por George Sidney Hurd
“Prefiero creer que los condenados son, en un sentido, rebeldes exitosos hasta el fin, que las puertas del infierno están cerradas desde adentro…ellos disfrutan para siempre la libertad horrible que han exigido y por lo tanto son auto-esclavizados: de la misma manera que los benditos, para siempre sometiéndose a la obediencia, por la eternidad llegan a ser cada vez más libres.” C. S. Lewis. [1] ¿Es cierto, como C. S. Lewis conjeturaba, que todos que están en el infierno solamente están allí porque han elegido permanecer allí, y que, en vez de estar allí contra su voluntad, sus habitantes han cerrado la puerta desde adentro? ¿Es cierto, como él creía, que la libre voluntad libertaria es tan absoluta que incluso Dios Mismo tiene que someterse a ella, abandonando a los pecadores perdidos a una eternidad de miseria, finalmente diciéndoles, “háganse su voluntad”? [2] ¿Cuya voluntad prevalece al final? ¿La voluntad de Dios que todos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, o la voluntad caída propenso al pecado de los perdidos que son espiritualmente muertos y cegados por el dios de este siglo? Estas son algunas de las preguntas que espero responder de las Escrituras en este blog. Primero, me gustaría señalar que, C. S. Lewis a veces indicaba que su esperanza era que todos finalmente fueran salvos. En su novela, El Gran Divorcio, el presenta a sí mismo como habiendo muerto e ido al infierno. En el infierno él tomó un bus para el cielo con varias otras personas, la mayoría de las cuales prontamente volvieron a subir al bus de regreso al infierno. Cuando él llegó al borde del cielo, fue recibido por George Macdonald, su mentor en la vida que era un Universalista. En su conversación, C. S. Lewis reconoció el hecho de que, tanto Macdonald, como el Apóstol Pablo, creían que todos serían salvos, pero entonces él procede a presentarle a Macdonald como si, estando ya en el cielo, tuviera dudas acerca de a la salvación final de todos, debido al libre albedrío inviolable del hombre. Aquí cito una parte de la conversación entre Lewis y Macdonald en el cielo: C. S. Lewis: “Señor, en tus libros eras un Universalista. Hablabas como si todos los hombres iban a ser salvos, y San Pablo hablaba de la misma manera.” George Macdonald: “No puedes saber nada del fin de todas las cosas, ni nada expresable en esos términos. Puede ser, como dijo el Señor…que todo será bien… Pero es inútil hablar de tales cosas… Tome, por ejemplo, la doctrina de la Predestinación que muestra (acertadamente) que las realidades eternas no están esperando a un futuro para ser reales; pero al precio de eliminar la Libertad que es la verdad más profunda de los dos. Y, ¿No haría lo mismo el Universalismo?” [3] Al leer esto, me preguntaba cómo Macdonald hubiera pensado de C. S. Lewis tomando la libertad de presentarlo como si nada más esperaba en la posibilidad de la salvación final de todos ahora que él estaba en el más allá, considerando que él era tan gran defensor del Universalismo en la vida. C. S. Lewis presenta a George Macdonald como si él tuviera dudas acerca de la salvación final de todos, razonando que, tanto la Predestinación, como la voluntad determinada de Dios de que todos sean salvos, de alguna manera tienen que estar subordinadas a la Libertad soberano del hombre que ni Dios puede vencer, así haciendo imposible saber cómo terminará Su plan de la redención de todos. De lo que he podido entender de los escritos de C. S. Lewis, su teodicea del libre albedrío, que él presentaba para justificar la presencia del mal y el sufrimiento, era tan extremadamente libertaria que ni siquiera Dios podía consignar a los pecadores no arrepentidos al infierno contra su voluntad, ni podía estar seguro de que Su voluntad que todos sean salvos podría realizarse exitosamente. C. S. Lewis creía que ni Dios Mismo sabía cuál sería el resultado final cuando Él creó al hombre con libre albedrío, pero razonaba, “aparentemente Dios pensó que valía la pena tomar el riesgo.” [4] C. S. Lewis era el precursor de mayor influencia de lo que más tarde llegó a ser conocido como el Teísmo Abierto. Presento los argumentos bíblicos contra el Teísmo Abierto en mi serie de dos blogs: El Teismo Abierto - ¿Conoce Dios mi Futuro?. ¿Son los Únicos en el Infierno aquellos que han elegido permanecer allí? Algunos argumentan que la palabra “infierno” ni debe de aparecer en nuestras Biblias. Pero, la palabra originalmente no significaba lo que ahora viene a nuestra mente al oír la palabra infierno. Infierno es del latín inférnum o ínferus, que significaba “por debajo de, lugar inferior, subterráneo. De semejante manera, la palabra “Hell” en inglés simplemente significaba “lo que es cubierto o fuera de vista,” y por lo tanto el mundo invisible de los muertos. Es de lamentar que la influencia de la mitología griega, y la versión del Infierno presentado por Dante y otros, hayan cambiado lo que imaginamos al oír la palabra, pero etimológicamente hablando, la palabra Infierno es de acuerdo con el verdadero significado del Seol y el Hades, que simplemente refieren a la región invisible de los muertos. [5] En sí, la palabra simplemente tiene referencia a la habitación invisible de las almas de los muertos. No todos en el Hades están sufriendo, dado que, tanto las almas de los justos, como los impíos están en el Hades, esperando la resurrección de sus cuerpos (Gen 37:35, hades LXX). Aun el alma de Jesús fue al Hades, mientras que Su cuerpo fue preservado en la tumba hasta Su resurrección (Hch 2:31). Obviamente si, como algunos afirman, el alma no tiene una existencia aparte del cuerpo, y Seol, o el Hades es nada más el sepulcro, entonces todo este tema no tendría relevancia. Demuestro de las Escrituras que el alma tiene una existencia consciente aparte del cuerpo en mi blog, ¿Es Seol el Sepulcro?, y también en mi libro, ¿Exterminación o Restauración? En la parábola del hombre rico y Lázaro, vemos que los dos hombres murieron y sus almas fueron al Hades o el mundo invisible de los muertos. Lázaro fue llevado por los ángeles al Paraíso, que también se llamaba el seno de Abraham antes de la resurrección y ascensión de Cristo cuando Él llevó el Paraíso consigo al tercer cielo (Ef 4:8-10, cf., 2Cor 12:2-4). Cuando el hombre rico murió, él se encontró en tormentos. ¿Fue posible que él simplemente pudiera pasar del lugar de tormentos al Paraíso cuandoquiera, como afirman los Libertarios como C. S. Lewis? Argumentando del silencio, ellos dicen que el hombre rico no dio indicación alguna de que él quería dejar el lugar de tormentos y entrar en el Paraíso. Sin embargo, si estaba en tormentos simplemente porque deseaba permanecer allí, ¿por qué pediría a Abraham mandar a Lázaro a advertir a sus hermanos para que ellos pudieran evitar a llegar a donde él estaba, si de hecho uno puede salir de allí para el Paraíso cuandoquiera que elijan hacerlo? La obvia razón por qué quería que sus hermanos se arrepintieran antes de morirse fue porque él entendía que, al morir, uno tiene que recibir la justa retribución por lo que han hecho en la vida. La retribución de Lázaro era el Paraíso, mientras que la retribución del hombre rico era la justa pena por sus malos hechos. Cuando el hombre rico le pidió a Abraham que enviara a Lázaro para enfriar su lengua, Abraham dejó en claro que no era posible que uno simplemente abandonara el lugar de tormentos para el Paraíso cuandoquiera que uno deseara, cuando dijo: “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (Lucas 16:26). Eso no significa que la retribución que reciben los no arrepentidos en Gehena por los pecados cometidos en la vida es eterna y que jamás podrán pasar del lugar de los tormentos al Paraíso, sino simplemente que no pueden salir sin primero recibir la justa retribución por lo que hicieron en vida y/o sin arrepentirse y ser purificados en el fuego eonian. Jesús comparó el infierno (Gehena) a una cárcel, diciendo que uno no puede salir de allí hasta que hayan pagado todo (Mt 5:22-26). “Hasta que” lógicamente requiere un “después,” y por lo tanto elimina la posibilidad de tormentos eternos. Que es posible pasar de la corrección y justa retribución al Paraíso una vez su corrección haya sido lograda, se puede ver tanto en Efesios 4, como 1Pedro, donde vemos que Cristo descendió al Hades, predicando el Evangelio a los cautivos retenidos allí y después ascendiendo con ellos al tercer cielo: “en el cual también (en el Espíritu) fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua… Porque por esto también ha sido predicado el evangelio (ευηγγελισθη, lit. ‘él evangelizó’) a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.” (1 Pedro 3:19-21; 4:6) “Por eso dice la Escritura: Al subir a lo alto llevó consigo cautivos, repartió dones a los hombres. 9 Eso de «subió» ¿no quiere decir que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? 10 Y el que bajó es el mismo que ha subido a lo alto de los cielos para llenarlo todo.” (Ef 4:8-10 BDA) Aquí vemos que Cristo descendió a las regiones más bajas del Hades, hasta donde estaban encarcelados los espíritus de los hombres que eran desobedientes en los días de Noé, para que, aunque fueron juzgados en la carne, podrían vivir en espíritu según Dios. Sus espíritus fueron regenerados, y fueron recibidos en el Paraíso en el tercer cielo, esperando la resurrección en la Segunda Venida de Cristo. También vemos que los impíos que no tienen parte en la primera resurrección a vida serán juzgados “según sus obras” en el juicio del Gran Trono Blanco, recibiendo “su parte” en el Lago de Fuego (Apo 20:13; 21:8). Jesús dijo que algunos recibirán “pocos azotes,” mientras que otros recibirán “muchos” (Lucas 12:47-48). Todas estas expresiones hablan de un juicio medido y excluyen la posibilidad de un castigo infinito por pecados finitos. También, entendiendo que el eonian fuego/corrección es con el propósito de la purificación, lógicamente sigue que, tan pronto uno haya sido purificado, saliendo como oro puro, serán removidos del fuego y restaurados. Considero el propósito y la duración del fuego en mi blog, Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor. Sin embargo, el hecho de que la retribución en Gehena no es eterna, como la Tradición nos ha enseñado, no quiere decir que los pecadores no arrepentidos pueden simplemente decidir evadir el Gehena e ir directo al Paraíso al morir, evitando así la justa retribución de Dios y el fuego eonian, dado que, sin la santidad nadie verá al Señor (Heb 12:14). Los que están en tormentos en el Hades no tienen las llaves, Cristo las tiene (Apo 1:18). El es el único que nos puede librar de la muerte a la vida eonian en Su presencia. En numerosos pasajes vemos que Jesús incluso envía a los impíos a las tinieblas de afuera y el fuego eonian contra su voluntad. Aquí hay unos ejemplos: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mt 7:21-23) “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán…27 os dirá… apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. 28 Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.” (Lucas 13:23-28) “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mt 18:34-35) Hay una separación que toma lugar, o al morir, o cuando Cristo regresa en un abrir y cerrar de ojos, juntando a Sus escogidos. Los que mueren en Cristo van directo a la presencia de Cristo, esperando recibir sus cuerpos glorificados en la primera resurrección en Su venida (2Cor 5:8; Fil 1:23; Apo 20:5-6; Jn 5:29). Los no arrepentidos son enviados a las tinieblas de afuera y el fuego eonian en el Hades, hasta la segunda resurrección, después del reino milenial de Cristo. Después, la muerte (el sepulcro) y el Hades (la habitación de las almas) entregan los muertos que están en ellos para que cada individuo puede aparecer cuerpo y alma ante el juicio del Gran Trono Blanco (Apo 20:13-15). Aquellos cuyos nombres aún no se encuentran escritos en el libro de la vida en ese tiempo son juzgados según sus obras, recibiendo su parte en el lago de fuego purificador, sufriendo daño de la segunda muerte. El hecho de que el libro de la vida es consultado en el juicio del Gran Trono Blanco indica que algunas de las almas que anteriormente habían perdido la primera resurrección, habrían cumplido su parte (μέρος), o recompensa, habiendo sido purificadas (lavadas sus ropas (Apo 22:14), y sus nombres escritos en el libro de la vida, siendo recibido al Paraíso. Entonces, en la segunda resurrección, ellos también serán vivificados con un cuerpo resucitado y glorificado. Aquellos cuyos nombres no se encuentran escritos en el libro de la vida en ese entonces no irán al lago de fuego por su libre albedrío, sino que serán lanzados allí, obligados a sufrir la segunda muerte contra su voluntad: “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apo 20:13-15, c.f. Mt 5:29) Como argumento en mi blog, Temed a Aquel que Puede Destruir el Alma y el Cuerpo, la segunda muerte es la destrucción del alma y el cuerpo en Gehena. Si no destruimos el dominio de la carne y la vida almática ahora, tendremos que sufrirla postmórtem, dado que, sin la santidad nadie verá el Señor. Es obvio que nadie escogería voluntariamente sufrir daño de la segunda muerte en el lago de fuego si fueron libres de evitarlo e ir directamente al reino de los cielos. Dios nos creó con el “libre albedrío”, pero nuestra voluntad es subordinada a la voluntad determinativa de Dios. El hombre no es libre para evitar los juicios que Dios ha determinado llevar a cabo sin arrepentimiento, como la historia demuestra. Lo que vemos enfatizado repetidas veces es que, los que son excluidos del reino van a querer entrar, pero no podrán (Lucas 13:24-28; Mt 7:21-23; 25:11-12,41,44). Al contrario, Jesús dijo varias veces que llorarán y crujirán los dientes cuando Él les dice a los impíos que se apartaran de Él en al fuego eonian, que es descrito figurativamente como un horno de fuego y las tinieblas de afuera (Mt 13:42; 22:13). Dios no abandonará a nadie a su propio “Libre Albedrío” Aunque es cierto que Dios, igual como cualquier padre que ame a sus hijos, no concede cada uno de sus deseos, y algunos tienen que sufrir corrección contra su voluntad, tampoco Él abandonará al hombre a su propio “libre albedrío” depravado. El término “libre albedrío” realmente es un nombre equivocado, dado que la voluntad de cada individuo es limitada en muchas maneras. Ningunos de nosotros pudimos escoger el ambiente en que nacimos. No elegimos nacer propensos a pecar. No escogimos a nuestros padres. No pudimos escoger nacer en un hogar cristiano y no un hogar ateo o musulmán. La lista podría extenderse indefinidamente. Todas estas cosas, y muchas más, limitan o influyen a nuestras decisiones de “libre albedrío”. De hecho, la mayoría de la humanidad jamás oyeron el evangelio en la vida para poder decidir si querían recibir a Cristo de su “libre albedrío” o no. Considerando todos estos factores limitantes, ¿cómo podría nuestro Padre celestial abandonar eternamente a alguien de Su linaje a su propio libre albedrío, diciéndole, “haz tu voluntad”, como C. S. Lewis afirma, especialmente considerando el hecho de que toda la humanidad caída está muerta espiritualmente en sus delitos y pecados y cegado por el príncipe del poder de los aires? (Ef 2:1-2; 2Cor 4:4). Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere (ἑλκύω, ‘atraer eficazmente’)” (Jn 6:44). Aunque la invitación está abierta para todos, el hombre es tan perdido que nadie es capaz de venir a Él sin ayuda divina. No es nada más un caso de no querer, sino de no poder. Sin embargo, en vez de solo atraer eficazmente a los elegidos, consignando la mayoría de la humanidad a tormentos eternos, como creen los Calvinistas, o abandonando de una vez para siempre a los perdidos a su propio libre albedrío, como creen los Arminianos Libertarios, a través de todas las Escrituras, Dios declara que Él atraerá a todos a Sí Mismo, pero cada uno en su debido orden (1Cor 15:22-23). Los elegidos de esta época son nada más las primicias de la nueva creación de Dios en Cristo, en la cual todos finalmente serán reunidos en Cristo y hecho nuevo en la dispensación final de la plenitud de los tiempos (Ef 1:10; Apo 21:5). Considero esto con más detalle en mi blog, ¿Quiénes son los Elegidos de Dios? Aunque Jesús dijo que ninguno puede venir a Él sin ser atraído, Él también dijo que Él atraería eficazmente a todos a Sí Mismo. Él dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré (ἑλκύω, ‘atraer eficazmente’) a mí mismo.” (Jn 12:32) Así vemos que los elegidos de Dios son las primicias que son atraídos a Cristo en esta época. Pero en las épocas venideras Él atraerá a todos a Sí Mismo. Dios ha jurado por Sí Mismo que toda la tierra lo mirarán a Él y serán salvos, doblando rodilla y confesando a Jesucristo como Señor (Isa 45:22-24; Fil 2:10-11). Cristo seguirá reinando hasta que todos estén sujetos a Él, y entonces Él también se sujetará al Padre para que Dios sea todo en todos entrando en la eternidad (1Cor 15:28). Los Libertarios como C. S. Lewis argumentan que Dios no puede salvar a toda la humanidad, dado que tiene que respetar el libre albedrío autónomo de cada hombre. Para mí, eso es como decir que un padre, por respeto al libre albedrío de su hijo, no debe de intervenir contra la voluntad de su hijo cuando intenta lanzarse de un edificio alto a su muerte. Cualquier buen padre refrenaría a su hijo contra su voluntad, si es necesario, incluso confinándolo en una clínica por el tiempo necesario para la restauración de su salud mental y emocional. Cuanto menos permitiría nuestro Padre celestial que uno de Sus hijos extraviados inflija sobre sí mismo ruina irreparable. Al contrario, Él los confina en corrección eonian hasta que vuelvan en sí y sean restaurados. Sin importar cuanto tiempo requiere, no importa cuántas épocas tardan algunos (como los fariseos) en reconocer su condición y su necesidad del Médico, Dios ha jurado por Sí Mismo que algún día todos lo mirarán siendo salvos. Dios tiene todo el tiempo en el mundo a Su disposición y Él es más que capaz de orquestar las circunstancias de tal manera que aún los pecadores más obstinados como Jonás huyendo a Tarso, o Pablo en su gran caballo, voluntariamente se rindan a Él, obrando en cada uno de nosotros, dándonos tanto el querer como el hacer de Su buena voluntad (Fil 2:13). Además, Él ha jurado que lo hará. Nuestro Padre celestial jamás abandonará para siempre ni siquiera uno de los hijos de los hombres: “Porque el Señor no desecha para siempre; Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33) [1] C. S. Lewis. The Problem of Pain, p. 130. [2] C.S. Lewis, The Great Divorce p. 75: “There are only two kinds of people in the end: those who say to God, “Thy will be done,” and those to whom God says, in the end, “Thy will be done.” All that are in Hell, choose it. Without that self-choice there could be no Hell. No soul that seriously and constantly desires joy will ever miss it. Those who seek find. To those who knock it is opened.’” [3] The Great Divorce p. 120 [4] Mere Christianity, p. 48 [5] https://www.etymonline.com/word/Hell
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