por George Sidney Hurd
Una respuesta al libro: “Desenmascarando el Universalismo” por James B. De Young (6 de 8) ¿Hay esperanza para nuestros seres queridos que vivieron y murieron sin recibir a Cristo? Casi todos los cristianos hemos sido enseñados que toda esperanza de la salvación termina con la muerte y esto ha ocasionado tormentos y desesperación en los corazones de muchos cuyos seres queridos murieron antes de recibir al Señor. La famosa ficción de Dante del siglo XIV “La divina comedia ,” que describe muy gráficamente su versión medieval del infierno, tuvo un gran impacto sobre la manera que la Iglesia, y también el mundo, perciben a Dios y el infierno. En su novela él dijo que sobre la puerta que conduce al infierno aparecen las palabras, “Lasciate ogne speranza, voi ch’inatre,” que significa, “Abandonen toda esperanza, los que entran aquí.” Si Dante tiene razón, a menos que seamos tan egocéntricos e insensibilizados al punto de ya no sentir compasión, nosotros que tenemos seres queridos que no han recibido a Cristo debemos de estar angustiados y desconsolados. Además, todo lo que hemos visto en las sesiones previas acerca de la restauración final de todos sería imposible, dado que la gran mayoría de la humanidad, o no han oído el evangelio, o no respondieron apropiadamente a ello antes de su último respiro. Pero, ¿Enseña la Biblia que toda esperanza de salvación termina al morirse, o es esto nada más una presuposición teológica bien arraigada que nos ha sido transmitida desde el tiempo de San Agustín? Muchos están sorprendidos al descubrir que no existe ni un versículo en la Biblia que nos enseña que la salvación es imposible más allá de la muerte. El único versículo presentado para apoyar esta doctrina es Hebreos 9:27 que dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Pero este versículo solo dice lo que tanto los Tradicionalistas como también los Universalistas afirman – que los hombres enfrentarán un juicio al morir. En este juicio los que no están en Cristo serán juzgados “según sus obras” – recibiendo “su parte” en el Lago de Fuego, algunos recibiendo “pocos azotes” y otros “muchos azotes,” sin poder salir de allí hasta pagar todo (Apo 20:12; 21:8; Lucas 12:47; Mt 5:26; 18:34-35). Ningunas de estas expresiones son compatibles con un castigo eterno. De Young dice: “No hay indicación de que alguien puede ejercer la fe después de morirse” (p.217). Pero para mí es más significativo que no hay indicación alguna de que uno pierde su habilidad de creer al morir. Perdemos nuestros cuerpos al morir, no nuestra capacidad para creer. Mientras no dice específicamente que uno puede creer después de morirse, es necesitado por el hecho de que finalmente cada lengua confesará que Jesús es el Señor. ¿Cómo puede suceder esto sin fe? ¿Cómo puede ser salvo el mundo entero con todos siendo reconciliados y restaurados como dice la Biblia si es imposible creer y ser salvo después de la muerte, considerando que la gran mayoría no son salvos y restaurados en esta vida? Aunque la habilidad de creer después de morirse no sea explícita en las Escrituras, es algo sobreentendido. Más importante es el hecho de que no hay indicación alguna que uno no puede ejercer la fe después de la muerte. Si tal fuera el caso, anticiparíamos que sería enfatizado vez tras vez en las Escrituras. A pesar de los múltiples textos de la Biblia que declaran una restauración universal de todos, De Young insiste que no hay ni un texto apoyando nuestra creencia de que los que no oyen, o los que oyeron sin responder al evangelio en esta vida, pueden ser salvos después de morirse. Él dice: “Ellos (Universalistas) argumentan que es el espíritu del hombre que es de mayor importancia para Dios, y que no hay ninguna razón por que Dios no puede proveer la salvación después de que el cuerpo de uno haya muerto. El único problema con este argumento, un argumento del silencio, es que no hay ‘un texto’ que apoya el universalismo.” p. 88 (paréntesis mío) Veo varios problemas con este argumento. En primer lugar, los Universalistas tienen razón al decir que el espíritu del hombre es más importante para Dios, (quien es Espíritu) que el cuerpo. Por ejemplo, Pablo mandó a los Corintos entregar el hermano en pecado a Satanás para la destrucción de su carne para que su espíritu fuera salvo en el Día del Señor (1Cor 5:5). Aunque la salvación es del hombre entero – espíritu, alma y cuerpo, Dios es Espíritu y tenemos comunión con Él y le adoramos con nuestro espíritu, y por lo tanto es nuestro espíritu que es de más importancia para Él. En segundo lugar, los Universalistas no hablan de alguna provisión de salvación futura, sino que basan la salvación de todos en la obra consumada en la cruz hace 2.000 años. En ninguna escritura vemos que Su provisión de salvación caduca al morirse o en la Segunda Venida de Cristo. Nuestro Salvador Jesucristo es el Cordero inmolado desde la eternidad. El evangelio es llamado “el evangelio eterno.” Signifique lo que signifique eso, seguramente quiere decir que no deja de ser buenas nuevas en el momento que uno muere o viene Cristo. El sacerdocio de Cristo es eterno y Él es capaz de salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios porque Él siempre vive para interceder por ellos (Heb 7:25). Pero, ¿Quiénes tendrán necesidad de Su ministerio de intercesión después de que la Iglesia ya haya sido glorificada y libre de pecado si no los que murieron en sus pecados y están necesitados de Su intercesión para poder llegar al Padre por Él? Finalmente, la aseveración de De Young que los Universalistas usan un argumento del silencio por la salvación después de la muerte podría ser dirigida contra los Tradicionalistas, dado que las Escrituras nunca dicen que la salvación solamente es posible en esta vida. Y aunque las Escrituras no hablan directamente a este tema, un estudio deductivo de todos los textos pertinentes requiere la salvación después de la muerte. Si todos son restaurados y solamente unos pocos escogidos son restaurados en esta época, entonces tenemos que concluir que habrá salvación después de la muerte. Si Jesús atraerá eficazmente a todos a Sí mismo, buscando y salvando hasta que la última oveja perdida haya sido encontrada, entonces Él tiene que seguir atrayendo, buscando y salvando después de la muerte, dado que la gran mayoría mueren en un estado perdido (Hch 3:21; Juan 12:32; Lucas 15:4, 19:10). Si todos se sujetarán a Cristo, resultando en que Dios sea todo en todos, entonces la convicción del Espíritu Santo resultando en el arrepentimiento, doblando rodilla a Cristo y confesándole como Señor, tiene que continuar después de la muerte, dado que no todos se habrán sujetado a Cristo en esta época (Isa 45:22-24; 1Cor 15:25-28; Heb 2:8). Uno podría seguir, citando texto tras texto que deductivamente requieren la salvación después de la muerte sin la necesidad de que haya un texto directamente negando la posibilidad de la salvación después de la muerte. En realidad, es más significante que los Tradicionalistas no pueden presentar ningún texto negando la posibilidad de la salvación después de la muerte. Cristo es el Salvador del mundo entero y no solamente de los que han sido elegidos para ser las primicias. Él entregó Su vida en rescate por todos y declara que buscará y salvará a los perdidos hasta que todos estén seguros en el redil (Juan 1:29, 4:42, 10:16; 1Juan 2:2, 4:14; Mt 20:28; 1Tim 2:6, 4:10, etc.). Además, tomando en cuenta todo lo que hemos visto en las sesiones previas acerca de la naturaleza correctiva y temporal de los juicios de Dios y la continuación del ministerio intercesor de Cristo, ¿cómo podemos seguir insistiendo que la obra salvífica de Cristo termina para siempre con la muerte? También, hay numerosos pasajes que claramente indican que la salvación continúa aun después del Juicio del Gran Trono Blanco y después que la Nueva Jerusalén haya descendido sobre la tierra nueva. Primero, dice esto de la Nueva Jerusalén después de haber descendido sobre la tierra nueva: “Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. 22:1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones…14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira… 17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apo 21:24-22:2,14,17) Aquí vemos que las puertas de la Nueva Jerusalén siempre estarán abiertas. Aunque la Nueva Jerusalén es la habitación exclusiva de Cristo y de Su Esposa, los de las naciones que son salvos después de la Segunda Venida de Cristo andarán en su luz y podrán entrar por sus puertas. Los únicos excluidos son los de afuera que continúan en el pecado y aún no han lavado sus ropas. Pero ellos son llamados a lavar sus ropas para que sus nombres sean inscritos en el libro de la vida para poder entrar por las puertas y tomar de las hojas del árbol de la vida que son para su sanidad. Típico de los Tradicionalistas, De Young supone que los pecadores afuera de las puertas jamás podrán entrar. Él dice: “Finalmente, el estado futuro de los cielos nuevos y la tierra nueva todavía tiene la existencia de los inicuos afuera de la santa ciudad.” p.88 Los Tradicionalistas suponen que la historia de Dios para las épocas comienza con la creación del hombre y termina con los santos elegidos eternamente en la Nueva Jerusalén y todos los impíos eternamente afuera, atormentados con fuego. Sin embargo, la gloriosa historia de la creación de Dios no culmina en la ruina eterna para la mayoría, sino en la restauración de todos. El Juicio del Gran Trono Blanco, como con todos los juicios de Dios a través de la historia, aunque resultan en una condena para algunos, son correctivos en naturaleza y por lo tanto siempre culmina en su restauración final. Si los condenados que están fuera de las puertas en el Lago de Fuego fueran condenados eternamente, no estarían llamados a lavar sus ropas para poder entrar en la Nueva Jerusalén. La misericordia de Dios permanece para siempre, y Cristo vive para siempre para interceder por los pecadores. Aunque sin la santidad nadie puede ver al Señor, las puertas siempre estarán abiertas para todos los que están afuera si lavan sus ropas para poder entrar. Y la Esposa y el Espíritu durante ese tiempo estarán extendiendo la invitación a ellos. “Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” Que esta invitación está en un contexto post Gran Trono Blanco es evidente, dado que la Iglesia no llega a ser la Esposa hasta las bodas del Cordero en la Segunda Venida. [i] Entonces, solo después del Milenio desciende la Esposa en la Nueva Jerusalén sobre la tierra nueva (Apo 21:9-10). Ella, junto con el Espíritu, extienden la invitación a los de afuera de la Nueva Jerusalén que tienen sed a entrar y tomar del agua de la vida que fluye del trono de Dios dentro de la ciudad. Además, si toda posibilidad de restauración terminó con el Juicio del Gran Trono Blanco, ¿por qué dice que las hojas del árbol de la vida son para “la sanidad de las naciones?” Mientras todavía estén los de afuera necesitados de sanidad, Dios continuará el proceso de restauración. La dispensación de la plenitud de los tiempos no termina hasta que todos los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra hayan sido reunidos en Cristo y Dios sea todo en todos (Ef 1:10; Fil 2:10,11; Apo 5:13; 1Cor 15:28). De Young dice: “El texto nunca dice que alguien del lago de fuego puede salir para entrar en la ciudad” (p. 60). Aunque es cierto que no lo dice directamente, es muy claramente implicado en frases como, “su parte” o “porción” (Apo 21:8 gr. meros); no saliendo “hasta que” (Mt 5:26, 18:30), y las palabras de Jesús a los fariseos, diciéndoles: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios (Mt 21:31), y también su referencia a “pocos azotes” y “muchos azotes” (Lucas 12:47-48). Todas estas frases eliminan la doctrina de un infierno eterno, como también la aniquilación de los perdidos. Adicionalmente, el Lago de Fuego es llamado “la segunda muerte.” En Apocalipsis 2:11 se dice de los vencedores que no “sufrirán daño por” la segunda muerte. Esto también implica una duración limitada. También, dado que el último enemigo que será destruido es la muerte, cuando la muerte haya sido destruida “ya no habrá muerte” (1Cor 15:26; Apo 21:4). ¿Debemos de creer que de alguna manera ya no habrá más muerte mientras la mayoría estén sufriendo una muerte que jamás termina? ¿No sería eso una incongruencia eterna? Pablo claramente dice que todos los que mueren en Adán (que incluye a todos sin excepción alguna) serán vivificados en Cristo, el último Adán, así destruyendo la muerte para siempre (1Cor 15:22,26). En la última sesión vimos que la frase, “por los siglos de los siglos” (ing. “forever and ever” <para siempre y siempre>) solamente significa “en las épocas de las épocas” y no habla de la eternidad, sino una serie de épocas. La preposición traducida “por” es (eis) que solo indica entrada en las épocas sin indicar duración. Cada uno será juzgado “según sus obras” y recibirán “su parte” dentro del lago purificador de fuego que es la segunda muerte al YO que no sufrieron en la vida. La duración de tiempo que cada individuo permanecerá en el Lago de Fuego en las épocas de las épocas depende de “su parte” “según sus obras.” No saldrán de allí “hasta que” hayan pagado el último cuadrante (Mt 5:26). Entendido correctamente el mismo propósito y naturaleza del Lago de Fuego excluye la posibilidad de una duración perpetua o exterminación. Esto explico en mi blog: “Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor.” De Young pregunta: “Si el universalismo enseña que los que están en el infierno se arrepentirán y creerán en el evangelio, ¿quién estará allá para predicarlo a ellos?” (p.229). La respuesta es, la Iglesia lo hará, y no seremos los primeros en hacerlo – Jesús fue el primero (1Pedro 3:19). ¿Dónde dice que la Iglesia predicará el evangelio a los que están en las tinieblas de afuera? Ya vimos que el Espíritu, juntamente con nosotros, la Esposa, estarán invitándoles a los de afuera que tengan sed a entrar y beber gratuitamente del agua de la vida (Apo 22:17). En Efesios 2:6-10 vemos que fuimos sentados con Cristo en lugares celestiales, siendo Su hechura (gr. poema) de gracia para que Él pueda manifestar Su gracia a través de nosotros en las épocas venideras. ¿A quiénes les manifestaría nosotros como hechura Suya? ¿Para quiénes son nuestras vidas, transformadas por Su gracia, un testimonio en esta época? A los perdidos que necesitan descubrir Su gracia. Entonces, ¿a quienes revelará Su gracia en las épocas venideras, si no son los perdidos que necesitan ser encontrados y salvos por Su gracia? La Iglesia elegida de esta época son nada más las primicias de la nueva creación (Stg 1:18); los que primero esperaron en Cristo (Ef 1:12); la Iglesia de las primicias (pl. prototokon) (Heb 12:23). El “resto de los hombres” o el “resto de la humanidad” no serán cosechados hasta que el Libertador venga de Sion (Hch 15:16-17). Un texto de la Biblia que, para mí, claramente habla de la Iglesia como los que proclamarán el Evangelio eterno al resto de la humanidad, cuando es traducido correctamente, es Efesios 3:21. Sin embargo, su pleno significado ha sido oculto en algunas traducciones. La Reina Valera dice: “a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef 3:21 RVR) Una traducción más precisa dice lo siguiente: “a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos (“en la Época de las épocas”). Amén.” (Ef 3:21LBLA) Como vimos en la sesión anterior, tomando en cuenta la conjunción “y” (kai), y expresando el sentido pleno de la palabra “generaciones” (gr. genos) literalmente dice: “a Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús a todos los descendientes de todas las generaciones, de la Época de las épocas.” (Ef 3:21 traducian literal) La conjunción “y” (kai) aparece en la mayoría de las traducciones basadas en el Nuevo Testamento griego Nestle-Aland, y aclara que, tanto Jesucristo, como también la Iglesia, estarán revelando la gloria de Dios a las generaciones venideras (cf. Isa 60:1-3). También, una traducción más precisa revela quién estará viendo la gloria de Dios revelada en Cristo y en Su Iglesia. No serán nada más los ángeles. La frase “todas las generaciones” indica que será revelada en la Iglesia y en Cristo Jesús “a todos los descendientes de todas las generaciones, incluyendo los de la última Época de las épocas. La palabra traducida “generaciones” se refiere a descendientes o generaciones – no tanto como un período de tiempo como los nacidos o engendrados. Los ángeles no se engendran y por lo tanto no tienen generaciones. Así que, está diciendo que la Época de las épocas verá la gloria de Dios como revelada en Cristo y Su Esposa, la Iglesia. Las profecías de las Escrituras hablan de un tiempo en el futuro cuando todas las personas de todas las generaciones verán la Gloria del Señor y aquí vemos que será revelada en Cristo y Su Iglesia, la Esposa: “Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado” (Isa 40:5) “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.” (Hab 2:14) “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido SOBRE TI. 2 Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas SOBRE TI amanecerá Jehová, y SOBRE TI será vista su gloria. 3 Y andarán las naciones a TU luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” (Isa 60:1-3) Es la gloria del Señor sobre la Iglesia de los primogénitos que hará que el resto de los hombres sean atraídos a Cristo. Su gloria será revelada y “toda carne” la verá. Toda la tierra será llena con el conocimiento experiencial (LXX ginosko) de Su gloria como las aguas cubren el mar. Entonces, Cristo es el Salvador de todos los hombres – especialmente de los que creen, pero también de los que no han creído en esta vida y murieron en un estado perdido (1Tim 4:10). Finalmente, toda rodilla se doblará y cada lengua en el cielo, en la tierra y aún debajo de la tierra, confesará a Jesucristo como Señor para la gloria de Dios el Padre, con el resultado que Dios será todo en todos (Fil 2:10-11; 1Cor 15:28). [i] El término “esposa” (numphe) refiere a la novia en la ceremonia en el salón nupcial (numphon), o a la esposa después de las bodas y nunca se usa de la Iglesia antes de las bodas. Antes de las bodas somos llamados “la esposada” (2Cor 11:2 gr. harmoso) pero todavía no somos la Esposa.
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