por George Sidney Hurd
-- ¿es presentado el amor de Dios en las Escrituras como condicional, según nuestro comportamiento, o es incondicional? ¿Ama Dios a todos universalmente, o solamente ama a los que lo aman? Juan presenta el amor como el atributo esencial de Su naturaleza (1Jn 4:8,16). ¿Es Su amor, por lo tanto, infinito, eterno e indivisible de Sus otros atributos, o termina con el último respiro para aquellos que no corresponden a Su amor apropiadamente mientras viven? Nosotros que creemos en una restauración universal de todos, tenemos menos dificultad de abrazar el concepto del amor incondicional de Dios. Pero, los Tradicionalistas creyendo que todos los que, por un motivo u otro, no responden de manera positiva a Su amor en esta vida, serán sujetados a Su ira eternamente, enfrentan un dilema lógico y moral. Ellos típicamente, o niegan que Su amor es incondicional, o niegan que Su amor para ellos es eterno. Es cierto que muchos han tergiversado el amor de Dios, presentándolo como si fuera permisivo y como si Él afirmara a los que están viviendo en el pecado. Otros han sobre reaccionado a este extremo, intentando limitar el amor de Dios, igual como a menudo hacen con Su gracia. Unos incluso se enfadan cada vez que oyen a alguien gloriándose en el amor de Dios hacia todos. Considerando que esto es un tema tan importante, siendo que determina como percibimos a Dios y como nos relacionamos con Él y los demás, y entendiendo que llegamos a ser como el Dios que adoramos, en los próximos blogs estaré considerando lo que las Escrituras realmente enseñan acerca de este tema tan vital. El Amor Incondicional de Dios Los que niegan que el amor de Dios es incondicional a menudo comienzan por señalar que el término “amor incondicional” nunca aparece en las Escrituras. Sin embargo, ellos mismos utilizan términos como “amor no merecido,” “amor abundante” y “amor sacrificial,” ningunos de los cuales aparecen en las Escrituras, y sin embargo todos reconocen que son descriptivos del amor de Dios. La pregunta que debemos responder es si el amor de Dios es presentado como incondicional en las Escrituras, y espero demostrar que sí es una verdad bíblica. En el mismo pasaje donde Juan dice que Dios es amor, él define Su amor como no condicionado en nada de lo que hemos hecho. Él dijo: “Dios es amor… 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1Jn 4:8,10) Aquí vemos que Dios ama simplemente porque Él es amor, no porque los objetos de Su amor cumplen unos prerrequisitos. Si el amor es condicional, entonces, ¿qué condición cumplimos para que Dios nos amara de tal manera que envió a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados? Les recordaría a aquellos que argumentan que este versículo solo aplica a los elegidos que Él también amó al mundo entero e hizo propiciación incluso por aquellos que Él sabía que no iban a responder a Su amor de este lado de la muerte (Jn 3:16; 1Jn 2:2). Él nos amó estando nosotros aun muertos en nuestros delitos y pecados. En Romanos, Pablo es aún más enfático en decir que, en contraste con el amor del hombre, el amor de Dios es incondicional, cuando dice: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom 5:6-8) La mayor demostración del amor incondicional de Dios fue cuando Él envió a Su Hijo a morir por nosotros, siendo impíos. No solamente no habíamos cumplido una precondición para merecer Su amor, sino que Él mostró Su amor para con nosotros aun siendo Sus enemigos (Rom 5:10). Y no solo eso, sino que Jesús nos dice que, si queremos ser como nuestro Padre en el cielo, tenemos que amar a nuestros enemigos de la misma manera. Él dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mt 5:43-48) El amor condicional solo ama a los que nos aman a cambio. Pero Jesús dice que, si solamente amamos a los que nos aman, entonces no somos diferentes a los publicanos, dado que ellos también aman a los que los aman. Solo llegamos a ser perfeccionados en el amor del Padre cuando amamos incluso a nuestros enemigos, igual como hace Él. El amor condicional dice, “Yo te amo porque…,” “Te amaré si…” o “Te amaré mientras que…” Pero el amor incondicional dice, “nada de lo que haces o dices hará que te deje de amar.” Cada ser humano – de hecho, cada ser racional, tiene una necesidad innata de ese amor incondicional que solamente Dios nos puede dar. Sin embargo, la religión demasiado a menudo nos priva de la seguridad de Su amor por nosotros. Algunos Calvinistas, cuando son enfrentados con lo innegable del amor incondicional del Padre en este pasaje, intentan categorizar el amor de Dios, diciendo: “Sí, Dios tiene un ‘amor general’ por Sus enemigos en que les envía la lluvia, aun sobre los injustos, pero no es el ‘amor eficaz y redentor’ que Él reserva para los elegidos solamente.” Según ellos, Dios ama a Sus enemigos incondicionalmente hasta su último respiro, pero después, de alguna manera, Su amor incondicional se convierte en una ira sin fin en el momento en que mueran. Ellos argumentan que la justicia de Dios requiere Su ira eterna. Aunque eso es un tema más allá de este blog, los atributos de Dios son indivisibles. Su amor y Su justicia jamás han estado en conflicto el uno con el otro debido al hecho de que el sacrificio de expiación de Cristo en la cruz es una eterna realidad para Dios. Jesús fue el Cordero de Dios inmolado desde la fundación del mundo (Apo 13:8). Su justicia y paz se besaron en la cruz, reconciliando a toda la creación a Sí Mismo (Sal 85:10; Col 1:16,20). En la cruz, cuando Cristo llegó a ser la propiciación por el mundo entero, fue demostrado a todos que Dios había sido justo en justificar a aquellos que previamente habían pecado (Rom 3:25-26 ). Y el evangelio es llamado el evangelio eonian (Rev 14:6). Esto al menos significa que continúa siendo buenas nuevas más allá del último respiro de uno (1Pedro 4:6). La sangre de Cristo no tiene fecha de vencimiento (Heb 9:12; 7:25). El amor de Dios incluso llega más allá del sepulcro, hasta el Seol o Hades mismo. Dado que Dios es amor y Él es presente en toda Su creación, no hay manera de escapar de Su amor. El salmista dice: “El Señor es bueno para con todos, Y su compasión, sobre todas Sus obras. 10 Señor, Tus obras todas Te darán gracias, Y Tus santos Te bendecirán…” (Sal 145:9-10 NBLH) “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.” (Sal 139:7-8) Tomando en cuenta que sus misericordias están sobre todas Sus obras, incluyendo el Seol mismo, ¿cómo puede uno seguir negando que el amor de Dios es incondicional? Como veremos en el próximo blog, aunque muchos no están experimentando Su amor de manera relacional, sin embargo Su amor por ellos es inalterable y nunca deja de ser (1Cor 13:8). Pablo intercede por nosotros para que podamos comprender qué tan profundo es el amor de Dios: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo…17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Ef 3:14,17-19) Lo que Pablo está diciendo es que necesitamos una revelación de Su amor que excede nuestra capacidad mental de percibir – un conocimiento que excede la mera comprensión intelectual, experimentando Su amor siendo derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom 5:5). Esto inevitablemente resulta en que uno sea “lleno con toda la plenitud de Dios,” dado que Dios es amor. ¡Esto es glorioso! Los que piensan que el amor de Dios es condicional deben pedirle que les revele qué tan amplio es Su amor; qué tan alto llega, y qué tan bajo va para alcanzar a los perdidos. Les aseguro que la revelación de tal amor los cambiará para siempre. En 1982, después de terminar mis estudios en el seminario, experimenté la gloriosa plenitud que resulta de recibir el amor de Dios derramado en el corazón por Su Espíritu como fue descrito por Pablo. En ese tiempo de mi vida, me sentí espiritualmente seco y me di cuenta de que solamente un conocimiento de las Escrituras no podría saciar mi sed de Dios. Anhelaba experimentar Su amor y disfrutar la comunión íntima con Él como en el principio. Tomé la determinación de poner a un lado mis estudios teológicos para buscar que Dios me restaurara a mi primer amor. Una noche estaba acostado leyendo del libro “Abiding in Christ” (Permaneciendo en Cristo) cuando el Espíritu Santo derramó el amor de Dios en mi corazón de una manera demasiado gloriosa para expresar con meras palabras. Nunca he sido una persona emocional, pero me sentí tan sobrecogido por Su plenitud que no podía contener el gozo. Lo único que podía hacer era reírme y llorar a voz en cuello. Yo podía ver como nunca antes que yo era un solo espíritu con el Señor y que Cristo era mi vida misma. Las Escrituras cobraron vida para mí como nunca antes, conforme el Espíritu abría mi entendimiento. El espacio aquí no me permite entrar en más detalles, pero esta visión a cielos abiertos seguía por tres meses, antes que yo clamé al Señor diciéndole: “Señor, quiero ser usado para que otros te conozcan como te estoy conociendo ahora.” Siempre he sido penosamente tímido, y cuando cobré el coraje para compartir con otros lo que estaba experimentando, ellos solo me miraron como si estuviera fuera de mí. Él me respondió de Juan 12:24 donde Jesús dijo: “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” El me hizo entender que, así como un grano de trigo, yo necesitaba permitirle remover cosas de mi vida, que mantenía Su vida atrapada dentro de mí, y que no iba a poder sentir Su presencia de la misma manera por un tiempo, pero que Él jamás me iba a dejar o abandonar. Poco a poco Su presencia tangible se disminuyó, y ya no veía claramente como veía en Su presencia. En la plenitud de Su presencia, los vicios y las tentaciones ni me atraían. Sin embargo, poco a poco, conforme perdí la consciencia de Su presencia, empecé a luchar con las viejas tentaciones otra vez. Suplicaba al Señor que restaurara esa experiencia de los cielos abiertos. Quería ver como veía en Su presencia, pero los cielos parecían ser de bronce. Entonces, un día en el trabajo mientras agonizaba sobre mi condición, el Señor me hablo, simplemente diciendo: “Isaías 42:16.” Tan pronto llegó el tiempo de descanso, abrí mi Biblia al pasaje que Él me dio, y esto es lo que decía: “Guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.” Sabía en mi espíritu que el Señor me estaba asegurando de que, aunque no estaba en sus propósitos remover mi ceguera en ese momento, Él jamás me desampararía, y que, en Su tiempo, Él perfeccionaría la buena obra que había comenzado en mí. Esa gloriosa experiencia de Su amor incondicional que nunca deja de ser me ha dado la fortaleza y confianza que necesitaba para seguir confiando en Su amor a pesar de las múltiples maneras en que Él ha obrado la muerte en mí, durante los 40 años que han pasado desde esa experiencia. Comparto esa experiencia con más detalle en mi libro: “La Verdadera Gracia de Dios.” Yo creo, con Pablo, que todos necesitamos conocer la anchura, la longitud, las alturas y las profundidades de Su amor de una manera experimental que va más allá de un mero conocimiento. Necesitamos estar plenamente convencidos del amor incondicional de Dios, así como dice Pablo en Romanos 8: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom 8:35-39) ¿Estás seguro como era Pablo de que nada ni nadie en toda la creación podrá separarte del amor de Dios en Cristo? Si no, ponte delante del Señor pidiéndole que Él abra su entendimiento y que derrame Su amor en tu corazón por el Espíritu Santo. Te aseguro que jamás serás igual. Algunos nos privarían de esta plena seguridad diciendo: “Es cierto que ninguna cosa creada te puede separar del amor de Dios, pero el pecado no es una cosa creada, y el pecado te puede separar del amor de Dios para siempre.” Sin embargo, es muy obvio que eso no es lo que Pablo quiere que entendamos con su exhaustiva declaración del amor de Dios. A través de toda la epístola, Pablo ha estado demostrando cómo el problema del pecado ha sido eliminado de una vez para siempre para los que creen, por medio del sacrificio expiatorio de Cristo. En el capítulo 8, él comienza con “ninguna condenación hay” para los que están en Cristo Jesús, y termina con “ninguna separación” de Su amor. Ya no hay condenación porque hemos sido justificados de todo pecado por medio de la fe en Cristo (Rom 5:1). Que Pablo no quería decir que nada nos puede separar del amor de Cristo, menos el pecado, en Romanos 8:35-39 es evidente por lo que acaba de decir en los versículos 33 y 34. Él dijo: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Rom 8:33-34) Pablo aquí presenta la pregunta retórica: “¿Quién acusará (de pecado) a los escogidos de Dios?” La respuesta obvia es nadie, dado que es Dios Mismo quien nos declaró justos. Entonces, él hace la pregunta: “¿Quién es el que condenará (por el pecado) si Cristo es el que murió y resucitó, e intercede por nosotros, siendo Él Mismo la propiciación por todos nuestros pecados?” (cf. 1Jn 2:1-2). Otra vez, la respuesta es que nadie ni nada (incluyendo el pecado) nos podrá separar de Su amor. Jamás hubiéramos estado en enemistad con Dios si no fuéramos pecadores, y Jesús dice que Dios ama a Sus enemigos, y nos amó mientras aun estábamos en nuestros pecados. Decir que Dios nos amó incondicionalmente antes de ser justificados, pero ahora nos ama condicionalmente después de haber sido justificados, va en contra de todo lo que Pablo ha estado diciendo. Adicionalmente, Pedro dice que el amor cubrirá multitud de pecados (1Pedro 4:8). El amor de Dios puede cubrir multitud de pecados debido al sacrificio de expiación de Cristo por nuestros pecados, y no solamente los nuestros, sino los pecados de todo el mundo. Por lo tanto, Su amor por todos es constante e incondicional. Así como el hijo Pródigo, el Padre está esperando con los brazos abiertos a todos y cada uno de sus hijos extraviados para recibirlos en el momento en que vuelvan en sí y regresan al Padre – incluso a aquellos que menospreciaron su herencia. Aplicaciones Equivocadas del Amor Incondicional de Dios en la Actualidad Mucha de la oposición a la verdad del amor incondicional de Dios es debido a la manera en que muchos hoy en día malentienden Su amor, presentándolo como si fuera permisivo o afirmara a los que está viviendo en el pecado. Un amor que no aborrece el mal y que no se opone a los malhechores, no es amor, sino indiferencia. Un amor justo no puede amar el mal y la injusticia. Mientras que Dios ama a todos incondicionalmente, y por lo tanto no deshecha a los inicuos para siempre, ni retendrá Su ira para siempre contra ellos como tradicionalmente se ha enseñado, Su amor justo es indignado por la rebeldía de Su pueblo, y cuando no juzgamos el pecado en nuestras vidas, Él a menudo interviene con juicios, a veces incluso resultando en una muerte prematura (1Cor 11:28-32). De la misma manera que un buen padre corrige a su hijo y se enoja por su rebeldía, así nuestro Padre celestial disciplina a Sus hijos e incluso los azota si es necesario, para que participemos de Su santidad (Heb 12:6-11). Sin embargo, Sus misericordias son nuevas cada mañana y Su amor nunca deja de ser, porque Él no simplemente ama – Él es amor. En el próximo blog: “¿Qué es Condicional del Amor Incondicional de Dios?” voy a estar considerando los pasajes que muchos han malinterpretados como si negaran el amor incondicional de Dios. ¿Cómo debemos entender los pasajes que dicen que Dios odia a ciertos individuos? ¿Sería posible que estas declaraciones de una manera contradigan o anulen a todo lo que hemos visto hasta aquí acerca de la naturaleza incondicional del amor de Dios? Algunas palabras de Jesús aparentan presentar el amor de Dios como condicional, como por ejemplo: Juan 14:21-24 y Juan 16:27. ¿Cómo debemos de entender estos pasajes? Esto será el tema del próximo blog.
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