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Los Argumentos Lógicos
por George Sidney Hurd Entre nosotros que creemos en la vida más allá de la muerte hay dos creencias muy distintas. Una es que vivimos una sola vez y después esperamos la resurrección de nuestros cuerpos inmortales y espirituales en el fin de la época. La otra es que uno sufre reencarnaciones repetidas en otros cuerpos, época tras época, antes de finalmente alcanzar la perfección cuando uno deja de reencarnarse, perdiendo su identidad personal, llegando a ser uno con la consciencia cósmica. Cuando tuve mi encuentro personal con el Señor y comencé a estudiar las Escrituras por mí mismo hace cincuenta años, la creencia en la reencarnación no fue tomada como una opción viable entre los cristianos. Sin embargo, aquel tiempo era un tiempo de muchos cambios. El movimiento contracultura en el occidente rechazó el cristianismo tradicional y comenzó a buscar su espiritualidad en el oriente. Combinado con la influencia de antecesores occidentales como Madame Blavatsky y Edgar Cayce, comenzó a surgir una nueva versión de espiritualidad oriental en el occidente, formando lo que ahora conocemos como el Movimiento de la Nueva Era. Hicieron un esfuerzo orquestado para injertar la espiritualidad oriental en la comunidad cristiana quitando autoridad a la Biblia, o usando el revisionismo y citando frases bíblicas fuera de su contexto, de una manera que da la impresión de que la Biblia enseña la reencarnación. Como resultado, ahora más de 25% de cristianos en Estados Unidos dicen que creen en la reencarnación. Pero, ¿es posible razonablemente concluir de las Escrituras cristianas que somos reencarnados en vez de ser resucitados? ¿Es la teoría de la reencarnación siquiera coherente lógicamente? Estas son las preguntas que espero responder en este blog y el que sigue. La Incoherencia Lógica de la Reencarnación Normalmente trato de los argumentos escriturales para una creencia antes de considerar las implicaciones lógicas porque estimo las Escrituras como la Palabra de Dios y la última autoridad. Pero considerando que muchos de los que creen en la reencarnación no comparten la misma estima alta de la Biblia, voy a considerar primero las implicaciones lógicas de la reencarnación. 1) El Problema del Aumento de la Población Lógicamente, si hay un número determinado de almas que están evolucionando a través de una serie finita de reencarnaciones, con todos eventualmente dejando de reencarnarse, llegando a ser uno con la consciencia cósmica, entonces la población humana debe de ser cada vez menos en vez de ir en aumento. Sin embargo, en vez de que esté menguando la población, estamos viendo una explosión demográfica. Cuando mi madre nació en el año 1920 la población mundial estaba en 1.8 mil millones. Cuando yo nací en el año 1950 la población estaba en 2.5 mil millones. Para el año 1970 había aumentada a 3.7 mil millones. Ahora, solo 52 años después, ha alcanzado a los 8 mil millones. Según la teoría de la reencarnación, la población debe estar disminuyendo en vez de aumentar, conforme las almas alcanzan brahmín y dejan de reencarnarse. ¿Cómo resuelven esta contradicción lógica? Algunos defensores de la reencarnación argumentarían que el aumento en la población es el resultado de un incremento dramático de almas reencarnándose como humanos que anteriormente existían en formas de vida más primitivas como plantas e insectos. Otros especulan que el aumento podría ser el resultado de una migración cósmica de almas de otros planetas que están reencarnándose en nuestro mundo como humanos. Sin embargo, estas explicaciones están agarradas de un pelo. El crecimiento de la población humana es mejor explicado como un crecimiento exponencial natural. Las Escrituras lo presentan como el simple proceso de procreación donde una pareja engendra hijos con la existencia de cada alma comenzando en el momento de la concepción. El aumento de la población es mejor entendido como un asunto de la simple matemática. Conforme más personas son engendradas y la ciencia logra prolongar la vida promedio, la población humana aumenta. Por otro lado, conforme la población humana aumenta, las formas de vida animal se ponen en peligro de extinción – no por la transmigración de almas de una forma de vida inferior a la vida humana, sino simplemente porque el hombre descuida el balance delicado de la naturaleza. Por otro lado, vemos cada vez un mayor número de animales domesticados como gallinas y vacas, pero no debido a la reencarnación, sino simplemente porque a los hombres les gusta comer huevos y carne. Así que, el modelo bíblico donde cada alma vive y muere físicamente una sola vez, seguido por la resurrección a la inmortalidad en el fin de la época, es lógicamente compatible con el aumento de la población humana, mientras que la reencarnación no lo es. 2) El Problema del Origen de la Mala Karma Según la creencia oriental, cada alma es eterna, sin comienzo ni fin, comenzando en un estado de perfección y volviendo a ese mismo estado, dejando de reencarnarse y volviendo a ser uno con la consciencia cósmica. La encarnación es considerada una condición inferior pero necesaria para pagar por la mala karma adquirido en vidas anteriores. El dilema lógico que esto presenta es: ¿Cómo pudo la consciencia cósmica perfecta haber originado la mala karma, así requiriendo la encarnación inicial de estos miles de millones o trillones de almas? Si la mala karma solamente se adquiere en el estado inferior de un cuerpo mortal, haciendo necesario la reencarnación para pagarla, ¿cómo produjo la consciencia cósmica perfecta la primera mala karma en almas aún sin cuerpo? El modelo bíblico no enfrenta este dilema. Presenta un Dios trino y personal como creando a personas con la capacidad de decidir permanecer en Él o actuar independientemente de Él, rechazando Su Señorío. El mal se originó en el corazón de Satanás y a través de su influencia pasó a la raza humana por la desobediencia de Adán. 3) El Problema de la Perpetuación del Mal Según la ley del karma, el mismo mal que uno comete en una vida tiene que volver sobre uno en la próxima vida. Sin embargo, esto perpetuaría el mal en vez de erradicarlo. Por ejemplo, John Wayne Gacy, conocido como “el payaso asesino” (porque se disfrazaba como payaso), violó y asesinó al menos 33 jóvenes y niños antes de ser condenado, recibiendo la pena de muerte en 1994. Según la ley del karma, en sus próximas reencarnaciones él tendría que ser violado y asesinado 33 veces. Esto a su vez haría necesario que aquellos 33 que lo violan y matan sufran lo mismo por su ofensa, que significa que aquellos que los asesinan también sean asesinados, ad infinitum. ¡Uno solo puede imaginar las repercusiones que la ley del karma causaría a los hechos malos de un solo hombre como Hitler en las generaciones futuras! En contraste, según el modelo bíblico, uno puede arrepentirse ante Dios y ser perdonado sin la necesidad de pagar por sus pecados porque Dios en Cristo hizo propiciación por los pecados del mundo entero en la cruz, satisfaciendo la justicia de Dios, muriendo en nuestro lugar (1Jn 2:2; Rom 3:23-26). Cuando uno viene a Cristo no solamente son perdonados sus pecados, sino que Cristo viene a vivir en nosotros, haciendo que sea una nueva creación y produciendo en ellos Su propia perfección – algo inalcanzable aun en un millón de reencarnaciones. Algunos insistirían que la Biblia enseña la ley del karma cuando dice, “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gal 6:7). Sin embargo, hay dos consideraciones que distinguen la ley de Dios acerca de sembrar y segar de la ley del karma. En primer lugar, la ley de sembrar y cosechar en las Escrituras no es quid pro quo como es la del karma, sino que principalmente se refiere a las consecuencias naturales de vivir una vida de pecado y exceso. Si uno toma demasiado puede destruir su matrimonio, su familia y su salud. Lo que uno cosecha no es quid pro quo sino corrupción o ruina: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción (thora ‘destrucción, ruina’); mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gal 6:7-8) En segundo lugar, el principio de Dios de cosechar y sembrar no es una ley impersonal que no puede ser circunvenido por la gracia, como es la ley del karma. Aunque Dios habla en serio cuando dice que el pecado tiene sus consecuencias, Él es un Padre de amor y cuando verdaderamente nos arrepentimos de nuestros pecados Él nos perdona, así como haría cualquier padre que ame a su hijo y retrae cualquier juicio pronunciado contra nosotros, a menudo sanándonos de enfermedades que provocamos por nuestro desenfreno. Cuando tuve mi encuentro con el Señor en el año 1969 mi salud estaba fallando debido al abuso de las drogas. Había contraído hepatitis A, B, C y Delta por compartir jeringas con mis compañeros. Aunque el Señor no me sanó de inmediato, me dio la promesa de que mi enfermedad no resultaría en la muerte, sino en Su gloria. En 2012, de una manera milagrosa recibí un nuevo hígado y para el año 2016 estaba totalmente libre de la hepatitis C. Aunque no debemos de pensar que Dios esté bajo obligación de intervenir de esta manera en tales circunstancias, definitivamente vi la gracia de Dios sobre mi vida, resultando en que yo no tuviera que cosechar a plenitud lo que había sembrado durante mis años turbulentos de la juventud. El modelo tradicional del castigo eterno para la mayoría de la humanidad, popularizado por San Agustín en el siglo V, perpetúa el mal de manera semejante, pero de otra forma. Presenta a Dios como perpetuando el mal por mantener a los perdidos conscientes en un estado de tormentos sin fin. Según este modelo, Dios no erradica el mal de Su creación – Él simplemente lo mantiene en una cuarentena perpetua. Sin embargo, en la Escrituras vemos que el mal no es una creación de Dios. No es eterno, sino que tuvo un comienzo en el tiempo y será totalmente erradicado al final de las épocas cuando el último enemigo – la muerte, habrá sido destruida y todos se habrán sujetado a Cristo, y entonces Cristo se someterá al Padre y Dios será todo en todos (1Cor 15:25-28; Apo 21:4-5). Presento la base escritural para la plena erradicación del mal y la restauración de todos en mi libro. “El Triunfo de la Misericordia (la reconciliación de todos a través de Jesucristo).” Por lo tanto, las Escrituras bien entendidas, no perpetúan el mal como hace la ley del karma y la doctrina del castigo eterno. En vez de una ley impersonal, tenemos un Dios personal que ha determinado que todos finalmente serán salvos, doblando rodilla en adoración y confesando a Jesucristo como Señor (Isa 45:22-24; Fil 2:10-11; Sal 86:9). 4) El Problema de la Ignorancia acerca de Vidas Anteriores Unos piensan que la ley del karma es un sistema justo que explica por qué algunos sufren más que otros en la vida. Tal vez si fuéramos conscientes del mal cometido en vidas anteriores uno podría argumentar que es un sistema justo. Pero, a excepeción de unos pocos que afirman haber recordado algunos detalles de vidas pasadas por medio de hipnosis u otros medios síquicos, nadie tiene memoria alguna de vidas pasadas. En realidad, nuestra memoria es una parte esencial de nuestra persona y sin ella el individuo reencarnado sería esencialmente otra persona por completo. Por lo tanto, en esencia, según la teoría de la reencarnación, cuando alguien sufre por los hechos cometidos en una vida anterior, él está sufriendo por los pecados de otra persona. Y, ¿A quién en esta generación le gustaría estar sufriendo por el mal karma de alguien como Hitler? Aun si pudiéramos pensar en alguien, ¿en qué sentido podríamos llamar a eso justicia? Para aprender de nuestros errores pasados es esencial que al menos tengamos alguna memoria de ellos. Aun en nuestro sistema de justicia, si es determinado que un individuo no tuvo memoria de su crimen sería tomado en cuenta como circunstancias atenuantes y su condena sería menos. Pero la ley del karma es un ley impersonal e inflexible sin misericordia. Todos tendemos a calificar y modificar nuestras creencias queridas cuando somos enfrentados con sus falencias lógicas en vez de abandonarlas. Pero, ¿quién de nosotros piensa que sería justo tener que sufrir por maldades que ni siquiera recordamos haber cometido? El modelo tradicional de castigo infinito por pecados finitos presenta una contradicción moral igual, o mayor, que la ley del karma. Sin embargo, contrario a lo que ha sido enseñado tradicionalmente desde el siglo V, los juicios de Dios son justos y medidos según la obra de cada uno – no infinitos. Trato este tema con más detalle en mis libros, “El Triunfo de la Misericordia” y “La Solución Universal.” En las Escrituras vemos que los hombres son juzgados según lo que hicieron en el transcurso de su única vida terrenal en vez de estar sufriendo por previas vidas de las cuales no tenemos memoria (Heb 9:27). También vemos en las Escrituras que nuestro Juez es un Padre lleno de misericordia, y para el pecador arrepentido Su misericordia triunfa sobre el juicio (Stg 2:13). Debido a que la justicia y la paz se besaron en la cruz, Dios puede ser un Juez justo y al mismo tiempo justificar a aquellos que se arrepienten y creen en Jesús (Sal 85:10; Rom 3:25-26). De hecho, el mismo texto que nos dice que es establecido a los hombres morir una sola vez y después ser juzgados, enfatiza que Cristo tomó nuestra condenación sobre Sí Mismo en la cruz: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.” (Heb 9:27-28) Cristo, siendo el Hijo de Dios encarnado (no reencarnado), habiendo sido entregado a la muerte una sola vez para llevar los pecados del mundo entero, fue resucitado de los muertos y vive por siempre para interceder por los pecadores que desean acercarse a Dios Padre por medio de Él (Rom 6:10; Heb 7:23-27; 9:12). Como dice Pablo, no hay condenación (ni mal karma) para los que están en Cristo Jesús (Rom 8:1). Eso no significa que no tendremos que pasar por el fuego purificador. Todos serán salados en fuego para salir como oro puro, dado que nada impuro puede soportar la presencia de Dios (1Cor 3:13-15; Mt 5:8; Heb 12:14; Apo 22:14-15). Los que mueren fuera de Cristo no serán resucitados hasta la segunda resurrección para juicio (Jn 5:24,29; Apo 20:5-6). Ellos serán resucitados y juzgados según sus obras, recibiendo su parte en el Lago de Fuego purificador (Apo 20:14-15). Trato del tema del Lago de Fuego en mi blog, “Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor.” Su propósito es purificación – no tortura, y no dura eternamente, sino por las épocas de las épocas (eis tous aionas ton aiónon) o extendiendo hacia dentro de las épocas venideras. Cada uno recibirá su parte (meros) según las obras de cada uno, en vez de que el fuego dure para siempre. Así que, en vez de estar sufriendo por alguna ley del karma impersonal por cosas malas que hicimos en vidas anteriores de las cuales ni siquiera tenemos memoria, vemos en las Escrituras que cada individuo que ha vivido, una vez muerto, será juzgado por un Juez justo según sus propias obras y no estará siendo castigado por hechos de individuos de las generaciones pasadas. Habiendo considerado brevemente algunos de los argumentos contra la reencarnación, en el próximo blog veremos los argumentos escriturales que presentan por la reencarnación.
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