Entendiendo la Expiación
por George Sidney Hurd -- Esta pregunta me fue presentada hace pocos días y sentí que era una pregunta vital que merece una respuesta pensada desde las Escrituras. Obviamente, si la pregunta es si Su amor por nosotros cambia, la respuesta es que el amor de Dios nunca termina y Sus misericordias no tienen fin. El Padre no comenzó a amarnos en la cruz – Él demostró Su amor por nosotros en que mientras éramos todavía pecadores impíos y en enemistad contra Él, Él envió a Su Hijo para morir por nosotros para que vivamos con Él. (Rom 5:6-11) Si la pregunta es si Su disposición y determinación a salvar y restaurar a todos los hombres cambió en la cruz, otra vez la respuesta es, no. Su plan eterno de la redención a través del Cordero inmolado desde la fundación del mundo jamás cambió. Él ha jurado por Si mismo que a Él toda rodilla se doblará en el cielo, en la tierra e incluso bajo la tierra, y cada lengua confesará a Jesucristo como Señor, tomando un voto de lealdad. (Isa 45:22-24 Fil 2:10) A Pablo le fue revelado el misterio que en la dispensación del cumplimiento de los tiempos toda la creación sería reunida en Cristo. (Ef 1:10) La restauración de todos que fue profetizada desde el principio será cumplida como fue prometida. (Hch 3:21) El plan de Dios para las épocas es resumido por Pablo en Romanos 11:36, “Porque de (ek) él, y por (día) él, y para (eis, “hacia dentro de”) él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” Todo lo que procedió de Dios en cuanto al origen (que incluye toda la creación, tanto visible como invisible), es sostenido por Él y finalmente será reunido en Él (eis) en la consumación cuando Dios será todo en todos en la eternidad. (1Cor 15:28) El resultado final de la historia de la creación de Dios no termina en tragedia inefable para todos, exceptuando a los elegidos de esta época, sino que culmina en la restauración final de todos a una gloria mucho mayor de la de Adán y Eva antes de la caída. ¡Lo que Dios comienza Él lo perfecciona! ¿Qué sucedió en la Caída? Para responder a la pregunta si la cruz cambió la actitud de Dios hacia nosotros o no, tenemos que ir tiempo atrás a la caída en El Edén. ¿En qué sentido se cambió nuestra relación con Dios después de la caída? El Pecado y la Muerte entró por la Caída Dios le dijo a Adán que, si fueran a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, ellos morirían en ese mismo día. Él le dijo: “el día que de él comieres, ciertamente morirás (o ‘muriendo morirás’).” Sin embargo, vemos que ellos seguían viviendo por casi mil años después. ¿Por qué no murieron Adán y Eva físicamente aquel mismo día en que comieron de la fruta prohibida? ¿En qué sentido fue cumplida la advertencia? En primer lugar, necesitamos entender que hay más de una muerte. Cuando Pablo dijo que el pago del pecado es la muerte, muchos han pensado equivocadamente que él estaba diciendo que si uno fuera a cometer tan solamente un pecado en la vida serías condenado a muerte. Pero en el contexto vemos que Pablo estaba diciendo que todos morimos debido al pecado original de Adán. Él demuestra esto diciendo que aún en el tiempo entre Adán y Moisés, aunque los pecados no fueron inculpados a los hombres como transgresiones porque no había ley, de todas formas todos murieron debido al pecado de Adán. (Rom 5:12-14) Hay muerte física y hay muerte espiritual. Aunque el espacio no me permite entrar en detalle aquí, la muerte no es la cesación de la existencia como los materialistas piensan, sino una separación: Cuando morimos físicamente nuestra alma es separada de nuestro cuerpo; cuando morimos al pecado somos separados del pecado; cuando morimos a la Ley somos separados de la Ley para vivir para Cristo, etc. De la misma manera, cuando morimos espiritualmente nuestro espíritu es separado de Dios quien es Espíritu. Como demuestro en mi libro “Exterminación o Restauración,” ningunas de estas muertes implican a una cesación de existencia sino más bien a una separación. Ocurrió una separación en el momento que Adán y Eva actuaron independientemente de Dios en desobediencia. Ellos murieron espiritualmente en el sentido de estar separados de una comunión espíritu con espíritu con Dios, quien es Espíritu. Su consciencia de Dios fue reemplazada con la autoconsciencia y por primera vez se dieron cuenta de que estaban desnudos. Su reacción fue la de esconderse de Dios, y esta muerte o separación continúa en toda la raza de Adán hasta que seamos reconciliados a Dios en nuestros corazones a través de Cristo, el último Adán, quien es un Espíritu vivificante. (1Cor 15:45) Creo que Satanás, el acusador, estaba allí acordándole a Dios de Su palabra cuando Él les dijo que seguramente ellos morirían. Satanás es un legalista en el sentido que él sabe que Dios no puede mentir y por lo tanto reclamó el poder de la muerte – él ahora tenía el derecho legal de quitarles sus vidas. Y creo que él les hubiera quitado sus vidas allí mismo, pero Dios en Su misericordia intervino, derramando la sangre inocente de animales para cubrirlos. ¿Cuál fue la respuesta de Dios a esta separación? ¿Ira? No. Aunque la muerte espiritual fue el resultado inmediato, Dios de todas formas los buscó, aunque ellos, por su desobediencia, habían roto su comunión con Él. Así que, aunque la relación entre ellos y Dios cambió debido a su muerte espiritual, Dios seguía actuando con amor y compasión hacia ellos. Incluso, en esa misma tarde Él le prometió a Eva (en semilla) que su simiente traería redención y restauración. En lugar de ira, Dios les dio la primera promesa de restauración. Hasta aquí no vemos ira. Sin embargo, aparte de la Simiente prometida que vendría, restaurando la vida a través de Su muerte y resurrección, esta muerte espiritual hubiera sido eterna e irreversible. Habiendo nacidos bajo la sentencia del pecado original de Adán, todos venimos a este mundo muertos desde el vientre y alienados de la vida de Dios. (Eph 2:5; 4:18) No había nada que uno de la simiente de Adán podría haber hecho para reversar la sentencia de muerte por el pecado original de Adán. Sin embargo, cuando Cristo tomó para sí carne, Él no era de la simiente de Adán sino de la mujer, y fue concebido del Espíritu Santo, así logrando que fuera exento del pecado original de Adán con su resultante muerte. Contrario al primer Adán, Cristo como la simiente de la mujer vivió una vida perfecta de obediencia total al Padre y fue ejecutado de manera ilegal por Satanás el dios de esta época, así destruyendo el poder legal sobre la muerte que él había adquirido por la falla del hombre en el Huerto. (Heb 2:14) Por la muerte y resurrección de Cristo, Él, como el último Adán, vivificará a todos los que murieron por el pecado del primer Adán. (1Cor 15:22,55,56) Nuestros Pecados son Resultado del Pecado Original de Adán y la resultante Muerte. Las consecuencias del pecado de Adán y resultante muerte es que todos fuimos concebidos en pecado en un estado de muerte o separación de Dios. (Ps 51:5) El hombre originalmente fue creado a la imagen y semejanza de Dios para disfrutar de comunión con Él. Dios es Espíritu, y en el principio el hombre era principalmente espíritu. Sin embargo, cuando él murió espiritualmente, él llegó a ser separado de Dios y principalmente “carne.” (Gen 6:3) Jesús dijo que separado de Él no Podemos hacer nada. (Jn 15:5) Él dijo que separado de la vida que viene del Espíritu la carne no aprovecha para nada. (Jn 6:63) Algunos equivocadamente piensan que nacemos inocentes y solo después adquirimos las tendencias pecaminosas. Sin embargo, en las Escrituras vemos que nacimos pecadores debido al pecado original de Adán. Por la transgresión de un hombre, la muerte reinaba sobre toda su raza y llegamos a ser pecadores. (Rom 5:17-19) No somos pecadores porque pecamos – pecamos porque somos pecadores. Son nuestros Pecados lo que provoca a Dios a Ira. La primera vez que vemos mención de la ira de Dios es dirigida – no contra el pecado original, sino contra los pecados obstinados de Faraón y su ejército, y Su ira resultó en su destrucción temporal. (Ex 15:7) Vemos la ira de Dios consistentemente revelada de esta manera tanto a través del Antiguo Testamento como también en el Nuevo Testamento. (Ex 22:24; Nu 31:33; Dt 9:8; 29:23,28; 2Cron 29:8; Ef 5:6; Col 3:6; Apo 6:16,17; 11:18; 14:10,19; 16:19, etc.) Incluso Jesús mismo, quien los Progresivos Posmodernos intentan encajar en un molde cruciforme, [1] habla de la venganza de Dios y de Su ira que será derramada sobre Israel por haber rechazado a su Mesías y Rey: “Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. 24 Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.” (Lucas 21:22-24) Cristo no vino para destruir a Jerusalén personalmente en el año 70 d.C., como los Preteristas afirman. Pero en Su ira Dios les entregó a sus enemigos, así como había hecho previamente cuando fueron invadidos por los Asirios y los Babilónicos. Como dice el escritor de Hebreos: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Heb 10:30-31) Los Progresivos Posmodernos a menudo intentan reducir a Dios a un padre permisivo y consentidor que nunca se enoja por nuestros pecados y rebeldía. Dicen que Jesús en la cruz es la única revelación del Padre y, por lo tanto, según ellos, Dios siempre ha actuado con amor cruciforme. Negando la infalibilidad de las Escrituras, ellos usan su modelo limitado de Jesús como un filtro, rechazando todas las Escrituras que no se encajen con su molde cruciforme. De esta manera ellos invalidan todas las Escrituras que no estén dentro de su molde hecho por los hombres. Sin embargo, un entendimiento más pleno del Jesús de la Biblia destruye este molde. Ellos no dan debida consideración de las numerosas advertencias no cruciformes y los ayes que pronuncian contra los no arrepentidos. (Mt 11:21-24; 13 27,28; 18:7; 25:41; Lucas 12:46-48, etc.) Y esto ni toma en cuenta como Jesús se presenta a Si mismo en el libro de Apocalipsis. Jesús no presenta al Padre como cruciforme en Sus juicios. Por ejemplo, hablando a los que no perdonan como han sido perdonados, Él les dio la parábola del siervo que fue perdonado una gran deuda por su amo y viendo otro consiervo que le debía una deuda pequeña, le exigió que pagara su deuda de inmediato sin misericordia. Jesús dice lo siguiente: “Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mt 18:32-35) Claramente, Jesús aquí no presenta al Padre de una manera cruciforme. Dios es amor, pero lo que muchos no entienden es que Su amor es multiforme y no siempre cruciforme. Un padre que simplemente dice a sus hijos rebeldes y desafiantes, “paz a vosotros,” aun cuando lo maldigan, desafiando su autoridad, podría ser considerado un padre pasivo, pero no un padre que ame a sus hijos. Un buen padre no es negligente ni indiferente. Él corrige y disciplina como sea necesario para el beneficio del hijo que ama. Algunos intentan reducir a nuestro Padre Dios a un padre pasivo que siempre tiene una sonrisa sin importar lo desafiante que sean sus hijos contra su autoridad y sin importar el daño que están ocasionando a otros. Sin embargo, eso no es nuestro Padre como es revelado en las Escrituras. Él nos disciplina, e incluso nos azota cuando es necesario, para que participemos de Su justicia. (Heb 12:5-11) Adicionalmente, muchos solamente se refieren a Dios como Padre, sin rendirle debido tributo como Rey de reyes y Señor de señores a quién debemos toda reverencia y temor piadoso. También es un fuego consumidor y el Juez de los vivos y de los muertos. (1Pedro 4:5) Es por eso que Pablo dijo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. 11 Conociendo, pues, el temor (fobos) del Señor, persuadimos a los hombres.” (2Cor 5:10-11) Es muy cierto que Dios es nuestro Padre, pero eso de ninguna manera disminuye el hecho que Él también es nuestro Juez y que necesitamos reconocerlo y reverenciarlo como tal. Incluso Abraham, siendo “amigo de Dios,” se dirigía a Él como el Juez de toda la tierra. En contraste a esto, la tendencia moderna es intentar formar a Dios a nuestra imagen y semejanza. Muchos hoy cortan y pegan las Escrituras para presentar a Dios de una manera que se acomode a nuestras normas culturales, gustos personales y incluso nuestra forma pecaminosa de vivir. De hecho, algunas de las mentes más brillantes de esta generación han dedicado su energía e ingenuidad asombrosa a deconstruir las Escrituras, reformulándolas en mitos ingeniosamente maquinados, media-verdades y tergiversaciones del carácter del Dios de la Biblia, de tal manera que engaña a todos, menos a los estudiantes de la Palabra más prevenidos y sobrios. Al contrario de la opinión popular en algunos círculos, a través del Nuevo Testamento vemos la ira de Dios manifiesta cuando haya pecado y rebeldía persistente no arrepentida. Pablo en Romanos comienza demostrando que el mundo entero queda bajo el juicio de Dios. Él dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen (kateko, “suprimir”) con injusticia la verdad.” (Rom 1:18) Aquí vemos que los hombres saben intuitivamente cuando están pecando contra Dios, pero en vez de arrepentirse de sus pecados ellos suprimen la verdad con tal de continuar en una vida del pecado. Pablo dice que aun los gentiles que no tienen la Ley tienen la Ley escrita en sus corazones, dejándoles sin excusa. (Rom 2:15,16) Esta indisposición a reconocer sus pecados provoca la ira de Dios. El Salmista dice: “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días.” (Salmo 7:11) Sin embargo, la ira o el enojo de Dios jamás debe ser interpretado como falta de amor. Al contrario, la ausencia del enojo frente al pecado y la rebeldía indicaría indiferencia y apatía en vez de amor. Adicionalmente, Pablo aclara que, aun cuando uno no es juzgado y castigado de inmediato por su pecado y rebeldía, Dios, sin embargo, tiene una actitud de enojo contra todo pecado voluntarioso, y un tiempo de rendir cuentas espera a los que se nieguen a arrepentirse. Los impíos a menudo confunden la paciencia de Dios por pasividad y tolerancia del pecado. Pero Pablo dice que la ira de Dios es reservada para el día del juicio contra toda impiedad: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras.” (Rom 2:5-6) Así que, aquí vemos que, aunque Dios no siempre actúa inmediatamente en ira, juzgando pecado durante la vida de uno, como Él a veces hace cuando Él, como el Juez de la tierra, lo considera necesario, como en el caso de Faraón que fue ahogado con su ejército en el mar, o Ananías y Safira, poniéndolos como ejemplo, etc., sin embargo, Su ira se está aguardando contra todo pecado obstinado para el juicio final o el día de Su ira. También vemos que, aun cuando Dios en Su ira interviene con juicio, como hizo con Sodoma y las ciudades alrededor, los que persisten en sus pecados todavía tienen que presentarse delante de Dios como Juez en el día de Su ira. Jesús dijo acerca de los que vieron Sus obras y todavía no se arrepintieron, que iba a ser más tolerable en el día del juicio para Sodoma que para ellos. (Mt 11:24) Algunos Inclusivistas dirían que no hay distinciones entre nosotros y los otros; los salvos y los no salvos; los justificados y los condenados; los que están vivos y los que están muertos; hijos de Dios e hijos de ira, etc. Argumentan que, como Cristo murió por todos en la cruz, entonces todos ya están vivos para Dios; ya son salvos, justificados y vivificados – simplemente no todos lo saben todavía. Mientras no es posible aquí responder adecuadamente a este error, solo me gustaría señalar que cuando Jesús les comisionó a los discípulos a predicar el evangelio a todas las naciones Él les dijo, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16) Es por eso que, cuando el carcelero le preguntó a Pablo que era lo que tenía que hacer para ser salvo, él no le dijo: “Ya eres salvo, solamente no lo sabes todavía.” No. Él le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hch 16:30,31) No experimentamos la salvación personalmente hasta creer en Jesucristo, confesándole como Señor. (Rom 10:9,10) Antes de ser regenerados éramos Muertos en nuestros pecados y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Ef 2:3) No llegamos a ser parte de la nueva creación en Cristo hasta ser regenerados o nacidos de nuevo. (Juan 3:3-7; Ef 2:1-5) Es cierto que todos finalmente serán atraídos eficazmente a Cristo, siendo salvos. (Juan 12:32) Todos habrán creído, doblando rodilla a Él, confesándole como su Señor. (Fil 2:10) Todos serán incluidos en la nueva creación. (2Cor 5:17, cf. Apo 21:5; Ef 1:10) Sin embargo, según Jesús mismo, todos están condenados delante de Dios hasta que llegue el tiempo de su visitación y crean. (Juan 3:18) Aun en esta época de la gracia, Pablo advierte a creyentes contra ser engañados, pensando que podemos continuar en una vida de pecado sin provocar a Dios a la ira. Pablo dice: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. 5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7 No seáis, pues, partícipes con ellos.” (Ef 5:3-7) Así que, hemos visto que, mientras Dios siempre ha amado a todos incondicionalmente – aún después de la caída, Su actitud hacia todo pecado no arrepentido siempre ha sido la de ira. Cualquier padre entiende que el enojo es una parte esencial del amor paterno frente a la rebeldía y pecado voluntarioso en sus hijos. Sin embargo, Dios es más que nuestro Padre: Él también es nuestro Juez. Y como veremos, Su justicia inmutable no le permite simplemente pasar por alto los pecados. Él solo puede perdonar los pecados basado en el hecho de que Su perfecta justicia ha sido satisfecha en la cruz por Cristo nuestro sustituto. Los no arrepentidos están guardando para sí ira en el día de la ira y justo juicio de Dios el Juez de todos, cuando los no arrepentidos recibirán una recompensa justa según sus obras escritas en los libros. (Apo 20:12) Según Jesús, los libros contienen un récord muy detallado – hasta incluir cada palabra hablada. (Mt 12:36,37) Un elemento esencial del evangelio es que Cristo fue hecho pecado por nosotros para que fuéramos hechos la justicia de Dios por la fe en Él. A través de nuestra unión con Él en el nuevo nacimiento ya no somos sujetos a la ira de Dios y la resultante condenación. Jesús llega a ser nuestra justicia, así librándonos de la ira venidera. (1Tes 1:10) Mientras los teólogos Posmodernos se irriten con esto, la expiación de Cristo por nuestros pecados claramente es una expiación penal que Cristo presentó en lugar de nosotros, así haciendo que Dios sea justo y al mismo tiempo justificar a los impíos que se arrepienten, poniendo su fe en Cristo como su sacrificio propiciatorio. La Expiación Sustitutiva Penal de Cristo Posiblemente, no hay otra doctrina bíblica bajo mayor ataque en nuestros tiempos que la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo. Es grosamente mal representada y ridiculizada tanto por los Modernistas como por los Posmodernistas. Argumentan que la teoría de la Expiación Sustitutiva Penal es nada más el invento de la mente forense de Calvino que lo llevó a ver la muerte de sustitución de Cristo como algo que satisfizo la justica de Dios. Es cierto que Calvino primero estudió para ser abogado durante un tiempo cuando los gobiernos estaban basados en un sistema de leyes, y su mente legal le capacitó a reconocer y elucidar sobre los aspectos legales de la expiación con más precisión que los teólogos anteriores. Anselm en el siglo X, en la época del sistema feudal donde la nobleza gobernaba, presentó la Teoría de la Expiación de Satisfacción, que veía la muerte de sustitución de Cristo como la satisfacción de la nobleza ofendida de Dios. Calvino correctamente señaló que el lenguaje de la Escritura habla de juicios contra ofensas de la justicia de Dios, en vez de presentar a Dios como castigando a los hombres por haber ofendido Su honor. Anselm fue el primero en argumentar que, como el pecado es cometido contra la infinita nobleza de Dios, solamente un pecado contra Su honor merecía un castigo eterno. ¡Claramente, esto no es una explicación satisfactoria de la expiación! Las leyes de Dios prescriben castigo justo de acuerdo con la ofensa cometida contra la justicia. Ninguna escritura presenta a Dios como retribuyendo con un castigo infinito simplemente porque fue ofendido Su honor. El Lenguaje de las Escrituras es claramente Penal Claramente no vale argumentar que, como Calvino vivía en una sociedad orientada sobre un sistema legal que eso influenció su entendimiento de la expiación. El sistema jurídico entero del Occidente es un modelo del sistema legal de los Romanos en el tiempo de Pablo y por lo tanto podríamos decir lo mismo de él. De hecho, los términos que Pablo utiliza para describir lo que Cristo logró en la cruz claramente son jurídicos, utilizados en el sistema legal de Roma en aquel entonces. Sin embargo, la expiación no es basada en las leyes y la justicia Romana, sino sobre la misma Ley de Dios y sobre Su justicia. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento presenta a Dios con términos que claramente son jurídicos. Él es descrito como el Juez de todos. (Gen 18:25; Heb 12:23) Él tiene un trono para juicio donde todos tienen que presentarse. (Sal 9:7,8; Apo 20:11) Justicia y juicio son el cimiento de Su trono. (Sal 89:14; 97:2) Aparte de la gracia, todos serán juzgados según la Ley, encontrados culpables y condenados. (Rom 2:13,16; Stg 2:10) Todo hombre es demostrado como culpable ante Dios. (Rom 3:19) Hasta ahora vemos términos jurídicos empleados consistentemente, mostrando que toda la humanidad es culpable y condenado delante de un Dios santo que es el Juez de todos. Eso nos trae a la expiación. ¿Son igualmente jurídicos los términos empleados para describir la expiación de Cristo? Sí. Él nació bajo la Ley para redimirnos de la Ley. (Gal 4:4,5) Él vivió una vida perfecta bajo la Ley sin pecado. (1Jn 3:4,5; 1Pedro 2:22; Heb 4:15) Él fue maldito bajo la Ley por colgar en un árbol, siendo contado con los transgresores y fue resucitado para nuestra justificación. (Rom 4:25; 5:16; Isa 53:5) Estando en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Rom 8:3,4) Todos estos son términos jurídicos que eran comunes en el sistema legal de aquel entonces. Incluso los términos bíblicos “expiación” y “propiciación,” aunque no son parte de la terminología jurídica secular, sin embargo, son elementos fundamentales para la justicia de Dios, haciendo que sea posible que Él sea justo al mismo tiempo que justifica al impío. (Rom 3:25,26) Cristo Nuestra Pascua fue Sacrificada por Nosotros. (1Cor 5:7) Aunque las leyes humanas se basan en gran parte sobre los principios contenidos en las leyes de Dios, es un error intentar limitar la Ley de Dios a las leyes humanas. Por ejemplo, bajo la Ley de Dios hay provisión que permite el perdón o remisión de pecados por el derramamiento de sangre inocente. (Heb 9:22; Mt 26:28) Esto es una parte integral de la Ley de Dios que es tropiezo para aquellos que no tienen una revelación de la cruz e intentan limitar a Dios a un sistema de justicia estrictamente humano. Dios, desde el principio dijo que la muerte sería la consecuencia del pecado, y como Dios no puede mentir, Él tiene que cumplir Su palabra. Sin embargo, en Su misericordia Él derramó sangre inocente de animales para cubrir a Adán y Eva. Bajo la Ley la pena para la desobediencia era la muerte, pero Dios hizo provisión, permitiendo que la sangre de una víctima inocente hiciera propiciación por los pecados del pueblo: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Lev 17:11) Muchos procuran socavar el sistema de sacrificios establecido por Dios, relacionándolo con los sacrificios paganos. Sin embargo, la provisión para perdón por sacrificio de sangre precedía esas perversiones paganas. Los sacrificios de sangre demandados por dioses demoniacos fueron diseñados para distorsionar y calumniar los medios misericordiosos de Dios para reconciliación por el Cordero de Dios, y tristemente muchos Progresivos hoy han caído de lleno en las manos de ellos. La traducción de la palabra kippur en hebreo que significa “expiación, o la remoción por medio de un sacrificio”. Es desafortunada la forma como fue traducido en el inglés. En el siglo XVI inventaron la palabra “atonement” que es una palabra compuesta, (at – one – ment) que junto expresa la idea de ser restaurado a unión con Dios. Así que, en vez de referirse al sacrificio que quita el pecado o la expiación misma, expresa la idea de reconciliación que no es la expiación en sí, sino un resultado de la expiación. Pero según las Escrituras, la vida está en la sangre y por lo tanto sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados, porque la sangre hace expiación para el alma. (Lev 17:11) Esta mala traducción de la palabra “kippur” ha dado lugar a la noción moderna que el perdón y reconciliación con Dios son posibles sin el derramamiento de la sangre de Cristo para la expiación de nuestros pecados y que Dios no necesitaba ser reconciliado a nosotros, sino que nada más fuimos nosotros los que necesitábamos ser reconciliados a Él. Esto a pesar del hecho que fue declarado “el Cordero de Dios que quita (expía) el pecado del mundo.” (Jn 1:29) La versión Posmoderna es más como la teoría de la Expiación por Influencia Moral, la cual priva la sangre de Cristo de todo valor redentor, diciendo que Cristo nada más demostró amor “cruciforme” como ejemplo a nosotros por absorber nuestros pecados en Sí Mismo sin retaliación. Pero el Apóstol Juan claramente presenta el objetivo de la vida y muerte de Cristo. Él dice: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados.” (1Juan 3:5) Jesús mismo, la noche de Su pasión dijo: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mt 26:28) De la misma manera, el escritor de Hebreos dice que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (Heb 9:22, cf. 10:18) Claramente, la remisión o perdón de los pecados tiene referencia al perdón y remisión de nuestros pecados delante de Dios, así haciendo posible que Él nos justifique justamente. Aceptos en el Amado “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (Ef 1:6-7) Volviendo a la pregunta, ¿Cambió la cruz la actitud de Dios hacia nosotros? la respuesta es sí y no. ¿Nos amaba Dios aún en nuestros pecados? Sí. Pero, ¿podía Él, Siendo un Dios justo y santo simplemente hacer caso omiso a nuestros pecados? No. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.” (Rom 1:18) Por la sangre derramada de Cristo, el Cordero de Dios sin mancha y sin contaminación, nuestros pecados han sido propiciados ante el Dios Santísimo que siempre nos ha amado. A través de Su sangre hay perdón y aceptación para todos que lo reciban. Algunos argumentan que Dios puede simplemente pasar por alto el pecado, dado que Jesús era igualmente Dios y sin embargo Él se relacionaba con pecadores. Pero, tenemos que entender que el Padre, Hijo y Espíritu Santo igualmente habitan en la eternidad y por lo tanto, desde Su perspectiva eterna, el Cordero de Dios inmolado para el perdón y justificación de aquellos mismos pecadores siempre ha sido una realidad presente. (Apo 13:8) Desde el principio, cuando Dios les habló a Adán y a Eva después de la caída y también a Caín después de haber asesinado a su hermano Abel, hasta el presente donde el Espíritu Santo sigue morando en nosotros aun cuando pecamos, (cf. 1Cor 6:15-19) Dios siempre ha podido permanecer justo y santo al mismo tiempo que se relaciona con pecadores. Como Pablo dijo: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Rom 3:24-26) Entonces, vemos que, debido al sacrificio propiciatorio de Cristo que satisfizo la justicia de Dios por nuestras ofensas, Dios puede ser justo y al mismo tiempo relacionarse con pecadores. Es no significa que Él no se entristece y se enoje cuando persistimos en el pecado, o que no interviene para juzgar el pecado si no lo juzguemos nosotros mismos. (Sal 7:11; Ef 4:30; 1Cor 11:31,32; Stg 4:4-6) No significa que nuestra comunión con Él no se interrumpe por el pecado. (Sal 66:18; 1Juan 1:6,7) Tampoco significa que Dios no finalmente juzgará a todo pecado no arrepentido. Simplemente significa que Dios puede mostrar gracia y misericordia a la humanidad porque el Cordero de Dios ha hecho propiciación por nuestros pecados por medio de Su sangre derramado por nosotros. Los Progresivos argumentan que la sangre de Cristo no cambia como Dios se relaciona con nosotros, sino que nada más limpia nuestra consciencia. Esto se basa en una mala aplicación de la referencia de nuestra consciencia en Hebreos. Aquí cito todo el pasaje para ver su significado en el contexto: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. 13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? 15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” (Heb 9:11-15) En el contexto, ¿cómo es que la sangre de Cristo limpia nuestra consciencia? Ya hemos visto que el derramamiento de sangre fue para la remisión de nuestros pecados delante de Dios. Aquí, en el contexto vemos que Cristo entró en el Lugar Santísimo no hecho por manos, del cual el tabernáculo terrenal solo era una sombra. Él presentó Su propia sangre sobre el propiciatorio celestial, así haciendo propiciación delante de Dios por los pecados del mundo entero. (1Juan 2:2) Cuando dice que Cristo es nuestra “propiciación” es la palabra jilasterion que refiere al sacrificio propiciatorio, o el sacrificio que satisface la justicia de Dios por nuestros pecados, permitiéndole a Dios quitarlos cuanto está lejos el oriente del occidente. Es Dios que dice que no recordará más nuestros pecados por su renovación de Él Mismo. (Heb 10:18) Nuestras conciencias son limpiados solamente en el conocimiento que Dios ha quitado nuestros pecados y ya no los recuerda más, debido al sacrificio propiciatorio de Cristo por nosotros. Desde el comienzo Dios estaba ilustrando para nosotros el sacrificio de una vez por todos, por medio del cual, en la persona del Hijo, hizo expiación por nuestros pecados a través de Su sangre derramada en la cruz. La Pascua fue dada como una sombra muy clara de Cristo, nuestra Pascua que fue sacrificada por nosotros. (1Cor 5:7) El cordero de la primera Pascua tenía que estar sin defecto. Fue inmolado por los pecados del pueblo y su sangre colocada en los linteles de las puertas para que el juicio que caía sobre la tierra pasara sin tocarles a ellos. El Señor dijo: “y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.” (Ex 12:13) De la misma manera, “estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” (Rom 5:8-10) Fuimos redimidos “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1Pedro 1:19) Negar la eficacia de la sangre de Cristo es tener por inmunda la sangre por la cual recibimos la remisión de pecados. Es tener por común la sangre que nos obtuvo la remisión de pecados. (Heb 10:29) Redención La redención es integralmente relacionada con el sacrificio expiatorio de Cristo, dado que Su sacrificio de Sí Mismo obtuvo nuestra redención. Tenemos redención por Su sangre. (Col 1:14) Redención refiere a un precio habiendo sido pagado para obtener algo o alguien. ¿Qué fue obtenido para nosotros por la sangre redentora de Cristo? ¿A quién le fue presentado la sangre que nos redimió? ¿Cambió la sangre la manera que Dios relaciona con nosotros? Estos son preguntas importantes que a menudo son ignorados o pasados por alto. Pablo dijo que fuimos comprados por precio. (1Cor 6:20) Pedro dice que el precio de nuestra redención fue la preciosa sangre de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación. (1Pedro 1:18-20) Jesús dijo que Él había venido para dar Su vida en rescate por (anti, “en lugar de”) muchos. (Mt 20:28) La palabra “rescate” es lutron que significa “el precio redentivo.” Pablo aclara que los “muchos” mencionados aquí son toda la humanidad. Él dijo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; 6 el cual se dio a sí mismo en rescate (antilutron, “un precio redentivo de sustitución”) “ por todos, para testimonio a su debido tiempo.” (1Tim 2:5,6 RVG) Aquí vemos que la muerte redentiva de Cristo en la cruz fue un precio pagado “en lugar de” (anti) toda la humanidad. Y en el debido tiempo (en el tiempo de la visitación de cada uno) habrá sido testificado a todos. Aquí también vemos que Jesucristo ofreció Su sangre como Mediador entre Dios y los hombres. Entonces, ¿a quién le presentó el Hombre Jesucristo Su sangre como precio redentivo? A Dios. Dios dijo que el pago del pecado de Adán sería la muerte. Como Dios no es hombre para que miente, el pecado entro por un hombre, Adán, y la muerte pasó a todos, porque cuando Adán pecó todos pecamos en Él. De la misma manera, todos nacemos pecadores y por lo tanto cometemos pecados y Dios ha declarado que el alma que pecare, esa morirá. (Ezek 18:4) La sangre es la vida. (Deut 12:23) Por lo tanto, Dios requiere la sangre vivificante del pecador como pena de su pecado. Sin embargo, Dios en Su misericordia, previendo la cruz, hizo provisión para cubrir el pecado del hombre con la sangre de animales inocentes hasta que el Cordero de Dios sin defecto vino para quitar los pecados del mundo de una vez para siempre. (Juan 1:29) Sin embargo, sin derramamiento de Sangre, Dios no puede ser justo y al mismo tiempo remitir los pecados. (Heb 9:22) La sangre redentivo de Cristo no fue presentada como pago al diablo, como creían algunos Padres de la Iglesia. Aunque los derechos legales de Satanás contra nosotros fueron cancelados en la cruz, la sangre redentora tuvo que ser presentada a Dios en el propiciatorio en el Lugar Santísimo celestial. El escritor de Hebreos dice de Jesucristo nuestro Sumo Sacerdote: “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” (Heb 9:12) En el tabernáculo terrenal, que es una sombra del celestial, el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo una vez al año presentando la sangre del cordero expiatorio ante el Señor sobre el propiciatorio para los pecados del pueblo. Esta ofrenda propiciaba o satisfacía a Dios hasta el año siguiente. Esto era simplemente un tipo o sombra del sacrificio de la sangre de Cristo nuestro Redentor, ofrecido de una vez para siempre. Después de describir el sacrificio expiatorio que fue ofrecido una vez por año en el Día de la Expiación, el autor de Hebreos lo aplica al sacrificio de Cristo diciendo: “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? 15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” (Heb 9:14,15) Esto también fue tipificado en la aplicación de la sangre del cordero pascual. Fue cuando Dios vio la sangre que Su juicio pasó sobre ellos y al ángel de la muerte no le fue permitido quitar sus vidas. (Ex 12:13) También, todos los sacrificios por los pecados fueron presentados delante de Jehová. (Lev 4:4-7) De hecho, todo el Antiguo Testamento es impregnado con tipos y sombras del Cordero de Dios que vendría y derramando Su sangre para redimirnos para Dios por Su gracia. Es por eso que Jesús les dijo a los Fariseos: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” (Juan 5:39) A pesar de todo su conocimiento de las Escrituras, ellos pensaron que la vida eterna se obtiene por la obediencia a la Ley. Sin embargo, la fue dada para poner todos bajo desobediencia para que Dios después tuviera misericordia de todos. (Rom 11:32) Fue dada para llevarnos a Cristo, el Cordero de Dios que quitaría nuestros pecados de una vez para siempre y comenzaría la nueva creación a través de Su vida de resurrección. Pablo dijo que, a pesar del hecho que él no andaba con astucia, adulterando la Palabra como hacían algunos, sin embargo el evangelio estaba encubierto a los que perecían. Él dijo que el dios de esta época ha velado los ojos de ellos al evangelio. (2Cor 4:1-4) Eso era el caso con los Fariseos, y también es el caso con muchos en nuestra sociedad Posmoderna. Los Progresivos religiosos típicamente niegan y hasta escarnecen la verdad de que el sacrificio expiatorio de Cristo nuestro Hermano Redentor fue necesario para redimirnos de nuestros pecados para que Dios pudiera justamente perdonar y justificarnos. Brian Zahnd es representativa de este pensamiento cuando dice: “La expiación sustitutiva insiste que Dios no puede simplemente perdonar. ¿Cómo no puede simplemente perdonar? ¡Claro que sí puede! Dios no es subordinado a la justicia.” [2] Sin embargo, vemos en las Escrituras que la justicia de Dios requiere un rescate o precio redentivo por el pecado para que Dios pueda justamente justificarnos y perdonar nuestros pecados. Jesús, antes de ir a la cruz dijo: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mt 26:28) Pablo dijo: “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (Ef 1:7) ¿Cómo somos perdonados ante Dios? Por la sangre derramada de Cristo, el Cordero sustitutivo que nos redimió por Su sangre, así haciendo posible que Dios nos perdone de nuestros pecados. Personalmente temo por los que reducen la muerte expiatoria de Cristo sobre la cruz, presentándola como nada más que un ejemplo de amor cruciforme para que nosotros lo emulemos. El Espíritu Santo profetizó esto por Pedro cuando dijo: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los RESCATÓ (compró), atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.” (2Pedro 2:1) Cuando llegó la hora para que Jesús se ofreciera a Si mismo al Padre (Heb 7:27) Él clamó diciendo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.” (Juan 12:27) ¿Por qué estaba turbada Su alma? ¿Fue porque sabía que iba a ser golpeado y azotado? No. El Hijo de Dios, que jamás pecó sabía que había llegado el momento en que el Padre iba a poner sobre Él todos los pecados del mundo para que nosotros llegáramos a ser la justicia de Dios en Él. (2Cor 5:21) Él había venido en forma de hombre para dar Su vida, derramando Su sangre en rescate (lutron, “precio redentivo”) por (anti, en lugar de”) todos. (Matt 20:28; 1Tim 2:6) Decir que Dios simplemente permitió que los hombres malos lo mataran para que conozcamos Su amor cruciforme es equivalente a negar al Señor “que nos rescató” y dio Su vida “en rescate por todos.” Aunque es cierto que la cruz es la mayor expresión del amor de Dios, es así, no simplemente porque Él absorbió “el pecado colectivo de la humanidad” en Sí Mismo, diciendo, “Padre perdónalos,” sino porque Él dio Su vida en rescate o precio redentivo en lugar nuestro, porque sin derramamiento de sangre no puede haber remisión de pecados. Una Negación de la Validez del Sistema de Sacrificios del Antiguo Testamento es una Negación del Señor que nos compró con Su Sangre La totalidad del sistema de sacrificios en el Antiguo Testamento fue instituida por Dios con el único propósito de tipificar a Jesucristo, nuestro Pascua; el Cordero de Dios sin mancha y sin contaminación, habiendo sido inmolado desde la fundación del mundo; el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Los Antiguo y el Nuevo Testamentos son tan entretejidos con este tema redentora que negar la validez del sistema de sacrificios del Antiguo Testamento equivale a una negación de la validez del testimonio del Nuevo Testamento acerca de Cristo nuestro Redentor. Los Progresivos Posmodernos, con tal de negar la expiación sustitutiva penal de Cristo, primero tienen que desacreditar la validez del sistema sacrificial. Ellos dicen que el sistema sacrificial fue un invento de la mente primitiva medio-oriental de Moisés. Para hacer esto, primero tienen que negar la infalibilidad de las Escrituras, dado que las Escrituras presentan a Dios como Él que instituyó los sacrificios de sangre. Sin embargo, ellos son muy sutiles y clandestinos en vez de ser transparentes en su negación de la autoridad de las Escrituras, y de esta manera han logrado engañar a muchas ovejas desprevenidas. A menudo enfatizan que tienen una estima muy alta de las Escrituras, hasta refiriendo a ellas como inspiradas por Dios, mientras, al mismo tiempo, diciendo que contienen muchos errores y mitos. Esto es lo que Pedro decía cuando dijo que ellos introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los RESCATÓ (compró). (2Pedro 2:1) Sus argumentos filosóficos son tan ingenuamente diseñados que siembran dudas sin decir abiertamente que niegan lo que claramente niegan cuando uno toma en tiempo para leer cuidadosamente sus argumentaciones voluminosas. Sus escritos son tan complejos, evasivos y elusivos que la mayoría que escriben avalúos críticos de sus obras tienen que especular sobre lo que realmente están diciendo. Estos son aquellos de quien Pablo advirtió cuando dijo: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.” (Col 2:8) La prédica de la cruz es necedad a los que perecen, pero para nosotros que creemos es la sabiduría de Dios y el poder de Dios. (1Cor 1:18-21) La verdad como es en Jesús es tan sencillo que los indígenas casi sin letras de la selva la comprenden. Sin embrago es tan profundo que jamás podemos sondear sus profundidades. Un error demasiado común entre aquellos que llegan a comprender que el plan de Dios culmina en la restauración final de todos es que no disciernen que no todos los que creen en la salvación de todos son de sana doctrina. Como la Biblia enseña tan claramente que Cristo cumplirá exitosamente Su misión de buscar y salvar a los perdidos hasta que la última oveja perdida esté segura en el redil, aun los maestros más Liberales utilizan los mismos textos de la Biblia que los Conservadores eruditos, demostrando que el plan de Dios es salvar a todos. Sin embargo, como ellos niegan la infalibilidad de las Escrituras, los Progresivos hacen caso omiso a muchas porciones de las Escrituras y tergiversen en sentido obvio de otras para acomodar las Escrituras a la cultura moderna y a sus propias sensibilidades. Solamente una estima muy alta de las Escrituras puede salvarnos de perdernos en un mar de subjetividad. De semejante manera, muchos que recibieron una revelación de la gracia de Dios cayeron en la misma trampa. El movimiento de la gracia comenzó con un redescubrimiento de la gracia de Dios en las Escrituras, viendo la realidad de Cristo como nuestra vida. Pero muchos, faltando de discernimiento han sido llevados a creer en doctrinas de maestros que han extraviado de la verdadera gracia en vez de permanecer en la doctrina de Cristo. (2John 9) Judas advirtió de falsos maestros de la gracia que apartarían de las Escrituras y sutilmente convertirían la gracia de Dios en libertinaje. Él dijo: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 3-4) Mucho de lo que hoy pasa por la doctrina de la gracia son extravíos que tienen muy poco en común con las enseñanzas bíblicas de hombres como Andrew Wommack, Joseph Prince e incluso Steve McVey años atrás en su libro “Grace Walk.” En mi libro “La Verdadera Gracia de Dios” defiendo la doctrina de la gracia contra los que la critican, pero al mismo tiempo hago un llamado a los dentro del movimiento de la gracia a permanecer en la doctrina de Cristo – a estar firmes en la verdad como es en Jesús. (Ef 4:20-23) De igual manera, en mi libro “Los Caminos de Dios” intento prevenir contra lo que considero ser una desviación prevalente pero serio de la nueva restauración del Universalismo que podría resultar en una repetición de la defunción del Universalismo en el siglo pasado por la levadura del Liberalismo Modernista de los Unitarios. En “Los Caminos de Dios” presento un apologético de los caminos de Dios como revelados en la Biblia, mostrando que los caminos de Dios están en harmonía con Su amor y justicia, culminando en la restauración final de todos, sin la necesidad de alterar o comprometer la autoridad de las Escrituras. Creo que si deseamos ver la plena restauración del movimiento de la gracia y la restauración del Universalismo Bíblico tenemos que tener un compromiso renovado a pararnos firmes sobre las Escrituras. Estoy convencido que Dios puede ser visto en las Escrituras como bueno todo el tiempo, incluso en Sus juicios más severos. [1] Cuando dicen que el amor de Dios es “cruciforme” están diciendo que Su amor siempre es como Cristo en la cruz, pasivamente absorbiendo nuestros pecados en Sí mismo, sin actuar en juicio contra ellos. Sin embargo, muchos que utilizan ese término son Preteristas que dicen que Cristo vino en el año 70 d.C. para destruir a Jerusalén por haberle rechazado. [2] Monster God Atonement Debate, Michael Brown vs. Brian Zahn, 28:30 min.
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