por George Sidney Hurd
“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, para testimonio a su debido tiempo.” (1 Timoteo 2:3-6 RVG) Este pasaje dice claramente que Dios quiere la salvación de todos los hombres y con ese fin en mente, Jesucristo se entregó a sí mismo en rescate por todos. Esto encaja perfectamente con Universalismo Bíblico que afirma que al tiempo debido de Dios todos serán salvos. Pero para los tradicionalistas, que creen que la mayoría nunca serán salvos, es necesario cambiar el sentido obvio de este pasaje. Los arminianos y los calvinistas tienen formas muy distintas de explicar por qué este texto no significa lo que aparenta decir. Las Dos Opiniones Tradicionales Los Arminianos Los arminianos están de acuerdo con lo que dice el texto en el sentido de que Jesucristo pagó el rescate para toda la humanidad – que se dio a sí mismo en rescate por todos. Sin embargo, según ellos, la mayoría nunca serán salvos, debido a su creencia que la voluntad de Dios para el hombre es frustrada por el libre albedrío del hombre. Para mantener una similitud de soberanía para Dios, tienen que argumentar que la palabra “quiere” (thelo) en esta instancia no significa algo que Él logrará, sino que es nada más que un deseo o una aspiración. Barnes, en su comentario sobre 1Timoteo 2:4 es representativo de la explicación dada por los arminianos: “[el cual quiere que todos los hombres sean salvos] Eso es decir, que es de acuerdo con Su naturaleza, Sus sentimientos, Sus deseos. La palabra “quiere” no puede ser entendida aquí en sentido absoluto, denotando un credo como cuando quiso crear el mundo, porque si así fuera, entonces todos los hombres serían salvos. Pero la palabra es a menudo utilizada para denotar un deseo, una aspiración o a lo que está de acuerdo con la naturaleza de uno. Así que se puede decir que Dios “quiere” que Sus creaturas sean felices porque está de acuerdo con Su naturaleza, y porque ha hecho provisión abundante para su felicidad, aunque no es cierto que lo quiera en el sentido que ejerce Su poder absoluto para hacerles felices… Dios desea que todos los hombres sean salvos. Eso sería de acuerdo con Su naturaleza benévola. Ha hecho provisión amplia para su salvación. Él no utiliza medios positivos para impedirla, y si no son salvos será por su propia culpa. Para ejemplos de lugares en donde la palabra traducida “quiere” thelo, significa deseo o aspiración, vea Lucas 8:20; 23:8; Juan 16:19; Gál. 4. 20; Marcos 17:24; 1Cor. 7:7; 11:3; 14:5; Mateo 15:28.”[i] No es sin importancia notar que ninguno de los pasajes que él dio para mostrar que la palabra thelo a veces expresa simplemente un deseo o una aspiración, tiene referencia a la voluntad de Dios. La voluntad de los hombres puede ser frustrada por circunstancias fuera de su control. Por eso Santiago dice que nuestras determinaciones deben de ser condicionadas con “si Dios quiere…haremos” (thelo) (Stg. 4:13-15). Nosotros podemos tomar la determinación de hacer algo y no poder cumplirlo porque siempre depende de la voluntad determinativa de Dios. Santiago sigue diciendo “toda jactancia semejante es mala (16). Sin embargo, según arminianismo, lo que Dios quiere para nuestras vidas es subordinado a nuestro “libre albedrío”, de tal manera que invierten las palabras para decir “si el hombre quiere Dios hará” en vez de “si Dios quiere haremos”. Esta jactancia no es buena, dice Santiago. Eso es la esencia del humanismo, poniendo la voluntad del hombre por encima de la voluntad de Dios. Hay abundancia de Escrituras que claramente indican que la voluntad de Dios, a fin de cuentas, no puede ser frustrada por la voluntad del hombre: “Todo lo que Jehová quiere (thelo), lo hace, en los cielos y en la tierra.” (Salmo 135:6) En este pasaje la misma palabra thelo aparece en el LXX. Unos dicen que las otras palabras traducidas “querer” (boule, bouléo, boúlomai) expresan más fuertemente la idea de deliberación que thelo. [ii] Thelo, en cambio, enfatiza determinación. Marvin Vincent, comentando sobre thelo en 1Timoteo 2:4 dice: “Él quiere la salvación de todos. Thelo (quiere) indica un propósito determinativo.” [iii] Sea lo que sea, encontramos que ambas palabras son utilizadas para expresar la voluntad de Dios para nuestra salvación. Pedro utiliza la otra palabra boúlomai para expresar que Dios quiere (boúlomai) que todos nosotros sean salvos: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo (boúlomai) que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2Pedro 3:9) [iv] Aun tomando en cuenta cualquier distinción de significado entre thelo y boule, vemos en las Escrituras que ni Su boule ni Su thelo pueden ser frustrados por el hombre: “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado (bouléo).” (Isa 14:24) “que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero (bouléo); 11 que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré.” (Isa 46:10-11) Pero si aún queda duda que Él ejerce Su voluntad de una manera determinativa para la salvación de todo hombre, veamos lo que Él declara en Isaías 45: “Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. 22 Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. 23 Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. 24 Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados.” (Isa 45:21-24) Aquí vemos que no es simplemente un deseo pasivo o una aspiración de Dios que todos sean salvos sino que Él mismo ha jurado que todos serán salvos; que todos doblarán la rodilla ante Él y toda lengua jurará lealtad a Él. Esto contradice lo que Barnes y los demás arminianos afirman cuando dijo: “La palabra ‘quiere’ no puede ser entendida aquí en sentido absoluto, denotando un credo…” Y, ¿por qué insisten tanto que no puede ser entendida así? Simplemente porque ellos, iguales que los calvinistas, creen que la mayoría se pierde eternamente. ¿Por qué razón dice Barnes que no puede ser así? Él explica su razonamiento: “porque si así fuera, entonces todos los hombres serían salvos”. Pero la salvación de todos es precisamente lo que afirma Pablo en 1 Timoteo. Después de decir en 2:4 que Dios quiere que todos sean salvos y que Cristo se dio a sí mismo en rescate por todos; en 4:10 dice, “que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.” Según Pablo, Cristo se dio a sí mismo en rescate por todos y Su misión no será frustrada por el libre albedrío del hombre. Aun los que no han creído todavía creerán y serán salvos en su debido tiempo. Los que creen en la salvación universal pueden entender estos pasajes en su sentido obvio. Cuando la presuposición es castigo eterno, combinado con la exaltación del libre albedrío del hombre a un lugar por encima del libre albedrío de Dios que desea nuestra salvación, hay que cambiar el sentido obvio de muchos versículos para mantener su tradición. Eso no es decir que Dios no permite que el hombre tome decisiones independientemente de Él. Dios nos permite tomar nuestras propias decisiones para que podamos aprender de nuestros errores. Lo que significan estos textos es que Dios tiene la última palabra. Todo lo que Dios quiere lo hace, no solo en los cielos sino también en la tierra y lo que Él quiere es la salvación eventual de todos y la restauración de todas las cosas, y así será. Dios, como Creador y Padre de todos, permite que hagamos nuestra voluntad dentro de ciertos parámetros, igual como cualquier padre que quiere que su hijo madure y aprenda a tomar decisiones sabias. Pero, ¿Qué diríamos de un padre que nunca interviene aun cuando las decisiones de su hijo pueden causar daño irreparable o muerte? El amor promueve el ejercicio del libre albedrío en nuestros hijos para el desarrollo de su personalidad, pero a la vez, ejercemos influencia para guiarlos, y si es necesario, negamos el ejercicio de su libre albedrío en ciertas circunstancias hasta que maduren o entren en la razón. Ningún buen padre dejaría a su hijo a la deriva para ejercer su voluntad sin intervención paternal cuando sea necesario. Eso sería negligencia e indiferencia. Y mucho menos podría un padre dejar que su hijo se suicidara sin intervención. ¿Cómo podríamos atribuir a nuestro Dios Padre algo mucho peor de lo que haría un padre terrenal? Barnes, como citado arriba, obviamente sin intención, presenta a Dios como si fuera el peor, más indiferente y negligente padre de todos. Él dijo refiriendo a la salvación del hombre: “Ha hecho provisión amplia para su salvación. Él no utiliza medios positivos para impedirla, y si no son salvos será por su propia culpa.” [v] Esto es un buen ejemplo de cómo la doctrina tradicional del castigo eterno puede endurecer nuestro corazón. La actitud de Dios como presentado aquí por Barnes es como si un padre fuera a decir de su hijo: “Bueno, lo he hecho provisión de todo lo que necesita para vivir feliz. Yo no le voy a amarrar a los rieles del tren, pero si decide suicidarse, será su propia culpa.” Sin embargo, lo que ellos atribuyen a Dios es aún peor que esta ilustración. Ellos entonan himnos afirmando que Su misericordia es para siempre, pero enseñan a la vez que, si no aceptan Su provisión de vida a tiempo, Él mismo los lanzará a Su eterno lago de fuego sin esperanzas de ser liberados jamás. Según ellos, Dios tiene tanto respeto al libre albedrío del hombre que no interviene para prevenir que pasara la eternidad en el infierno, a pesar de que él esté fuera de sí y cegado por el pecado. Sin embargo, en el juicio, cuando vuelve en sí y al fin doble la rodilla ante Él, confesándolo como Señor, será lanzado al lago de fuego, sin misericordia y contra su libre albedrío por toda la eternidad. Continuando con el ejemplo del padre e hijo, sería como si el padre, al ver que su hijo no expresara su gratitud aceptando su provisión dentro de un plazo de tiempo, fuera a amarrarlo de rodillas a los rieles del tren, sin tener misericordia a su confesión que había actuado vergonzosamente, y sin prestar oído a sus súplicas y promesas que seguiría sus consejos dado otra oportunidad, hasta que el tren lo atropellara. Claro que esta ilustración queda corta porque el tren pasa, pero, según ellos, el infierno nunca termina. Esta parábola es muy distinta a la del padre del hijo pródigo relatado por Jesús, pero, sin embargo, es descriptiva de la actitud del Padre de los arminianos hacia su hijo mal agradecido, aun sabiendo que está fuera de sí en la tierra lejana. Yo sé que dirían que el Padre es así de misericordioso mientras que el hijo esté con vida, pero, ¿será que se acaba el amor y la misericordia del Padre hacia su hijo con el último latido de su corazón, o son eternos tal y como dice la Biblia? Los Calvinistas Los calvinistas, en contraste con los arminianos, de acuerdo con las Escrituras que hemos visto, reconocen que la soberanía de Dios no puede ser frustrado por el libre albedrío de los hombres. Un calvinista, John Gill, dice lo siguiente sobre 1Timoteo 2:4: “La salvación que Dios quiere que todos los hombres disfruten, no es una simple posibilidad de salvación, o simplemente poniéndoles en un estado salvable; o una oferta de salvación a ellos…sino una salvación real, seguro, y actual, que Él ha determinado que la tengan…así que la voluntad de Dios que todos sean salvos no es una voluntad condicional, o lo que depende de la voluntad del hombre, ni algo que tiene que ser hecho por él…sino que es una voluntad absoluta e incondicional respecto a su salvación y que la obtiene infaliblemente…. nunca puede ser frustrado por resistencia, sino que siempre se logra…. La voluntad de Dios soberano e infalible; tiene el dominio gobernante e influencia sobre la salvación de los hombres.” [vi] Hasta aquí da la impresión de que Gill está llevándonos a una conclusión universalista, que Dios quiere que todos sean salvos y que nada ni nadie puede frustrar esa voluntad. Pero, como ellos no creen que Dios quiere salvar a todos, tienen que argumentar que todos aquí no significa “todos”. Después de declarar que todos los hombres serán salvos, el aclara que todos los hombres, no significa “todos los hombres”: “Ninguno es salvo, a excepción de los que Él quiere salvar: Así que, ‘todos los hombres’…no puede significar todo individuo de la humanidad, dado que no es Su voluntad que todos los hombres, en un sentido universal, sean salvos, a menos que haya dos voluntades contrarias en Dios; porque hay algunos que fueron predestinados por Él a la condenación, y son vasos de ira preparados para destrucción; y es Su voluntad, para algunos, que crean una mentira, para que todos ellos sean condenados. Ni es un hecho que todos son salvos, como sería el caso, si fuera Su voluntad para ellos; porque, ¿Quién ha resistido Su voluntad? Pero hay un mundo de hombres impíos que serán condenados, e irán al castigo eterno.” [vii] Aquí vemos una representación de la posición calvinista que dice que Dios consigue todo lo que quiere, pero simplemente no quiere que todos sean salvos. Al contrario, unos (la mayoría según ellos), fueron predestinados por Dios a un infierno eterno y Él quiere que ellos crean la mentira, para que sean condenados. A mí no me suena como el mismo evangelio de gran gozo para todo el pueblo que el ángel anunció a los pastores (Lucas 2:10). A raíz de esta posición tienen que argumentar que “todos los hombres” no refiere a todos sin excepción sino a todos sin distinción - unos pocos de cada nación, raza, estrato social y sexo. Sin embargo, ellos dicen que “todos los hombres” refiere a todos sin excepción cuando Pablo dice que la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron (Rom. 5:12). Pero, ¿Cómo podemos decir que Cristo ganó una victoria mucho mayor que la derrota de Adán, si en Adán todos, sin excepción, se perdieron pero en Cristo sólo “todos sin distinción” son salvos? (Rom. 5:15,17). Para ilustrar lo ilógico de esta explicación para limitar el alcance universal de “todos”, diciendo que no significa “todos sin excepción” sino “todos sin distinción”, vamos a imaginar que una embajada con tres mil personas adentro fuera tomada por terroristas y ninguna, sin excepción alguna, logró escapar. Entonces las fuerzas especiales entraron para rescatarlas. Después de unos enfrentamientos fuertes adentro, lograron salir con treinta sobrevivientes de los tres mil rehenes mientras los demás murieron en el cruce del fuego ¿Qué reacción tendrían los familiares de las víctimas y el resto del público si fueran informados que había una victoria total - que habían logrado salvar a todos sin distinción? ¿Sería posible considerar esto una victoria total solo porque había unos de cada nación, sexo y edad representados entre los treinta sobrevivientes? Tales distinciones nos llevan a atribuir cosas a Dios que serían inaceptables y absurdas aún para los hombres. El Denominador Común entre Arminianos y Calvinistas Hay un denominador común que, a pesar de sus grandes diferencias, une a los arminianos y calvinistas contra los universalistas. No es que los universalistas no creen en el mismo evangelio. Los universalistas bíblicos, iguales que ellos, creen que la salvación sólo viene a través de Cristo y Su obra en la cruz. También creen en la inspiración y autoridad de las Escrituras. ¿Cuál es la presuposición que los dos campos tienen en común en contra de los universalistas? Ambos campos dan por hecho que no todos serán salvos. Gill dice que “todo” no puede significar todo, “dado que no es Su voluntad que todos los hombres, en un sentido universal, sean salvos.” Barnes en cambio dice que “quiere” no puede significar querer en un sentido determinativo, “porque si así fuera, entonces todos los hombres serían salvos.” El punto de referencia de ambos es la presuposición de que no todos serán salvos. Ambos por su doctrina tradicional de castigo eterno para la mayoría, tienen que argumentar que el texto no está diciendo lo que aparenta decir; que Dios ha hecho provisión para la salvación de todos y ha determinado que todos serán salvos. Los arminianos evitan decir que todos serán salvos subordinando la soberanía de Dios al libre albedrío del hombre y el calvinista evita decir que todos serán salvos diciendo que todo no significa “todo”. En cambio, el universalista no tiene que limitar ni la soberanía de Dios ni el alcance de “todos”. Dios ha jurado por sí mismo que ante Él toda rodilla se doblará y que toda lengua lo confesará como Señor bajo juramento. Y eso incluye todos los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra (Isa. 45:21-22; Fil 2:10-11). La tendencia entre los arminianos es limitar la soberanía de Dios para proteger el libre albedrío del hombre. Los calvinistas, en cambio, tienden a minimizar o hasta negar el libre albedrío del hombre para proteger la soberanía de Dios. Es cierto que hay muchas limitaciones a lo que llamamos libre albedrío. Ninguno pudimos escoger el ambiente en que nacimos. No escogimos nacer con la tendencia a pecar. No escogimos nuestros padres. No escogimos entre nacer en un hogar cristiano, ateo, o musulmán. No pudimos decidir entre nacer en Estados Unidos o Irán y muchos no son libres de cambiar de nacionalidad o estrato social aun si quisieran hacerlo. Todas estas cosas y muchas más pueden limitar o impedir nuestro “libre albedrío”. Es más probable que uno criado en un hogar cristiano reciba a Cristo con su “libre albedrío”, que una indígena en el corazón de la selva amazónica que nunca ha visto la civilización, mucho menos oído hablar de Jesús. El “libre albedrío” de un individuo viviendo en medio de un gran avivamiento sería más dado a recibir a Cristo que un pobre campesino sin letra de la Época Oscura bajo el yugo del cristianismo de ese tiempo. Si el destino eterno de cada persona dependiera de una decisión para Cristo con su limitado “libre albedrío” en el breve tiempo de su vida, entonces habría mucha inequidad que sería muy difícil reconciliar con el amor y justicia de Dios. Pero si entendemos que Cristo es el Salvador de todos los hombres sin excepción, aún de los que no han creído todavía (1Ti. 4:10), entonces podemos confiar que Dios, en su tiempo, traerá justicia, gracia y misericordia a todos. Creo que lo que encontramos en las Escrituras es que la soberanía de Dios siempre es absoluta. Su consejo permanecerá y Él hará todo lo que quiere. Él quiere que todos sean salvos. Además, la victoria de Cristo en la cruz reconcilió todo el mundo consigo mismo y procuró la salvación de todos. Sin embargo, ninguno se beneficia de esa salvación contra su voluntad. Dios nos reconcilió consigo mismo en Cristo, pero no disfrutamos de esa reconciliación hasta ser reconciliados con Dios en nuestras mentes (2Cor. 5:19-20; Col. 1:21). Cristo es el Salvador del mundo entero, pero no experimentamos esta salvación hasta poner nuestra fe en el Salvador. El problema con la posición tradicional es que la única oportunidad que Dios da es en esta vida y obviamente no todos son reconciliados con Dios, aceptando Su salvación en esta vida. De hecho, la mayoría ni siquiera oyó las buenas nuevas de salvación en su vida. La polémica entre la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre no existe con los universalistas. El debate entre los arminianos y los calvinistas está arraigado en la presuposición tradicional que dice que uno tiene que ser salvo dentro del nanosegundo de nuestra existencia terrenal. Como es obvio que no todos son salvos en esta vida, tienen que explicar por qué. Los calvinistas echan la culpa a Dios diciendo que Él no quiere salvar a todos y los arminianos culpan al libre albedrío del hombre. En cambio, el universalista puede decir con las Escrituras que Dios quiere que todos vuelvan a Él y sean salvos y que por Sí mismo ha jurado, que tarde o temprano, toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor, jurándole lealtad a Él con su propio “libre albedrío” (Isa. 45:21-24; Fil. 2:10-11). Dios no tiene que violar nuestro libre albedrío para hacer que volvamos a Él. Su paciencia y poder de influencia son infinitos y Él es capaz de hacer que doblemos la rodilla ante Él confesándole como Señor voluntariamente con nuestro libre albedrío en vez de enviarnos a un infierno eterno contra nuestro libre albedrío tan pronto deje de latir nuestros corazones. Dios obrando en nosotros, dándonos tanto el querer como el hacer de Su buena voluntad es lo que va a lograr que, a fin de cuentas, todos se sujeten voluntariamente a Él. “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre…. 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil 2:10,11;13) Fue Dios obrando en la vida y circunstancias de Jonás en el gran pez y en Pablo en el camino a Damasco que logró que quisieran hacer Su buena voluntad. Dios cambió su voluntad para alinearla a la de Él, y no esperó que escogieran hacerlo solos – algo que nunca hubieran hecho. Nunca hubieran escogido la buena voluntad de Dios por su libre albedrío hasta que Dios produjo el querer en ellos. Y lo mismo es el caso con usted y yo y cada persona que haya doblado la rodilla y confesado a Jesucristo como Señor (Rom. 3:11-12). Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo (1Cor 12:3). Dios consigue lo que Él quiere y Él quiere que todos sean salvos, y así será como y cuando Él lo ha determinado. [i] Barnes Notes, Commentary on 1Timoteo 2. [ii] Vines Expository Dictionary of the New Testament on boúlomai. [iii] Marvin Vincent, Vincent´s Word Studies of the New Testament on 1Timoteo 2:4. [iv] En este pasaje vemos que la voluntad determinativa será cumplida en cuanto a la salvación de Sus elegidos, la Iglesia de las primicias, antes de comenzar el Día del Señor en Su Segunda Venida. Las palabras “amados” y “nosotros” en el contexto indican que aquí él está refiriendo específicamente a los elegidos y no al resto del mundo que creerán a través del testimonio de nosotros en los venideros tiempos de la restauración de todos. El Señor no regresará hasta que haya entrado “la plenitud de los gentiles” a la Iglesia y la cosecha de nosotros, las primicias, haya terminado. [v] Barnes Notes, Commentary on 1Timoteo 2. [vi] John Gill, New John Gill Exposition of the Entire Bible. Commentary on 1Timothy 2:4 [vii] Ibid
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