George Sidney Hurd
-- “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gén 12:2-3) En el blog anterior vimos que el pacto que Dios hizo con Israel era enfáticamente incondicional y por lo tanto irrevocable. A pesar de esto, los que se aferren a la teología del Reemplazo dirían que la Iglesia ha reemplazado a la nación de Israel y por lo tanto todas las promesas a la nación de Israel, o eran condicionales y anuladas por ellos al rechazar al Mesías, o de una manera las promesas llegaron a ser aplicables solamente a la Iglesia. Algunos dirían que la promesa solo era aplicable a Abraham, dado que el Señor aquí simplemente dice “te bendeciré.” Sin embargo, la manera en que él fue bendecido requiere que la promesa incluye sus descendientes también. En el versículo 7 el Señor dice: “A tu descendencia daré esta tierra.” Esta promesa tenía que ser cumplida a través de su descendencia dado que él mismo nunca poseyó la Tierra Prometida. En Génesis 17 el Señor confirma Su pacto de una manera que claramente incluye a sus descendientes: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.” (Gén 17:7-8) Así que, vemos que el pacto hecho con Abraham también fue hecho con sus descendientes. Es importante notar que incluye el titulo de propiedad a la tierra de Israel que actualmente está siendo rehabitada por el pueblo de Israel en nuestro día. La promesa es que la tierra sería su heredad perpetua (olam). La tierra siempre ha pertenecido a los Israelitas desde el momento que Dios hizo su promesa de pacto a Abraham. Les pertenece como una posesión permanente – no tanto por el uso de la palabra olam que simplemente significa “tiempo indefinido,” sino debido a la irrevocabilidad de la promesa incondicional que Dios hizo a Abraham. De hecho, la nación de Israel todavía no ha tomado posesión de la Tierra Prometida en su totalidad. Dios especificó las fronteras de la tierra que Él les dio: “En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: "A tu descendencia he dado esta tierra, Desde el río de Egipto hasta el río grande, el Río Éufrates: 19 la tierra de los Quenitas, los Cenezeos, los Cadmoneos, 20 los Hititas, los Ferezeos, los Refaías, 21 los Amorreos, los Cananeos, los Gergeseos y los Jebuseos.” (Gén 15:18-21) Como uno puede ver, todavía les espera a los Israelitas tomar posesión de toda la tierra que el Señor les ha dado. La mayor cantidad de la Tierra Prometida que han poseído hasta la fecha fue durante el reinado de Solomon, pero eso cae muy corto de la promesa, como podemos ver en el mapa. ¿Será que a Dios se le olvidó de Su promesa darles todo ese territorio? ¿Será que se renegó con Su promesa a Abraham? No. En Ezequiel Dios especifica como la tierra estará dividida entre las tribus de Israel en el Milenio. Antes Él reafirma Su fidelidad a Su pacto a Israel en haberles dado la tierra a Abraham y a sus descendientes: “Y la heredaréis así los unos como los otros; por ella alcé mi mano jurando que la había de dar a vuestros padres; por tanto, esta será la tierra de vuestra heredad.” (Ezeq 47:14) A pesar de la irrevocabilidad de las promesas de Dios a dar a Israel la tierra, algunos hoy en día todavía niegan que la presencia de Israel en su tierra tenga significado profético alguno. Es nada menos que un milagro que después de 2.000 años de dispersión y más de 50 atentados genocidas contra su pueblo, ellos no solo continúan como un pueblo, sino que también la nación ha sido reestablecida en su propio territorio con muchos judíos practicantes que hablan en su lengua antigua el hebreo. Además, todo intento de las naciones árabes alrededor a ahogarlos en el Mediterráneo solo han resultado en victorias para Israel de proporciones bíblicas. ¿Es razonable insistir que todo esto sea nada más que coincidencia? No lo creo. El Señor dijo que ellos estarían dispersos entre las naciones, permaneciendo sin una identidad nacional hasta los postreros días cuando los tiempos de los gentiles se cumplan (Lu 21:24; Ezeq 38:8; Oseas 3:4-5). ¿Si no es un cumplimiento de profecía, entonces por qué están de vuelta en su tierra? Aunque la mayoría seguirán en incredulidad hasta mirar a Aquel que traspasaron cuando el Libertador venga de Sion, ellos ya están siendo atraídos de vuelta a su tierra como en la profecía de los huesos secos en Ezequiel. Y de allí volverán a vivir, así como fue profetizado (Ezeq 37:1-14). Es comprensible que muchos en el mundo que no conocen a Dios y ignoran Sus promesas y la historia bíblica de Israel podrían decir que la tierra de Israel no pertenece legítimamente a los judíos. Pero, ¿cómo podemos nosotros como cristianos negar su derecho a la tierra que el Señor les prometió con juramento? (Éx 13:5-7; 32:13) Así que, nosotros hemos visto que la promesa de la tierra fue irrevocable y perpetua, extendiendo más allá de Abraham mismo para incluir sus descendientes. Entonces, ¿qué de la promesa de bendecir a los que bendigan a Abraham y maldecir a los que lo maldigan? ¿Incluye esta promesa a sus descendientes también? Creo que tanto las Escrituras como la historia claramente indican que sí. Cuando Isaac bendijo a Jacob (Israel) él dejó en claro que la bendición de Abraham pasó a él y después a sus hijos que forman las 12 tribus de Israel. La bendición claramente se extiende más allá de Jacob para incluir a todos sus descendientes: “Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren.” (Gén 27:29) ¿En qué sentido podríamos decir de Jacob que pueblos y naciones le sirvieron y se postraron a él? ¿Cómo podemos decir que sus hermanos se inclinaron a él mientras que él vivía? Él solamente tenía un hermano, Esaú. Sin embargo, su hermano tuvo descendientes que siempre han sido los enemigos de los Israelitas. Para despecharse contra su mamá, Esaú se casó con la hija de Ismael. La mayoría de las naciones árabes que se han resistido a los descendientes de Israel hasta el día de hoy son los descendientes del hermano de Jacob, Esaú. La mayoría de aquellos que se llaman Palestinos hoy en realidad no son los descendientes de los Filisteos como dicen, sino que son en gran parte los descendientes de Ismael y Esaú o los hermanos de Jacob. De todas maneras, la promesa dada a Jacob claramente extiende a su posteridad, dado que su cumplimiento requiere descendientes. Aunque los descendientes de Esaú se nieguen a servir a Israel en esta época, vemos que todas las naciones les servirán cuando el reinado Milenial es establecido desde Jerusalén: “Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá, y del todo será asolado.” (Isa 60:12) Más tarde, cuando los Israelitas se acercaban a la Tierra Prometida, Balak le pidió a Balaam que maldijera a Israel para poder derrotarlo. Sin embargo, el Señor le dijo a Balaam que solo hablara las palabras que Él le diera para decir acerca de Israel. Cada vez que él procuraba maldecir a Israel, en vez de eso, profetizaba bendiciones. En su tercer intento de maldecir a Israel la palabra del Señor que salió de su boca fue: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!... 8 Dios lo sacó de Egipto; tiene fuerzas como de búfalo. Devorará a las naciones enemigas, Desmenuzará sus huesos, y las traspasará con sus saetas. 9 Se encorvará para echarse como león, y como leona; ¿quién lo despertará? Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren.” (Núm 24:5,8-9) Entonces, aquí vemos que ni siquiera el pacto mosaico, que fue condicional y vino cuatrocientos años después de la promesa hecha a Abraham, invalidó Su promesa incondicional a la casa de Israel. Cuando Israel pecó contra Dios, Él les juzgó como Su pueblo. De hecho, Israel ha sido bajo el juicio de Dios desde la Diáspora comenzando en 70 d.C. Sin embargo, aun en Sus juicios Él maldice las mismas naciones que utiliza para juzgarlos. Él destruyó a las naciones de Babilonia y Asiria por lo que hicieron a Israel, aunque a fin de cuentas ellos cumplieron Sus propósitos en el juicio de Su pueblo (Jer 20:12; 30:11; 46:28). Para mí, los juicios de Dios a Su pueblo son comparables a un padre que, motivado por amor a su hijo, lo castiga para su corrección. Imagine si alguien fuera a malinterpretar su castigo de su hijo por odio y decide hacerle un favor y empieza a golpear a su hijo. ¿No estaría airado el padre por esas actitudes y acciones contra su hijo? El Señor reaseguró a Israel y Judá, aun en medio de Sus juicios contra ellos que Él siempre estaría con ellos y que tomaría venganza contra sus enemigos diciendo: “Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. 10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. 11 He aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que contienden contigo. 12 Buscarás a los que tienen contienda contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen la guerra.” (Isa 41:9-12, cf. Isa 49:25-26) Después el salmista pronuncia bendiciones de paz y prosperidad sobre los que aman a Jerusalén, pero la maldición de ruina y destrucción sobre los aborrecen a Sion: “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman. Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios. Por amor de mis hermanos y mis compañeros diré yo: La paz sea contigo... Serán avergonzados y vueltos atrás todos los que aborrecen a Sion.” (Sal 122:6-8; 129:5-6) Me gustaría preguntar al lector: “¿Intercedes por la nación de Israel y por la paz de Jerusalén?” “¿Amas a Jerusalén por amor de tus hermanos, los Israelitas?” Te puedo asegurar que si tu tienes odio y desprecio en tu corazón contra Israel no tienes el corazón del Señor por Su pueblo escogido. Algunos dirían que ya no son Su pueblo, pero Pablo todavía se refería a los Israelitas como el pueblo de Dios que Él había previamente conocido y amado aun en su estado de ceguera. Pablo dijo: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera… No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció (proginosco “antes amó”)… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, SON AMADOS por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Rom 11:1-2,28-29) ¿No debemos temer encontrarnos aborreciendo a aquellos que Dios ama? Dios ama a toda la humanidad, pero viendo desde la eternidad Su corazón es atraído de una manera particular a la pequeña nación de Israel, despreciada y oprimida. Como las naciones en su orgullo y pecado no querrían retener el conocimiento de Dios, Él les entregó a los deseos de sus corazones pecaminosos, pero de Israel Él ha dicho: “A vosotros solamente he conocido (íntimamente) de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.” (Amos 3:2) Como Sus propios, Él los disciplina y azota cuando sea necesario como cualquier buen padre, pero, ¡ay de aquellas naciones que la maldigan o se levanten contra ella! Tome un vistazo de la historia y verás que las naciones que han bendecido a la pequeña nación de Israel son benditas, mientras las que la maldigan están bajo una maldición divina. Viviendo en Colombia, cerca de Venezuela, me entristeció mucho escuchar a Hugo Chávez, dictador de Venezuela maldecir a Israel ante todo el mundo diciendo: “Aprovecho para condenar de nuevo desde el fondo de mi alma, a mis vísceras al estado de Israel. ¡Maldito sea el estado de Israel! ¡Maldito sea terrorista y asesino!” Unos meses más tarde anunció que tenía una formación en la región pélvica. En el día 5 de marzo de 2012, menos de dos años después de maldecir a Israel, murió del cáncer. Hoy, lo que solo unos pocos años atrás era la nación más próspera de Suramérica es en un estado de colapso total. Uno podría razonar que es nada más coincidencia. Sin embargo, la historia muestra que Dios es el vengador de aquellos que se levanten contra de Su pueblo Israel. Como Zacarías dice de los que vienen contra el pueblo de Dios, la hija de Sion, “el que os toca, toca a la niña de su ojo.” (Zac 2:8). Esto fue declarado de Su pueblo en un tiempo cuando estaban bajo Sus juicios. No debemos suponer que nos corresponde a nosotros maldecir a la niña de Su ojo simplemente porque actualmente estén incrédulos y bajo los juicios disciplinarios de Dios. Nosotros, como las ramas de olivo silvestre que hemos sido injertadas contra naturaleza no debemos de envanecernos como si fuéramos escogidos en lugar de Israel, sino debemos tener temor reverente, reconociendo que Dios no ha rechazado de manera permanente a las ramas naturales (Rom 11:19-25). Ellos serán injertados de nuevo y finalmente todo Israel será salvo porque Dios ha jurado con un juramento solemne bendecir a Israel, y, en cuanto a Sus promesas a Israel, “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.” (Núm 23:19).
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