George Sidney Hurd
-- Al considerar si las promesas abrahámicas todavía son aplicables a los Israelitas, es importante que primero consideremos la naturaleza incondicional de las promesas de Dios a Abraham y a sus descendientes. Cuando el Señor le dijo a Abram que iba a heredar la tierra y que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo, Abram le preguntó: “Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?” (Gén 15:8) Para asegurarle que el cumplimiento de la promesa era seguro, el Señor le dijo que cortara unos animales a la mitad, colocando las mitades, una opuesta a la otra. Esto era la manera en que los caldeos de ese entonces hacían pactos solemnes entre dos personas. Los dos hombres pasarían entre los animales que habían partido en dos diciendo: “Que lo mismo suceda a aquel que viole este pacto.” Sin embargo, para enfatizar que el cumplimiento dependía totalmente en Su fidelidad a Su pacto, el Señor hizo que Abram cayera en un sueño profundo y Él mismo pasó sólo entre los animales. Esto dejó en claro a Abram que el cumplimiento dependía enteramente de la fidelidad de Dios y no de la fidelidad de Abram o la de sus descendientes. Después de eso dice: “En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: ‘A TU DESCENDENCIA he dado (pasado perfecto) esta tierra, Desde el río de Egipto hasta el río grande, el Río Éufrates: 19 La tierra de los Quenitas, los Cenezeos, los Cadmoneos, 20 los Hititas, los Ferezeos, los Refaías, 21 los Amorreos, los Cananeos, los Gergeseos y los Jebuseos." (Gen 15:18-21 NBLH) Había promesas dadas más adelante bajo la Ley, pero estas promesas a menudo eran específicamente condicionales – “si tu…, entonces Yo….” En contraste, el pacto que Dios hizo con Abraham y sus descendientes era enfáticamente incondicional. Él no dijo: “Si tu y tus descendientes siguen en mis caminos, entonces Yo les daré la tierra.” No. El Señor juró con un juramento solemne diciendo: “A tu descendencia he dado esta tierra.” El cumplimiento de la promesa estaba asegurado aún antes de que Abram tuviera un solo descendiente y antes que sus descendientes tomaran posesión de la tierra. Es significativo que el Señor aquí cambió el tiempo del verbo de “Yo daré” en 13:14-17 al pasado perfecto, “Yo he dado.” De este momento en adelante en las Escrituras Él se refiere a la Tierra Prometida como “la tierra que he dado a los hijos de Israel.” (Nú 20:24; 20:12; 33:53, etc.) Aun cuando en juicio les envió en cautiverio entre los gentiles, Él seguía llamándola “la tierra que les he dado” y promete restaurarlos a su tierra de manera permanente después. Después de advertir de juicios severos, antes de removerlos de la tierra, Él prometió su restauración final diciendo: “Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo.” (Amos 9:15) Esto habla de una restauración final de las 10 tribus del norte después de ser dispersos para jamás ser removidos otra vez. Puede que algunos argumenten que Dios prometió restaurarlos a su tierra, pero eso era antes de haber rechazado a Jesús como su Mesías. Sin embargo, hay más de un problema con ese razonamiento. En primer lugar, Dios habita en la eternidad, es omnisciente y por lo tanto sabía que Israel iba a rechazar a su Mesías cuando Él le dio la promesa a Abraham. Él también sabía eso cuando les prometió traerlos de nuevo a su tierra de manera permanente. En segundo lugar, como ya hemos visto, Su promesa a Israel es incondicional e irrevocable. Dios por medio de Jeremías reaseguró a Israel y a Judá de Su fidelidad a Su pacto a ellos en un tiempo cuando las 10 tribus de Israel ya habían sido conquistadas por los Asirios y dispersas y Jerusalén estaba siendo sitiado y sus habitantes llevados cautivos a Babilonia. El Señor les prometió diciendo: “Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán… 11 Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.” (Jer 30:3,11) Aquí Dios reasegura, tanto a Israel como a Judá que, por más severos que sean Sus juicios, ellos jamás perderían su identidad nacional como después sucedió con los Asirios y Babilonios y otras naciones que vinieron contra ellos. La existencia de Israel como pueblo después de casi 2.000 años sin tierra propia es un testimonio indisputable de la fidelidad de Dios a Su pacto con Abraham y sus descendientes. Se dice que la Reina Victoria de Inglaterra le preguntó al Primer Ministro Benjamín Disraeli qué evidencia había por la existencia de Dios. Después de un momento de reflexión él respondió: “El judío, su majestad.” De hecho, la única nación de tiempos bíblicos que todavía retiene su identidad nacional es Israel. Y eso a pesar de tantos intentos de los antisemitas a eliminarlos a través de los siglos. La existencia de Israel es el cumplimiento de la promesa de Dios que unos pocos versículos más adelante reiteró donde, a pesar de su pecado y apostasía, Él juró diciendo: “Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: 36 Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. 37 Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel POR TODO LO QUE HICIERON, dice Jehová.” (Jer 31:35-37) Las palabras que el Señor utilizó para expresar la irrevocabilidad de Su promesa no pudieron haber sido más enfáticas. Nada que Israel ha hecho o podría hacer en el futuro puede hacer que Dios retraiga Su promesa. Si el pacto a Abraham fuera un pacto condicional, como era la Ley de Moisés, entonces sus pecados hubieran constituido una violación del contrato y Dios sería absuelto de toda responsabilidad de cumplir Su promesa. Pero el Señor por Sí mismo hizo una promesa incondicional a Abraham y a sus descendientes. Él sigue diciendo que Jerusalén, que ya había sido destruido en el tiempo que Jeremías profetizó estas palabras, sería reconstruido para el Mesías cuando venga de una manera mucho mejor de lo que era antes: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que la ciudad será edificada a Jehová, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo. 39 Y saldrá más allá el cordel de la medida delante de él sobre el collado de Gareb, y rodeará a Goa. 40 Y todo el valle de los cuerpos muertos y de la ceniza, y todas las llanuras hasta el arroyo de Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los caballos al oriente, será santo a Jehová; no será arrancada ni destruida más para siempre.” (Jer 31:38-40) Aquí la promesa incondicional sigue declarando que en el futuro Jerusalén será reedificada a Jehová, pero describe a Jerusalén con una gloria mucho mayor de lo que tenía antes. Incluso el valle maldito de gehena, el valle de los cuerpos y de la ceniza, será santo a Jehová y esta nueva capital no será destruida más para siempre. ¿Cuándo sucederá esto? Todos los profetas hablan de su cumplimiento en el fin de los días: “Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. 5 Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días.” (Oseas 3:4-5) Dios, que tiene conocimiento de todas las cosas antes de que suceden, declara que los hijos de Israel volverán y buscarán a Jehová y David su rey después de un tiempo prolongado de exilo y que sucederá “en el fin de los días.” Otra vez, vemos que no es simplemente algún evento potencial en el futuro. No dice, “Si vuelven y buscan a Jehová,” sino es una declaración de algo que va a suceder, “buscarán a Jehová su Dios y lo temerán y su bondad en el fin de los días.” También, en Miqueas 4 vemos que “en los postreros tiempos” Jerusalén será sede del gobierno y todas las naciones vendrán a Jerusalén a adorar (Miqueas 4:1). En Ezequiel capítulo 36 en adelante habla de la restauración de Israel en su tierra. En el capítulo 37 vemos la visión de los huesos secos que representa “toda la casa de Israel” (Ezeq 37:11). Los huesos secos son unidos antes de que la carne se vuelva a formar sobre ellos y vuelven a vivir. Esto paralela con Israel siendo reunidos en su tierra hoy en día todavía en su estado de incredulidad. En los capítulos 38 y 39 vemos que “al cabo de los días” los ejércitos de Gog vendrán contra Israel cuando Israel está morando con tranquilidad en su tierra, pero sus ejércitos serán destruidos por Dios (Ezeq 38:8,22,23). La referencia a ellos morando seguros en su tierra podría ser el resultado de un acuerdo de paz efectuado por el Anticristo que ellos recibirán con brazos abiertos, pensando que él es su muy esperado Mesías. Cuando el Señor venga de Sion liberando a Israel dice que toda la casa de Israel lo reconocerán como su Dios y Él los restaurará: “Y de aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo soy Jehová su Dios... 28 Y sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin dejar allí a ninguno de ellos. 29 Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor.” (Ezeq 39:22,28-29) En Ezequiel capítulos 40 al 47 da detalles acerca del templo del Milenio en Jerusalén con sus medidas y servicios. El templo Milenial no será el tercer templo que los judíos están haciendo preparativos para construir ahora, dado que sus planos son una réplica del templo de Herodes y las dimensiones no corresponden con el templo Milenial descrito aquí en Ezequiel. Sin embargo, aparentemente ellos habrán terminado de construir el tercer templo en Jerusalén antes de la mitad de la semana septuagésima de Daniel cuando el príncipe que ha de venir hará cesar los sacrificios y las ofrendas. (Dan 9:27; Mt 24:15; Apo 11:1-2). Después de dar una descripción detallada del templo Milenial, en la última parte del capítulo 47 da mucho detalle especificando como la tierra restaurada será dividida entre las 12 tribus. ¿Cómo explican los teólogos del Reemplazo las descripciones tan detalladas de la restauración de Israel en los postreros días? Muchos intentan argumentar en contra de lo obvio, diciendo que las promesas eran condicionales. Sin embargo, ya hemos visto que Dios es muy enfático en decir que Sus promesas a Israel son irrevocables y que, aunque Él los castigará por sus pecados, Él jamás se retractará de Sus promesas dadas a ellos. Otros intentan espiritualizar todos los pasajes que hablan de la restauración de Israel en un intento aplicarlas a la Iglesia. Sin embargo, la práctica de espiritualizar o alegorizar las Escrituras, o cualquier otra literatura, es una violación desmesurada de la hermenéutica común. Un autor puede utilizar alegoría o cualquier otra forma de expresión literaria, pero es una violación de la hermenéutica, el sentido común y la intención del autor convertir lo que un autor ha escrito en alegoría. Algunos argumentan por una hermenéutica alegórica mientras otros insisten en una hermenéutica literal. Sin embargo, una hermenéutica legítima no es ni literal ni alegórica – es contextual. En otras palabras, tenemos que interpretar las Escrituras según el género de literatura que es, así como haríamos con cualquier otra literatura. Si el autor se expresa de forma literal, debemos de interpretarlo literalmente. Si él usa alegoría u otras formas de expresión, debemos interpretarlo de acuerdo con lo que es. Esto es interpretar según el contexto o según el sentido común. Cuando Jesús dice, “Yo soy la vid” o “Yo soy la puerta” el sentido común nos hace entender que está hablando figurativamente y, por lo tanto, en vez de entenderlo literalmente o imaginar algo fuera del contexto, procuramos entender la verdad expresada dentro del contexto mismo. Por otro lado, cuando Él usaba habla normal lo entendemos de manera literal. La práctica de espiritualizar o alegorizar el texto para acomodarlo a la preferencia doctrinal de uno como con la doctrina del Reemplazo, viola las reglas comunes de la literatura y aparta las Escrituras de la esfera de verdad objetiva y conocible. Utilizando tales prácticas hace que sea imposible razonar desde las Escrituras como Pablo hacía y como Lucas lo destacó de los de Berea por estarlo haciendo (Hch 17:2,11). Una vez comencemos a espiritualizar las Escrituras es posible hacer que las Escrituras digan cualquier cosa que deseamos. De hecho, la razón principal por qué hay tantas doctrinas contrarias dentro del cristianismo es porque muchos se han apartado de la hermenéutica sana con el uso del sentido común – “si el sentido común tiene sentido, no busques otro sentido.” Volviendo al tema de la teología del Reemplazo, muchos insisten que sería imposible restaurar a Israel, dado que, según ellos, cuando las 10 tribus fueron dispersos en 722 a.C. ellos dejaron de existir como un pueblo. Sin embargo, el término “diez tribus perdidas” es errónea y no se encuentra en las Escrituras. Aun después de haber sido conquistado y dispersos por los Asiros, Dios les prometió no destruir por completo a Israel (Jer 30:11) y que jamás dejaría de ser una nación delante de Él eternamente (Jer 31:36). Lo que muchos aparentan pasar por alto es que todas las 12 tribus de Israel estaban presentes y adorándole al Señor en el tiempo que fue escrito el Nuevo Testamento más de 700 años después de la dispersión. En el día del Pentecostés vemos que judíos devotos de la dispersión, representativos de toda la casa de Israel estaban presentes para la fiesta de la Pascua: “Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua…. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis…. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (Hechos 2:5,6, 22, 36).” Aquí podemos ver que, en el día del Pentecostés, judíos representando a toda la casa de Israel estaban presentes en Jerusalén para la fiesta (el término “judíos” fue utilizado para referirse a los israelitas y no solamente los de Judá después del cautiverio babilónico). Pablo dando defensa ante el rey Agripa, afirma algo que era conocimiento común - había judíos devotos sirviéndole a Dios de todas las doce tribus en su tiempo: “promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos (Hechos 26:7).” Santiago escribió su epístola a todas las doce tribus de la dispersión: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud (Santiago 1:1).” Aunque no todas las diez tribus volvieron a la tierra de Israel (eso será cumplido hasta el cabo de los años) definitivamente no se habían perdido eternamente ni habían sido enteramente absorbidos por las naciones. Además, los que aparentan estar perdidos, solo están perdidos para los hombres y no perdidos para Dios. El linaje judaico en tiempos bíblicos fue basado en el linaje del padre de la familia y no la madre. A través de las Escrituras vemos que un niño que tiene padre judío sigue siendo contado como judío aún si su madre no era judía. José se casó con una egipcia. Sin embargo, sus dos hijos llegaron a ser los patriarcas de las dos tribus de Efraín y Manasés. Moisés se casó con una Madianita. En la genealogía mesiánica de Mateo capítulo uno vemos que Rahab la ramera de Jericó fue la madre de Booz y sin embargo Booz siguió en el linaje de Judá. El, a su vez se casó con Rut, una Moabita. Entonces, aunque había gentiles en el linaje de Jesús, eso no lo excluyó de ser un descendiente legítimo de David de la tribu de Judá. Dios conoce la descendencia de cada judío y es plenamente capaz de distinguirlos. Hay millones de judíos devotos en el mundo hoy que saben que son judíos, pero no saben con certeza de que tribu son. Algunos concluyen que son de la tribu de Leví porque sus apellidos son Levi o Cohen, pero aún eso no es conclusivo. Los archivos genealógicos solo pueden comprobar la descendencia por unas pocas generaciones para la mayoría. Israelitas han sido expulsados de muchas naciones, perseguidos, masacrados y obligados a abrazar el cristianismo o la fe musulmán, complicando aún más la identificación de su linaje (para una cronología mostrando como los judíos han sido hollados por los gentiles vea el siguiente vínculo:[1]) Es un milagro que han sobrevivido como un pueblo distinto a pesar de tantos intentos de eliminarlos. Muchos judíos hoy en día han continuado practicando la fe judía, aunque no saben de qué tribu son. Sea lo que sea, Dios sabe su descendencia paterna y los atraerá de vuelta a su tierra al cabo de los días. Cuando Dios hace referencia a Su pueblo como “toda la casa de Israel” en Ezequiel, Él se está refiriendo a todas las 12 tribus de Israel y no solamente las 10 tribus que se separaron de las tribus de Benjamín y Judá después del reinado de Salomón. Ezequiel, escribiendo cuando las 10 tribus ya estaban dispersas y la tribu de Judá estaba cautiva en Babilonia, habló de su restauración futura como una sola nación en su propia tierra. Él fue mandado a profetizar diciéndoles: “y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; 22 y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos.” (Ezeq 37:21,22) Las Escrituras son muy claras y enfáticas acerca de las promesas a Israel y a Judá. Las promesas son tan claramente incondicionales que cualquier intento negarlas constituye hacer que Dios sea mentiroso. Son tan detalladas y específicas que cualquier intento hacer que alegóricamente apliquen a la Iglesia sea ridículo. Los que niegan que las promesas de Dios a la nación de Israel siguen siendo válidas harían bien en poner atención a la declaración que Dios hizo que Balaam profetizara cuando él intentaba maldecir a Israel: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm 23:19) Algunos, sin tomar en cuenta el contexto y fluir del libro de Oseas, toman ciertas declaraciones hechas contra Israel en Oseas como evidencia de que Dios ha rechazado y divorciado a Israel. Oseas profetizaba durante el reinado de Jeroboam antes de que el reino del norte fuera conquistado y disperso. Para comunicar Su corazón a Israel idolatra e infiel, Él le dijo a Oseas que se casara con una ramera. Es una historia desgarradora de amor y traición, pero lo más importante es que ilustra la fidelidad de Dios a un Israel adúltero. Oseas tuvo hijos por ella, pero ella seguía en sus caminos adúlteros y finalmente lo abandonó, volviendo a su vida de prostitución. Llegó al punto donde estaba esclava a un hombre que la ponía a trabajar de prostituta. Para ilustrar Su fidelidad al pacto que hizo con Su pueblo adúltero, Israel, el Señor le mandó a Oseas a comprarla y recibirla, amándola otra vez como su esposa. Él le dijo a Oseas: “Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas. 2 La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada. 3 Y le dije: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo contigo. 4 Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. 5 Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días.” (Oseas 3) En Oseas Dios expresa tanto Su ira celosa y Su amor incondicional y fidelidad a Israel. Todos los que hayan amado una pareja infiel fácilmente pueden identificar con lo que para otros aparentan ser dichos contradictorios en el libro de Oseas. En el capítulo uno el Señor dice que ya no tendrá misericordia a Israel, sino que los quitaría del todo (1:6). Él mandó a Oseas a decirles: “vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios.” (1:9). Pero las próximas palabras son todo lo contrario. Él dice: “Pero el número de los Israelitas Será como la arena del mar, Que no se puede medir ni contar; Y sucederá que en el lugar Donde se les dice: ‘No son Mi pueblo,’ Se les dirá: ‘Son hijos del Dios viviente.’ 11 y los hijos de Judá y los Israelitas se reunirán, y nombrarán para sí un solo jefe, y subirán de la tierra, Porque grande será el día de Jezreel (Jezreel, “la siembra del Señor”). 2:1 Digan a sus hermanos: ‘Ammí (Pueblo Mío),’ y a sus hermanas: ‘Ruhamá (Compadecida).’” (Oseas 1:10 - 2:1 NBLH) Después de decirle a Israel, “vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios,” Él les dice tanto a Israel como también a Judá que en el futuro ellos no solamente serán recibido por Él como Su pueblo, sino que serán llamados hijos del Dios viviente y que serán reunidos y subirán en la tierra porque el Señor los sembrará allí para jamás volver a ser desarraigados otra vez. Entonces, en el siguiente versículo el Señor le dice a Oseas que diga a sus hermanos que son Su pueblo y a sus hermanas que son compadecidas. ¡Aún en Su ira Dios recuerda la misericordia! (Hab 3:2). Pablo cita este pasaje, expandiéndolo para incluir los gentiles que ahora somos hijos de Dios y coherederos por la fe de Cristo, la simiente de Abraham (Rom 9:25). Los teólogos del Reemplazo interpretan esto como indicando que nosotros ahora somos el pueblo de Dios a exclusión de la nación de Israel. Sin embargo, leyendo el desarrollo de la argumentación de Pablo hasta Romanos capítulo 11, es evidente que él está refiriendo a la inclusión de los gentiles, pero no la exclusión de la nación de Israel. Nosotros los gentiles, como ramas silvestres, fuimos injertadas, pero cuando venga el Libertador de Sion, removiendo la impiedad de Jacob, todo Israel será salvo y restaurado (Rom 11:25-28). Israel y Judá serán reunidos como una nación y David será su rey (Oseas 3:5; Jer 30:9). En el capítulo 2 de Oseas, de los versículos 2 a 13, el Señor renuncia a Israel como Su esposa y la entrega a las consecuencias de sus propios caminos adúlteros. Sin embargo, una vez más vemos que, comenzando en los versículos 14 hasta el fin del capítulo, Él la atrae a Israel otra vez y la lleva al desierto donde le habla palabras de consuelo. Creo que el desierto representa el tiempo de angustia para Jacob o la Gran Tribulación (Jer 30:7; Dan 12:1; Apo 12:13-14). En su aflicción buscarán al Señor (Oseas 5:15-6:1). Entonces, otra vez, como en el capítulo 1, hay una reversa total donde Dios la recibe otra vez para ser su esposa para siempre: “Sucederá en aquel día," declara el SEÑOR, "que Me llamarás Ishí (esposo mío) Y no Me llamarás más Baalí (mi señor)… 19 Te desposaré conmigo para siempre; Sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, En misericordia y en compasión; 20 Te desposaré conmigo en fidelidad, Y tú conocerás al SEÑOR.” (Oseas 2:16, 19-20 NBLH) Otra vez, es el mismo Israel al que Dios había renunciado con quien Él vuelve a desposarse para siempre, en vez de que esté refiriéndose a la Iglesia reemplazando a Israel. La Iglesia, la Esposa de Cristo, será casada por primera vez a Cristo como una virgen pura, llegando a ser la Esposa del Cordero en la Jerusalén celestial. En contraste, Israel aquí estará recibido de nuevo como la esposa de Jehová para poseer una herencia terrenal en la tierra de Israel. Esto se ve claramente en los versículos que siguen en el capítulo 3 donde dice que ellos permanecerán muchos días sin rey, pero volverán al Señor y a David su rey en los días postreros. Una vez más, en el capítulo 5 vemos el Señor rechazando, no solamente a Israel, sino también a Judá. Sin embargo, no de manera permanente, sino solamente hasta que lo busquen: “Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte. 15 Andaré y volveré a mi lugar, HASTA QUE reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.” (Oseas 5:14-15) Esto muy claramente no está hablando de Israel siendo reemplazado por la Iglesia. Es el mismo Israel y Judá que están esparcidos y llevados cautivos que después buscarán Su rostro en su angustia. Los siguientes versículos hablan claramente de su restauración: “Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. 2 Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.” (Oseas 6:1-2) Otra vez, es claro que es el mismo Israel que el Señor ha arrebatado en juicio que después lo buscarán para sanidad y avivamiento. Mientras este y otros pasajes refiriendose al trato de Dios con el pueblo de Israel puede tener una aplicación secundaria a nosotros como la Iglesia, su cumplimiento principal es a la nación de Israel y Judá – no el Israel espiritual. Muchas promesas y profecías para Israel ahora tienen aplicación a la Iglesia para provocar a celos a Israel, pero su pleno cumplimiento espera el tiempo de su plena restitución. Algunos teólogos del Reemplazo argumentan que Cristo reemplazó a Israel como el verdadero Israel de Dios, dado que la frase “de Egipto llamé a mí hijo,” (Oseas 11:1) es aplicado a Cristo en Mateo donde dice: “Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, 15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.” (Mt 2:14-15) Sin embargo, si continuamos leyendo en Oseas es evidente que, aunque Cristo es identificado con Israel, Él no reemplaza a Israel. Cristo yendo a Egipto y siendo llamado de Egipto de vuelta a la tierra de Israel pone en contraste el fracaso de Israel al salir de Egipto con la obediencia de Cristo, mucho como el contraste entre Adán y Cristo, el Último Adán, pero Cristo no reemplaza a Israel. Esto llega a ser muy evidente al seguir leyendo en Oseas. Por ejemplo, el versículo 5 dice: “(Israel) no volverá a tierra de Egipto, sino que el asirio mismo será su rey, porque no se quisieron convertir.” Más adelante en el capítulo 11 de Oseas Él dice que no siempre guardará enojo con Israel, sino que les mostrará misericordia al final: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. 9 No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad.” (Oseas 11:8-9) Los que piensan que Dios rechazaría de manera permanente a Israel por todo lo que han hecho olvidan que Dios es un Dios de misericordia que no desecha para siempre ni aflige voluntariamente a los hijos de los hombres. En Su misericordia Dios les promete que los traerá de vuelta a su tierra de todas las naciones donde los esparció en Su enojo. Él dice en los siguientes versículos: “En pos de Jehová caminarán; él rugirá como león; rugirá, y los hijos vendrán temblando desde el occidente. 11 Como ave acudirán velozmente de Egipto, y de la tierra de Asiria como paloma; y los haré habitar en sus casas, dice Jehová.” (Oseas 11:10,11) En el siglo IXX y temprano XX los teólogos del Reemplazo ridiculizaban a los Dispensacionalistas Premileniales por insistir en una interpretación normal y literal de estos y numerosos pasajes profetizando la restauración de Israel y Judá en su tierra en los postreros días. Ellos lo creían simplemente porque la Biblia lo decía así, aunque parecía imposible en aquel entonces. Uno pensaría que ahora, viendo que Israel ahora es una nación y que están regresando a su tierra natal, todos reconocerían que Dios está cumpliendo Su promesa a Israel. Pero tristemente, como con los hermanos del hombre rico en el hades, algunos no creerían aún si uno fuera resucitar de entre los muertos. Debe ser obvio a cualquier estudiante de la Palabra que las promesas de Dios a Abraham y a sus descendientes, los hijos de Israel, son incondicionales e irrevocables. Nosotros como gentiles debemos estar agradecidos que en la misericordia de Dios hemos sido injertados en el olivo, llegando a ser herederos de la bendición de Abraham. Pero no debemos presumir, pensando que hemos reemplazado a Israel. Dios claramente tiene un futuro glorioso para Su pueblo Israel. [1]http://www.simpletoremember.com/articles/a/HistoryJewishPersecution/
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