¿Es la Justicia de Dios retributiva, restaurativa o las dos?
por George Sidney Hurd -- La naturaleza de la justicia de Dios recientemente ha sido el tema de mucho debate, junto con una polémica acerca de la naturaleza de la expiación de Cristo. Algunos eruditos Conservadores aparentan solo reconocer la justicia retributiva de Dios, mientras que muchos Progresivos insisten en que todos Sus juicios son exclusivamente restaurativos. Brian Zahnd, en su estilo de comunicación típicamente sardónica y polémica, representa un número creciente de individuos que ridiculizan cualquier afirmación de que la muerte de Cristo involucrara un pago por nuestros pecados como nuestro Sustituto para poder salvarnos de la justicia retributiva de Dios. Él dice: “La cruz no es un cuadro de pago; la cruz es un cuadro del perdón… La justicia de Dios no es retributiva; la justicia de Dios es restaurativa… La cruz no es donde Dios encuentra una víctima propiciatoria sobre quién reventar Su ira; la cruz es donde Dios salva al mundo por medio del amor y autosacrificio. La única cosa que Dios considera justicia es restaurar al mundo, no castigando a un sustituto inocente para algún pinche aplacamiento.” [1] Aunque Brian deliberadamente mal caracteriza a las creencias de sus opositores con dicotomías falsas y expresiones inflamatorias para ganar ventaja emocional sobre ellos en vez limitarse a razonar de las Escrituras, él es, sin embargo, representativo de un número creciente de eruditos Progresivos que rechazan a secas cualquier argumento de que la justicia de Dios sea de alguna manera retributiva o que la muerte de Cristo satisfizo la justicia de Dios en nuestro lugar, así haciendo posible que Dios permanezca justo al justificar a los pecadores. Considero los argumentos para la expiación sustitutiva penal de Cristo en mi blog, “¿Cambió la Cruz la Actitud de Dios hacia Nosotros?” y también en mi libro, “Los Caminos de Dios (desde la Perspectiva de una Restauracionista Conservador Evangélico).” En este blog solo quiero considerar la aseveración de que la justicia de Dios no es retributiva. Primero quiero definir los términos. Nuestra palabra “retribución” es del latín re- + tribuere “pagar,” y significa “volver a pagar o retribución.” La expresión “justicia retributiva” refiere tanto al galardón justo de los justos como también la justa pena o castigo por los pecados de los no arrepentidos (cf. Rom 2:5-11; 2Tes 1:8; Apo 22:12). Hasta el presente los sistemas de justicia en el mundo han operado casi exclusivamente basado en la justicia retributiva donde el ofensor es penalizado y la víctima inocente recibe compensación por daños infligidos. Sin embargo, poco después de que el sicólogo Albert Eglash presentó su tesis a favor de reemplazar la justicia retributiva con una forma humanista de justicia restaurativa en el año 1977, hemos visto un cambio mayor en la dirección de abandonar la justicia retributiva a favor de una justicia restaurativa. De semejante manera como con el Comunismo, el concepto de la justicia restaurativa parece bien en teoría, pero en la práctica, todo nuestro sistema de justicia desmoronaría si fuéramos a abandonar la justicia retributiva a favor de una justicia netamente restaurativa, porque no toma en cuenta la naturaleza caída del hombre. Para que una justicia restaurativa funcionara, tanto el ofensor, como las víctimas, no solamente tienen que estar dispuestos a reunirse en sesiones de grupo, sino que el ofensor tiene que estar verdaderamente arrepentido y las víctimas tienen que perdonar al ofensor – algo que raras veces sucede en la vida real. La lógica progresiva detrás de la justicia restaurativa va de mano con los argumentos presentados recientemente a favor de desfinanciar a las autoridades. En mi juventud durante los años ’60, antes de conocerle al Señor, serví más de tres años en las instituciones correccionales y vi de primera mano cómo tantos presos logran obtener su libertad condicional temprano por jugar el sistema, fingiendo arrepentimiento con tal de volver a la calle y continuar su vida de crimen. No es difícil imaginar como estos mismos individuos se aprovecharían de esta supuesta terapia de la justicia restaurativa para provecho propio. En realidad, el sistema tradicional de la justicia no es netamente retributivo, sino que tiene la restauración como su objetivo principal. Si el juez ve que el ofensor es arrepentido y existe poca probabilidad de que el ofensor repite el crimen, él toma eso en cuenta. Además, dentro de las instituciones penales hay sesiones en grupo de consejería diseñados a reformar a los presos. Adicionalmente, revisan el caso de cada preso periódicamente, y si determinan que un individuo ha sido adecuadamente rehabilitado, le conceden libertad condicional antes de cumplir toda su condena. Como espero demostrar, aunque a fin de cuentas la justica de Dios es restaurativa en el sentido de que culmina en la restauración en vez de una condena perpetua, es más comparable a la justicia retributiva de nuestro sistema penal que el modelo progresivo de una justicia netamente restaurativa. La justicia de Dios es mejor entendido como justicia retributiva con el fin de restaurar al transgresor. La diferencia principal entre nuestro sistema de justicia y la justicia de Dios es que Él conoce nuestros corazones y juzga con un juicio perfecto, según la verdad, y no según las apariencias. Nadie puede jugar el sistema con Dios, fingiendo el arrepentimiento. Sus castigos siempre encajan en el crimen, y en Sus juicios Él siempre recuerda la misericordia. Tan pronto como el hombre se arrepintiera de corazón, Dios extiende Su misericordia. La Justicia Retributiva de Dios en la Historia Aunque la justicia retributiva de Dios es principalmente escatológica, siendo guardado o atesorado para el día del juicio (Rom 2:5), Su justicia retributiva también se puede ver en la historia. Aunque podríamos presentar muchos ejemplos, aquí solamente quiero enfocar en cuatro ejemplos principales en el Antiguo Testamento: 1) la expulsión del Edén, 2) el diluvio 3) Sodoma y 4) la destrucción de Jerusalén y el cautiverio babilónico en el año 568 a.C. La Justicia Retributiva de Dios en el Edén Desde el principio vemos la justicia retributiva de Dios ejecutada cuando Adán y Eva desobedecieron el mandato de Dios de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Fueron advertidos que su desobediencia resultaría en la muerte segura, y tal como Dios les había dicho, ellos, como también todos sus descendientes, fueron privados del árbol de la vida y murieron a consecuencia de su pecado original. También, el dolor de la mujer fue aumentado a dar a luz y la tierra fue maldita, haciendo necesario que el hombre trabajara arduamente todos los días de su vida hasta volver al polvo de donde vino (Gen 3:16-19). Aquí podemos ver claramente la justicia retributiva de Dios. Él les echó del Edén y colocó querubines para guardar el camino para que no tomaran del árbol de la vida (Gen 3:23-24). La Justicia Retributiva de Dios en el Diluvio El diluvio universal es otro ejemplo principal de la justicia retributiva de Dios. Dios envió el diluvio en juicio debido a que toda la tierra se había corrompida, siendo llena de violencia. (Gen 6:11-13). El Señor le dijo a Noé: “la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.” En su paciencia, Dios les dio 120 años más para arrepentirse mientras que Noé estaba preparando el arca (Gen 6:3; 1Pedro 3:20). Entonces, el Señor cerró las puertas del arca y envió el diluvio. Jesús advierte que el juicio en Su Segunda Venida será semejante a lo que sucedió en los días de Noé (Lucas 17:26-27; Mateo 25:31-46). La Justicia Retributiva de Dios en la Destrucción de Sodoma El tercer juicio principal fue lo de Sodoma. Su injusticia llegó a tal grado que ni siquiera había diez justos entre ellos. Los dos ángeles le dijeron a Lot: “el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo.” (Gen 19:13). El clamor de sus víctimas llegó a ser tan grande que Dios intervino, enviando fuego y azufre del cielo, destruyéndolos a todos. Considero la naturaleza de este juicio con más detalle en mi blog: “¿Quién Destruyó a Sodoma y Por Qué?” Pedro deja en claro que la destrucción de Sodoma era la justicia retributiva de Dios, diciendo que Dios “condenó (katakrino “condenar, sentenciar”) por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente.” (2Pedro 2:6). De la misma manera, Judas dice que ellos fueron “puestas por ejemplo, sufriendo el castigo (dike, “justicia”) del fuego eterno (pur aionios ‘fuego época duradera’).” (Judas 7). La palabra dike, traducida “castigo,” significa justicia. Sin embargo, en el contexto claramente es una justicia retributiva y no restaurativa. La Justicia Retributiva de Dios en la Destrucción de Jerusalén en 568 a.C. El último ejemplo de juicio que quiero considerar es la destrucción de Jerusalén, seguido por el cautiverio en Babilonia. Dios declaró Su juicio contra los habitantes de Jerusalén diciendo: “Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá.” (Jer 17:4) “he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua (olam).” (Jer 25:9) Claramente, no hay indicación alguna de una justicia restaurativa en estas declaraciones de juicio contra Jerusalén y sus habitantes. Si fuéramos a parar aquí, daría la impresión de que la justicia de Dios fuera netamente retributiva. Lo mismo podríamos concluir de lo que hemos visto hasta ahora en los previos ejemplos del juicio de Dios. Los Juicios de Dios son Temporales, culminando en Restauración Aunque es cierto que la justicia de Dios es retributiva, muchos no logran ver más allá de los juicios temporales de Dios. Equivocadamente, han concluido que el resultado final de los juicios de Dios para la gran mayoría de la humanidad es una retribución perpetua, como si tal contradicción moral y lógica fuera posible. Este razonamiento no toma en cuenta el fin del Señor que es restauración – no retribución eterna. Como dice Santiago: “habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (Stg 5:11) Aunque la Iglesia en el tiempo de los Apóstoles aparentemente vieron que el fin del Señor es bueno, tristemente, al entrar en la Época Oscura, la Iglesia en general perdió la vista de la inmutable bondad de Dios, incluso en medio de Sus juicios más severos. Leyendo los textos ya citados en Jeremías acerca del juicio de Dios que resultó en la destrucción de Jerusalén y su cautiverio en Babilonia aislados del resto de las Escrituras, da la impresión de que la retribución, y no la misericordia, fuera el fin del Señor en su caso. Sin embargo, la “ira eterna” y la “desolación perpetua” solamente fue por un tiempo (olam). En el caso de Jerusalén y Judá, Él especifica que olam, que fue erróneamente traducido “perpetuo,” solamente duraría setenta años, como vemos en los versículos en seguida: “Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. (Jer 25:11-12) Entonces, en el capítulo 29, aun antes de haber llevado a cabo Su juicio contra Judá, Él les asegura que Sus planes para ellos – aún en Sus juicios tan severos, eran para su propio beneficio: “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.” (Jer 29:10-14) Aun en medio de los juicios de Dios contra ellos, el profeta Jeremías no perdió la vista de la bondad de Dios. En Lamentaciones, cuando todo parecía perdido, él podía declarar: “Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33) Jeremías entendió una verdad universal acerca de la naturaleza de Dios que aplica, no solamente a los judíos, sino a todos “los hijos de los hombres” – el fin del Señor es bueno. Él no desecha para siempre porque Él es bueno y Su misericordia permanece para siempre. Aún en los juicios mencionados en las Escrituras donde no hay mención específica de una restauración al final, sabemos que el fin del Señor es bueno y resulta en la restauración final de todos los hijos de los hombres (Hch 3:21). El Juicio de Dios en la Caída culmina en Restauración Este resultado final restaurativo de los juicios retributivos de Dios es evidente desde el principio en el Edén. El mismo día en que Adán y Eva pecaron, Dios derramó sangre inocente para cubrir su desnudez, prefigurando el sacrificio de Cristo de Su propia sangre para quitar nuestra culpa y revestirnos con Su propia justicia. Adicionalmente, Dios le prometió implícitamente a Eva que su simiente destruiría el poder de la serpiente, Satanás y restaurarnos de la caída (Gen 3:15). Esto Jesús hizo como nuestro Último Adán. Todos que fueron condenados en Adán son justificados en Cristo y todos que mueren en Adán serán vivificados en Él (Rom 5:18; 1Cor 15:22). En el futuro vemos el árbol de la vida en la Nueva Jerusalén y aquellos que todavía están afuera son invitados a lavar sus ropas para poder entrar y comer de sus hojas para su sanidad (Apo 22:1-2;14). El Juicio del Diluvio culmina en Restauración Aunque el juicio del diluvio fue indiscutiblemente retributivo, también vemos el Espíritu Santo enfatizando a través de Pedro que incluso aquellos que perecieron en el diluvio finalmente serán restaurados. Pedro dijo acerca de los que perecieron en el diluvio: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.” (1Pedro 3:18-20) Aquí vemos que Cristo descendió al Hades y predicó el evangelio a aquellos que eran desobedientes en los días de Noé. Podemos ver que persistieron obstinadamente en su desobediencia, dado que Dios en su paciencia esperó otros 120 años mientras que Noé estaba preparando el arca antes de finalmente destruirlos en el diluvio (Gen 6:3). Algunos argumentan que la palabra “predicó” (kerusso) no tiene referencia a la predicación de las buenas nuevas a los espíritus de los muertos que fueron destruidos en el diluvio. Toman este pasaje como diciendo que Él fue y proclamó Su victoria sobre los ángeles que pecaron y están guardados en Tártaro hasta el día del juicio (2Pedro 2:4; Judas 6). Sin embargo, hay al menos tres razones por qué debemos de entender esto como refiriendo a Cristo predicando el evangelio a las personas que perecieron en el diluvio y no a alguna proclamación de derrota a los ángeles caídos en Tártaro. En primer lugar, 59 de los 61 veces que kerusso aparece en el Nuevo Testamento claramente tiene referencia a la predicación del evangelio, y ni una sola vez se usa para anunciar la derrota de alguien. En segundo lugar, aunque es cierto que los ángeles son espíritus, el término “espíritu” normalmente no es utilizado para referirse a los ángeles. De hecho, vemos en Hechos 23:9 vemos una distinción entre los ángeles y los espíritus. En el Nuevo Testamento un espíritu o es un demonio o espíritu de una persona que ha muerto. En tercer lugar, en el contexto de 1Pedro 3:18-20 Pedro deja en claro que fueron los muertos a quienes les fue predicado el evangelio y no a los ángeles caídos. Solamente ocho versículos más adelante Pedro da más detalle acerca de la proclamación hecha a los espíritus encarcelados. Él dijo: “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.” (1Pedro 4:6) Aquí la frase “ha sido predicado el evangelio” es una sola palabra, euaggelizo, que literalmente significa “traer buenas nuevas.” Lo que Jesús predicó a los espíritus encarcelados eran las buenas nuevas del evangelio, para que, aunque una vez fueron juzgados por su desobediencia en la carne, pudieran vivir en espíritu según Dios. Es obvio que, si el evangelio es predicado a los muertos después de haber sido juzgados en la carne, entonces la justicia de Dios termina en restauración y no en condenación perpetua como muchos han dicho. El Juicio de Sodoma culmina en Restauración Sodoma es una de las demostraciones más claras de que, incluso los juicios retributivos más severos culminan en restauración y no en condenación eterna como tradicionalmente enseñado. Como vimos anteriormente, la destrucción de Sodoma es un ejemplo claro de la justicia retributiva de Dios. Sin embargo, vemos en las Escrituras que el fin del Señor para Sodoma es restauración, no retribución perpetua. En Ezequiel 16 el Señor les dice a los habitantes de Jerusalén que habían llegado a ser peores que Samaria y Sodoma, y por ese motivo Su retribución contra ellos era inminente. Sin embargo, Su declaración de juicio es seguida con la promesa que ellos, junto con Samaria y Sodoma, finalmente serán restaurados. Él dijo: “Yo, pues, haré volver a sus cautivos, los cautivos de Sodoma y de sus hijas, y los cautivos de Samaria y de sus hijas, y haré volver los cautivos de tus cautiverios entre ellas, 54 para que lleves tu confusión, y te avergüences de todo lo que has hecho, siendo tú motivo de consuelo para ellas. 55 Y tus hermanas, Sodoma con sus hijas y Samaria con sus hijas, volverán a su primer estado; tú también y tus hijas volveréis a vuestro primer estado.” (Ezeq 16:53-55) Esta restauración de Sodoma tiene que estar refiriendo a las mismas personas que fueron destruidos por fuego en el tiempo de Lot, dado que ningún habitante sobrevivió su destrucción. De igual manera, Samaria, refiriéndose a las 10 tribus del norte (a menudo equivocadamente llamadas “las 10 tribus perdidas”), también serán restauradas. Algunas personas, a pesar de este texto y muchos pasajes más diciendo lo contrario, insisten que ni Judá ni los 10 tribus del norte serán restaurados. Yo respondo a sus argumentos en una serie de blogs: “¿Ha rechazado Dios a Su Pueblo Israel?” Dios ha jurado por Sí Mismo que todos finalmente serán restaurados a Sí Mismo, doblando rodilla y confesando que Jesucristo es Señor (Isa 45:22-24; Fil 2:10-11; 1Cor 15:28; Sal 22:27; 66:3-4; 86:9, etc.). En conclusión, La justicia de Dios es presentada a través de toda la Biblia desde el Génesis hasta Apocalipsis como retributiva, y si vamos a ser fieles a las Escrituras, tenemos que enfatizarlo así, aunque sea rechazada por nuestra cultura Postmoderna (2Tim 4:2-5). Pablo nos advierte diciendo: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gal 6:7). Es un gravísimo error decirle a una persona que persiste en el pecado que la justicia de Dios para él será nada más que restaurativa, cuando en realidad esa persona está atesorando para sí mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras (Rom 2:5-6). La justicia inmutable de Dios requiere retribución. Es por eso que fue necesaria la cruz. Si Dios fuera amor pero no justo, Él simplemente pasaría por alto nuestros pecados. Si fuera justo pero no amor, jamás hubiera enviado a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados para poder perdonarnos sin violar a Su justicia inmutable (1Jn 4:10; Rom 3:25-26). Jesús nos salva de la ira venidera (1Tes 1:10). Jesús dijo que todo aquel que en el crea no será condenado, pero él que no cree ya ha sido condenado y la ira de Dios permanece sobre él, porque no ha creído en Él – el único camino al Padre (Jn 3:18,36; Jn 14:6). En vez de estar reasegurándoles a los no arrepentidos de que todo está bien y que no hay por qué temer la justicia retributiva de Dios porque es solamente una justicia restaurativa, necesitamos llamarlos a arrepentirse y poner su confianza en Jesús que es el único que nos salva de la ira venidera (la justicia retributiva de Dios). Como dice Pablo, conociendo el temor (phobos) del Señor, debemos de persuadir a los hombres (2Cor 5:11; cf. Heb 10:30-31). [1] Zahnd, Brian. Sinners in the Hands of a Loving God (p. 86). The Crown Publishing Group. Kindle Edition.
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