por George Sidney Hurd
¿En qué sentido podemos decir que Dios es el Padre de todos? Cuando recibimos a Cristo, nacimos de nuevo como hijos de Dios, engendrados por el Espíritu de Dios como Juan 1:12,13 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Este nuevo nacimiento es el renacimiento de nuestro espíritu que estaba muerto en pecados: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).” (Ef 2:5). Cristo explicó a Nicodemo que es el espíritu del hombre que nace de nuevo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (Jn 3:6). Sin este nuevo nacimiento no podemos ver, mucho menos entrar, en el reino de Dios (Jn 3:3,5). Físicamente ya somos hijos de Dios aún antes de nacer de nuevo, porque procedemos de Él. Pero la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios (1Cor 15:50). Sin embargo, Cristo vino a vivificarnos, y a Su debido tiempo, todos habrán sido vivificados - espiritualmente vestidos de inmortalidad: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.” (1Cor 15:45) “… en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden.” (1Cor 15:22-23) La mayoría de los parcialistas (los que niegan la salvación universal de todos) argumentan que Dios no nos toma como hijos hasta nacer de nuevo; que los hombres son criaturas de Dios pero que Él no es nuestro Padre hasta nacer de nuevo, llegando a ser parte de la nueva creación. Esto, según ellos, absuelve a Dios de toda responsabilidad como Padre hacia Sus hijos. Pero eso no es lo que encontramos en las Escrituras. El hijo pródigo nunca dejó de ser el hijo de su padre, aun estando en la tierra lejana. Cuando volvió era como si naciera de nuevo, pero nunca dejó de ser tomado como hijo por su padre. El padre en la parábola es una expresión del corazón de nuestro Padre Dios hacia Sus hijos perdidos. Aunque se rebelaron contra Él y están en la tierra lejana derrochando toda la herencia de su Padre, Su amor hacia ellos nunca ha disminuido. ¿Qué era lo que dijo el padre al hijo mayor cuando su hijo extraviado volvió? “Mas era necesario hacer fiesta y gozarnos, porque éste, tu hermano, muerto era, y ha revivido; se había perdido (apólumi), y es hallado.” (Lc 15:32). Dios considera a todos como Sus hijos, no solamente los que se hayan revividos, o nacidos de nuevo. Las Escrituras afirman la paternidad de Dios y Su cuidado para todos Sus hijos: “Varones atenienses… El Dios que hizo el mundo…es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres…. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. 29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.” (Hch 17:22-29) Pablo aquí afirma el cuidado paternal de Dios de todos, incluso los atenienses impíos, diciendo que todos somos linaje de Dios. Creo que si Pablo fuera hacer semejante declaración en muchas Iglesias hoy, sería corregido por haber llamado a los inconversos hijos de Dios. Aquí no es el único lugar donde Pablo dice que Dios es el Padre de todos: “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Ef 4:6) Aquí vemos declarado que Dios es el Padre de todos. Algunos manuscritos griegos terminan este versículo con el pronombre personal “nosotros” y otros terminan con “ustedes”. En toda probabilidad estos pronombres fueron agregados por unos escribas tradicionales que no podían aceptar que Dios esté presente en toda Su creación, incluyendo aun los perdidos y por ese motivo agregaron los pronombres para aclarar que Dios solo está en creyentes. Mientras que es cierto que Cristo viene a morar en nuestros corazones hasta que lo recibamos, también hay un sentido en que Dios mora en todos: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. (Hch 17:28). Sea cual sea la lectura correcta de la última frase, podemos estar seguros de que Dios es el Padre de todos como Pablo ya había declarado unos diez versículos antes: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre…de quien es nombrada toda la familia en el cielo y en la tierra.” (Ef 3:14,15 RVG) [1] Aquí vemos que Pablo declara que Dios es el Padre de todos, no solamente de los que están en la tierra sino también de todos los que están en el cielo. Jesús también decía a las multitudes que Dios era el Padre de ellos: “Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo…uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.” (Mateo 23:1,9) Algunos argumentan que Dios no puede ser el Padre de todos porque dice que algunos son hijos del diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” (Juan 8:44) “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.” (1Juan 3:10) Es obvio aquí que no está hablando de orígenes sino de carácter. Ellos se originaron de Dios, como todos, y no del diablo. El comportamiento de uno no puede cambiar su origen. Si uno fuera separado de su padre en su infancia e imitaba a su padre adoptivo, ¿Por eso dejaría de ser hijo de su verdadero padre? No. Sin embargo, los que hemos nacido de nuevo debemos actuar como Dios, aunque ellos actúen como el diablo. En el sentido de origen, aún Satanás y sus ángeles son llamados hijos de Dios (Gen 6:2,4; Job 1:6, 2:1). Cuando estos pasajes dicen que son de su padre el diablo enfatizan el comportamiento y no sus orígenes. Expresamos esa idea en inglés como: “De tal padre tal hijo”. En ese sentido aún los gentiles que tienen la fe de Abraham son llamados “hijos de Abraham”. (Gál 3:6-7). Pero todos, sin excepción somos hijos de Dios en virtud de la creación: “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?” (Mal 2:10) Decir que Dios es nuestro Creador, pero no corresponde como nuestro Padre es contrario a la fidelidad de Dios. Todos pensamos mal de uno que procrea a un hijo y no acepta responsabilidad como padre, y sin embargo dicen que Dios está absuelto de toda responsabilidad paternal. Dicen que, aunque nos creó, no nos toma como sus hijos hasta nacer de nuevo. Thomas Allin, en su libro Christ Triumphant (Cristo Triunfante), comenta sobre este tema: “Se nos dice que Dios no es el Padre de todos los hombres, ¡Él es sólo su Creador! ¡Qué implicaciones tan malas contienen estas palabras! ¿Qué entendemos por paternidad y las obligaciones que ésta trae? La idea se basa esencialmente en la comunicación de vida al niño por el padre. La paternidad es para nosotros en gran medida ciega e instintiva; pero la creación es el Amor actuando libremente, divinamente; sabiendo todas las consecuencias, asumiendo toda la responsabilidad que conlleva el mismo acto de crear un espíritu inmortal razonable. Parece, pues, muy extraño tratar de escapar de las consecuencias de la obligación menor, al admitir una aún mayor, para buscar, en una palabra, evadir los resultados de una paternidad universal divina, alegando que Dios es solamente el Creador. [2] Pablo dice que, si uno no provee por su familia, es peor que un incrédulo (1Ti 5:8). ¿Cómo podemos llegar a pensar que Dios Padre no acepta responsabilidad por todos Sus hijos quién creó a Su imagen y semejanza? La genealogía de Lucas 3 termina en versículo 38 diciendo: “hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.” Si Dios no ha negado que Adán, quien introdujo el pecado al mundo era Su hijo, ¿Cómo va a negar que le pertenezcan los descendientes de él, que somos víctimas del pecado original heredado de él? Como Dios ha dicho: “He aquí que todas las almas son mías…” (Ez 18:4) Allin dice: “La esencia del cristianismo desvanece al negar cualquier verdadera paternidad de nuestra raza de parte de Dios… ¿Qué es uno entre tantos? Pero cada alma es de valor infinita, como si fuera único en los ojos de Dios su Padre. Y más que esto, somos tan propensos a olvidar de quién es la pérdida. La pérdida es de Dios: es el Padre quien pierde a Su hijo. La oveja extraviada de la parábola es la pérdida del Gran Pastor; la moneda perdida es la pérdida del Dueño. En este hecho se basa la promesa de buscarla y buscarla hasta encontrarla.” [3] Este artículo fue extraído de mi libro, El Triunfo de la Misericordia. [1] En el griego indica que toda linaje (ie. toda la familia) toma su nombre del Padre tal como lo traduce el Reina Valera Gómez. [2] Thomas Allin, Christ Triumphant [3] Ibid
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