![]()
por George Sidney Hurd
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Heb 10:24-25) Si has asistido a la iglesia por varios años, sin duda te has dado cuenta de que estamos viviendo en un tiempo cuando un número alarmante de cristianos ya no están congregándose con los de la misma fe, y los pocos que lo hacen a menudo asisten a mega-iglesias donde hay poco o nninguna interacción los unos con los otros como miembros del cuerpo de Cristo. Yo tuve un encuentro transformador con el Señor en el año 1969 en lo que llegó a ser conocido como el Avivamiento del Movimiento de Jesús. En ese entonces las iglesias locales normalmente eran pequeñas pero a la vez muy asistidas por creyentes con una pasión por el Señor, su primer amor. Para la mayoría de nosotros, solamente dos servicios los domingos con un estudio bíblico entre semana y un grupo de oración los viernes no era suficiente. Cuando nos reunimos, la presencia del Señor era tan real y tangible que no queríamos irnos, y no podíamos esperar hasta la próxima reunión. Lamentablemente, si uno fuera a visitar esas mismas iglesias hoy en día, lo que a menudo descubriría es que, si la iglesia no ha cerrado sus puertas ya, la asistencia es muy poca, a menudo solamente reuniéndose una vez por semana los domingos. Actualmente hay muchas más iglesias cerrando sus puertas que nuevas iglesias comenzando. ¿A qué se debe este éxodo tan grande de las iglesias locales? Obviamente, el problema raíz es una condición del corazón. Cuando Cristo es el centro de nuestro afecto y devoción, Su vida se manifiesta en medio de nosotros y Él puede atraer a otros a Sí Mismo a través de nosotros. Pero demasiado a menudo, poco a poco, Él deja de ser el centro de nuestro afecto, y de repente descubrimos que hemos dejado nuestro primer amor (Apo 2:1-7). Tal vez seguimos asistiendo a la iglesia, llevando a cabo las mismas actividades – de hecho, muchas veces las intensificamos, pero lo hacemos por el deber, en vez de hacerlo por la pura adoración. Puede que sigamos orando, pero sin la comunión íntima que una vez disfrutábamos. Cuando la Iglesia se aferra a Cristo, su Cabeza, crece con el crecimiento que da Dios (Col 2:19). Mientras que la iglesia en los Hechos simplemente seguía en comunión continua, el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente (Hch 2:46-47; 6:7). La única manera en que el enemigo puede detener el crecimiento que da Dios es seducirnos, alejándonos de nuestra pura devoción a Cristo, nuestra Cabeza, resultando en que Su vida ya no se manifieste en medio de nosotros. Eso era la preocupación principal de Pablo con los creyentes en Corinto. Él dijo: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.” (2 Cor 11:3) Cristo es la fuente de la vida para nosotros como individuos y también colectivamente como Su cuerpo, la Iglesia. Si por cualquier motivo quitamos a Cristo del centro de nuestras vidas y la vida de la iglesia, la fuente de vida que nos hace florecer espiritualmente se seca. Como dijo Jesús, “separados de Mí nada podéis hacer” (Jn 15:5). Ninguna cantidad de actividad religiosa, por muy buena que sea, puede producir vida. Ninguna cantidad de estructura organizacional, o la falta de ella, puede producir el crecimiento que solo Él puede dar. Un pastor y amigo mío aquí en Colombia intentó comenzar una iglesia utilizando una estrategia de iglecrecimiento que ha producido mega iglesias en Colombia y a través de Latinoamérica. Él contó como una noche él no podía dormir porque seguía calculando en su mente cuántos miembros tendría en su iglesia en seis meses o en un año con esa estrategia. Pasaron horas y no podía apagar su mente para dormir. Cuando él le pidió al Señor que le ayudara a dormir, él Señor le habló diciéndole: “No busques los números. Busca mi presencia y Yo me encargaré de los números.” Desde ese momento, él abandonó toda estrategia y se dedicó a desarrollar la intimidad con el Señor. Poco después, la presencia de Dios descendió sobre su pequeña congregación, y dentro de pocos meses no podía encontrar edificios lo suficientemente grandes para contener las multitudes sedientas que vinieron a beber del agua de la vida. Tristemente, cuando esta multiplicación resultó en el ingreso de grandes cantidades de dinero, poco a poco vi que su enfoque total en Cristo se desvió a la prosperidad material. El asombro por la presencia de Cristo, que inicialmente produjo un crecimiento tan rápido y vibrante, comenzó a menguar en la medida que él cambió el enfoque en Cristo por la prosperidad personal. En un intento desesperado por despistarse de la falta de Su presencia manifestada, comenzaron a usar espectáculos de luces y efectos especiales. Una vez hasta él subió a la tarima en una motocicleta como Evel Knievel, acompañando con juegos pirotécnicos y todo. Pero no hay nada en absoluto, ni siquiera efectos especiales, que puede traer vida y vitalidad a una congregación aparte de la pura devoción a Cristo. La preocupación de Pablo era que no estuviéramos seducidos, apartándonos de nuestra pura devoción a Cristo. ¿Cuáles son algunas de las cosas que puede hacer que nos apartemos de nuestra pura devoción a Cristo como nuestro primer amor? Materialismo “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Juan 2:15) Creo que, tal vez la mayor razón porqué los cristianos han perdido su primer amor, resultando en un bajón tan grande de la asistencia en las iglesias, especialmente en Estados Unidos, es el materialismo. El materialismo se define como “el valorar más las posesiones materiales que las cosas espirituales.” Es la búsqueda de cosas en vez de Dios, y es una forma de idolatría (Col 3:5). Jesús dijo: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Lucas 16:13) El problema no es con tener abundancia de posesiones materiales, sino el materialismo, o el amor de las cosas en vez de un amor y devoción pura a Dios. Muchos de nosotros que fuimos salvos durante el Movimiento de Jesús, anteriormente éramos drogadictos o hippies, habiendo recibido al Señor con prácticamente nada más que la ropa que llevábamos puesta. Nuestro enfoque principal y nuestra pasión fue nuestra relación con el Señor. Pero comencé a notar que, conforme muchos de nosotros comenzábamos a prosperar, comprando casas, carros y lanchas, la relación con el Señor de algunos de manera sutil comenzó a tomar el segundo lugar con respecto a las posesiones materiales. Muchos ya no asistían todos los domingos para poder salir a esquiar con su lancha o hacer paseos en sus motos, mientras otros, aunque iban a la iglesia por el deber, deseaban estar en otro lugar. Poco a poco, vi el materialismo convertirse en una obsesión en la sociedad e incluso dentro de las iglesias. En los años ’60 y los ’70, todas las tiendas estaban cerradas los domingos. Las calles estaban abandonadas y las iglesias llenas. Sin embargo, poco a poco esto cambió, hasta que hoy en día los centros comerciales están llenos los domingos y las iglesias vacías. La iglesia en los Estados Unidos ha llegado a ser como los de Laodicea que decían que eran ricos y sin necesidad de nada, sin darse cuenta de que eran desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos (Apo 3:14-22). Está bien poseer cosas materiales, pero jamás debemos de permitir que las cosas nos posean a nosotros. Si descubrimos que preferíamos estar con nuestras cosas, más que congregarnos donde se manifiesta la presencia del Señor en medio de Su pueblo, necesitamos volvernos a nuestro primer amor. La Iniquidad “y por haberse multiplicado la iniquidad (ἀνομία), el amor de muchos se enfriará.” (Mateo 24:12) Otro factor que ha contribuido a la disminución de la asistencia en las iglesias dentro de los últimos años es el aumento de la iniquidad. El Apóstol Juan dice que la iniquidad (ἀνομία) equivale al pecado (1Jn 3:4). El pecado (ἁμαρτία) es no dar en el blanco o no alcanzar a la meta, mientras que la iniquidad (ἀνομία) es negar a someterse a una ley o estándar moral. Por lo tanto, tomados juntos, podemos decir que la iniquidad o ἀνομία en las Escrituras es cuando uno se rehúsa a vivir conforme al estándar moral de Dios. Jesús dijo que, en los postreros días, antes de Su retorno, habría un rechazo del estándar moral de Dios, resultando en que el amor de muchos se enfriara. Mientras que Jesús sea nuestro primer amor, guardaremos Sus mandamientos (Jn 14:15). Inversamente, mientras que guardemos Sus mandamientos estamos permaneciendo en Su amor. Jesús dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn 15:10). Sin embargo, comenzando con la revolución moral de los años ’70, con su lema, “Si te sientes bien, hazlo,” la sociedad comenzó a rechazar los estándares morales de Dios, y poco a poco por la influencia del entretenimiento, los medios de comunicación y el sistema educativo, la consciencia de muchos dentro de las iglesias comenzó a ser cauterizada a tal grado que hoy en día el amor de muchos dentro de las iglesias se ha enfriado. Hablan mucho del amor incondicional que Dios tiene hacia ellos, pero no demuestran su amor por Él, haciendo Su voluntad. Hoy en día muchos cristianos hasta llaman bueno lo que Dios llama malo, y malo lo que Dios llama bueno. Han intentado formar a Dios a su propia imagen, a tal grado que algunos han llegado a pensar que la gracia de Dios nos da libertad para vivir como nos de la gana sin consecuencia alguna, y hasta acusan a aquellos que realmente aman a Dios y procuran a guardar Sus mandamientos de ser Fariseos. Jesús es la gracia personificada. Por lo tanto, Cristo/la Gracia en nosotros producirá en nosotros Su Misma obediencia mientras simplemente permanezcamos en Su amor, así como Él obedeció a Su Padre, permaneciendo en Su amor (Jn 15:10). Juan dijo que conocemos que estamos en Él por el hecho de que andamos como Él anduvo (1Jn 2:5-6). Él también dijo: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo” (1Jn 3:7). Lamentablemente, la razón por la que muchos ya no se congregan es porque están practicando el pecado y desean permanecer en las tinieblas para que su conducta pecaminosa no sea expuesta a la luz. El Apóstol Juan dijo: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1Jn 1:5-7). Como dijo Jesús, los no arrepentidos no quieren venir a la luz para que no sean expuestos sus hechos. En contraste, los arrepentidos desean congregarse con otros en la luz de Su presencia para que todo pecado que aun permanezca en sus vidas sea revelado y quitado de ellos (Jn 3:19-21; Sal 139:23-24). Cuando estamos bien conectados con otros creyentes en el contexto de una iglesia local, somos expuestos a la Palabra y a la comunión diariamente, y eso nos ayuda a permanecer espiritualmente centrados en Cristo. Solamente aquellos que están conectados a una asamblea local pueden poner en práctica el mandato bíblico que dice, “exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Heb 3:13). Falsos Maestros Otra razón principal para el gran éxodo de las iglesias que estamos viendo en nuestros tiempos es que falsos maestros están apartando a muchos de la fe. Pablo dijo que en los postreros días muchos se apartarían de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1Tim 4:1). Él se refería a ellos como lobos rapaces que vendrían en medio de nosotros, tomando presas a las ovejas del rebaño (Hch 20:29-31). De la misma manera, Pedro dijo que vendría tiempo cuando habrá entre nosotros falsos maestros, que introducirían encubiertamente herejías destructoras, aun negando al Señor que nos compró con Su propia sangre (2Pedro 2:1). Hoy en día es común oír maestros negando la deidad de Cristo o menospreciando el sacrificio expiatorio de Cristo como nuestro sustituto. A menudo, las iglesias están casi vacías, mientras que los Salones de los Testigos de Jehová están llenos de los que anteriormente fueron miembros de las iglesias Evangélicas, pero ya no creen en la deidad de Cristo o la salvación por la gracia aparte de las obras. Esto es una de las razones principales porqué somos mandados a no dejar de congregarnos, especialmente ahora, viendo que el día de Su venida se acerca. Dios ha designado pastores en las iglesias locales para pastorear al rebaño y proteger a los creyentes de los falsos maestros que, como lobos rapaces, intentan hacer presa de las ovejas. Pablo dijo a los pastores o ancianos: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas (λαλουντες διεστραμμενα, lit. “hablando distorsiones”) para arrastrar tras sí a los discípulos. 31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.” (Hch 20:28-31) Los falsos maestros normalmente no niegan directamente la verdad. Normalmente se disfracen como ovejas, sutilmente distorsionando la verdad para engañar a las ovejas que aún no están bien fundamentadas en la Palabra, así apartando a los discípulos de la fe. Pablo dijo que, para engañar, ellos emplean con astucia las artimañas del error por medio de filosofías y huecas sutilezas, según la sabiduría del mundo, y no según Cristo (Ef 4:14-16; Col 2:8-10). Sus argumentos tienen la apariencia de la sabiduría y utilizan una lógica tan tortuosa que aun los estudiados tienen dificultad en seguir su lógica, sin mencionar a un cristiano con poco conocimiento de las Escrituras. Existe una estructura ordenada por Dios dentro de cada iglesia local para equipar a los santos que es esencial para la preservación y crecimiento del cuerpo de Cristo. Simplemente asistiendo a una mega iglesia o conectándose por el internet a reuniones Zoom y grupos de Facebook jamás pueden sustituir la vida en el cuerpo de Cristo dentro de una iglesia local. Como dijo el escritor de Hebreos, si alguna vez hubo un tiempo cuando el pueblo de Dios necesita estar bajo el ministerio de la iglesia local es ahora, viendo que se está acercando aquel día. Un problema con esta generación es que muchos son demasiado independientes y voluntariosos, y por lo tanto, no están dispuestos a sujetarse al liderazgo de una iglesia local. Cristo ha designado pastores y maestros para llevar a los santos a la madurez para la obra del ministerio, pero demasiado a menudo, los cristianos de hoy no están dispuestos a someterse a las autoridades ordenados por Dios dentro de la iglesia local. El autor de Hebreos, reconociendo esta tendencia, amonesta a los creyentes, diciendo: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso.” (Heb 13:17) “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Heb 13:7) Un cristiano que no es parte de una asamblea local y sometido a un pastor se está privando de la estructura ordenada por Dios que es necesaria para nuestra protección y buen desarrollo dentro del cuerpo de Cristo. Al mismo tiempo, Pedro, reconociendo la posibilidad del abuso de la autoridad, dice a los pastores: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1 Pedro 5:2-4) Entonces, mientras los miembros de una iglesia local son mandados a someterse a aquellos en autoridad sobre ellos, él también les dice a los que tienen autoridad que no abusen su autoridad, teniendo señorío sobre el redil, sino guiándolos por su buen ejemplo. Cuando cada miembro del cuerpo está en su lugar ordenado por Dios dentro de una iglesia local, cada miembro dentro del cuerpo de Cristo crece con el crecimiento que da Dios. Pablo presenta este modelo en Efesios 4. Él dijo acerca de Cristo y Su Iglesia: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo (o ‘hablando’) la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Ef 4:11-16) He oído a muchos decir que ya no asisten a ninguna iglesia porque fueron ofendidos o maltratados por un pastor o otros miembros de la iglesia. Sin embargo, aprendiendo a soportarnos unos a otros y perdonarnos unos a otros, así como Cristo nos ha perdonado, es esencial para poder crecer en al amor agape. Nunca vamos a crecer en el amor rechazando a aquellos que nos rechazan, lastiman u ofenden. Como miembros de Su cuerpo, necesitamos estar armados con la mente de Cristo. Pablo dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” (Col 3:12-13) Como aquellos que creemos en la salvación final de todos, es inevitable que a veces experimentemos rechazo a pesar de todo esfuerzo de mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef 4:3-5). Sin embargo, en la mayoría de los casos, uno puede encontrar una iglesia cercana que nos recibirá una vez que vean que creemos en las mismas doctrinas fundamentales y que no vamos a causar divisiones. La unidad del Espíritu no requiere que pensemos igual en todo detalle doctrinal. Al contrario, requiere la unidad a pesar de desacuerdos en doctrinas no-esenciales, dado que ningunos creemos exactamente lo mismo en todo. Sin embargo, aún si no podemos encontrar una iglesia en nuestra ciudad de la misma fe, dejar de congregarnos con otros creyentes jamás debe de ser considerado una opción como miembros del cuerpo de Cristo. Si no podemos encontrar una iglesia en nuestra área, debemos de orar acerca de comenzar un grupo en nuestra casa, invitando a los vecinos y otros amigos. Así han comenzado muchas iglesias. Concluyo citando el mismo mandato que presenté en el principio. “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Heb 10:24-25)
0 Comments
Leave a Reply. |
CategorÍAs_____________
La Infalibilidad de la Biblia
El Amor de Dios
El Temor de Dios
La Cuestión del Mal
Entendiendo la Expiación
Homosexualidad y la Biblia
Reencarnación
El Teísmo Abierto
Respuestas a Objeciones:El Plan Glorioso de Dios
La Manifestación de los Hijos de Dios
¿Ha Rechazado Dios a Su Pueblo Israel?
La Trinidad y la Deidad de Cristo
La Preexistencia Eterna de Cristo
Preterismo vs. Futurismo
La Doctrina de 2 Evangelios
|