por George Sidney Hurd
Habiendo sido criado en un hogar protestante y en una nación predominantemente protestante, no puse mucha importancia en la doctrina del purgatorio. Sin embargo, después de años ministrando en una cultura predominantemente latinoamericana, llegó a ser evidente que las imagines mentales y conceptos Católico-Romanos de Dios y la espiritualidad, siguen ejerciendo una influencia en las mentes y emociones aún después de pasar años como Cristianos Evangélicos. Cuando escribí el libro, “Triunfo de la Misericordia,” exponiendo lo que considero como la doctrina bíblica de la restauración final de todos y la naturaleza correctiva y temporal del hades y el lago de fuego, no incluí una discusión del tema del purgatorio, no considerándolo necesario. Sin embargo, muchas personas con raíces católicas han expresado su dificultad para distinguir entre la doctrina bíblica de los castigos correccionales después de la muerte en el hades enseñado por los Universalistas Evangélicos y el dogma Católico-Romano del purgatorio. ¿Cuál ha sido realmente la enseñanza Católica históricamente, acerca del purgatorio, y en qué sentido es éste distinto al hades presentado por los Universalistas Evangélicos? Al examinar este tema, debemos estar humildemente conscientes de los límites de nuestra capacidad de comprender los caminos del Señor. Aún Pablo, contemplando la infinita sabiduría de los juicios de Dios, exclamó: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Algunos equivocadamente piensan que Pablo está diciendo aquí que los juicios son infinitamente más horrendos de lo que podemos comprender. Sin embargo, en el contexto de esta declaración de Pablo, vemos que es la misericordia y sabiduría en sus juicios que transcienden nuestra comprensión, poniendo a todos bajo desobediencia, solo para tener después misericordia de todos; uniendo a todos en Él en la consumación (Rom 11:33-36). Debido a que Sus juicios son inescrutables, debemos evitar ser excesivamente dogmáticos acerca de todos los detalles de los juicios de Dios después de la muerte. Mucha confusión ha resultado de las especulaciones acerca de detalles de los juicios de Dios, que Él no nos ha revelado. Sin embargo, podemos estar confiados en que sus juicios son buenos y sabios, más allá de nuestra capacidad de comprender, y culminarán en la alabanza de la gloria de Su gracia. La primera y más obvia diferencia entre el purgatorio y el castigo correccional presentado por los Universalistas Evangélicos es que los Católicos Romanos enseñan que el purgatorio es exclusivamente para la purificación de los elegidos – un lugar transicional donde los que no cometieron pecados eternos, y fielmente evitaron y confesaron pecados mortales son purgados de todas fallas y pecados veniales (perdonables) en preparación para ir al cielo. El resto de la humanidad es condenada a un infierno eterno donde será sujetada a la ira implacable y eterna de Dios. En cambio, la mayoría de los Cristianos Evangélicos no ven justificación en las Escrituras para la creencia en un lugar transicional llamado purgatorio, a través del cual los cristianos tienen que pasar antes de ser recibidos en la presencia del Señor. Pablo, hablando a creyentes, dijo que estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor (2 Cor 5:6-8). Aunque Jesús advierte que es posible que un siervo infiel sea excluido del reino, Él dice que recibirá su porción con los incrédulos – i.e. en el infierno o Gehena (Lc 12:46). No hay mención en todas las Escrituras de un estado o una región llamada purgatorio, donde los elegidos son purgados de los residuos del pecado. La doctrina del purgatorio está supuestamente basada sobre una tradición judeo/cristiana. Para mostrar que el purgatorio tiene raíces en la historia de los judíos, hacen referencia a la creencia de los judíos, que han sostenido desde los tiempos inter-testamentarios (desde el siglo V a.C.). Un escritor católico, en defensa del purgatorio, dice lo siguiente acerca de la creencia de los judíos en la Gehena: “En la fe judía no hay ‘una doctrina oficial’ acerca de lo que pasa en el más allá. Así que no hay una definición desarrollada de un cielo o un infierno. Sin embargo, hay enseñanzas judías acerca de un lugar como un cielo donde los justos van al morir. También hay una creencia desde la antigüedad acerca de un lugar de purgación que fue nombrado Gehena. Es un lugar ‘transicional’ de almas donde son purificadas de su maldad. Como era su creencia que la mayoría de las almas van a Gehena, ofrecen oraciones por ellos. La Oración de Lamentos o Kaddish es algo que hacen hasta el día de hoy y después de doce meces aquí en la tierra el alma es liberada.” (énfasis agregado) [1] Aquí, en apoyo de su doctrina del purgatorio para los elegidos que mueren en un estado de gracia, los católicos argumentan que los rabinos judíos hablaban de Gehena como un lugar de purgación. Pero lo que ellos evitan mencionar es que, para los judíos de ese tiempo, Gehena fue un lugar donde iban los impíos para ser purificados antes de entrar en el cielo – no los justos. Los rabinos judíos, a excepción de la secta de los Fariseos, no creían en un infierno eterno. Basados en muchos textos del Antiguo Testamento, ellos enseñaron la restauración final de todos (Sal 66:3-4; 72:11; 86:9;138:4;145:8-10; Isa 25:6-8; 45:22-24, etc.). [2] Es imposible tomar en serio estas y muchas declaraciones más en las Escrituras que hablan de la restauración universal de todos y a la vez creer que el infierno es eterno, y por ese motivo (entre otros) los judíos, como también los Universalistas Evangélicos no toman el infierno como eterno y sin un fin restaurativo. Los católicos también recurren al testimonio de los Padres de la Iglesia Primitiva. Pero la mayoría de los Padres de la Iglesia Primitiva, al igual que los judíos, creían que el infierno es temporal y purgativo, terminando con la restauración final de todos. (Ver capítulo 13 de mi libro, “Triunfo de la Misericordia” intitulado, “El Universalismo en la Historia de la Iglesia”). Así que, cuando los Padres de la Iglesia Primitiva se referían al proceso de purificación después de la muerte como purgatorio, debemos tener presente que se están refiriendo a la purificación de los impíos y no de los fieles. Los siguientes ejemplos muestran cómo los católicos citan los escritos de los Padres de la Iglesia fuera de contexto para apoyar su dogma del purgatorio: Clemente de Alejandría 150 d.C. a 215 d.C. “El castigo es, en su operación, como medicina; ablanda el corazón duro, purga la escoria de la inmundicia, y desinfla el orgullo de los altivos; así restaurando a su sujeto a un estado sano y saludable.” [3] Estas palabras, tomadas fuera del contexto, podrían aparentar apoyar el purgatorio del catolicismo. Sin embargo, Clemente era Universalista, como cualquier historiador afirmaría, y él está aquí haciendo referencia a los castigos purgativos de los impíos y no los elegidos, como podemos ver muy claramente en todos sus escritos: “El Señor, dice Juan, es la propiciación, no por nuestros pecados solamente, sino también por todo el mundo. Así que Él, de hecho, salva a todos universalmente; pero a algunos como convertidos por castigos, y otros por sumisión voluntaria, así obteniendo el honor y la dignidad, que a Él toda rodilla se doblará, de las cosas en el cielo, y las cosas en la Tierra, y las cosas debajo de la Tierra, es decir ángeles y hombres y las almas que partieron de esta vida antes de Su venida a este mundo.” [4] Aquí podemos ver que el castigo a que se refiere Clemente es solamente para los que se niegan a someterse al Señor en esta vida. Orígenes 184 d.C. a 254 d.C. “Él que desprecia la purificación de la Palabra de Dios, y la enseñanza del evangelio, solo está reservándose a sí mismo para las horrendas purificaciones penales después, para que el fuego del infierno le purgue en tormentos, los que ni la doctrina de los apóstoles, ni la prédica del evangelio ha purificado, conforme a lo que está escrito de ser “purificado por fuego”. Pero, solo Él, a quien el Padre ha encomendado todo juicio, sabe por cuánto tiempo esta purificación que es obrada por medio del fuego penal, durará, o por cuántos períodos o épocas atormentará a los pecadores.” [5] Solo tomando una porción de este texto fuera de su contexto es posible dar la impresión de que Orígenes está hablando de un purgatorio distinto al infierno (Gehena). Él claramente dice que solamente los que desprecian los fuegos de prueba en esta vida tendrán que sufrir los fuegos purgativos del infierno. Él claramente está refiriéndose a los que no se arrepientan en esta vida y no a los elegidos. En otros lugares él deja aún más claro que creía en la salvación final de todos en la consumación de las épocas: “Es nuestra convicción que la Palabra prevalecerá sobre la creación racional entera, y transformará cada alma a su propia perfección; en la cual cada uno escogerá lo que desea, y obtendrá lo que escoge. Porque, aunque en las enfermedades y heridas del cuerpo, hay unas que ninguna habilidad medicinal puede curar, sin embargo, mantenemos que, en la mente, no hay mal tan fuerte que no pueda ser vencido por la Suprema Palabra de Dios. Porque más poderosa que todos los males es la Palabra, y el poder restaurador que permanece en Él, y esta sanidad Él aplica, según la voluntad de Dios, a todo hombre. La consumación de todas las cosas es la destrucción del mal… ” [6] Gregorio de Niza 330 d.C. a 394 d.C. “Cuando la muerte se encuentra con la vida, y las tinieblas con la luz, y lo corruptible con lo incorruptible, lo que es inferior se desvanece y es reducido a la nada, y la cosa purgada es beneficiada, al igual que la escoria es purgada del oro por fuego.” [7] Tomando todo junto, es muy obvio que el purgatorio al que se refiere Gregorio no es para los elegidos, sino para los que mueren en sus pecados. Él está refiriéndose a lo que ahora llamamos “el infierno” y no un purgatorio católico solo para los fieles. Lo que el cristianismo tradicional de hoy llama “infierno eterno,” está muy lejos a las llamas purgativas y temporales de los Padres de la Iglesia Primitiva, preparadas para restaurar a los impíos en Gehena o el lago de fuego. Gregorio sigue, haciendo aún más claro que este purgatorio es para los impíos y que no existirá para siempre: “Creo que el castigo será administrado en proporción a la corrupción de cada uno. Así que, para los más aferrados a la corrupción, será necesario que el tiempo de la purgación sea de larga duración para consumirla… Sin embargo, todo mal, al final, tendrá que ser quitado de todo, para que ya no exista más. Debido a que es la naturaleza del pecado que no puede existir sin motivo corrupto, por necesidad tiene que ser completamente disuelto, y enteramente destruido, para que nada puede permanecer como receptáculo de él, cuando todo motivo e influencia surgirá de Dios solamente.” [8] “Cuando todo ser creado esté en armonía…y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor; cuando toda criatura habrá sido hecha un cuerpo…. Ahora el cuerpo de Cristo, como a menudo he dicho, es la humanidad entera. Y otra vez él (Pablo) escribe, ‘todos estarán sujetos a Cristo,’ y estarán sujetos por medio de un pleno conocimiento de Él, y por medio de una renovación…. Ahora, Dios será todo en todos, en el tiempo de la restitución.” [9] “Él que libera tanto al hombre, como también el mismo inventor del mal.” [10] Así que, los fuegos purgativos del Gehena que presentaban los rabinos judíos y también los Padres de la Iglesia Primitiva, no eran entendidos por ellos como fuegos literales en un lugar transicional donde van los elegidos antes de entrar al cielo, sino más bien eran descriptivos de lo que tendrán que sufrir los que aún no hayan alcanzado la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Hay unas palabras de Jesús que los católicos utilizan para apoyar su dogma del purgatorio. Él dice: “De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Matt 5:26). De esto argumentan que el castigo del purgatorio no es eterno. Sin embargo, una vez más vemos que Jesús no está hablando de un “purgatorio” sino “infierno de fuego” [Gehena pur] (5:22). En otra ocasión Él dijo que algunos siervos recibirán muchos azotes, mientras que otros solo recibirán pocos azotes (Lucas 12:47). Ambos de estos pasajes están de acuerdo con la doctrina del Universalismo, enseñado por los Padres de la Iglesia Primitiva y muchos Evangélicos hasta el día de hoy, diciendo que todos los que no se encuentren escritos en el Libro de la Vida del Cordero serán excluidos de la presencia del Señor hasta el juicio. En el Juicio del Gran Trono Blanco, si sus nombres aún no se encuentran escritos en el Libro de la Vida, serán juzgados según sus obras y cada uno recibirá su parte en el lago de fuego – algunos recibiendo pocos azotes mientras que otros recibirán muchos azotes. Esto hace referencia a Gehena y el lago de fuego – no el purgatorio católico. A menos que doblen rodilla, confesando a Jesús como Señor en arrepentimiento y fe, de ninguna manera saldrán de Gehena hasta que hayan pagado el último cuadrante. Sin embargo, el Señor ha jurado que toda rodilla se doblará en sumisión a Él y cada lengua confesará que Él es Señor (Isa 45:23; Fil 2:10-11; 1Cor 15:22,28). La práctica común entre los judíos y cristianos primitivos de orar y ofrecer sacrificios por los muertos también es presentada como evidencia del purgatorio. Argumentan que hubiera sido considerado inútil orar por los muertos si su estado eterno fuera fijo – o en el cielo, o en el infierno. Sin embargo, los judíos hasta el día de hoy ofrecen oraciones por los muertos – no porque crean en un purgatorio, sino porque creen que el infierno (Gehena) es temporal – solo durando lo necesario para la purificación de las almas. Muchos en la Iglesia Primitiva ofrecieron oraciones por los muertos por la misma razón. Aunque Pablo hace mención de la práctica de ser bautizados por los muertos (1Cor 15:29), él ni condena el rito, ni les encarga hacerlo. Ofrecieron oraciones por todos sus seres queridos y no solamente por los que murieron en Cristo. Así que su práctica de orar por los muertos confirma su creencia en la reconciliación universal de todos y no en un purgatorio solo para los fieles. Sin embargo, hay un sentido en que todos creyentes tendremos que pasar por una purificación o un fuego que nos purga. Jesús dijo – hablando con Sus discípulos que “todos serán salados en fuego” (Marcos 9:49). Así que, ni aún sus discípulos son exentos del fuego purificador. El Apóstol Pablo también habla de un fuego, a través del cual aun los que estén en Cristo tienen que pasar: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1Cor 3:11-15) Pablo aquí dice que aun los que han edificado sus vidas sobre el fundamento que es Cristo tendrán que pasar por el fuego que dejará expuesto y consumirá todas las obras que son madera, heno, y hojarasca. Tome nota que no es el individuo en sí el que está siendo quemado, sino las obras vanas y muertas que no tienen valor eterno. El fuego no destruye al individuo. Lo que él sufre no es dolor físico sino pérdida. Él mismo será salvo, pero sus obras muertas no le seguirán en el reino. En este sentido, y en este sentido solamente, podemos reconocer una forma de purgación. Basado en este pasaje, algunos Evangélicos notables, incluyendo el respetado C.S. Lewis, han sostenido la creencia en una forma de purgatorio. [11] Sin embargo, en ninguna de las Escrituras vemos que es mencionado como un lugar o una región, de la manera que se podría decir acerca del cielo, Gehena o el lago de fuego, pero es el resultado de estar en la presencia de Aquel que es un Fuego Consumidor. Entiendo la expresión “aquel día” como refiriéndose al momento en que estamos ausentes del cuerpo y presentes con el Señor – sea en la Segunda Venida o en el momento de la muerte. En un momento de tiempo toda nuestra vida será dejada desnuda – expuesta por la mirada penetrante de Aquel cuyos ojos son como llama de fuego. No es un juicio que determina justificación o condenación, porque eso ya fue resuelto al pie de la cruz. Creo que será una revelación dolorosa y vergonzosa, aún para los santos más devotos. Sin embargo, será momentánea y no duradera. Aún los más consagrados de los santos tienen algo de escoria en sus vidas que será expuesta y consumida por Aquel que es descrito en las Escrituras como “el fuego consumidor y las llamas eternas” (Isa 33:14). La reacción inicial de Isaías al ver al Señor fue exclamar: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isa 6:5). El mismo clamor se ha oído en todos los avivamientos principales cuando la presencia del Señor deja expuesto el pecado y la carnalidad por lo que realmente es. Este fuego purgativo, al que todos en Cristo estarán expuestos, no debe ser visto como tomando lugar durante un lapso del tiempo entre la muerte y el momento en que estaremos en la presencia del Señor, sino más bien la experiencia inicial de estar en su misma presencia. Ser ausente del cuerpo para el creyente es estar presente con el Señor. En su Segunda Venida los que están vivos no irán a un “purgatorio.” Serán arrebatados en las nubes para estar con el Señor (1Tes 4:15-17). Será más doloroso para algunos que para otros, mientras que el fuego consumidor de Su presencia quema la madera, heno y hojarasca en sus vidas, pero ocurrirá en un instante de tiempo. No será un juicio en que la justicia es ejecutada y la sentencia declarada. Eso ya fue hecho por nosotros en la persona del Señor Jesucristo cuando derramó su sangre por nosotros en la cruz. No hay ningún juicio penal y condenatorio esperando a los que se encuentran en Cristo en aquel día (Rom 8:1). Los que creen en Él no entrarán en juicio, sino que ya habrán pasado de la muerte a la vida (Jn 5:24). En contraste a esto, el dogma histórico, Católico Romano del purgatorio, presenta a los elegidos como estando en un lugar a menudo descrito como tormentos en llamas literales. Según su doctrina, solo los elegidos, que se encuentran en un estado de gracia al morir, son admitidos al purgatorio. Los demás, que han cometido lo que ellos llaman pecados eternos o los que cometen pecados mortales sin confesarlos a un sacerdote, van directo a un infierno de fuego literal sin posibilidad de escape. El Papa Gregorio (590 d.C. – 604 d.C.), declaró que los católicos “expiarán sus faltas por medio de las llamas de purgatorio.” También describió las llamas como literales, diciendo: “El dolor es más intolerable de lo que uno puede sufrir en esta vida.” Siglos después, en 1431, en el Concilio de Florencia, el purgatorio fue declarado una doctrina infalible de la Iglesia. La Iglesia ha hecho muchas ganancias vendiendo indulgencias bajo la promesa de que las ofrendas dadas a la Iglesia por los seres queridos muertos aliviarán su sufrimiento y acortará su estadía en el purgatorio. Estos abusos son los que llevó a Martín Lutero a clavar sus 95 Tesis a la puerta de la Iglesia de Todos los Santos en Wittenburgo en 1517, en protesta. Estas 95 Tesis son lo que realmente inició el Movimiento Protestante de la Reforma. La declaración en el Concilio de Florencia acerca del purgatorio y las indulgencias para los muertos fue reafirmada por la Iglesia en el Concilio de Trent en 1564, que fue organizado para resistir el movimiento de la Reforma. Puede que algunos pregunten: “¿Qué diferencia hace realmente si uno cree en el purgatorio o no?” “¿Será que la doctrina realmente va en contra del evangelio de Jesucristo?” Tristemente sí lo hace. Esta doctrina tradicional católica históricamente ha enseñado que los pecados veniales y aún pecados mortales “perdonados” tienen que ser expiados en las llamas del purgatorio. [12] El Papa Gregorio el Grande dijo que en el purgatorio los elegidos “expiarán sus fallas en las llamas del purgatorio.” [13] Al enseñar que los santos tienen que expiar o propiciar sus propios pecados en el purgatorio, niegan la suficiencia del sacrificio propiciatorio de Cristo en la Cruz en nuestro lugar. La paga del pecado es la muerte. Esa fue la sentencia declarada por Dios mismo desde el principio en Edén. La vida está en la sangre y sin el derramamiento de sangre no hay remisión del pecado (Heb 9:22). Ninguna cantidad de llamas, por tan intensas que sean, pueden anular la sentencia declarada por el pecado – que es la muerte. Ninguna indulgencia puede deshacer lo que ya está hecho. No hay esperanzas de resucitación para los que ya están espiritualmente muertos en Adán. Tenemos que venir a Cristo para recibir Su vida de resurrección – naciendo de nuevo en Su Nueva Creación (Ef 2:4-9). El único sacrificio aceptable, capaz de redimirnos de la condenación que vino por la desobediencia de Adán, es el derramamiento de la sangre del Cordero de Dios, inmolado desde la fundación del mundo. Cuando Juan el Bautista vio a Jesús de lejos declaró: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). No hay otro camino al Padre, sino a través del sacrificio expiatorio de Cristo por nosotros. Ninguna cantidad de tiempo en un purgatorio puede dar vida a uno que nace muerto. Nosotros nacimos muertos en nuestros delitos y pecados, y ninguna cantidad de obras puede cambiar eso. Sin embargo, todos los que murieron en Adán serán vivificados en Cristo, el último Adán, pero cada uno en su debido orden (1Cor 15:22,23). Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Toda la creación fue reconciliada a Dios en Cristo (Col 1:15-20). Sin embargo, la única manera que uno puede experimentar la paz con Dios, lograda por esa reconciliación, es a través de la sangre de Su cruz (v.20; Rom 5:1-2). Jesús vino para destruir todas las obras del diablo y librarnos del último enemigo, la muerte, que nos mantenía en esclavitud al temor. Si tú no tienes la plena seguridad de que la sangre de Cristo te limpia de todo pecado – si vives en una horrenda anticipación del purgatorio o del infierno, entonces pon tu mira en Dios. Él te mostrará la cruz donde Su Hijo Jesucristo voluntariamente ofreció Su Misma sangre para la remisión de todos tus pecados, para que puedas vivir en la gozosa anticipación de ser recibido a Su presencia en vez de vivir en la esclavitud del temor a la muerte todos los días de tu vida. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:14-15) “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Cor 15:55-57). [1] https://catholicischristian.wordpress.com/2011/08/23/catholic-inventions-purgatorys-roots/ [2] https://en.wikipedia.org/wiki/Gehenna [3] Clemente de Alejandría, Paedagogus 1.8 as cited in Thayors Léxicon. [4] Clemente de Alejandría, Comentary of 1 John Adumbrat. in Ep. I Johan., printed at the end of his Treatise, Quis dives salvetur, p.1009, Potter´s Edit. [5] Origin, Commentary In Epist. Ad Rom. lib viii. cap. xi. [6] Origin, Contra Selsum 8.72. [7] Hanson, J.W. Universalism: The Prevailing Doctrine of the Christian Church During Its First 500 Years (Kindle Locations 2837-2839). [8] Hanson, J.W. (2014-09-16). Universalism: The Prevailing Doctrine of the Christian Church During Its First 500 Years (Kindle Location 2842-2847). [9] Gregorio de Niza, Catechetical Oraciones, (36) [10] Gregorio de Niza, Catechetical Oraciones, Cap. 26. [11] Lewis, C.S. (Cllive Staples) (2002). Letters to Malcolm: Chiefly on Prayer. Houghton Mifflin Harcourt. p. 108. [12] Oxford Dictionary of the Christian Church (Oxford University Press 2005 ISBN 978-0-19-280290-3), article Purgatory [13] Ps. 3 poenit., n. 1, quoted in Catholic Encyclopedia: Purgatory
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