
por George Sidney Hurd
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“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
¿Has reflexionado sobre lo que realmente significa perecer? ¿Si uno perece, seguirá existiendo? ¿Hay esperanza para uno que haya perecido? Yo fui criado creyendo que “perecer” significaba ser exterminado o aniquilado. Cuando conocí al Señor a los 18 años de edad, comencé a asistir a una iglesia Bautista donde me enseñaron a creer que cuando uno perece no deja de existir, sino que es preservado eternamente en un estado de tortura. Ambos enseñan que una vez que perezca una persona, su condición es eterno e irreversible.
Sin embargo, cuando comencé a escudriñar las Escrituras para poder entender lo que Jesús realmente quería decir, llegó a ser evidente que, aunque la pérdida es grande, no es eterna ni irreversible. La palabra griega es apóllumi que, junto con sus cognadas olethros y apoleia, significan “matar, morir, destruir o perder.” Cuando aparece una en voz media, como aparece en Juan 3:16, simplemente significa “perderse la vida.” Aunque a menudo significa una muerte prematura o trágica (Mt 26:52; Marcos 3:6), la palabra en sí no indica una condición permanente e irreversible.
A menudo se usa en referencia a la muerte de los justos que sabemos serán resucitados para la vida eterna. Jesús dice del sacerdote justo Zacarías que él murió (apóllumi mid. “perdió la vida”) entre el altar y el templo (Lucas 11:51). De la misma manera, en la traducción griega LXX del Antiguo Testamento habla de los justos como pereciendo: “Faltó (apóllumi) el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres.” (Miq 7:2). Incluso, Jesús usó la misma palabra en referencia a Su propia muerte:
“Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera (apóllumi mid.) fuera de Jerusalén.” (Lucas 13:33)
Así que, Jesús usó la misma palabra para referirse a Su propia muerte violenta que usó en Juan 3:16 y varios otros textos en referencia a los perdidos que se pierden sin creer en esta vida. Sabemos que Él no pereció en el sentido de dejar de existir. Después que “pereció,” Él fue al hades y predicó el evangelio a aquellos que previamente eran desobedientes, para que, aunque fueron juzgados en la carne como hombres, vivan en espíritu con Dios (1Peter 3:19-20; 4:6).
Sin embargo, mientras que a menudo se refiere a una muerte trágica y prematura, cuando las Escrituras hablan de los perdidos como “perdiéndose” incluye la idea adicional de morir en un estado perdido. Jesús dice de Sus ovejas o los escogidos de esta época, “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás (apóllumi mid.), ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). Es obvio que incluso los escogidos mueren – muchos de ellos trágica y prematuramente, siendo mártires. Sin embargo, los que creen en Jesús ya tienen la vida eterna y por lo tanto, en vez de que la muerte sea un enemigo, es su introducción a la presencia gloriosa de Dios (2Cor 5:6-8). Por este motivo, Jesús podo decir que todo aquel que cree en Él no morirá (Juan 11:26).
Por lo tanto, cuando dice de los perdidos que perecen, claramente habla de algo más serio que simplemente morir. En vez de ir a la presencia de Dios al morir, ellos se encuentran en el hades esperando el Juicio del Gran Trono Blanco que sucede mil años después de la Segunda Venida de Cristo por Su Esposa elegida (Apo 20:5-6). Entonces, ellos serán juzgados según sus obras, recibiendo su parte en el Lago de Fuego purificador que es la segunda muerte a la carne y la vida del YO que no sufrieron mientras vivían. (Apo 20:11-15). Considero el significado y propósito del Lago de Fuego y la segunda muerte en mi blog: “Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor,” y también en mi libro, “Triunfo de la Misericordia.”
Aunque Jesús es el Salvador del mundo entero y antes de entregar el reino al Padre habrá atraído a todos a Sí Mismo (Juan 12:32; 1Cor 15:22,28), la gran mayoría de la humanidad en esta época continúan en el camino espacioso que lleva a la perdición. Jesús dijo:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición (apoleia, ‘destrucción, perdición’), y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mt 7:13-14)
Aquí Jesús Mismo dice que son pocos los que hallan el camino que lleva a la vida en esta época. Los demás toman el camino amplio que lleva a la perdición. La destrucción o perdición aquí es el sustantivo de la misma palabra apóllumi que Jesús usó en Juan 3:16. En el pasaje paralelo de Lucas vemos que muchas personas religiosas que piensan que son salvas descubrirán en aquel día que en realidad están perdidas. Muchos dirán a Jesús: “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.” Pero Él les responderá, “apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.” Como resultado de estar excluidos del reino habrá el llanto y crujir de dientes (Lucas 13:24-30; Mt 7:21-23).
Aunque los hacedores de maldad serán inicialmente excluidos, las puertas de la Nueva Jerusalén estarán de continuo abiertas, y el Espíritu y la Esposa estará anunciándoles el evangelio eterno, llamándoles a lavar sus ropas para poder entrar en la Nueva Jerusalén y comer de las hojas del árbol de la vida que son para su sanidad (Apo 21:25-22:2,14,17). En Lucas dice adicionalmente:
“Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros (protos), y primeros que serán postreros(eschatos).” (Lucas 13:29-30)
Aquí vemos que, aunque inicialmente la mayoría estarán excluidas, finalmente todos entrarán en el reino, cada uno en su debido orden después de haber cumplido su parte en el Lago de Fuego purificador. Algunos serán primeros en entrar (protos), mientras que otros serán los últimos en entrar (eschatos). El primero y el último tiene referencia a un orden cronológico y no a eminencia en el reino, como podemos ver por el contraste aquí entre protos “primero” y eschatos “escatológicamente el último.” En otro lado Jesús refiere a los primeros y últimos en eminencia, pero utiliza diferentes términos: “pequeño” elachistos y “mayor” megos. (Mt 5:19; 11:11). Si la exclusión de los perdidos fuera eterna, entonces Jesús no hubiera hablado de algunos que serán primeros en entrar y otros que serán escatológicamente los últimos en entrar.
Jesús les dijo a los líderes religiosos que confiaban en su propia justicia que los publicanos y las rameras entrarían al reino “delante de” ellos [proago “precediendo en tiempo”] (Mt 21:31). Incluso los fariseos religiosos finalmente entrarán al reino de Dios, pero muchos que pensaron que iban a ser los primeros en entrar en realidad serán los últimos porque la salvación es por la gracia por medio de la fe en la justicia de Cristo solamente. Los cobradores de impuestos y las rameras saben que no tienen justicia propia y por lo tanto son los primeros en recibir a Cristo como su justicia, mientras los fariseos religiosos serán entre los últimos en entrar al reino por la puerta estrecha.
Jesús dijo acerca de Su misión, “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido [apóllumi].” (Lucas 19:10). Aquí Él usa la misma palabra apóllumi que utilizó en Juan 3:16. Jesús vino con el propósito específico de buscar y salvar a los que están perdidos (apóllumi). De hecho, siendo perdido es una precondición para ser salvo.
Además, el individuo perdido no puede encontrar el Camino solo – tiene que ser encontrado por el Salvador. A veces un individuo perdido me ha dicho: “Estoy procurando encontrarme a mí mismo.” Sin embargo, la raza de Adán se perdió a tal grado que tiene que ser buscado y encontrado por Dios Mismo. El Salvador busca a aquellos que se dan cuenta que están perdidos y se han desesperado de encontrarse y salvarse a sí mismo. Es por eso que Jesús les dijo a los escribas y fariseos:
“Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” (Lucas 5:31-32)
La verdad es que todos estamos necesitados del Médico y no hay ningún justo, ni siquiera uno (Rom 3:9). Sin embargo, Jesús solo cosecha la fruta cuando esté lista. Cuando Él ve una persona que todavía se considera a sí misma como justa y sin necesidad del Médico, la deja y va a los cobradores de impuestos y rameras que son receptivos a Su llamado al arrepentimiento (Sal 138:6). Es por eso que los publicanos y las rameras entran al reino antes de los fariseos (Mt 21:31). No es que nunca van a entrar, sino que les llevará más tiempo llegar al fin de sí mismo y recibir la justicia de Jesucristo, recibido por la gracia por medio de la fe solamente.
Finalmente todos habrán doblado rodilla, confesando a Jesucristo como Señor y entonces Dios será todo en todos (Fil 2:10-11; 1Cor 15:28). Cuando Jesús haya terminado de atraer a todos a Sí Mismo, cada uno en su debido orden, nadie permanecerá en un estado perdido. Él dejará a los noventa-y-nueve en el redil y buscará a la última oveja perdida “hasta encontrarla” (Lucas 15:4-7). La doctrina tradicional, que limita la eficacia de la sangre derramada de Cristo por nosotros a esta vida, invierte esto, presentándolo como si Él estuviera conforme con un porciento en el redil y noventa-y-nueve por ciento eternamente perdido.
En las épocas venideras, en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, todos habrán sido atraídos a Cristo y reunidos en Él, pero cada uno en su debido orden en el día de su visitación: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden” (1Cor 15:22-23a).
Eterna Destrucción
“y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición (olethros aiónios), excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.” (2Tes 1:7-9)
Entendido como traducido tradicionalmente, este texto aparenta decir que la destrucción o perdición es eterna. La palabra olethros es de la misma palabra traducida “se pierda” en Juan 3:16. Sin embargo, teniendo en mente que aionios significa “eonian” o “lo que pertenece a la época/s,” es evidente que la perdición o destrucción eonian (olethros aionios) no es eterna, sino que dura por un tiempo largo pero indefinido, como vemos en una traducción literal:
“los cuales sufrirán justicia – destrucción época-duradera – de la presencia del Señor, y de la gloria de su poder” (2Tes 1:9 Young’s Literal Translation)
Demuestro en mi blog, “La Duración del Castigo” y en mi libro, “¿Exterminación o Restauración?” que aionios significa duración limitada. La palabra olethros, que aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento, simplemente significa “destrucción, ruina o corrupción.” No significa aniquilación, como afirman los Aniquilacionistas, dado que es usado para describir la condición o estado de personas que todavía están vivos físicamente, o cosas que todavía existen. Por ejemplo, Pablo, advirtiendo contra aquellos que enseñaban que la piedad fuera una manera de enriquecerse, dijo:
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción (olethros) y perdición (apoleia); 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1Tim 6:6-10)
Aquí Pablo, explicando lo que significa estar hundidos en destrucción y perdición, nos define lo que quería decir. Hundirse en destrucción y perdición no se refiere a la aniquilación sino a una experiencia Gehena de sufrimiento y angustia en esta vida, siendo traspasados de muchos dolores. Muchos, que se han hundido en un mundo de pecado y vicios, llegan al punto en donde su vida está en ruinas. No es que hayan dejado de existir, sino que han arruinado sus vidas. Jesús dijo que el hijo pródigo vivía perdidamente. No volvió en sí hasta que su vida estaba en ruinas.
Pedro dijo que el mundo antes del diluvio pereció (apóllumi), anegado en agua (2Pedro 3:6). Aunque las condiciones cambiaron con el diluvio, ni siquiera un elemento de la tierra original dejó de existir. Estudié el español por un tiempo en la hermosa ciudad de Antigua Guatemala donde hay muchas ruinas. Los edificios fueron “destruidos” por terremotos, pero no han dejado de existir. Muchos ya han sido restaurados. Destrucción no es un sinónimo de aniquilación.
¿En qué sentido puede uno sufrir destrucción temporal resultando en el beneficio del sentenciado? No tenemos que buscar lejos en el Nuevo Testamento para encontrar la respuesta. Pablo dio órdenes a los corintos a entregar al que estaba fornicando con la mujer de su padre a Satanás para una destrucción, pero era una destrucción con un fin positivo:
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5 el tal sea entregado a Satanás para destrucción (olethros) de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.” (1Cor 5:4-5)
Aquí vemos un fin restaurativo en excluir a este hombre de la comunidad de los santos. Él fue entregado a Satanás para destrucción, pero no de su ser como persona, sino de su carne pecaminosa. Si uno persiste en el pecado, la destrucción eonian es para su propio bien – no solo para el bien de los demás. De la misma manera, los que mueren sin morir a la carne serán entregados al castigo correctivo (kolasis) por el tiempo necesario para destruir la vida del alma y de su carne. Será una destrucción eonian, pero no eterna. Puede que dure tres días o tres milenios. Lo que sabemos es que será hasta la destrucción de la carne porque sin la santidad nadie verá al Señor (Heb 12:14).
La destrucción eonian en 2Tesalonicenses 1:9, según La Reina Valera 1960, es ocasionada por estar excluida de la presencia del Señor. En La Reina Valera de 1909 y en la Versión Sagradas Escrituras dicen que es por la presencia del Señor.
“los cuales sufrirán pena de eterna perdición (olethros aionios), excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.” (2Tes 1:9 Reina Valera 1960)
“los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia.” (2Tes 1:9 Reina Valera 1909)
“los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia.” (2Tes 1:9 SSE)
Gramáticamente podría ser traducida de cualquiera de las dos maneras, y prácticamente los condenados sufrirán tanto por la presencia como por ser excluidos de la presencia. En Apocalipsis 14:10 dice que serán atormentados (basanizo, “probado con una piedra de toque para determinar su pureza”) “con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero.” Aquí vemos que su tormento será ocasionado por estar expuesto a la mirada de Aquel cuyos ojos son penetrantes como llama de fuego. Sufrirán vergüenza eonian por la presencia del Señor. Pero, a la vez, serán excluidos de la presencia porque sin la santidad nadie verá al Señor.
Su tormento será tanto por ser visto por Él, como será por ver de lejos Su reino en su gloria y no poderse acercar por la vergüenza de su inmundicia. Como el apóstol Juan nos exhortó como hijos de Dios: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de (apo) él avergonzados.” (1Juan 2:28) Aquí aparece otra vez la preposición griega apo, que puede expresar tanto la idea de alejarnos de Su presencia, como también alejarnos por Su presencia. Yo creo que ambos sentidos aplican. Si no permanecemos en Él, nuestra vergüenza nos obligará a alejarnos de Su Presencia, y por Su presencia, escondiéndonos en nuestra vergüenza igual como se escondió Adán del Señor en su vergüenza en el Edén.
Creo que la Segunda Muerte se trata de la destrucción eonian, tanto de la presencia como por la presencia del Señor. Todos tenemos que sufrir dos muertes. Una es física y la otra es morir al independiente YO y a la carne. Jesús nos dice, “el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda (apolumi “destruir, perder”) su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 16:25).” Son inevitables las dos muertes. Es mejor morir ahora en esta vida que sufrir daño de la Segunda Muerte después de su muerte física y el juicio. (Apo 2:11; 21:8) “Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.” (Mateo 21:44)
Los que crean en esta vida y se sometan al trato de Dios para ser santificados ahora en esta vida serán quebrantados. Es un proceso doloroso de la muerte al YO. Pero es mucho más preferible a lo que les espera a los que no se sometan al trato de Dios en esta vida. Por eso dice que “es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.” (1 Tim 4:10). Un día toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor, (Fil 2:11) pero más bienaventurados los que lo hacen ahora en esta vida.
Pero, ¿quién sería el beneficiario de una pena de destrucción eterna sin fin? ¿El Dios Padre y creador de todos? ¿Es concebible que el Dios de amor; infinito en sabiduría predestinara un basurero cósmico donde la gran mayoría de sus creaturas pasarían la eternidad en un miserable estado consciente de destrucción y ruina sin ningún plan para su restauración? ¿Será posible que le daría satisfacción a Dios, contemplar el sufrimiento de tantos miles de millones de sus creaturas por toda la eternidad? ¿Cómo podemos reconciliar tal concepto de Dios con pasajes como los siguientes?
“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. 9 No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo.” (Salmo 103:8-9)
“Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33)
“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.” (Salmo 30:5)
“…No ha guardado para siempre su enojo, porque él se complace en la misericordia.” (Miqueas 7:18)
“…porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. 13 Reconoce, pues, tu maldad…” (Jer 3:12-13)
¿Ha escuchado a alguien hablar de la “ira eterna” de Dios? ¿Sabías que no aparece tal frase en todas las Escrituras? Al contrario, lo que vemos es que Su ira es la que dura solo por un momento a comparación con su favor que es para siempre; que no guarda el enojo eternamente. Es Su amor que nunca deja de ser, no Su ira (1Cor 13:8). ¿Cómo puede Dios, que no desecha para siempre, dar la pena de “eterna” perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder para siempre? En cambio, si podemos ver que se trata de la destrucción de la carne, y que es eonian en vez de eterno, podemos entonces entender cómo el Dios de amor lo permitiría, entendiendo que es solo eonian - hasta que todos sean perfeccionados. Cuando la Segunda Muerte haya cumplido su propósito, entonces el último enemigo, la muerte, habrá sido finalmente destruido. El propósito de Dios en las épocas “de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” habrá sido finalmente cumplido. (Ef 1:10) ¡Aleluya! “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom 11:32-36)
Hay unas ocasiones cuando parece, basado en las traducciones tradicionales, que la ira de Dios es eterna. Pero el contexto revela que no es “eterna” sino por un tiempo (olam). Leyendo lo que profetiza Jeremías contra Judá, da la impresión de que su castigo es “perpetuo”:
“Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre (olam) arderá.” (Jeremías 17:4)
Si fuéramos a entender esta profecía contra Judá como traducido aquí llegaríamos a la conclusión que está hablando de ira eterna. También da la impresión de que su destrucción es eterna en 25:9:
“he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua (olam).”
Sin embargo, la “ira eterna” y la “desolación perpetua” son solo por un tiempo (olam). En este caso él especifica que “para siempre” durará setenta años como vemos en los siguientes versículos:
“Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.” (Jer 25:11-12)
“Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.” (Jer 29:10-14).
En el caso de Judá, como confirmado en la historia, la ira eonian y la destrucción eonian de Dios duró 70 años. Tome nota que, aún en Su ira, Sus pensamientos hacia ellos eran pensamientos de paz, y no de mal. (v.11) Su ira y la destrucción eran correctivas y terminaron cuando se cumplió la pena de los 70 años – no fue una destrucción eterna sino duradera (por olam). ¿Por qué debemos de pensar que la furia del Señor que arde “por siempre” y la destrucción “perpetua” en el caso de Judá durarán por un tiempo limitado pero la destrucción “eterna” de 2Tesalonisences 1:9 nunca llegará a un fin? ¿No dice Romanos 2:11 que no hay acepción de personas para con Dios? Dios no guarda para siempre su enojo y no rechaza para siempre porque Dios es amor. El amor solo muestra enojo con un fin correctivo. Solo rechaza hasta que lo busquemos.
Tanto los Universalistas como los Aniquilacionistas están de acuerdo en que la destrucción eterna no se refiere a destrucción eterna en el sentido de un proceso sin fin. La morfología de la palabra griega traducida “destrucción” (olethros) indica que es una palabra de acción que nombra el resultado de una acción en vez de describir la acción misma, así como nuestro sufijo –ción en español. [1] Aún si la acción continuara por épocas, tiene que terminar porque el sufijo –ción enfatiza el resultado final y no el proceso.
La diferencia es que los Aniquilacionistas entienden la destrucción como resultando en la cesación de existencia, pero el Universalista la entiende como refiriendo al proceso época duradero de la destrucción de la vida del alma que culminará en la restauración final de todos. Como dice el Salmista: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres.” (Sal 90:3) Cualquier teodicea que termina en destrucción y ruina en vez del prometido restauración de todos, no toma en cuenta el clímax de las épocas, profetizado desde el comienzo. (Hch 3:21,25)
[1] Robertson, A. T., A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Kindle Location 2847). Kindle Edition.
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“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
¿Has reflexionado sobre lo que realmente significa perecer? ¿Si uno perece, seguirá existiendo? ¿Hay esperanza para uno que haya perecido? Yo fui criado creyendo que “perecer” significaba ser exterminado o aniquilado. Cuando conocí al Señor a los 18 años de edad, comencé a asistir a una iglesia Bautista donde me enseñaron a creer que cuando uno perece no deja de existir, sino que es preservado eternamente en un estado de tortura. Ambos enseñan que una vez que perezca una persona, su condición es eterno e irreversible.
Sin embargo, cuando comencé a escudriñar las Escrituras para poder entender lo que Jesús realmente quería decir, llegó a ser evidente que, aunque la pérdida es grande, no es eterna ni irreversible. La palabra griega es apóllumi que, junto con sus cognadas olethros y apoleia, significan “matar, morir, destruir o perder.” Cuando aparece una en voz media, como aparece en Juan 3:16, simplemente significa “perderse la vida.” Aunque a menudo significa una muerte prematura o trágica (Mt 26:52; Marcos 3:6), la palabra en sí no indica una condición permanente e irreversible.
A menudo se usa en referencia a la muerte de los justos que sabemos serán resucitados para la vida eterna. Jesús dice del sacerdote justo Zacarías que él murió (apóllumi mid. “perdió la vida”) entre el altar y el templo (Lucas 11:51). De la misma manera, en la traducción griega LXX del Antiguo Testamento habla de los justos como pereciendo: “Faltó (apóllumi) el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres.” (Miq 7:2). Incluso, Jesús usó la misma palabra en referencia a Su propia muerte:
“Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera (apóllumi mid.) fuera de Jerusalén.” (Lucas 13:33)
Así que, Jesús usó la misma palabra para referirse a Su propia muerte violenta que usó en Juan 3:16 y varios otros textos en referencia a los perdidos que se pierden sin creer en esta vida. Sabemos que Él no pereció en el sentido de dejar de existir. Después que “pereció,” Él fue al hades y predicó el evangelio a aquellos que previamente eran desobedientes, para que, aunque fueron juzgados en la carne como hombres, vivan en espíritu con Dios (1Peter 3:19-20; 4:6).
Sin embargo, mientras que a menudo se refiere a una muerte trágica y prematura, cuando las Escrituras hablan de los perdidos como “perdiéndose” incluye la idea adicional de morir en un estado perdido. Jesús dice de Sus ovejas o los escogidos de esta época, “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás (apóllumi mid.), ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). Es obvio que incluso los escogidos mueren – muchos de ellos trágica y prematuramente, siendo mártires. Sin embargo, los que creen en Jesús ya tienen la vida eterna y por lo tanto, en vez de que la muerte sea un enemigo, es su introducción a la presencia gloriosa de Dios (2Cor 5:6-8). Por este motivo, Jesús podo decir que todo aquel que cree en Él no morirá (Juan 11:26).
Por lo tanto, cuando dice de los perdidos que perecen, claramente habla de algo más serio que simplemente morir. En vez de ir a la presencia de Dios al morir, ellos se encuentran en el hades esperando el Juicio del Gran Trono Blanco que sucede mil años después de la Segunda Venida de Cristo por Su Esposa elegida (Apo 20:5-6). Entonces, ellos serán juzgados según sus obras, recibiendo su parte en el Lago de Fuego purificador que es la segunda muerte a la carne y la vida del YO que no sufrieron mientras vivían. (Apo 20:11-15). Considero el significado y propósito del Lago de Fuego y la segunda muerte en mi blog: “Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor,” y también en mi libro, “Triunfo de la Misericordia.”
Aunque Jesús es el Salvador del mundo entero y antes de entregar el reino al Padre habrá atraído a todos a Sí Mismo (Juan 12:32; 1Cor 15:22,28), la gran mayoría de la humanidad en esta época continúan en el camino espacioso que lleva a la perdición. Jesús dijo:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición (apoleia, ‘destrucción, perdición’), y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mt 7:13-14)
Aquí Jesús Mismo dice que son pocos los que hallan el camino que lleva a la vida en esta época. Los demás toman el camino amplio que lleva a la perdición. La destrucción o perdición aquí es el sustantivo de la misma palabra apóllumi que Jesús usó en Juan 3:16. En el pasaje paralelo de Lucas vemos que muchas personas religiosas que piensan que son salvas descubrirán en aquel día que en realidad están perdidas. Muchos dirán a Jesús: “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.” Pero Él les responderá, “apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.” Como resultado de estar excluidos del reino habrá el llanto y crujir de dientes (Lucas 13:24-30; Mt 7:21-23).
Aunque los hacedores de maldad serán inicialmente excluidos, las puertas de la Nueva Jerusalén estarán de continuo abiertas, y el Espíritu y la Esposa estará anunciándoles el evangelio eterno, llamándoles a lavar sus ropas para poder entrar en la Nueva Jerusalén y comer de las hojas del árbol de la vida que son para su sanidad (Apo 21:25-22:2,14,17). En Lucas dice adicionalmente:
“Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros (protos), y primeros que serán postreros(eschatos).” (Lucas 13:29-30)
Aquí vemos que, aunque inicialmente la mayoría estarán excluidas, finalmente todos entrarán en el reino, cada uno en su debido orden después de haber cumplido su parte en el Lago de Fuego purificador. Algunos serán primeros en entrar (protos), mientras que otros serán los últimos en entrar (eschatos). El primero y el último tiene referencia a un orden cronológico y no a eminencia en el reino, como podemos ver por el contraste aquí entre protos “primero” y eschatos “escatológicamente el último.” En otro lado Jesús refiere a los primeros y últimos en eminencia, pero utiliza diferentes términos: “pequeño” elachistos y “mayor” megos. (Mt 5:19; 11:11). Si la exclusión de los perdidos fuera eterna, entonces Jesús no hubiera hablado de algunos que serán primeros en entrar y otros que serán escatológicamente los últimos en entrar.
Jesús les dijo a los líderes religiosos que confiaban en su propia justicia que los publicanos y las rameras entrarían al reino “delante de” ellos [proago “precediendo en tiempo”] (Mt 21:31). Incluso los fariseos religiosos finalmente entrarán al reino de Dios, pero muchos que pensaron que iban a ser los primeros en entrar en realidad serán los últimos porque la salvación es por la gracia por medio de la fe en la justicia de Cristo solamente. Los cobradores de impuestos y las rameras saben que no tienen justicia propia y por lo tanto son los primeros en recibir a Cristo como su justicia, mientras los fariseos religiosos serán entre los últimos en entrar al reino por la puerta estrecha.
Jesús dijo acerca de Su misión, “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido [apóllumi].” (Lucas 19:10). Aquí Él usa la misma palabra apóllumi que utilizó en Juan 3:16. Jesús vino con el propósito específico de buscar y salvar a los que están perdidos (apóllumi). De hecho, siendo perdido es una precondición para ser salvo.
Además, el individuo perdido no puede encontrar el Camino solo – tiene que ser encontrado por el Salvador. A veces un individuo perdido me ha dicho: “Estoy procurando encontrarme a mí mismo.” Sin embargo, la raza de Adán se perdió a tal grado que tiene que ser buscado y encontrado por Dios Mismo. El Salvador busca a aquellos que se dan cuenta que están perdidos y se han desesperado de encontrarse y salvarse a sí mismo. Es por eso que Jesús les dijo a los escribas y fariseos:
“Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” (Lucas 5:31-32)
La verdad es que todos estamos necesitados del Médico y no hay ningún justo, ni siquiera uno (Rom 3:9). Sin embargo, Jesús solo cosecha la fruta cuando esté lista. Cuando Él ve una persona que todavía se considera a sí misma como justa y sin necesidad del Médico, la deja y va a los cobradores de impuestos y rameras que son receptivos a Su llamado al arrepentimiento (Sal 138:6). Es por eso que los publicanos y las rameras entran al reino antes de los fariseos (Mt 21:31). No es que nunca van a entrar, sino que les llevará más tiempo llegar al fin de sí mismo y recibir la justicia de Jesucristo, recibido por la gracia por medio de la fe solamente.
Finalmente todos habrán doblado rodilla, confesando a Jesucristo como Señor y entonces Dios será todo en todos (Fil 2:10-11; 1Cor 15:28). Cuando Jesús haya terminado de atraer a todos a Sí Mismo, cada uno en su debido orden, nadie permanecerá en un estado perdido. Él dejará a los noventa-y-nueve en el redil y buscará a la última oveja perdida “hasta encontrarla” (Lucas 15:4-7). La doctrina tradicional, que limita la eficacia de la sangre derramada de Cristo por nosotros a esta vida, invierte esto, presentándolo como si Él estuviera conforme con un porciento en el redil y noventa-y-nueve por ciento eternamente perdido.
En las épocas venideras, en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, todos habrán sido atraídos a Cristo y reunidos en Él, pero cada uno en su debido orden en el día de su visitación: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden” (1Cor 15:22-23a).
Eterna Destrucción
“y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición (olethros aiónios), excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.” (2Tes 1:7-9)
Entendido como traducido tradicionalmente, este texto aparenta decir que la destrucción o perdición es eterna. La palabra olethros es de la misma palabra traducida “se pierda” en Juan 3:16. Sin embargo, teniendo en mente que aionios significa “eonian” o “lo que pertenece a la época/s,” es evidente que la perdición o destrucción eonian (olethros aionios) no es eterna, sino que dura por un tiempo largo pero indefinido, como vemos en una traducción literal:
“los cuales sufrirán justicia – destrucción época-duradera – de la presencia del Señor, y de la gloria de su poder” (2Tes 1:9 Young’s Literal Translation)
Demuestro en mi blog, “La Duración del Castigo” y en mi libro, “¿Exterminación o Restauración?” que aionios significa duración limitada. La palabra olethros, que aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento, simplemente significa “destrucción, ruina o corrupción.” No significa aniquilación, como afirman los Aniquilacionistas, dado que es usado para describir la condición o estado de personas que todavía están vivos físicamente, o cosas que todavía existen. Por ejemplo, Pablo, advirtiendo contra aquellos que enseñaban que la piedad fuera una manera de enriquecerse, dijo:
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción (olethros) y perdición (apoleia); 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1Tim 6:6-10)
Aquí Pablo, explicando lo que significa estar hundidos en destrucción y perdición, nos define lo que quería decir. Hundirse en destrucción y perdición no se refiere a la aniquilación sino a una experiencia Gehena de sufrimiento y angustia en esta vida, siendo traspasados de muchos dolores. Muchos, que se han hundido en un mundo de pecado y vicios, llegan al punto en donde su vida está en ruinas. No es que hayan dejado de existir, sino que han arruinado sus vidas. Jesús dijo que el hijo pródigo vivía perdidamente. No volvió en sí hasta que su vida estaba en ruinas.
Pedro dijo que el mundo antes del diluvio pereció (apóllumi), anegado en agua (2Pedro 3:6). Aunque las condiciones cambiaron con el diluvio, ni siquiera un elemento de la tierra original dejó de existir. Estudié el español por un tiempo en la hermosa ciudad de Antigua Guatemala donde hay muchas ruinas. Los edificios fueron “destruidos” por terremotos, pero no han dejado de existir. Muchos ya han sido restaurados. Destrucción no es un sinónimo de aniquilación.
¿En qué sentido puede uno sufrir destrucción temporal resultando en el beneficio del sentenciado? No tenemos que buscar lejos en el Nuevo Testamento para encontrar la respuesta. Pablo dio órdenes a los corintos a entregar al que estaba fornicando con la mujer de su padre a Satanás para una destrucción, pero era una destrucción con un fin positivo:
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5 el tal sea entregado a Satanás para destrucción (olethros) de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.” (1Cor 5:4-5)
Aquí vemos un fin restaurativo en excluir a este hombre de la comunidad de los santos. Él fue entregado a Satanás para destrucción, pero no de su ser como persona, sino de su carne pecaminosa. Si uno persiste en el pecado, la destrucción eonian es para su propio bien – no solo para el bien de los demás. De la misma manera, los que mueren sin morir a la carne serán entregados al castigo correctivo (kolasis) por el tiempo necesario para destruir la vida del alma y de su carne. Será una destrucción eonian, pero no eterna. Puede que dure tres días o tres milenios. Lo que sabemos es que será hasta la destrucción de la carne porque sin la santidad nadie verá al Señor (Heb 12:14).
La destrucción eonian en 2Tesalonicenses 1:9, según La Reina Valera 1960, es ocasionada por estar excluida de la presencia del Señor. En La Reina Valera de 1909 y en la Versión Sagradas Escrituras dicen que es por la presencia del Señor.
“los cuales sufrirán pena de eterna perdición (olethros aionios), excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.” (2Tes 1:9 Reina Valera 1960)
“los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia.” (2Tes 1:9 Reina Valera 1909)
“los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia.” (2Tes 1:9 SSE)
Gramáticamente podría ser traducida de cualquiera de las dos maneras, y prácticamente los condenados sufrirán tanto por la presencia como por ser excluidos de la presencia. En Apocalipsis 14:10 dice que serán atormentados (basanizo, “probado con una piedra de toque para determinar su pureza”) “con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero.” Aquí vemos que su tormento será ocasionado por estar expuesto a la mirada de Aquel cuyos ojos son penetrantes como llama de fuego. Sufrirán vergüenza eonian por la presencia del Señor. Pero, a la vez, serán excluidos de la presencia porque sin la santidad nadie verá al Señor.
Su tormento será tanto por ser visto por Él, como será por ver de lejos Su reino en su gloria y no poderse acercar por la vergüenza de su inmundicia. Como el apóstol Juan nos exhortó como hijos de Dios: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de (apo) él avergonzados.” (1Juan 2:28) Aquí aparece otra vez la preposición griega apo, que puede expresar tanto la idea de alejarnos de Su presencia, como también alejarnos por Su presencia. Yo creo que ambos sentidos aplican. Si no permanecemos en Él, nuestra vergüenza nos obligará a alejarnos de Su Presencia, y por Su presencia, escondiéndonos en nuestra vergüenza igual como se escondió Adán del Señor en su vergüenza en el Edén.
Creo que la Segunda Muerte se trata de la destrucción eonian, tanto de la presencia como por la presencia del Señor. Todos tenemos que sufrir dos muertes. Una es física y la otra es morir al independiente YO y a la carne. Jesús nos dice, “el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda (apolumi “destruir, perder”) su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 16:25).” Son inevitables las dos muertes. Es mejor morir ahora en esta vida que sufrir daño de la Segunda Muerte después de su muerte física y el juicio. (Apo 2:11; 21:8) “Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.” (Mateo 21:44)
Los que crean en esta vida y se sometan al trato de Dios para ser santificados ahora en esta vida serán quebrantados. Es un proceso doloroso de la muerte al YO. Pero es mucho más preferible a lo que les espera a los que no se sometan al trato de Dios en esta vida. Por eso dice que “es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.” (1 Tim 4:10). Un día toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor, (Fil 2:11) pero más bienaventurados los que lo hacen ahora en esta vida.
Pero, ¿quién sería el beneficiario de una pena de destrucción eterna sin fin? ¿El Dios Padre y creador de todos? ¿Es concebible que el Dios de amor; infinito en sabiduría predestinara un basurero cósmico donde la gran mayoría de sus creaturas pasarían la eternidad en un miserable estado consciente de destrucción y ruina sin ningún plan para su restauración? ¿Será posible que le daría satisfacción a Dios, contemplar el sufrimiento de tantos miles de millones de sus creaturas por toda la eternidad? ¿Cómo podemos reconciliar tal concepto de Dios con pasajes como los siguientes?
“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. 9 No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo.” (Salmo 103:8-9)
“Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33)
“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.” (Salmo 30:5)
“…No ha guardado para siempre su enojo, porque él se complace en la misericordia.” (Miqueas 7:18)
“…porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. 13 Reconoce, pues, tu maldad…” (Jer 3:12-13)
¿Ha escuchado a alguien hablar de la “ira eterna” de Dios? ¿Sabías que no aparece tal frase en todas las Escrituras? Al contrario, lo que vemos es que Su ira es la que dura solo por un momento a comparación con su favor que es para siempre; que no guarda el enojo eternamente. Es Su amor que nunca deja de ser, no Su ira (1Cor 13:8). ¿Cómo puede Dios, que no desecha para siempre, dar la pena de “eterna” perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder para siempre? En cambio, si podemos ver que se trata de la destrucción de la carne, y que es eonian en vez de eterno, podemos entonces entender cómo el Dios de amor lo permitiría, entendiendo que es solo eonian - hasta que todos sean perfeccionados. Cuando la Segunda Muerte haya cumplido su propósito, entonces el último enemigo, la muerte, habrá sido finalmente destruido. El propósito de Dios en las épocas “de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” habrá sido finalmente cumplido. (Ef 1:10) ¡Aleluya! “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom 11:32-36)
Hay unas ocasiones cuando parece, basado en las traducciones tradicionales, que la ira de Dios es eterna. Pero el contexto revela que no es “eterna” sino por un tiempo (olam). Leyendo lo que profetiza Jeremías contra Judá, da la impresión de que su castigo es “perpetuo”:
“Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre (olam) arderá.” (Jeremías 17:4)
Si fuéramos a entender esta profecía contra Judá como traducido aquí llegaríamos a la conclusión que está hablando de ira eterna. También da la impresión de que su destrucción es eterna en 25:9:
“he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua (olam).”
Sin embargo, la “ira eterna” y la “desolación perpetua” son solo por un tiempo (olam). En este caso él especifica que “para siempre” durará setenta años como vemos en los siguientes versículos:
“Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.” (Jer 25:11-12)
“Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.” (Jer 29:10-14).
En el caso de Judá, como confirmado en la historia, la ira eonian y la destrucción eonian de Dios duró 70 años. Tome nota que, aún en Su ira, Sus pensamientos hacia ellos eran pensamientos de paz, y no de mal. (v.11) Su ira y la destrucción eran correctivas y terminaron cuando se cumplió la pena de los 70 años – no fue una destrucción eterna sino duradera (por olam). ¿Por qué debemos de pensar que la furia del Señor que arde “por siempre” y la destrucción “perpetua” en el caso de Judá durarán por un tiempo limitado pero la destrucción “eterna” de 2Tesalonisences 1:9 nunca llegará a un fin? ¿No dice Romanos 2:11 que no hay acepción de personas para con Dios? Dios no guarda para siempre su enojo y no rechaza para siempre porque Dios es amor. El amor solo muestra enojo con un fin correctivo. Solo rechaza hasta que lo busquemos.
Tanto los Universalistas como los Aniquilacionistas están de acuerdo en que la destrucción eterna no se refiere a destrucción eterna en el sentido de un proceso sin fin. La morfología de la palabra griega traducida “destrucción” (olethros) indica que es una palabra de acción que nombra el resultado de una acción en vez de describir la acción misma, así como nuestro sufijo –ción en español. [1] Aún si la acción continuara por épocas, tiene que terminar porque el sufijo –ción enfatiza el resultado final y no el proceso.
La diferencia es que los Aniquilacionistas entienden la destrucción como resultando en la cesación de existencia, pero el Universalista la entiende como refiriendo al proceso época duradero de la destrucción de la vida del alma que culminará en la restauración final de todos. Como dice el Salmista: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres.” (Sal 90:3) Cualquier teodicea que termina en destrucción y ruina en vez del prometido restauración de todos, no toma en cuenta el clímax de las épocas, profetizado desde el comienzo. (Hch 3:21,25)
[1] Robertson, A. T., A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Kindle Location 2847). Kindle Edition.