por George Sidney Hurd
-- En la última cena en la noche de Su pasión, Jesús le dijo al Padre en Su oración: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn 17:3). Los Unitarios, incluyendo a los Testigos de Jehová y los seguidores de A. E. Knoch, presentan esta declaración de Jesús como evidencia concluyente de que Jesucristo no es Dios. Algunos hasta dicen que, si honramos al Hijo como honramos al Padre, estamos blasfemando contra Dios y no heredaremos la vida eterna (vida eonian). Pero, ¿quería Jesús que entendiéramos Su referencia al Padre como el único Dios verdadero de una manera que excluya la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo, o simplemente fue Su intención excluir a todos los que se llaman dioses, menos al Dios verdadero que también incluye el Hijo y el Espíritu Santo, como afirman los Trinitarios? ¿Niega de alguna manera esta declaración todo lo que hemos visto en los blogs anteriores acerca de la preexistencia eterna de Cristo? El propósito de este blog es demostrar que las palabras de Jesús armonizan perfectamente con las otras afirmaciones de la deidad de Cristo en las Escrituras, en vez de contradecirlas. Si de hecho el Padre es el único verdadero Dios en un sentido Unitario, a exclusión del Hijo y el Espíritu Santo, entonces tenemos una contradicción obvia, dado que, tanto el Hijo, como el Espíritu Santo, son llamados Dios a través de las Escrituras (Jn 1:1; 1:18 NVI; 5:18; 20:28-29; Fil 2:5-6; 2Pet 1:1; Hch 5:3-4). Si el Padre es el único Dios verdadero en el sentido Unitario, lógicamente nos obligaría a concluir que el Hijo es un dios falso, considerando que Él también es llamado Dios. 1 Juan 5:20 “Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” Solamente en un sentido Trinitario puede ser Dios Jesús, al mismo tiempo que el Padre es el único verdadero Dios, dado que el Dios Trino incluye al Hijo. Por esa razón, Juan no veía problema con llamar a Jesús el verdadero Dios también en 1Juan 5:20. Él dijo: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este (οὗτος) es el verdadero Dios, y la vida eterna.” (1Jn 5:20) Aquí vemos el mismo título “el verdadero Dios” que Jesús Mismo usó con referencia al Padre en Juan 17:3, refiriéndose a Sí Mismo como el Hijo. Dado que no puede haber dos Dioses a la vez que solo hay un verdadero Dios, tanto el Padre como el Hijo tienen que constituir ese mismo único verdadero Dios, como los Trinitarios siempre han afirmado. No es válido argumentar que el pronombre “este” está refiriendo al Padre aquí, dado que “este” es el pronombre demostrativo cercano οὗτος. Si Juan hubiera querido refirirse al Padre, él habría usado el pronombre demostrativo lejano ἐκεῖνος, que en español significa “aquél.” Además, Jesucristo aquí es llamado “el verdadero Dios y la vida eterna.” Es Jesús, en vez del Padre, quién Juan repetidamente llama “la vida” y “la vida eterna” (Jn 1:4; 5:26,40; 10:10; 11:25; 14:6; 20:31; 1Jn 1:2; 5:12). De hecho, 1Juan comienza y cierra identificando a Jesucristo como “la vida eterna,” en distinción del Padre. La epístola comienza diciendo de Cristo, el Verbo eterno: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó.” (1 Jn 1:1-2) Por lo tanto, vemos aquí que el Hijo, el verdadero Dios, también llamado “la vida eterna,” estaba con el Padre desde el principio antes de ser manifestado en carne como Jesús, el Cristo. Esto concuerda con Juan 1:1 que dice que “en el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” La única manera en que el Padre y el Hijo pueden ambos ser el único verdadero Dios es si realmente es cierto lo que Jesús había dicho acerca de Su relación con el Padre cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Jn 10:30), y “el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn 10:38), o “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9). Cuando Jesús dijo que Él y el Padre eran uno, los judíos entendieron lo que decía e intentaron a apedrearlo por blasfemia, diciéndole: “tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn 10:33). Aparentemente los judíos tenían una comprensión mayor de lo que estaba diciendo Jesús que los Unitarios hoy en día. Los Unitarios típicamente argumentan que el Hijo solamente era uno con el Padre en el sentido de estar unido en un solo pensar y propósito. Para sustentar esto, ellos señalan que, en la oración de Jesús en el aposento alto, Él oró al Padre por Sus discípulos, pidiendo “que sean uno, así como nosotros somos uno” (Jn 17:22). Sin embargo, lo que Jesús estaba pidiendo no era nada más que estén de un acuerdo con ellos, sino que Él se estaba refiriendo a una unión real y vital con Dios a través del Hijo en la cual Él iba a llegar a ser nuestra vida misma en unión con Él, a través del nuevo nacimiento (Rom 8:10; Gal 2:20; Col 3:4). Jesús, hablando de la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés, dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn 14:20). Jesús no estaba simplemente diciendo: “En aquel día conoceréis que somos de un solo sentir.” Él estaba hablando del tiempo cuando los que creen serían sumergidos en el Cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo (1Cor 12:13). Nosotros realmente llegamos a ser participantes de la naturaleza divina, llegando a ser uno con el Señor por la regeneración del Espíritu Santo (2Pedro 1:4).[1] Pablo dijo de los que han nacidos de nuevo: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Cor 6:17). Esto no está hablando nada más de estar del mismo pensar con el Señor, aunque es verdad que ahora tenemos la mente de Cristo. Habla de una unión vital con Dios que el hombre natural no puede comprender, igual como no puede comprender la unión vital que existe entre las personas de la Trinidad, a pesar del hecho de que la Biblia claramente la enseña. El Dios de la Biblia es uno, pero es una unidad compleja, compuesta del Padre, Hijo y el Espíritu Santo. Demuestro esto con más detalle en mi blog: La Trinidad de Dios. También, argumentar que el Hijo es excluido de ser el verdadero Dios debido a que Jesús llamó al Padre “el verdadero Dios,” lógicamente obligaría a los Unitarios a negar que el Padre sea la verdadera luz, dado que solamente es el Hijo quien es llamado “la verdadera Luz” (Jn 1:9). Judas, el medio hermano de Jesús, también se refiere a Jesucristo como “nuestro único Soberano y Señor ” (Judas 4 NVI). ¿Quién negaría que el Padre también es nuestro Soberano y Señor? Jesús dijo que ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios (Marcos 10:18). ¿Quería decir Jesús que Él no era bueno? ¡Claro que no! Como dijo Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9). La única manera en que el Padre y el Hijo ambos pueden ser el único verdadero Dios, el único Soberano y Señor, y la única verdadera Luz, es si el Padre y el Hijo verdaderamente son uno, tal como declaró Jesús, provocando a los judíos a tomar piedras para apedrearlo por hacerse igual a Dios (Jn 10:30,33). Entonces, ¿Por qué Jesús se refirió al Padre como el único verdadero Dios? ¿Por qué Juan de igual manera se refiere a Jesús como el verdadero Dios? La razón obvia es porque había muchos dioses falsos en esa cultura. Las próximas palabras que siguen en 1Juan 5 explican por qué. Inmediatamente después de decir: “Esta es el verdadero Dios y la vida eterna,” Juan sigue, diciendo: “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1Jn 5:21). Mientras que los Evangelios sinópticos fueron escritos a judíos monoteístas, Juan estaba escribiendo principalmente a los creyentes gentiles en la sociedad pagana del imperio romano con sus múltiples dioses, incluyendo a Cesar. Por esa razón, él enfatizaba que solo existe un verdadero Dios, mandándolos a guardarse de los falsos dioses. 1Corintios 8:4-6 “Para nosotros solo hay un Dios, el Padre…y un Señor, Jesucristo” Debido a tanta idolatría en Corinto, Pablo, de igual manera enfatizó que, aunque hay muchos que se llaman dioses, para nosotros solo hay un Dios. Él dijo: “Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), 6 para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Cor 8:5-6) Una vez más, si “un solo Dios” fuera entendido en el sentido Unitario a la exclusión del Hijo, en vez de que Dios sea uno en un sentido trino, eso haría que el Hijo sea un dios falso, en vez de ser el verdadero Dios, dado que Él es llamado Dios varias veces en las Escrituras. Además, si solo hay un Señor, eso excluiría al Padre de ser Señor. Sin embargo, el Padre muy a menudo es llamado Señor en las Escrituras (Mt 11:25; Lu 1:32, etc.). Incluso, vemos al Padre como Señor, hablando al Hijo como Señor en Hechos 2:34, donde dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” Aquí, o, tenemos dos Señores, contrario a lo que dijo Pablo, o el Padre y el Hijo verdaderamente son uno, tal como dijo Jesús (cf. Mt 22:42-45). Adicionalmente, si el Señor Jescristo fuera el único Señor, excluiría al Espíritu Santo de ser Señor. Sin embargo, Él también es llamado Señor (2Cor 3:17). Para concluir, aunque estas declaraciones enfatizan que solo existe un verdadero Dios, cuando entendemos todas las Escrituras como una totalidad armoniosa, confirma la naturaleza del Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo en una unidad compleja, en vez de presentar a Dios como un ser simple y solitario. Desde antes de la creación el Padre, Hijo y el Espíritu Santo siempre han estado juntos en uno. Todas las cosas creadas son del Padre y por medio del Hijo, y tomaron forma conforme el Espíritu Santo se movía (1 Cor 8:6; Gen 1:1-2). Al contrario de lo que dicen los Unitarios que afirman que estamos blasfemando cuando adoramos a Jesucristo como nuestro Señor y Dios, tal y como hizo Tomás, Jesús advierte aquellos que no lo aprecian como el Hijo de Dios, diciendo: “que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Jn 5:23). Juan avanza un paso más, advirtiendo a aquellos gnósticos que negaban que Jesucristo era Dios Mismo en carne: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre” (1Jn 2:23). Te preguntas, ¿qué importancia tiene? Es importante porque no puede haber otro Salvador aparte de Jehová Elohim Mismo. La sangre de Cristo derramada en la cruz no era solamente la sangre de un buen hombre, era la misma sangre de Dios. Como Pablo dijo: “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.” (Hch 20:28 NVI) [1] Wuest’s Word Studies, 2 Peter 1:4: “Through these promises, the saints have become partakers of, sharers in the divine nature. Peter is here referring to regeneration as in 1 Peter 1:23. This divine nature implanted in the inner being of the believing sinner, becomes the source of his new life and actions. By its energy in giving him both the desire and the power to do God's will, he has escaped the corruption that is in the world.”
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