por George Sidney Hurd
-- Vimos en el blog anterior que los Padres de la Iglesia, como también todo líder prominente en la Iglesia a través de su historia, han defendido la inerrancia de las Escrituras contra los críticos que, por una razón u otra, han intentado subvertir su credibilidad. Ha sido una convicción tan firme que muchos han estado dispuestos a morir por ella, incluso hoy en nuestros días, arriesgando sus propias vidas con tal de poseer o distribuir las Sagradas Escrituras en países Comunistas o Islámicos, creyendo que realmente son lo que dicen ser, la Palabra de Dios. Sin embargo, muchos cristianos Progresivos hoy en día consideran la infalibilidad de las Escrituras como algo irrelevante o divisivo en nuestra cultura Postmoderna todo-inclusivo. A menudo uno oye el refrán: “Soy seguidor de Jesús, no de la Biblia,” sin reflexionar sobre lo que Jesús Mismo enseñaba acerca de las Sagradas Escrituras. En realidad, ese dicho expresa más desprecio por las Escrituras, que reverencia a Cristo. Brian Zahnd, en su estilo típicamente sardónica y pacato, expresa su no tan sutil desprecio por la doctrina, tan prevalente entre los Progresivos, cuando dice: “Yo sí creo en la inspirada, infalible Palabra de Dios, y Su nombre es Jesús.” [1] Sin embargo, a ellos les falta tomar en cuenta que, cuando Jesús usaba el término “Palabra,” Él siempre refería a las Escrituras, no a Sí Mismo. De hecho, Jesús solamente es llamado la Palabra por el Apóstol Juan, y aun él solamente lo usa de esa manera cuatro veces (Jn 1:1,14; 1Jn 1:1; 5:7; Apo 19:13). A menudo es innegable que Juan está refiriéndose a las Escrituras como la Palabra de Dios en vez de Cristo, como vemos claramente demostrado en Juan 10:35 donde Jesús Mismo dice: “Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (ο λογος του θεου) y la Escritura no puede ser quebrantada.” Aquí Jesús Mismo refiere a las Escrituras como la Palabra de Dios y no a Sí Mismo (cf. Jn 17:6,14,17). Considero las falencias de este argumento indirecto contra la autoridad de las Escrituras en mi blog, “¿Qué Significa la palabra ‘Palabra’ para Jesús?” En este blog, vamos a considerar cuatro razones principales por qué debemos de insistir en la infalibilidad de la Escritura en su totalidad. 1. Jesús afirmaba la Autoridad e Infalibilidad de las Escrituras como la misma Palabra de Dios. Para mí personalmente, esto, combinado con el testimonio interior del Espíritu Santo, ha sido mi motivo principal en creer en y defender la infalibilidad de las Escrituras desde el momento de mi primer encuentro con Cristo hace más de 52 años. Puede que sea posible conocer a Cristo como Salvador sin afirmar la infalibilidad de las Escrituras. Sin embargo, tomando en cuenta toda Su enseñanza sobre el tema, no creo que sea posible ser un verdadero discípulo de Jesús y a la vez estar en desacuerdo con Él en este tema tan vital. Jesús hizo numerosas afirmaciones acerca de las Escrituras. (1) Las Escrituras vienen de la boca de Dios. Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt 4:4). Que Él está refiriéndose a las Escrituras es claro, considerando que Pablo después dijo que toda Escritura es “respirada por Dios” (θεόπνευστος)” (2Tim 3:16). Los Apóstoles también entendieron que las Escrituras fueron el resultado del Espíritu Santo hablando a través de hombres de Dios como David y Isaías (Hch 1:16; 28:25; 2Pedro1:21). (2) Las Escrituras son infalibles. Jesús dijo de la Escritura que es la infalible “Palabra de Dios,” y por lo tanto, no puede ser quebrantada (Jn 10:35). Él dijo que todo lo que está escrito en las Escrituras tiene que ser cumplido (Marcos 14:49: Lucas 24:44), y que sería más fácil que pasara el cielo y la tierra que pasara sin cumplirse una sola jota o tilde de las Escrituras (Mt 5:18). (3) Las Escrituras están libres de errores. Jesús dijo que las Escrituras son la Palabra de Dios y son verdad (Jn 17:17, cf. Sal 119:160; Pro 30:5). Si Su palabra es verdad, entonces lógicamente, no puede contener errores. Basado en el hecho de que la totalidad de Su Palabra es verdad, Jesús dijo que todo error doctrinal es debido a nuestra ignorancia de las Escrituras y no a una falta en las Escrituras en sí (Mt 22:29). (4) La “Palabra de Dios” puede ser invalidada por las tradiciones. Ya vimos en Juan 10:35 que Jesús llamaba las Escrituras “la Palabra de Dios,” diciendo que no pueden ser quebrantadas. Además, Él acusó a los escribas y los fariseos de invalidar “la Palabra de Dios” con sus tradiciones (Marcos 7:13). Jesús estaba insistiendo en que debemos de vivir de cada palabra que procede de la boca de Dios, en vez de someternos a las tradiciones de los hombres que a menudo invalidan la Palabra de Dios. (5) Las Escrituras tienen un Mensaje Cristocéntico unificado. Una de las indicaciones más claras de la autoría divina del Antiguo Testamento es la consistencia de su tema principal del plan de redención en Cristo, el Mesías. Fue escrito por muchos diferentes autores humanos, con trasfondos muy distintos, y sin embargo, el gran tema está en total harmonía, revelando lo que sucedería en su futuro. Solamente, el verdadero Dios que habita la eternidad es capaz de anunciar el por venir desde el principio, como lo vemos hacer a través de las Escrituras (Isa 46:9-10). Después de Su resurrección, Cristo apareció a dos de Sus discípulos en el camino a Emaús y les explicó como todas las Escrituras, desde el Génesis a Malaquías, daban testimonio a Él: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” (Lucas 24:27) Después, Él también apareció a los demás discípulos y les acordó de cómo Él les había enseñado de las Escrituras que todo acerca de Su vida, muerte y resurrección tenía que cumplirse: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras.” (Lucas 24:44-45) Si las Escrituras fueron nada más que las palabras y pronósticos de hombres falibles, o incluso si fueron una combinación de palabras de hombres con unas palabras de Dios, Jesús no hubiera insistido en que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito (cf. Mt 26:54,56). Y, ¿Por qué habría necesidad de que Él abriera el entendimiento de ellos para que comprendieran las Escrituras si no fueran más que palabras de hombres? Hay un texto que algunos Progresivos han malinterpretado como si Cristo estuviera despreciando las Escrituras, pero, en realidad Él las estaba elevando, diciendo que los escribas y fariseos necesitaban examinar las Escrituras con más atención porque ellas daban testimonio de Él. Jesús les dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” (Juan 5:39-40) Para mí, es desafortunado que varias traducciones han traducido “Escudriñad (ερευνατε) las Escrituras,” que es la forma presente imperativo del verbo, como “Ustedes escudriñan las Escrituras.” Traduciendo la frase así, como si fuera indicativo en vez de imperativo, ha dado lugar a equivocar las palabras de Jesús como si Él estuviera despreciando las Escrituras, diciendo que ellos necesitaban quitar su mira de las Escrituras antes de poder encontrar la vida en Él. Todo al contrario. Sin importar como uno traduce la frase, Jesús claramente no estaba menospreciando las Escrituras. O, Él estaba diciéndoles que volvieran a escudriñar a las Escrituras con más atención, o estaba reprochándolos por haber escudriñado a las Escrituras todas sus vidas sin lograr captar su mensaje central. Él les estaba diciendo que todas las Escrituras hablan de Él y, sin embargo, ellos se negaban a venir a Él. Jesús dijo que la meta de un discípulo es llegar a ser como su maestro en todo (Mt 10:24-25). Si queremos ser verdaderos discípulos de Jesucristo, necesitamos desistir de ponernos como jueces de lo que es verdadero o falso en la Palabra de Dios y llegar a ser como Jesús, hablando de las Sagradas Escrituras de la misma manera como Él. De otra manera, llegamos a ser como aquellos que Pablo describía como “siempre aprendiendo, y nunca llegando al conocimiento de la verdad.” (2 Tim 3:7). 2. El Testimonio de la Escritura acerca de sí Misma. Cuando examinamos la Escritura del Antiguo Testamento, llega a ser obvio que la afirmación de que era la Palabra de Dios, en vez de meras palabras de hombres no se originó con Jesús, sino que precedía Sus enseñanzas. Las palabras finales de David han sido grabadas para nosotros en 2Samuel, donde dice: “Estas son las últimas palabras de David… ‘El Espíritu del SEÑOR habló por mí, Y Su palabra estuvo en mi lengua.’” (2 Sam 23:1-2 NBLH) De la misma manera, Moisés dijo acerca de la Ley que él recibió de Dios: “para hacerte saber que el hombre no vivirá sólo de pan, mas de toda palabra que sale de la boca del SEÑOR vivirá el hombre.” (Deut 8:3 SSE). Así que, podemos ver que las palabras habladas y escritas por los autores humanos de las Escrituras fueron entendidas como siendo las mismas palabras que Dios quería que escribieran. Esto no debe ser entendido como dictación divina, como veremos con más detalle en el próximo blog. Dios se movía sobre santos hombres de Dios de tal manera que libremente hablaban y escribían, y, sin embargo, ellos solamente escribieron lo que Dios quería, sin que Él tuviera que dictar cada palabra. Por ejemplo, en las Escrituras vemos que no debemos de aborrecerle a nadie en nuestro corazón (Lev 19:17). En ningún lugar en las Escrituras nos enseña a odiar a nuestros enemigos, como hace el Corán. De hecho, Jesús habló en contra de un dicho rabínico que permitía que uno aborreciera a sus enemigos (Mt 5:43-48). Sin embargo, Dios, por ejemplo, permitía que David diera libre expresión a sus propias emociones en los Salmos, a veces mostrando un odio apasionado hacia los enemigos de Dios (Sal 139:21-22). De hecho, muchos de los pecados e imperfectos de los hombres fueron intencionalmente registrados en las Escrituras, tales como la relación adúltera de David y el asesinato que cometió para cubrir su pecado, o el consejo errado de los compañeros de Job. Las Escrituras incluyen actitudes y prácticas que la misma Escritura prohíbe, como el odio a los enemigos, el adulterio y el falso testimonio, pero en ninguna parte de las Escrituras afirma o enseña tales prácticas. Por ese motivo, es importante entender que las Escrituras están libres de error en todo lo que afirman o enseñan – no en todo lo que relatan. Llegando a las Epístolas del Nuevo Testamento, vemos la misma perspectiva elevada de la inspiración divina como lo descrito por David, como también por Jesús en los Evangelios. Jesús, citando a Moisés, dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt 4:4). Pablo expresa la misma verdad en otras palabras, diciendo que “toda Escritura ha sido respirada por Dios.” Él dijo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; 15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios (θεοπνευστος, lit. “respirado por Dios”), y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:14-17) Pablo dijo de las Sagradas Escrituras que son respirados de la misma boca de Dios. Moisés y Jesús expresaron el mismo concepto, diciendo que cada palabra procede de la boca de Dios. Por ende, Dios respiró a Sus palabras a través de instrumentos humanos de tal manera que son llamadas infalibles. Pedro podía decir, citando de Isaías 40:6-8 de las Escrituras: “la palabra de Dios que vive y permanece para siempre,” y otra vez: “la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1Pedro 1:23-25). Estaremos considerando cómo Dios podía utilizar vasos humanos de tal manera como para producir Su Palabra infalible y sin error, sin anular su propia voluntad, en el próximo blog. 3. Las Escrituras son la Palabra de Dios, y, por lo tanto, no pueden errar. Como Dios es perfecto y las Escrituras han salido de la boca de Él, lógicamente, son perfectos y verdaderos en todo lo que afirman. Es por eso que el salmista pudo decir: “La suma de tu palabra es verdad” (Sal 119:160), y Jesús reafirmaba las palabras del salmista, diciendo al Padre: “Yo les he dado tu palabra… Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:14,17) Jesús le dijo al Padre que Él les había dado Su Palabra. Esto está de acuerdo con lo que Jesús les dijo a Sus discípulos después de Su resurrección, acordándoles de que, durante Su ministerio, Él les había enseñado de las Escrituras todas las cosas acerca de Él (Lucas 24:44-45). Es notable que Jesús no simplemente dijo que Su Palabra contiene verdad, como los que niegan la infalibilidad argumentan, sino que Su Palabra es verdad. 4. La negación de la infalibilidad de las Escrituras socava su autoridad. El ultimo argumento que quiero presentar aquí por la necesidad de insistir en la infalibilidad de las Escrituras es que la negación de su infalibilidad socava su autoridad como la Palabra de Dios. Algunos “Infaliblistas Parciales” (como si fuera posible tal contradicción de términos), argumentan que no es necesario que las Escrituras estén libres de errores en cosas no esenciales, con tal de que las verdades centrales acerca de la vida, muerte y resurrección de Cristo estén reconocidos como hechos históricos innegables. Sin embargo, desde el principio, cuando la serpiente tentó a Eva a dudar de la Palabra de Dios con la pregunta, “¿Ha dicho Dios?”, la historia ha demostrado vez tras vez que dudar de Su Palabra en un solo punto es como cortar el hilo que mantiene unido toda verdad, e inevitablemente, la fe de uno comienza a desenroscarse poco a poco hasta que uno llega al punto donde cuestiona las verdades más fundamentales, como la resurrección de Cristo y hasta la existencia misma de Dios. En vez de dejar que Dios sea veraz y todo hombre mentiroso, como dijo Pablo, muchos han llegado a creer en el hombre y dudar de Dios. Es por eso que Judas dijo que necesitamos contender ardientemente por la fe de una vez dada a nosotros en las Sagradas Escrituras. Él dijo: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 3-4). También, a Pablo le fue revelado que en los postreros días muchos apartarían de la fe una vez dada a los santos, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, apartando de la verdad el oído y volviendo a mitos, o al misticismo (1Tim 4:1; cf. 2Tim 4:4). Hoy, aún más que en aquel tiempo, estamos viviendo en un tiempo cuando no es aceptable contender para nada, mucho menos por aquella fe o cuerpo de verdad que fue de una vez entregado a los santos, que tenemos preservados en la Biblia. Ahora, más que ningún otro tiempo en la historia, maestros impíos están tergiversando las Escrituras y convirtiendo en libertinaje la gracia de Dios, e incluso negando la Deidad de nuestro Señor Jesucristo y Su muerte sustitutivo por nosotros como nuestro Redentor. De la misma manera que Judas, Pablo le dijo a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.” (2 Tim 1:13-14). La única manera que vamos a poder retener la forma de las sanas palabras de una vez dada a nosotros en la forma de las Sagradas Escrituras, es continuar insistiendo con el salmista en que la suma de Su Palabra es verdad, y que tenemos que vivir por toda palabra que sale de la boca de Dios, habiendo sido respirado por el Espíritu Santo y preservado por nosotros en los idiomas originales de las Sagradas Escrituras (2Tim 3:15, τα ιερα γραμματα ), o lo que hoy en día llamamos la Santa Biblia, igualmente dirivada del griego, τα ιερα βιβλία, que significa “el Sagrado Libro.” Si piensas que nuestra generación es demasiado alumbrado para creer tales cosas, te acordaría del testimonio de los Padres de la Iglesia, citadas en el blog anterior. No fue hasta la era del Alumbramiento a comienzos del siglo XVII, que los hombres comenzaron a considerarse demasiado inteligentes como para creer que la Biblia es lo que se dice ser. En estos tiempos, muchos se han puesto como jueces de Dios y de Su Palabra, en vez de reconocerle a Él como su Juez. Sin embargo, los que verdaderamente lo conocen como Señor, hoy como siempre, se someten sin condiciones a Su autoridad absoluta en todo lo relacionado a la fe y manera de vivir. Es mi oración que Dios levante una nueva generación que, en vez de cuestionar y despreciar a Su Palabra, dirían con el salmista: “Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro. Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas.” (Ps 119:127-128) “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces.” “Toda palabra de Dios es limpia.” (Ps 12:6; Prov 30:5) [1] 2015 Word of Grace Annual Conference - Brian Zahnd - Session 1 video 11:47 min
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