por George Sidney Hurd
-- “Mas ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios es manifestada, siendo testificada por la ley y los profetas; la justicia de Dios que es por la fe de Jesucristo, para todos y sobre todos los que creen; porque no hay diferencia.” (Rom 3:21-22 RVG) La traducción correcta de esta frase importante, repetida ocho veces [1] en el griego del Nuevo Testamento, ha sido debatido por mucho tiempo. Es la frase, písteos Iesoú, que fue traducido “la fe de Jesús” en la Reina Valera de 1858. Muchas traducciones posteriores la han traducido “la fe en Jesús,” mientras que un par de versiones recientes del inglés la han traducido “la fidelidad de Jesús.” [2] Gramáticamente hablando, sería posible traducirla de cualquier de las tres formas. Los sustantivos aquí son genitivos, pero en el griego la misma forma se utiliza para el genitivo subjetivo (o genitivo de posesión) y el genitivo objetivo. Si lo traducimos como genitivo objetivo sería “la fe en Jesús,” refiriendo a nuestra fe en Jesús. Por otro lado, si lo traducimos como un genitivo subjetivo sería “la fe de Jesús,” refiriendo a la fe de Él. Hay una tercera traducción posible de esta frase. También podría ser entendido como “la fidelidad de Jesús,” dado que hay ocasiones donde la palabra pístis, que normalmente significa “fe,” puede expresar la idea de “fidelidad.” Sin embargo, aunque la construcción gramatical no es determinativa en sí, no nos da la libertad para simplemente escoger cuál de los tres preferimos. Los Arminianos, que creen que nuestra salvación es recibida por nuestra fe independiente, prefieren leerlo como “la fe en Jesús.” Los Calvinistas prefieren la traducción “la fe de Jesús,” mientras las Inclusionistas, que niegan que la fe es necesaria para la salvación, prefieren leerlo como “la fidelidad de Jesús.” Es obvio que solamente una de las traducciones es la correcta, y debido al hecho que cada uno presenta la salvación como recibida de otra forma, es imperativa que determinemos con exactitud lo que está siendo expresado por el autor del texto inspirado. Algunos argumentan que la lectura correcta no puede ser determinado con certidumbre. Sin embargo, mientras ser cierto que no puede ser determinada gramáticamente, creo que puede y tiene que ser determinada basado en el contexto donde se usa la expresión, tomando en cuenta toda la enseñanza de las Escrituras acerca de la salvación. En este blog voy a examinar brevemente las tres traducciones, argumentando de las Escrituras a favor de la traducción, “la fe de Jesús” como aparece en las traducciones más antiguas como la Versión Tyndale de 1526 y la Versión King James de 1611. Aunque presento mis argumentos de manera dogmática como uno que es convencido que las verdades de las Escrituras pueden ser conocidos con certeza, lo hago con un espíritu de amor cristiano, reconociendo que hombres más devotos y estudiados que yo llegan a conclusiones contrarias a las mías. 1. “La Fidelidad de Jesús” La traducción de písteos Iesoú como “la fidelidad de Jesús” ha aumentado en popularidad desde que fue publicada la Biblia NET en inglés en 2005 con esta lectura. También N.T. Wright, que tiene mucha influencia sobre el pensar contemporáneo, favorece esta lectura. Adicionalmente, en el año 2007 Carlton Pearson publicó su libro “The Gospel of Inclusion” (El Evangelio de la Inclusión) que ha tenido mucha influencia entre los Universalistas e Inclusionistas no Conservadores. Los Inclusionistas afirman que toda la humanidad ya ha sido salva por la obra consumada de Cristo en la cruz. Todos ya están en Cristo y justificados – ellos simplemente no lo saben todavía. Según esta creencia, todos fueron salvos hace 2.000 años por la fidelidad de Jesucristo y por lo tanto no necesitan arrepentirse y creer en el evangelio para ser salvos. Confronto los errores de esta doctrina en mi blog, “Borrando las Distinciones Bíblicas.” Basta decir aquí que, aunque Cristo reconcilió a todos a Sí Mismo por la sangre de la cruz y todos finalmente serán salvos y restaurados basado en Su obra consumada, a través del Nuevo Testamento vemos la necesidad de arrepentirse personalmente y recibir la justicia de Dios en Cristo por fe en el evangelio para ser salvo. (Marcos 16:16; Jn 3:16,18; 6:40; 6:29; Hch 16:31; Rom 4:5; 1Cor 1:21, etc.). El argumento que písteos Iesoú debe ser entendido como “la fidelidad de Jesús” tiene un punto gramático fuerte y también un punto gramático débil. El punto fuerte es que, cuando pístis aparece con un genitivo personal casi siempre es un genitivo subjetivo – “la fe de,” en vez de objetivo, “fe en.” (cf. Mt 9:2,22,29; Marcos 2:5; 5:34; 10:52; Lucas 5:20; 7:50; 8:25,48; 17:19; 18:42; 22:32; Rom 1:8,12; 3:3; 4:5,12,16; 1Cor 2:5; 15:14,17; 2Cor 10:15; Fil 2:17; Col 1:4; 2:5; 1Tes 1:8; 3:2,5,10; 2Tes 1:3; Tito 1:1; Filemón 6; 1Pedro 1:9,21; 2Pedro 1:5). Esto, sin embargo, también favorece la traducción “la fe de Jesús” que yo considero la correcta. El punto débil es que, mientras pístis puede significar “la fidelidad” en vez de “la fe,” raras veces significa eso. De las 243 veces que pístis aparece en el Nuevo Testamento, solo una vez claramente significa “la fidelidad,” como vemos en la Reina Valera de 1960 en Romanos 3:3 donde refiere a “la fidelidad de Dios” (pístin tou theoú). También es significativo que los traductores del LXX, o la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego, raras veces utiliza pístis para expresar la idea de “fidelidad.” En vez de eso utilizaron la palabra altheía que significa “verdad,” o subjetivamente, “veracidad, integridad de carácter.” [3] La idea expresado con nuestra palabra “fidelidad” en español no es relacionado tanto con “fe” (pístis) como es con la “veracidad o integridad de carácter” (altheía). Es cierto que Jesús fue fiel hasta la muerte y Su fidelidad es el fundamente de la salvación de toda la humanidad (Fil 2:8-11; Isa 53:7,10-11; Heb 12:2; 1Tim 2:6; 4:10). Sin embargo, hay al menos dos instancias donde el genitivo de pístis tiene que ser traducido como “la fe de Jesús” y no “la fidelidad de Jesús”: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.” (Apo 14:12) “Hermanos míos, no tengáis la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, en acepción de personas.” (Stg 2:1 RVG) Ni siquiera la traducción NET intenta imponer el significado de “fidelidad” a la palabra pístis en estas instancias. Así que, si vamos a ser constantes, debemos entender pístis como “fe” en estos contextos en vez de “fidelidad.” No sería de gran consecuencia excepto que algunos Inclusionistas, ignorando los textos que indican que la fe es necesario para la salvación, se basan en esta traducción y argumentan de eso que no es necesario creer el evangelio para ser salvo. “Fe en Jesús” Como ya hemos visto, gramáticamente písteos Iesoú puede ser entendido subjetivamente como “la fe de Jesús” o objetivamente como “fe en Jesús.” La traducción “fe en Jesús es el favorito de los Arminianos, dado que creen que un pecador tiene el potencial de entender el evangelio y responder independientemente con fe sin la necesidad de intervención divina. Considero este tema con más detalle en mi libro: “La Solución Universal” (Presentando el Universalismo Bíblico como la Solución al Debate entre Calvinistas y Arminianos). Aquí solo quiero enfatizar que, hasta que Dios nos dio vida a través del nuevo nacimiento, éramos espiritualmente muertos desde nacimiento – muertos en nuestros delitos y pecados (Ef 2:1,5). Dado que éramos muertos espiritualmente, Jesús dijo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios (Jn 3:3). ¿Cómo puede uno creer en lo que ni siquiera puede ver o percibir? No es que éramos nada más indispuestos a ver, sino que siendo espiritualmente muertos en relación a Dios, no podíamos ver y creer hasta nacer de nuevo. Todo llamado a creer en el evangelio es vano a menos que seamos regenerados y nuestros ojos sean abiertos para poder ver y creer. El cristiano carnal puede llegar a ser tardo para oír, pero el no generado ni siquiera puede oír porque no tienen oídos espirituales para oír. Es por eso que Jesús dijo de los no generados: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.” (Jn 8:43). No solamente eran incapaces de ver antes de nacer de nuevo, sino que eran incapaces de escuchar – no simplemente indispuestos. De semejante manera, vemos que no solamente éramos indispuestos a venir a Cristo, sino que éramos incapaces de venir a Él, como dice Jesús: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí… 65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.” (Jn 6:44-45,65) De la misma manera Jesús dijo que los que son del mundo no pueden recibir al Espíritu de la verdad porque no le ve, ni le conoce (Jn 14:16-17). Es imposible responder con fe a lo que no percibimos ni comprendemos. Primero tienen que ser atraídos a Él y el velo tiene que ser quitado de sus ojos (2Cor 4:3-4, cf. Rom 8:7-8; 1Cor 2:14). Tomando en cuenta todo esto, no puedo estar de acuerdo con los Arminianos cuando dicen que primero tenemos que creer en el evangelio independientemente como una decisión personal de nuestro libre albedrío, y solo después el Señor nos regenera en respuesta a nuestra fe. Ejercemos la fe que nos es dado cuando el Señor abre nuestro corazón por primera vez, así capacitándonos a percibir y recibir el evangelio (Hch 16:14). Para poder percibir (algo que es necesario para poder creer y recibir a Cristo), primero tenemos que ser regenerados (Jn 3:3). Muchos se han confundido en cuanto al orden presentado en Juan 1:12,13: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn 1:12-13) Dado que “recibir” y “creer” son mencionados aquí antes de la regeneración, muchos piensan que la fe precede cronológicamente a la regeneración. Sin embargo, al examinar el texto más de cerca vemos que la regeneración sucede por la voluntad de Dios – no por nuestro creer y recibir. Dios mismo nos regenera por Su propia voluntad – no en respuesta a nuestra decisión tomada por la voluntad de la carne. Esto es de acuerdo a lo que dice Santiago: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Stg 1:18) Si fuera nuestra propia decisión de fe que resultó en nuestra regeneración, entonces sería una regeneración por voluntad de carne. Nacimos de nuevo o fuimos regenerados porque Dios primero determinó que sucediera. Los escogidos en Cristo desde la fundación del mundo para ser las primicias de Su nueva creación ejercitarán la fe que les fue otorgada, creyendo y recibiendo a Cristo. Vemos la misma secuencia en 1Juan 5:1, donde Juan dice: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios.” Aunque la Reina Valera lo oculta, este versículo claramente indica que la regeneración precede la fe. “Es nacido” no es en el tiempo presente como traducido sino en el pasado perfecto, voz pasiva. El verbo traducido “cree” es en el presente activo. Por lo tanto, debe leer, “Todo aquel que está creyendo que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios.” En otras palabras, si uno está creyendo que Jesús es el Cristo, es porque ya había nacido de nuevo antes de haber creído. Sin embargo, mientras haya una secuencia lógica en que la regeneración precede nuestra respuesta de fe, no veo una separación discernible de tiempo entre los dos. Argumentar sobre cuál vino primero es comparable a preguntar cuál era primero – la gallina o el huevo. La respuesta obvia es ninguno de los dos. La gallina fue creada junto con los huevos en un hecho creativo, de la misma manera que las plantas fueron creadas junto con sus semillas. Lo mismo se puede decir de la nueva creación. Fuimos re-creados con la fe siendo tanto una parte del milagro de la nueva creación como la regeneración misma. La fe es tanto una parte integral del nuevo nacimiento como es el primer aliento de un recién nacido al entrar en su nuevo mundo. En Adán todos morimos – nacimos separados de Dios y muertos en nuestros pecados. Sin embargo, la buena nueva que fue proclamada por la Iglesia Primitiva pero suprimida entrando en la Época Oscura y sigue siendo pasado por alto hasta el día de hoy, tanto por los Calvinistas como por los Arminianos, es que en el tiempo de Dios todos los que morimos en Adán serán vivificados y regenerados por medio del regalo de la fe en Cristo en el tiempo ordenado por el Padre desde la fundación del mundo. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden… 28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.” (1Cor 15:22,23a, 28) De la misma manera, aunque Jesús dijo que nadie viene a Él a menos que el Padre le atraiga eficazmente a Él (helkô), Él también dice: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Jn 12:32) [4] En el tiempo del Padre cada individuo habrá sido visitado por Dios y eficazmente atraídos a Cristo, siendo reunido en Él, resultando en que Dios sea todo en todos en la eternidad (1Pedro 2:12; Ef 1:10; 1Cor 15:28). Tanto nuestra fe inicial que apropia nuestra salvación como la fe que persevera nos son otorgados por Su gracia. Cuando Pablo hizo la pregunta, “¿qué tienes que no haya recibido?” nadie puede responder diciendo: “Mi fe.” (1Cor 4:7). Pablo en Efesios 2, después de decir que estábamos muertos espiritualmente antes de ser vivificados por Dios, continúa explicando que fue por la pura gracia de Dios – incluyendo la fe con que recibimos la salvación: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef 2:8-10) Aquellos que se jactan diciendo que fue la fe de ellos que los salvó y produjo una vida de buenas obras no han comprendido que la fe que nos salva y transforma no es nuestra propia fe. La fe salvífica no es de nosotros – es don de Dios. Toda buena obra subsiguiente en realidad no es nuestra, sino que somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús. Él apropósito escogió primero a los necios, débiles y los despreciados para que seamos para la alabanza de la gloria de Su gracia – no para que nos jactemos de nuestra gran fe. Los Arminianos argumentarían que en Efesios 2:8 es la salvación la que es el regalo de Dios – no la fe. Sin embargo, vemos que, gramáticamente hablando, el pronombre “esto” refiere tanto a la salvación como a la fe. El participio traducido “sois salvos” es masculino y “la fe” es femenino, mientras que “esto” es neutro. Esto indica que la declaración “esto no de vosotros” refiere tanto al participio masculino “ha sido salvo” y también el sustantivo “fe.” Si él estuviera refiriendo exclusivamente a la salvación como por la gracia sin también incluir “la fe,” él hubiera usado la forma masculina de “eso no de vosotros” para corresponder con el género masculino del participio “ha sido salvo,” en vez del neutro. Que Pablo utilizó el neutro para referirse al don indica que él consideraba tanto la salvación como la misma fe que apropia la salvación como parte del don de Dios. No solamente es la fe que salva un regalo de Dios, sino que también la fe que persevera es dada por la gracia. Una traducción literal de Filipenses 1:29 enfatiza que el regalo de la gracia es continuo y no simplemente la fe inicial para apropiar la salvación. La Versión Literal Concordant dice: “Porque a ustedes les es concedido por gracia, en nombre de Cristo, no solo estar creyendo en Él, sino también estar sufriendo por Su causa.” (Phil 1:29 CLV) La palabra “concedido” en la Reina Valera es charizomai, significa “dar como regalo de gracia,” y es en el tiempo pasado aoristo. El aoristo indica que el regalo de la gracia fue dado en el pasado. Sin embargo, nos fue otorgado no solo para creer inicialmente en Él, sino para continuar creyendo en Él, como vemos expresando en el presente activo infinitivo “estar creyendo.” Así que, este versículo implica que la fe que recibimos de Dios no nos fallará, sino que hará que perseveramos hasta el fin. “La Fe de Jesús” Si la fe que salva y persevera no es nuestra, sino que viene de arriba como regalo de la gracia de Dios, entonces, ¿de quién es la fe? Para mí, la respuesta a esta pregunta deja en claro que la traducción correcta de písteos Iesoú es “la fe de Jesús.” La fe que nos fue dada en el momento que fuimos regenerados era nada menos que la misma fe de Jesús. Jesucristo es tanto el autor como el consumador de la fe: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe...” (Heb 12:2) Aquí vemos que Jesús es el autor y el consumador o perfeccionador de nuestra fe. Algunas traducciones agregan “nuestra.” Sin embargo, mientras es cierto que la fe de Jesús es impartida a nosotros y llega a ser la nuestra, el autor aquí está enfatizando que la fe genuina origina en Cristo y termina con Cristo y no en nosotros. Por ese motivo, creo que la adición de “nuestra” por los traductores detracta del énfasis de este pasaje – que debemos de mirarlo a Él y no a nosotros mismos si queremos la fe que persevera hasta el final. El texto dice “la fe,” no “nuestra fe.” En la traducción correcta de písteos Iesoú vemos revelado el hecho de que “la fe” es la fe de Jesús y no nuestra propia fe (Gal 3:22-25 RVA). Si de hecho hemos sido crucificados y resucitados a nueva vida en Cristo, entonces ya no somos nosotros los que vivimos, sino que Él vive en nosotros. Nuestra única justicia es la justicia de Él en nosotros. Nuestra única sabiduría es la mente de Cristo en nosotros, y nuestra única fe es la fe de Jesús que ahora vive en nosotros y imparta Su fe a nosotros, así como dice las traducciones más antiguas y la Reina Valera Gómez: “Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal 2:20 RVG) Mientras que la traducción “fe en Jesús” favorece a los Arminianos que ven la salvación como dependiendo de nuestra fe, no harmoniza con los textos que claramente indican que la fe eficaz es un regalo de Dios que no se origina en nosotros. Haciendo que la salvación dependa de nuestra fe en vez de Su propia fe vicaria dada a nosotros por la gracia, hace que a fin de cuentas la salvación depende de nosotros no de la gracia de Dios. Dios ha elegido a Su Iglesia, compuesta de los candidatos menos indicados, para ser desplegados en las épocas venideras como Su hechura, para la alabanza de la gloria de Su gracia, de una manera que inequívocamente excluye toda jactancia (1Cor 1:26-29; Rom 3:27; Ef 2:6-7). Cualquier rastro de méritos humanos en Su hechura detraería de la alabanza de la gloria de Su gracia cuando somos manifiestos al resto de la creación. Veo muchas traducciones modernas del texto que refieren a la fe de Jesús como si fuera nuestra fe en Jesús, como basados más en influencias humanistas que una sana exegesis de los textos pertinentes, como creo que una consideración breve de los textos específicos indican: “Mas la Escritura encerró todo bajo pecado, para que la promesa por (ek – no diá) la fe de Jesucristo, fuese dada a los que creen (los que están creyendo). 23 Pero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser revelada. 24 De manera que la ley fue nuestro ayo para traernos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. 25 Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo.” (Gal 3:22-25 KJV) “Mas la Escritura encierra todo bajo pecado, para que la promesa que es de la fe de Jesucristo sea dada a los que están creyendo.” (Gal 3:22 Versión Literal Concordant) Aunque muchas Versiones modernos han cambiado “la fe de Jesús,” haciendo que diga “fe en Jesús,” vemos que una traducción literal de este versículo milita contra su rendición interpretativa del texto. La promesa que proviene de la fe de Jesús como fuente (ek), es dada a los que están creyendo. En otras palabras, si eres un creyente y un heredero de la promesa, es por la fe de Jesús que te fue otorgada. Si estás viviendo por la fe, realmente no es la tuya, sino la de Cristo que ahora es tu vida, y la vida que ahora vives en la carne es por la fe de Él – la carne para nada aprovecha. Sin embargo, según la Reina Valera y muchas versiones modernas, lee: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.” Al mal traducir la preposición griega ek como “por” en vez de “de,” y hacer que diga “fe en Jesús” en vez de “la fe de Jesús,” ellos hacen que la salvación a fin de cuentas depende del hombre, en vez de la gracia de Dios y para Su gloria. Que la fe en el contexto es la fe de Cristo y no de los hombres, es aún más evidente en el contexto. En los versículos 23 y 25, habla del tiempo antes de Cristo y después de Cristo como “antes que viniese la fe” y “venida la fe.” ¿En qué sentido podemos decir que no había venido la fe antes de Cristo? Hebreos 11 contiene una lista larga de los santos del Antiguo Testamento que ejercieron fe antes de Cristo. Es obvio que “la fe” mencionada en el Nuevo Pacto no es nuestra fe sino la fe de Jesucristo que viene para todos y sobre todos los que están creyendo, como vemos en la traducción literal de Romanos 3:22: “la justicia de Dios que es por (diá) la fe de Jesucristo, para (eis) todos y sobre (epi) todos los que creen (que están creyendo); porque no hay diferencia.” (Rom 3:22 RVG) “la justicia de Dios a través de la fe de Jesucristo para todos y sobre todos los que están creyendo; porque no hay diferencia.” (Rom 3:22 PLT) Créame, si estás creyendo de una manera salvífica que persevera, es a través de la de Jesús impartida a ti por Su pura gracia. Es Su fe que está sobre ti y en ti. No recibiste la justicia de Dios debido a tu fe que ejercitaste como un acto independiente de voluntad propia, como algunas versiones modernas nos harían entender, sino al contrario nos fue concedido creer (Fil 1:29). [1] (Rom 3:22; Gal 2:16; 2:20; 3:22; Ef 3:12; Fil 3:9; Jas 2:1; Apo 14:12). [2] Complete Jewish Bible, 1998, and The New English Translation (NET), 2005. [3] Abbott-Smith Manual Greek Lexicon of the New Testament. [4] La palabra “atraer” tanto en Juan 6:44 como aquí es la palabra helkô, que expresa algo mucho mayor que una simple atracción. El Diccionario Strongs la define: “arrastrar (literal o figurativamente).” Aparece ocho veces en el Nuevo Testamento y en cada instancia expresa la idea de ser atraída por una fuerza mayor que la resistencia del que está siendo atraído.
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