por George Sidney Hurd
Aunque las objeciones a la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo son muchas, he observado que la mayoría de ellos son emocionalmente cargadas y sin sustancia. En vez de presentar lo que los que afirman la Expiación Sustitutiva Penal realmente afirman, ofreciendo contraargumentos escriturales, a menudo ellos recurren a distorsiones intencionales para envilecer la doctrina. Por ejemplo, repetidas veces, Gregory Boyd refiere al sacrificio vicario de Cristo por la humanidad como “el mito de la violencia redentora.” [1] Steve Chalk, quien fue el primero en caricaturizar el Padre como entregando a Su Hijo por nosotros como “abuso infantil cósmico,” dice: “Si la Expiación Sustitutiva Penal es cierto, entonces Dios es un esclavo de Su propia ira, indispuesto o incapaz de perdonar a aquellos que lo hayan ofendido o malentendido sin primero vengarse, sacando Su trozo de carne.” [2] Kay Fairchild describe la sustitución penal diciendo: “Es como el Padre da una paliza al hermano mayor para sacarte del atolladero.” [3] Igual como hacen muchos, Brian Zahnd compara la muerte vicaria de Cristo con los sacrificios paganos diciendo: “Particularmente abominables son esas teorías que presentan a Dios como poseyendo los mismos atributos quisquillosos de las deidades primitivas paganos que solamente pueden ser aplacados con el bárbare del sacrificio de niños.” [4] En contraste con aquellos que recurren a semejantes caricaturas ofensivas, los eruditos Conservadores de la Biblia como William Lane Craig, J.I. Packer, John Stott y Andrew Sach, todos presentan las doctrinas heterodoxas de los oponentes de una manera clara y profesional, ofreciendo refutaciones razonables y escriturales. Sin embargo, leyendo los escritos de los opositores de la Expiación Penal de Cristo, difícilmente encontramos algo que se eleva más allá del nivel de tergiversaciones sesgadas y comentarios despectivos acerca de los que estén en desacuerdo con ellos sobre el tema. Por ejemplo, David Bentley Hart, de manera semejante al ateo Richard Dawkins, dice que ningún buen erudito del Nuevo Testamento cree en la Expiación Sustitutiva Penal. [5] En realidad es todo lo contrario. Algunos de los más destacados eruditos del Nuevo Testamento como Dr. Daniel Wallace de Dallas, Bruce Metzger de Princeton and F.F. Bruce de Cambridge, han creído en la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo. Poniendo al lado todas estas distorsiones y caricaturas, hay unas dudas sinceras que necesitan respuestas. Aquí vamos a estar considerando siete objeciones a la Expiación Sustitutiva Penal que merecen una respuesta razonable y escritural. 1. ¿Por qué Dios no puede simplemente perdonar como Él nos manda hacer? Esta es quizás la objeción más común contra la Expiación Sustitutiva Penal. Si somos mandados a perdonar sin condiciones (Mt 5:38-48), por qué Dios no puede simplemente perdonar sin la necesidad de que Cristo derramara Su sangre para la remisión de nuestros pecados? La respuesta yace en un entendimiento correcto de la naturaleza esencial de Dios y nuestra relación con Él como el Creador y Juez de todos (Sal 75:7; 94:1-2). En cuanto a la naturaleza de Dios, uno de Sus atributos esenciales es la justicia. Dios no simplemente juzga según la justicia, la justicia es un atributo esencial e inmutable de Su misma naturaleza, igual como la verdad (Deut 32:4). Así como es imposible que Dios miente (Heb 6:18), de la misma manera es imposible que Él actúe contrario a la justicia frente al mal y la injusticia. “Justicia y juicio son el cimiento de su trono” (Sal 97:2). Siendo esto el caso, se dice de Él que “de ningún modo tendrá por inocente al culpable” (Num 14:18). Pasar por alto la justicia no simplemente sería un abandono del deber, como sería el caso con un juez humano – sería en contra de Su misma naturaleza. Por esta razón, en vez de que Juan simplemente dijera: “Dios nos amó y nos perdonó nuestros pecados,” él dijo que “él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1Juan 4:10-11). Si Dios, como el Juez de todos, fuera nada más perdonar a los culpables, eso sería una subversión de juicio y una perversión de la justicia (Job 8:3). Es solamente a través del sacrificio expiatorio de Cristo que Dios puede permanecer justo y a la vez justificar a aquellos que Él tanto ama (Rom 3:24-26). Teorías de la expiación que excluyan la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo harían que Su amor sea injusto y Su justicia sin amor. Puede que algunos todavía pregunten: “Pero, ¿no dice la Escritura que debemos de perdonar así como Dios perdona?” Sí. Sin embargo, ese mismo mandato deja en claro que Dios no simplemente nos perdonó aparte del sacrificio vicario de Cristo. Pablo dice: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo… Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Ef 4:32,5:2). Dios no simplemente perdonó, tuvo que pagar un gran precio. Nosotros tenemos perdón solamente porque Dios en Cristo sufrió la justa pena debido a nosotros por nuestros pecados para que Él pudiera perdonarnos sin violar Su justicia. Es en Cristo que tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados (Col 1:14). Sin derramamiento de sangre no puede haber remisión de pecados (Heb 9:22). Pablo refiere al sacrificio de Cristo como el cumplimiento pleno de la ofrenda levítico expiatorio que fue ofrecida a Dios en olor fragante (Ex 29:14-18). La única justificación adecuada para que Dios enviara a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados es que Él no puede simplemente tratar el culpable como si fuera inocente. Su justicia requería un sacrificio vicario propiciatorio para poder ser justo al perdonar nuestros pecados. 2. ¿cómo puede haber perdón si uno tiene que pagar por la ofensa? Los opositores a la Expiación Sustitutiva Penal argumentan que, si alguien tiene que pagar, entonces ya no es perdón. Sin embargo, otra vez, esto es una falta de distinguir entre el perdón humano relacional, y el perdón divino extendido por el Juez justo de todos. El perdón divino no es simplemente perdón, sino una absolución judicial. Y es más que una absolución, es justificación. Justificación es la declaración que uno es justo como si jamás hubiera pecado. Y esa justificación no es arbitraria. Cristo de hecho llevó en Sí Mismo la justa pena debida a nosotros por nuestros pecados para que pudiéramos llegar a ser la justicia de Dios en Él, aceptos en el Amado (1Pedro 3:18; 2Cor 5:21; Ef 1:6). En realidad, no hay tal cosa como perdón sin precio. Si fueras a perdonar un conductor ebrio por haber entrado en tu carril, matando a su esposa e hijos, perdonarlo sería a un gran precio para ti. Y, a pesar de haberlo perdonado, eso no habría absuelto el juez de su obligación a ejecutar la justicia. Aun en las cortes humanas, la justicia hay que llevar a cabo. Pero Dios en Su infinita sabiduría y amor por nosotros hizo provisión para poder justamente justificar al impío. El Dios Trino y Juez justo de todos tomó carne en la persona del Hijo, y como nuestro sustituto y cabeza representativa, llevó en Su propio cuerpo la justa pena debida a nosotros por nuestros pecados, para que Dios pudiera perdonarnos (justificarnos) en Cristo (Rom 8:1). Sin embargo, no hay posibilidad de perdón o justificación fuera de Cristo (Jn 3:18). No hay amor más grande de lo que fue demostrado en la cruz donde Dios el Hijo llevó en Sí la pena debida a nosotros para poder justificarnos justamente. Pero este perdón solamente es posible en Cristo nuestro sustituto. No hay perdón divino fuera de Cristo (Hch 4:12; 13:38-39; Ef 1:6-7). 3. ¿No es injusto transferir la culpa a una persona inocente? Lo que vemos en las Escrituras es que, no solamente nuestra culpa le fue transferido a Cristo, el justo por los injustos (1Pedro 3:18), sino que Su propia justicia nos fue imputada a nosotros. Pablo dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2Cor 5:21). A pesar de esto, los oponentes de la Expiación Sustitutiva Penal argumentan que no existe ninguna circunstancia donde la justicia puede ser satisfecho castigando un inocente en lugar del culpable. Aunque este argumento pueda aparentar ser convincente basándose únicamente en la razón común, tomando en cuenta todo lo que las Escrituras nos revelan acerca de la naturaleza del sacrificio vicario de Cristo, podemos comenzar a comprender tanto el poder de Dios, como Su sabiduría en cumplir toda justicia por medio de la cruz (1Cor 1:20-25). 1) Dios Mismo llevó nuestra culpa en la persona del Hijo. Aunque sería injusto si un juez fuera castigar a un tercero inocente por la culpa colectiva de la humanidad, esa analogía se queda corta, considerando que fue el mismo Juez divino quien llevó nuestra culpa. Cristo no era un tercero, sino Dios Mismo en la persona del Hijo. Si Dios hubiera enviado un ser creado a llevar nuestros pecados en la cruz, como creen los Unitarios, eso claramente habría sido injusto, sin mencionar ineficaz. Pero Él era el Hijo de Dios encarnado. Aunque muchos opositores de la Expiación Sustitutiva Penal afirman la deidad de Cristo, en realidad terminan dividiendo la Trinidad cuando recurren a caricaturas negativas como “abuso cósmico infantil,” o “el Padre dando paliza al Hermano mayor.” Dios jamás ha sido divido. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo en la cruz (2Cor 5:19). 2) Él sufrió la pena por nosotros como nosotros. Lo que muchos opositores de la Expiación Sustitutiva Penal pasan por alto es el hecho de que el Hijo de Dios se hizo carne para poder calificarse como la cabeza corporativa representativa de la raza caída de Adán. Para que Dios pudiera llevar los pecados de la humanidad y sufrir la pena de la muerte en nuestro lugar, fue necesario que Él tomara sobre Sí nuestra naturaleza humana (Heb 2:14-15; 10:5,10; Rom 8:3). Bajo nuestra cabeza Adán, su solitario acto de desobediencia resultó en la condenación de todos los hombres. Ahora, bajo nuestra nueva cabeza Cristo, el Último Adán, Su solitario acto de obediencia, sufriendo hasta la muerte, trajo justificación y vida a todos los hombres (Rom 5:18-19; 1Cor 15:22). Aunque Él era inocente y sin pecado, Él, de manera vicaria, legalmente tomó sobre Sí la culpa por nuestras transgresiones (2Cor 5:21; 1Pedro 2:24; Mt 20:28). Como nuestro sustituto y cabeza representativa, Dios pudo cargar en Él el pecado de todos nosotros (Isa 53:6). Algunos tienen dificultad con el concepto de una persona inocente teniendo la culpa de otros imputados a ella, haciéndola legalmente responsables por los crímenes de otros. Sin embargo, hay algunos factores que, para mí, hace razonable el sacrificio vicario de Cristo. En primer lugar, siendo nuestro Dios y Creador, Él fue capaz de llevar nuestra pena y salvar a Su pueblo de sus pecados (Mt 1:21). En segundo lugar, Él no fue obligado, sino que voluntariamente se ofreció a Sí Mismo y murió para nuestra justificación (Jn 10:17-18). Él hubiera podido librarse del sufrimiento y muerte en un instante si hubiera querido (Mt 26:53), pero por el gozo puesto delante de Él, Él sufrió la cruz (Heb 12:2). En nuestros sistemas judiciales humanos, existe tal cosa como responsabilidad vicaria. William Lane Craig desarrolla este tema en su libro Atonement and the Death of Christ. Sin embargo, la responsabilidad vicaria de Cristo va mucho más allá de los ejemplos seculares de la responsabilidad vicaria donde la cabeza representativa de una corporación, por ejemplo, es legalmente responsable por las acciones de los que están bajo él, porque Cristo voluntariamente asumió la responsabilidad legal por nuestros pecados. Otro ejemplo de responsabilidad vicaria es cuando los padres de un menor son legalmente responsables por las acciones de su hijo, aunque ellos mismos son inocentes. Estoy familiarizado con esto porque más de una vez en mi adolescencia mis padres fueron determinados responsables por mis acciones. Era un delincuente rebelde y más de una vez mis padres se encontraron legalmente responsables por crímenes que yo había cometido, aunque ellos mismos eran totalmente inocentes y no aprobaban de mi conducta. Una vez cuando tenía 15 años, forcé entrada en un bar para robar el licor. Una caja para puros lleno de dinero cayó detrás de la nevera y cuando la moví para alcanzar el dinero rompí un tubo, inundando todo el salón. Mis padres eran inocentes de mi delito, dado que estaban durmiendo y ni sabían que me había escapado de la casa. Sin embargo, el juez los declaró legalmente responsables por los daños que yo había ocasionado. Aunque la analogía queda corta, si un padre puede ser declarado legalmente responsable contra su voluntad según nuestro sistema judicial, ¿cómo podemos negar que el Hijo de Dios, siendo nuestro Creador y Señor, pudiera justamente asumir responsabilidad vicaria por amor a nosotros? 3) La pena de la muerte que Él sufrió fue nuestra muerte. A través de nuestra unión con Cristo como nuestra cabeza representativa, la pena de la muerte que Él sufrió fue la muerte debida a nosotros, y Su resurrección llegó a ser nuestra resurrección a nueva vida en Él. En Romanos 5, Pablo nos muestra que la raza toda en Adán fue recapitulada en Cristo, el último Adán. Como en Adán la muerte pasó a todos, así también en Cristo todos serán vivificados (Rom 5:17; 1Cor 15:22). Basada en esta representación de Cristo como nuestra cabeza, Pablo explica en Romanos 6 que cuando fuimos unidos con Cristo, nuestra cabeza, morimos con Él al pecado (Rom 6:3-4). Entonces, después en Romanos 6:7 Pablo dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado (δικαιόω) del pecado.” Nuestra unión con Cristo es tal que cuando Él murió pagando por nuestros pecados, nosotros morimos con Él. Habiendo muertos con Él, somos justificados o absueltos del pecado. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Rom 8:1). Aunque esta unión mística y vital con Cristo nuestra cabeza representativa trasciende la lógica, los que hemos recibido la justificación y la nueva vida en Cristo sabemos que es una realidad, y nos gozamos en ella en vez de cuestionarla. Para los judíos que procuran la justicia que viene por la ley, esto es tropezadero, y para los sabios de este siglo es locura, pero para los que somos salvos, es sabiduría de Dios y poder de Dios (1Cor 1:18-25). 4. ¿Cómo puede el sufrimiento de una sola persona expiar por los pecados de todo el mundo? Realmente, creo que esta pregunta tiene su propia respuesta expresada con las palabras correctas. Mientras no sería posible que un hombre haga expiación por la totalidad de los pecados del mundo, y ni siquiera por los pecados de un solo hombre (Sal 49:7-8,15), tenemos que tener presente que fue Dios el Hijo en forma de un hombre que entregó Su vida en propiciación por los pecados del mundo, y no un mero hombre. Como Pablo dice, fuimos redimidos por la sangre de Dios (Hch 20:28). Siendo la sangre de Dios el Hijo, era de un valor infinito. Adicionalmente, como yo lo entiendo, Cristo no necesitaba sufrir la pena acumulada por todos los pecados cometidos en la historia para expiar por nuestros pecados. Así como fue un acto de desobediencia que trajo la condenación y muerte a todos, en ves de Adán literalmente cometiendo todos pecados cumulativos de la humanidad, de la misma manera, fue un acto de obediencia hasta la muerte como nuestra cabeza representativa que trae la justificación y vida a todos, en vez de que Él tuviera que recibir el castigo cumulativo por cada acto de desobediencia cometido por la humanidad a través de toda la historia (Rom 5:18-19). Esta objeción es más difícil para los que creen en el castigo eterno, dado que ellos normalmente dicen que la pena por un solo pecado contra el Dios infinita en santidad sería infinita en duración. Sin embargo, vemos en las Escrituras que la retribución de Dios es justa y medida según la obra de cada uno, en vez de ser eterna o infinita (Apo 20:13; 21:8). Así que, esto no es una objeción válida para los que creen en una restauración universal. 5. ¿No divida la Trinidad la Expiación Sustitutiva Penal? Igual como hacen muchos de los oponentes de la Expiación Sustitutiva Penal, Brian Zahnd argumenta que la Expiación Sustitutiva Penal divida la Trinidad, poniendo el Padre contra el Hijo para ventilar Su furor divino. [6] Sin embargo, siendo un erudito de la teología, él debe saber que ningún creyente en la Expiación Sustitutiva Penal entiende el sacrificio sustitutivo de Cristo como consistiendo en el Padre ventilando Su furor contra el Hijo. Nuestra salvación fue un esfuerzo Trino. Dios el Padre estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo, y fue por el Espíritu que Cristo se ofreció a Sí Mismo a Dios el Padre (2Cor 5:19; Heb 9:14). La única separación entre el Padre y el Hijo fue una separación percibida mientras que Cristo en Su humanidad sintió el peso de los pecados del mundo sobre Él (Sal 22:1 c.f. v. 24). Los Reformadores como Calvin refería a esto como “la pérdida de la visión beatífica” en vez de una separación real, dado que cualquier separación entre las personas de la Trinidad hubiera sido imposible. Adicionalmente, en ninguna parte de las Escrituras vemos el Padre con ira contra el Hijo, o castigando el Hijo. Al contrario, vemos que Cristo fue obediente al Padre hasta la muerte (Mt 26:42; Heb 10:7-9). Su sacrificio agradó al Padre (Ef 5:2; Fil 2:8-11). En vez de que el Padre castigara a Cristo, vemos que Cristo llevó en Sí el castigo debido a nosotros por nuestros pecados, quitándolos (1Pedro 2:24; Jn 1:29). Tampoco fue el Padre irado contra el Hijo. Más bien, habiendo hecho propiciación por nuestros pecados, Él nos libró de la ira venidera (Rom 5:9; 1Tes 1:10; Apo 6:16-17). 6. ¿No divida los atributos de Dios la Expiación Sustitutiva Penal? Algunos han dicho que la Expiación Sustitutiva Penal presenta los atributos de Dios como divididos, limitando Su amor por Su justicia. Sin embargo, en primer lugar, esto solo tendría aplicación al modelo tradicional de castigo eterno en que la mayoría de la humanidad jamás serán restauradas. Si Su justicia fuera exigir retribución eterna, en vez de corrección resultando en restauración, entonces uno podría argumentar que Su justicia es incompatible con Su amor. Sin embargo, vemos en las Escrituras que la corrección termina en restauración. En segundo lugar, los atributos del amor y misericordia de Dios jamás han estado en conflicto con Su justicia porque, desde la eternidad, el Cordero inmolado siempre ha sido una realidad ante Dios (Apo 13:8). Al final, la misericordia triunfa, porque la justicia y la misericordia se besaron en la cruz y Dios ha jurado por Sí Mismo que, en debido tiempo, todos los fines de la tierra lo mirarán a Él y serán salvos y cada rodilla se doblará y cada lengua confesará a Jesucristo como Señor (Sal 85:10; Stg 2:13; Isa 45:22-24; Fil 2:10-11). Su amor y Su justicia jamás han estado en conflicto, dado que Su justicia y Su amor obran juntos para la restauración final de todos. En realidad, los modelos de la expiación que dividan los atributos de Dios son aquellos que excluyen la Expiación Sustitutiva Penal porque Lo presentan como perdonando sin hacer justicia, en vez de, en amor, satisfacer Su justicia por medio de la cruz para poder justificarnos justamente. 7. ¿No tienen sus raíces en el paganismo la Expiación Sustitutiva Penal? Una objeción final que a menudo he oído es la afirmación de algunos que toda la idea de sacrificios sustitucionales de sangre tiene sus raíces en el paganismo. Brian Zahn es representativa de esto cuando dice que la Expiación Sustitutiva Penal “convierte al Padre de Jesús en una deidad pagano que solamente puede ser aplacado con el barbarismo del sacrificio de un niño.” [7] Lo que para mí es aborrecible y blasfemo es su mala representación intencional de la verdad que Dios nos amó de tal manera que envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1Jn 4:10). ¿Es verdad que los sacrificios sustitutivos de sangre tienen sus raíces en el paganismo? ¿Cuándo originaron los sacrificios de sangre según las Escrituras? No originó con los paganos, sino con Dios después del pecado de Adán y Eva. Dios le dijo a Adán que si fuera a comer del árbol prohibido morirían en ese mismo día. Sin embargo, en el atardecer de ese mismo día Dios Mismo derramó sangre de animales para cubrir su desnudez en lugar de las hojas de higuera que habían hecho para cubrirse (Gen 3:21). Esto prefiguraba el sacrificio de Cristo cuando Él llegó a ser pecado para nosotros para que fuéramos revestidos de Su propia justicia (2Cor 5:21; Ef 4:21-24). Desde el comienzo vemos a Dios aceptando el sacrificio de sangre de Abel y rechazando el sacrificio sin sangre de Caín que representaba las obras de sus manos (Gen 4:4-5). Noé le ofreció sacrificios de sangre a Dios después del diluvio (Gen 8:20-21). Los patriarcas todos ofrecieron sacrificios a Dios. Cuando Dios le mandó a Abraham ofrecer a su único hijo Isaac, fue para probarlo, y también para enfatizar que Dios no requería sacrificios humanos, diciendo que el Señor Mismo proveería el sacrificio (Gen 22:14). Con los sacrificios levíticos, fue el Señor quién instruyó a Moisés acerca de las ceremonias y sacrificios del tabernáculo. Desde el principio los sacrificios de los animales son presentados como mandados por Dios como prefiguras del sacrificio de una vez para siempre de Cristo por nuestros pecados. La ley fue dada para llevarnos a Cristo (Gal 3:24-25). Así que, según las Escrituras, los sacrificios eran de origen divino desde el principio, en vez de ser de origen pagano. Todos los sacrificios después ofrecidos a los dioses paganos eran perversiones diabólicas de los sacrificios originales establecidos por Dios en preparación para el sacrificio de una vez por todas de Cristo. Cuando Cristo vino, Él fue presentado por Juan el Bautista como el Cordero sacrificial de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1:29). En la última cena, la de la Pascua, Jesús les explicó a Sus discípulos que Su sangre iba a ser derramada para la remisión de pecados (Mt 26:28). Pedro dijo que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros" (1 Cor 5:7). En el libro de Hebreos vemos que Cristo cumplió el sacrificio del día de la expiación, presentando a Su propia sangre en el Lugar Santísimo celestial (Heb 9:11-12). Los sacrificios del Antiguo Testamento fueron conectados con el sacrificio vicario de Cristo de tal manera que, atribuir los sacrificios del Antiguo Pacto a influencias paganas sería equivalente a llamar el sacrificio de Cristo pagano. Para mí, semejantes afirmaciones equivalen tener por inmunda la sangre del pacto por lo cual fuimos santificados (Heb 10:29). Estoy consciente que algunos están tan antagonistas contra la doctrina de la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo que ningún razonamiento desde las Escrituras podrá convencerlos a cambiar de opinión. Sin embargo, es mi esperanza que esta consideración breve de alunas de las objeciones principales contra la Expiación Sustitutiva Penal ha sido de provecho para unos con dudas sinceras y una mente abierta. [1] Boyd, Gregory A. The Crucifixion of the Warrior God: Volumes 1 & 2 (p. 1062). [2] https://www.youtube.com/watch?v=OzYQSh0SK2o&t=3013s [3] Ibid [4] Zahnd, Brian. Sinners in the Hands of a Loving God (p. 82). [5] https://www.youtube.com/watch?v=ioNI8kQydwE&t=11s [6] “One of the problems with a theory of the cross that fractures the Trinity by pitting the Father against the Son in order to vent divine rage is that it fails to take sin seriously enough.” Zahnd, Brian. Sinners in the Hands of a Loving God (p. 106). [7] Zahnd, Brian. Sinners in the Hands of a Loving God (p. 82).
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