por George Sidney Hurd “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo... el cual es la imagen de Dios.” (2 Cor 4:6,4b) En el tiempo señalado por el Padre, Dios se hizo carne en la persona del Hijo y habitaba entre nosotros. El Dios invisible llegó a ser visible en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, de tal manera que Jesús podría decir, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” (Jn 1:14,18;14:9). En las generaciones anteriores Dios había hablado indirectamente a través de los profetas, pero en Jesucristo Él nos ha hablado en persona (Heb 1:1-2). Por ese motivo, cuando Jesús fue transfigurado en el monte y estaba hablando con Moisés y Elías en la presencia de Sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, cuando Pedro interrumpió sugiriendo que hicieran tres tabernáculos, uno donde podrían reunirse a escuchar a Moisés, otro donde podrían escuchar a Elías y otro donde escuchar a Jesús, el Padre habló del cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Matt 17:5). Eso no es para despreciar lo que Él había hablado previamente a través de otros, como algunos equivocadamente han pensado, sino que ahora debemos mirarlo a Él y aprender de Él. En Él todas las verdades antes encubiertas en las Escrituras ahora son reveladas a nuestro entendimiento de una manera nueva y fresca. El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Apo 19:10). Para entender debidamente a Moisés y los Profetas necesitamos escucharle a Él y aprender de Él. Esta manera de ver las Escrituras a través de los lentes de Jesucristo ha sido llamada la hermenéutica Cristocéntrica desde los días de la Iglesia Primitiva. Martín Lutero enfatizaba la necesidad de enfocar en la cruz, o la hermenéutica cruzicéntrica, para poder entender y aplicar las Escrituras. Sin embargo, hay una tendencia moderna a apartarse de la fe histórica de los Padres. Aunque sigan hablando de la centralidad de Cristo, su presentación de Cristo y de Sus enseñanzas es selectiva, no tomando en cuenta la totalidad de Su vida y enseñanzas. De la misma manera, a pesar de que usan términos como “cruciformidad,” ellos han redefinido la cruz y lo que Cristo logró por nosotros en Su muerte expiatoria. Ellos se acercan a las Escrituras con la presuposición que, como Dios es amor, entonces Él es totalmente pasivo y no violento. Usando esta presuposición como filtro, proceden a rechazar o reinterpretar todas las presentaciones del Padre e incluso de Jesús Mismo en las Escrituras cuando son descritos como intolerantes de comportamiento pecaminoso y donde actúan con violencia para corregir o castigar el mal. Basado en esta presuposición, ellos también tienen que redefinir la cruz. Como la cruz era violenta y Dios es totalmente pasivo y no violento (según ellos), no puede ser cierto que sucedió conforme a como la mano y consejo de Dios había predeterminado que sucediera para traernos redención por medio de Su sangre derramada, como las Escrituras afirman (Hch 4:27-29; 2:23; Isa 53:5-6,10-11; Ef 1:6-7). Ellos ignoran o rechazan todos estos textos y más con tal de presentar la cruz como nada más que la violencia colectiva de la humanidad contra Jesús, sin ningún valor redentivo delante de Dios. Yo presento las implicaciones de la expiación de Cristo en mi blog: “¿Cambió la cruz la actitud de Dios hacia nosotros? (Entendiendo la Expiación)” y también en mi libro: “Los Caminos de Dios (Desde la perspectiva de una Restauracionista Conservador Evangélico)” Habiendo despojado la cruz de todo valor redentivo ante Dios para el perdón de pecados, diciendo que su muerte no era más que Jesús pasivamente absorbiendo la violencia colectiva de la humanidad en sí mismo mientras que los perdonaba incondicionalmente, ellos aplican lo que han llamado “la hermenéutica cruciforme” a todas las Escrituras. Lo que quieren decir con eso es que todo texto de la Biblia donde Dios es presentado de una manera no pasiva o violenta es contrario al amor de Dios mostrado en la persona de Jesús en la cruz – no es cruciforme y por lo tanto debe ser rechazado como nada más que maneras equivocadas de percibir la divinidad en el primitivo Medio Oriente, introducidas en las Escrituras por hombres depravados como Moisés, David y los profetas (cf. 2Pedro 1:21). No solamente aplican este “hermenéutica cruciforme” al Antiguo Testamento, sino también al Nuevo Testamento. Algunos hasta cuestionan las mismas palabras de Jesús si no se conforman a su molde cruciforme, razonando que – como ya saben que Dios es cruciforme (no violento y tolerante del pecado), entonces todo autor humano que diga otra cosa tiene que haber falsificado tales palabras o hechos de Jesús. Sin embargo, una vez que cuestionemos las mismas palabras y hechos de Jesús como escritas en las Escrituras del Nuevo Testamento, toda base concreta del conocimiento de Él se pierde en el mar de la relatividad. En este blog comienzo con la presuposición de que la Palabra de Dios es infalible y por lo tanto, es una revelación autoritativa de Jesucristo y por ello, también del Padre, dado que Jesús dijo que, si lo hemos visto a Él, hemos visto al Padre, y que Él y Su Padre uno son (Jn 14:9; 10:30). Jesús validaba la Totalidad del Antiguo Testamento La infalibilidad de las Escrituras no es un punto de partida arbitrario, dado que Jesús Mismo la afirmaba (Jn 17:17, cf. Sal 119:160; Mt 5:18; 4:4; Jn 10:35). En estos círculos es común oír decir cosas como: “Soy un seguidor de Jesús – no un seguidor de la Biblia.” Sin embargo, no es posible ser un verdadero seguidor de Jesús y no tener el mismo aprecio por las Escrituras que Él Mismo ejemplificaba. Jesús validaba las Escrituras de Moisés y los Profetas Lejos de despreciar a Moisés y los Profetas o desautorizarlos, Jesús dijo que ni una jota ni una tilde pasaría de la Ley, hasta que todo se haya cumplido (Mt 5:17,18). Esto se basa en el hecho de que toda Escritura es inspirada por Dios, habiendo procedido de la boca de Dios (Mt 4:4; 2Tim 3:16). Dado que cada palabra de las Escrituras procede de la boca de Dios, no puede fallar o volver a Él sin cumplirse (Isa 55:11). Después de resucitar de los muertos, Jesús apareció a Sus discípulos y les explicó como tenía que haberse cumplido todo lo que fue escrito en la Ley y los Profetas. Él les dijo, “Así está escrito, y así fue necesario” (Lucas 24:44-46). ¿Qué fue necesario por haber sido escrito? Que Él sufriera. Le sucedió conforme la mano y consejo de Dios había predeterminado que sucediera (Hch 4:27-28). Para Jesús, si fue escrito, entonces tenía que suceder. Jesús igualaba las palabras de Moisés con los mismos mandatos de Dios, incluyendo los castigos no cruciformes prescritos en la Ley por la desobediencia: “Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.” (Marcos 7:9-10) Según su “hermenéutica cruciforme,” todos los actos violentos o no permisivos atribuidos a Dios tienen que ser filtrados de las Escrituras. Sin embargo, aquí vemos a Cristo mismo incluyendo la pena de la muerte como parte del mandamiento de Dios, en vez de que sea nada más la visión errada del antiguo Medio-oriente de la deidad equivocadamente atribuida a Jehová por Moisés. Jesús dijo que aquellos que realmente creían a Moisés le creerían a Él también, dado que Moisés escribió de Él (Juan 5:45-46). Él dijo de los hermanos del hombre rico en el hades, que si ellos no le creían a Moisés, entonces nadie podría persuadirlos – ni siquiera si alguien fuera levantarse de entre los muertos (Lucas 16:31). Tristemente, esta misma indisposición a creerle a Moisés aún es característica de muchos Progresivos hoy en día. Repetidamente Jesús validaba a Moisés y a los Profetas. Él le mandó a la gente a observar y hacer lo que los escribas y los fariseos les mandaban porque estaban sentados en la cátedra de Moisés (Mt 23:2-3, cf. Mt 8:4). En ningún momento Jesús nos da lugar a cuestionar o sentarnos como jueces acerca de la validez de porciones de los escritos de Moisés o de los Profetas como algunos hacen tan a la ligera hoy en día. Al contrario, Él iguala a los mandamientos de Moisés con los mismos mandamientos de Dios y advierte diciendo que aquellos que invaliden la más pequeña parte de ellos, o influencian a otros a hacerlo, serán llamados muy pequeños en el reino de los cielos (Mt 5:19). Algunos erróneamente insisten que Jesús mismo hace precisamente eso con sus próximas palabras. Solo dos versículos más adelante, en Mateo 5:21 hasta el final del capítulo, Jesús repite cinco veces las frases: “Oíste que fue dicho… Pero Yo os digo…” Ellos malinterpretan esto como si Jesús estuviera desechando a la Ley, presentando algo nuevo. Sin embargo, debe ser obvio que Jesús no está contradiciendo lo que Él acaba de decir acerca de los escritos de Moisés. Cuando Jesús estaba refiriendo a los escritos de Moisés, como Él hizo cuando estaba siendo tentado por Satanás en el capítulo anterior, Él siempre decía, “escrito está,” refiriendo a las Escrituras como la verdad incontrovertible (Mt 4:4,6-7). En contraste, en cada una de estas instancias en Mateo 5, Jesús está enfrentando, no la Ley, sino las malas aplicaciones de la Ley de Moisés presentadas por los rabinos de aquel tiempo. En vez de decir: “Escrito está… Pero Yo os digo…” Jesús dice: “Oíste que fue dicho… Pero Yo os digo…” Mientras el espacio no me permite elaborar sobre cada instancia con detalle, el lector cuidadoso se puede dar cuenta de que en ninguna parte Jesús enseña contrario a la Ley de Moisés. En lugar de eso, el enfrenta las malas aplicaciones de los rabinos. En las primeras cuatro instancias – la de asesinato (5:21-22), adulterio (5:27-28), divorcio (5:31-32) y juramentos (5:33-37), Jesús elevaba la vara que los fariseos habían bajado, utilizando cláusulas de escape con tal de no tener que cumplir debidamente la Ley. Entonces, la quinta vez Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo” (Mt 5:43). El mandato a amar a tu prójimo está en la Ley (Lev 19:18), pero no está la cláusula de escape de los fariseos “y aborrecerás a tu enemigo.” Al contrario, la Ley les mandó a hacer bien a su enemigo (Ex 23:4). Hemos visto que, en lugar de invalidar la Ley y enseñar a otros hacer lo mismo (algo que les prohibió a hacer en el verso 19), Él elevó la ley a su lugar debido. La Ley fue dada para revelar nuestro pecado y necesidad de la gracia, pero los fariseos habían bajado el estándar, agregando cláusulas de escape para poder aparentar estar cumpliendo la Ley cuando en realidad estaban quebrantándola. Al elevar la Ley a su debido lugar, llegamos a ser convencidos como transgresores y ponemos nuestra mira en Él para recibir de Su gracia y misericordia. Jesús validaba los Salmos Para demostrar a los fariseos que Él no solamente era descendiente de David según la carne sino también el Hijo de Dios, Jesús apeló a los Salmos como la última palabra. Cuando los fariseos dijeron que el Mesías sería el hijo de David Él les respondió: “¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: 44 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?” (Mt 22:43-45) Aquí Jesús se respalda en los Salmos como inspirados y autoritativos, siendo lo que el salmista dijo en el Espíritu. Así como Él confrontó a Satanás con la palabra escrita autoritativa diciendo, “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios,” así validando los escritos de Moisés como procediendo de la boca de Dios, de la misma manera Él valida los Salmos, diciendo que fueron hablados en el Espíritu (Mt 4:4, cf. Dt 8:3). También Él hizo referencia a la manera de Su muerte, diciendo que, lo que fue escrito en los Salmos acerca de Él tenía que cumplirse (Lucas 24:44). De la misma manera, Pedro refería incluso a los Salmos imprecatorios como teniendo que cumplirse, aun en contextos del Nuevo Pacto. En referencia a Judas, Pedro dijo acerca de su castigo por haberle traicionado a Jesús: “Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio.” (Hch 1:20 cf. Sal 69:25; 109:8). La mayoría de aquellos que se dicen ser seguidores de Jesús y no de la Biblia desechan los Salmos imprecatorios. Pero ambos Salmos citados aquí por Pedro como autoritativos son Salmos imprecatorios no cruciformes. Los seguidores inmediatos de Jesús consideraban la Palabra escrita como autoritativa – incluyendo los Salmos. ¿Cuáles son los verdaderos seguidores de Jesús, ¿los Apóstoles originales, o los eruditos Progresivos de la modernidad que rechazan muchos de los escritos de Moisés, los Profetas y los Salmos, simplemente porque no encajan con su modelo cruciforme? Pablo de la misma manera citaba los Salmos imprecatorios como autoritativos y cumplidos en nuestros días. Acerca del juicio temporal de Israel, él cita el Salmo 69:22-23 de la siguiente manera: “Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; 10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agóbiales la espalda para siempre.” (Rom 11:9-10) Jesús y la Venganza Superficialmente todos estaríamos de acuerdo en que Jesús reveló el Padre en todo lo que decía y hacía. Sin embargo, los que insisten que Jesús reveló un Dios que siempre actúa de una manera cruciforme tienen que ignorar o rechazar muchas enseñanzas de Jesús que presentaban a Dios como activamente castigando a los malhechores. Jesús presenta a Dios como el Vengador del mal y la injusticia. Él dice del Padre: “¿Y acaso Dios no hará justicia (ekdikesis) a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia.” (Lucas 18:7-8) Jesús Mismo dice que Dios hará justicia contra los que opriman a Sus elegidos. Esto es lo que quería decir cuando dijo que sería mejor que uno se colgara al cuello una piedra de molino y que se hundiese en lo profundo del mar, que hacer tropezar a uno que cree en Él (Mt 18:6). Es por eso que los mártires bajo el altar celestial no estaban pidiendo equivocadamente cuando clamaban diciendo: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apo 6:10). La palabra “venganza” a primera vista parece incompatible con la naturaleza revelada de Dios que es amor. La venganza como comúnmente la entendemos es una vendetta personal donde uno se obsesiona con hacerle daño a alguien que le había hecho daño. Sin embargo, la palabra griega traducida “venganza” en la mayoría de las traducciones es ekdikesis que es una palabra compuesta de dikéo, que significa “justicia.” La palabra ekdikesis sería mejor traducida, “ejecutar a plenitud la justicia” o “hacer justicia,” como fue traducido en Lucas 18:7,8. No le corresponde al individuo vengarse a sí mismo, sino que debe dejar la venganza (la ejecución de la justicia) a Dios el Juez de todos (Rom 12:19). También Dios ha establecido autoridades gubermentales encargados a vengar el mal (Rom 13:4; 1Pedro 2:13-14), pero no nos corresponde vengarnos a nosotros mismos como individuos, tomando la justicia en nuestras propias manos. Los que piensan que la ira de Dios y Su venganza contra el mal y la injusticia es incompatible con Su amor, no han reflexionado sobre cómo sería nuestro mundo caído si el amor de Dios fuera un amor exclusivamente pasivo y “cruciforme,” que simplemente dice “paz a vosotros” a todos, incluyendo el terrorista mientras procede a detonar una bomba en un edificio lleno de víctimas inocentes. Pablo presenta la pregunta: “¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) 6 En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” (Rom 3:5-6). La mayoría de nosotros sabemos intuitivamente que un padre que dice que ama a su hijita y sin embargo permanece pasivo mientras que ella está siendo violada frente a él, realmente no la ama. El verdadero amor se enoja contra el mal y toma acciones apropiadas en contra del malhechor. Repetidas veces Jesús presenta a Dios como ejecutando la justicia contra el mal (Lucas 13:3-5; 12:46-48, etc.). En Su parábola del siervo mal agradecido al que le fue perdonada una deuda que no podía pagar, y que luego se niega a perdonar a su consiervo una deuda mucho menor, vemos que Dios ejecuta justicia contra aquellos que se nieguen a perdonar las ofensas de otros: “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mt 18:34-35) Entonces, cuando decimos que Jesús revela al Padre necesitamos procurar prestar atención a todo lo que Jesús decía y hacía, en vez de mirarlo con gafas a color rosa o lo que Gregory Boyd llama “el ojo mágico” o “hermenéutica cruciforme” que utilizan para justificar filtrar y eliminar todos los textos de la Biblia que no encajan con el amor pasivo no violento demostrado por Jesús en la cruz. Jesús en Su Segunda Venida Jesús dijo que inmediatamente después de la Gran Tribulación Él vendría otra vez y reuniría a Sus elegidos a Sí Mismo, y entonces Él se sentará en Su trono y separará a las ovejas de las naciones de los inicuos (Mt 24:29,31; 25:31-32; 7:23). A las ovejas les será permitido entrar en la vida de la época milenial (zoen aionion), pero enviará a los cabritos al fuego eonian (pur aionion) o la corrección de la época (kolasin aionion) (Mt 25:41,46)[1] Cuando Cristo venga, las naciones se darán cuenta que el tiempo de su juicio ha llegado y huirán de Él: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Rev 6:15-17) Estoy consciente de que algunos leyendo este blog pueden ser Preteristas y por lo tanto creen que esto se cumplió en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Presento mis argumentos para un cumplimiento Futurista del libro de Apocalipsis en mi libro, “Los Últimos Tiempos, ¿Pasados o Presentes?” Sin embargo, la escatología de uno no cambia el hecho de que, tanto Dios Padre, como Dios el Hijo, son presentados aquí de una manera no cruciforme, dado que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre. No son diferentes ahora de lo que eran en el año 70 d.C. Los que presentan una imagen incompleta de Jesús y por lo tanto del Padre, tendrán una sorpresa muy desagradable en el día del juicio, como también tendrán sus seguidores. El Apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, también presenta tanto el Padre como el Hijo de una manera que de ninguna forma podría ser entendido como cruciforme. Él dijo: “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, 7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición (olethron aionion, “destrucción eonian”), excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).” (2Tes 1:6-10) Cuando Cristo venga en aquel día – el Día del Señor, Él no aparecerá por segunda vez como el Siervo sufridor. Él vendrá con poder y gran gloria como Juez para ejecutar la justicia, y como Rey para reinar con vara de hierro (Mt 16:27; Apo 11:15; Apo 19:11,15-16). Muchos, ignorando la distinción entre Su primera venida como Siervo sufridor para dar Su vida en rescate por nuestros pecados, y Su venida final a juzgar y reinar sobre la tierra con vara de hierro, piensan que Su Segunda Venida (tercera para los Preteristas Parciales) será semejante a Su primera venida. Cuando Jesús comenzó Su ministerio, Él entró en la sinagoga de Nazaret en el día de reposo y leyó la porción en Isaías 61 que describe Su primera venida. Sin embargo, Él, a propósito, leyó solamente la parte que tenía referencia a Su ministerio terrenal en Su primera venida. Él se levantó y leyó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 a predicar el año agradable del Señor. 20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó.” (Lucas 4:18-20) Es significativo que Jesús cerrara el rollo a la mitad del versículo 2 de Isaías 61. El versículo dice: “a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro.” ¿Por qué motivo cerró el rollo a la mitad del versículo? Obviamente fue intencional, pero, ¿Cuál fue Su intención? Los que aplican la “hermenéutica cruciforme” tienen que decir que Jesús estaba invalidando la segunda parte del versículo porque Lo presenta como violento y condenatorio. Sin embargo, tal razonamiento no es compatible con Sus declaraciones como “tu palabra es verdad,” y “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35; 17:17). También, solo unos capítulos antes, en Isaías 55:11, Dios dijo: “así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” Por lo tanto, no es razonable argumentar que aquí Jesús Mismo estaba invalidando o echando a un lado las mismas Escrituras que Él había dicho que no pueden ser quebrantadas. La razón obvia por la que Él se detuvo a la mitad del versículo es porque la primera mitad tenía referencia a Su primera venida como Siervo sufridor, mientras que la segunda parte tiene referencia a Su Segunda Venida como Juez de los vivos y de los muertos y como Rey de reyes para ejecutar la justicia y reinar sobre la tierra (2Tim 4:1; Apo 11:15-18). La separación entre la primera y la segunda venida fue un misterio oculto hasta que Israel formalmente rechazó la oferta del reino (Mt 23:37-39). Incluso ahora, en esta dispensación actual de la Gracia, vemos a Cristo interviniendo de manera no cruciforme, corrigiendo y juzgando a los no arrepentidos dentro de las iglesias. A la iglesia de Tiatira Jesús dijo: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. 21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. 22 He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. 23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.” (Apo 2:20-23) Aquí vemos a Jesús advirtiéndole a una profetiza y falsa maestra dentro de la iglesia que Él llama por el nombre de Jezabel, diciéndole que, si no se arrepiente de sus falsas doctrinas e inmoralidad sexual, Él la va a afligir con enfermedad y castigar a los que participan con ella, con gran tribulación. Incluso advierte que Él heriría con la muerte a sus hijos si ella fuera a persistir en ese estilo de vida. Muchos que se han entregado a la inmoralidad sexual no reflexionan sobre el hecho de que las enfermedades que contraen como consecuencia de su inmoralidad pueden terminar matando a sus propios hijos. Queda evidente a los estudiantes cuidadosos de la Palabra que no existe una discontinuidad entre el Dios del Antiguo Testamento y el Dios revelado en la persona y enseñanzas de Jesús. Tampoco hay discontinuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, incluyendo el libro de Apocalipsis. Estoy consciente de que el Jesús de la Biblia es una ofensa para muchos en esta generación, pero, no por eso debemos dejar de declarar todo el consejo de Dios (Hch 20:26-30). El verdadero Jesús siempre será piedra de tropiezo para aquellos que no estén dispuestos a arrepentirse y someterse a la Palabra. Como dijo Pedro: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.” (1 Pedro 2:7-8) Pablo habló de nuestros días cuando dijo: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2 Tim 4:2-5, cf. 2Tes 2:10-12) Especialmente nosotros como maestros de la Palabra de Dios tenemos una responsabilidad tremenda de proclamar todo el consejo de Dios en vez de estar intentando acomodar a los que no están dispuestos a arrepentirse y obedecer a Dios (Stg 3:1). Necesitamos evitar complacer a aquellos que no estén receptivos a la verdad, sino que amontonan maestros que tergiversan y redefinen la verdad con argumentos y vanas filosofías diseñados a quitar el filo de la Palabra de Dios que es la espada del Espíritu. Como dijo Pablo: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. 9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Col 2:8-10) Hoy, quizás más que nunca, estamos viendo una generación que no soporta la sana doctrina. Nuestra generación ha llegado a ser una en la cual hay más conocimiento que nunca antes, pero es un aprender sin llegar al conocimiento de la verdad (2Tim 3:7-8). En vez de ser hábiles en la Palabra de Dios, viven de una dieta constante de filosofía y enseñanzas de hombres que les ofrece interpretaciones y redefiniciones novedosas que socavan el significado sencillo y obvio de las Escrituras. Tienen más interés en las tradiciones de los hombres o lo que decían los Padres de la Iglesia que lo que las Escrituras mismas nos enseñan. El Movimiento de la Iglesia Emergente todo-incluso, continuamente adapta sus creencias según la cultura cambiante con tal de acomodarse al mundo, en vez de confrontarlo con las verdades incambiables de la Palabra de Dios, llamando a los hombres al arrepentimiento. No quiero ser alarmista, pero a los 70 años de edad, después de 50 años de ser activo en la iglesia y el ministerio, he visto en muy pocos años un gran abandono de la Biblia – la fe una vez entregada a los santos, en una escala que ni siquiera hubiera podido imaginar hace 20 años atrás cuando dejé la civilización para ir como misionero a la selva amazónica. Nosotros como seguidores de Jesús necesitamos volver al Jesús de la Biblia. Necesitamos echar a un lado toda la retórica inflada y enredada de los filósofos y el engaño, y los vanos razonamientos de los maestros con sus elaboradas redefiniciones de palabras, que privan a los hombres de la verdad. Necesitamos más bien ser conocedores de la Palabra de Dios. Como dice el escritor de Hebreos, algunos de nosotros hemos llegado a ser tardos para oír: “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. 12 Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Heb 5:11-14) Tristemente, tenemos una generación de gigantes en la retórica y filosofía que son bebés espirituales debido a su voluntario rechazo de la Biblia y su falta de hambre por cada palabra que sale de la boca de Dios. Lo que esta generación necesita no es más filosofía o más deconstrucciones novedosas de la verdad, sino un amor renovado por la verdad y un apetito por la sana doctrina, basado en una exégesis cuidadosa y reverente del texto sagrado (2Tim 3:15). [1] Para un estudio más detallada sobre este tema recomiendo mi libro, “El Triunfo de la Misericordia.”
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