuicios no da lugar, ni al extremo de la doctrina de la “eterna ira,” ni a redefinir la palabra ira, negando que implique indignación contra el mal y la injusticia de los impíos, diciendo que Su ira no es una ira punitiva, sino nada más una intensa emoción de amor. Aunque Dios nos ama con un amor que nunca deja de ser, y por lo tanto Él no guardará Su enojo para siempre, Su ira contra toda impiedad e injusticia de los impíos es real y trae consecuencias negativas. Entendiendo esto, creo que es una falta del amor decirle al pecador no arrepentido que la ira de Dios es simplemente Su amor apasionado por ellos. Aunque hay un elemento de verdad en eso, es un engaño, dado que no los advierte de que están atesorando para sí mismos ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios mientras continúan en su condición no arrepentida y que Él recompensará a cada uno conforme a sus obras (Rom 2:4-6). En vez de dar a los no arrepentidos una aseguranza falsa, necesitamos hablarles la verdad con amor para que se arrepientan. Como dijo Santiago, “el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Stg 5:20; cf. Lucas 3:7-9). [1] Martin Luther: The Bondage of the Will, pp. 226, 228-229. [2] Steve McVey, Love Unrelenting, youtube,1:05min. [3] Theological Dictionary of the New Testament. Copyright © 1972-1989 By Wm. B. Eerdmans Publishing Co., NT:370
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