por George Sidney Hurd
Una expresión que ha llegado a ser tan común en los círculos evangélicos que muchos toman como si fuera “Biblia,” es el dicho: “Todos los pecados son iguales a los ojos de Dios.” Si fuéramos honestos, la mayoría de nosotros que hemos usado este refrán, tendríamos que confesar que nuestra declaración dogmática va acompañada con un interrogatorio en nuestro interior. La idea de que todos los pecados son iguales va en contra de todo nuestro sentido innato de la justicia. ¿Cómo es posible que el pecado de un niño robando una galletica de la jarra de galletas sea igual al pecado de un hombre mayor de edad violando y matando a sangre fría a una niña indefensa? Ciertamente los caminos del Señor son infinitamente más altos que los nuestros y nuestra habilidad de comprenderlos es mínima. Sin embargo, Sus juicios trascienden nuestro sentido de la justicia en vez de contradecirlo. Nuestro sentido innato de la justicia es tan acertado que, según Pablo, aún un gentil impío sin la ley de Dios puede discernir lo que es correcto, así dejándolo sin excusa delante de Dios (Ro 1:14-16). Jesús reprendió a las multitudes por no usar su habilidad de juzgar lo correcto diciéndoles: “¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?” (Lc 12:57) Decir que todos los pecados son iguales no solo desafía todo sentido de la justicia, sino que también contradice las Escrituras. Las Escrituras a menudo utilizan un lenguaje comparativo cuando se habla de diferentes pecados. En Éxodo 32:21 Moisés le dijo a Aarón, al ver el becerro de oro y el pueblo danzando alrededor: “¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?” Aquí podemos ver que todos los pecados no son iguales, sino que hay pecados menores y pecados mayores. También podemos ver que el pecado era mayor que los anteriores por la severidad del juicio de Dios contra el pueblo. Numerosas prohibiciones fueron dadas bajo la ley, pero solo unas pocas eran tan grandes y abominables que exigían la pena de muerte. Jesús mismo indicó que hay grados de pecado cuando utilizó los comparativos como, “mandamientos muy pequeños” y “lo más importante de la ley” (Mt 5:19; 23:23). Él le dijo a Pilato, en referencia a Judas, “el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene” (Jn 19:11). Jesús dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada…ni en este siglo ni en el venidero” (Mt 12:31-32). La blasfemia no es un pecado “imperdonable” como muchos han llegado a creer, pero es mayor que otros pecados y por ese motivo Jesús dijo que no será perdonado en el presente o en la época venidera (para más detalle sobre este tema consulte mi libro “El Triunfo de la Misericordia”). También podemos ver varios grados de castigo por etapas progresivas del mismo pecado. Por ejemplo, en el área del pecado sexual, Jesús dijo que uno, solo mirando una mujer para codiciarla ya adultera en su corazón. Sin embargo, mirar a una mujer no es un pecado igual a cometer el acto de adulterio. Cometer adulterio es un pecado muy grave dañino y egoísta, pero es menos grave que la pedofilia, bestialidad o sodomía. Podemos ver en Romanos 1 que la sodomía es un pecado mayor que el adulterio u otras formas de fornicación porque es una perversión contra la naturaleza: “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” (Rom 1:24-27) Hoy en día algunos argumentarían que la sodomía no es un pecado mayor que cualquier otra forma de fornicación o adulterio con los del sexo opuesto. Sin embargo, aquí vemos que Pablo presenta un descenso en caracol que abandona las relaciones naturales o heterosexuales y termina practicando o aprobando la sodomía – hombres con hombres, cometiendo hechos vergonzosos. Pedro también se refiere a la sodomía como conducta perversa: “y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7 y libró al justo Lot, abrumado (intimidado, hostigado, oprimido) por la nefanda (perversa) conducta de los malvados 8 (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos).” (2 Pedro 2:6-8) Jesús también comparó el tiempo de Su Segunda Venida a los días de Lot (Lucas 17:28). El pueblo de Dios que no está dispuesto a hacer concesiones con sus convicciones bíblicas para acomodarse a los comportamientos LGBTIQA+ (L - Lesbiana · G - Gay · B - Bisexual · T - Trans · I - Intersexual · Q - Queer · A - Asexual, agénero, arromántico · + - Otras) son sujetados cada vez más a la intimidación, hostigamiento, y discriminación por los activistas gay, juntos con sus simpatizantes, de igual manera que hicieron en los días de Lot en Sodoma. Algunos, hoy en día, argumentan que Sodoma no fue destruido debido a la práctica de la homosexualidad, sino por su falta de hospitalidad. Sin embargo, Pedro caracterizó su pecado como “perversa conducta,” que no es una frase que uno utilizaría para describir la falta de hospitalidad. “Perversa conducta,” igual a como las describió Pablo: “contra naturaleza” y “hechos vergonzosos,” son expresiones que todos entienden como descripción de la perversidad sexual y no una falta de hospitalidad. El texto utilizado por los activistas gay para argumentar que el pecado de Sodoma era falta de hospitalidad en vez de homosexualidad es Ezequiel 16:49-50 que dice: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. 50 Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.” (Ezeq 16:49-50) Aquí, igual como en Romanos capítulo 1, vemos un descenso en caracol. En este caso vemos que todo comenzó con soberbia, y los condujo a excesos, ociosidad, indiferencia hacia los demás, y terminaron “haciendo abominación.” Cometer la abominación es lo que provocó el juicio tan severo de parte del Señor – no su falta de hospitalidad: (“hicieron abominación…y cuando lo vi…”). ¿Cuál fue la abominación que hicieron? Es obvio que no fue falta de hospitalidad. En primer lugar, dice que “hicieron abominación.” Falta de hospitalidad es un pecado de omisión – no de comisión. ¿Cuál pecado hicieron en Sodoma que sería considerado como una abominación? Homosexualidad. Por ese motivo sodomía ha sido utilizado por siglos como sinónimo de la práctica de la homosexualidad. La falta de hospitalidad jamás es designada como “abominación” con la pena de muerte. Dios habría actuado fuera de Su propia ley si hubiera infligido la pena de muerte sobre ellos por faltar a la hospitalidad. La ley de Dios no prescribe la pena de muerte por no dar a los pobres, pero sí exige la pena de muerte por la abominación del acto homosexual: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos.” (Lev 20:13) ¿Cuál abominación hizo Sodoma como para justificar la pena de muerte “como ejemplo?” Esta frase “abominación hicieron” como aparece aquí en hebreo en su forma singular es exactamente igual a “hicieron abominación” en Ezequiel 16:50. En toda la Escritura esta frase, como tal, solamente se refiere al acto homosexual. Judas, uno de los hermanos de Jesús, describe con más detalle el pecado de Sodoma: “como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.” (Judas 7) Si usted fuera un lector con un prejuicio a favor del estilo de vida homosexual, es más probable que hubiera dejado de leer este blog desde el momento que llamé el acto homosexual sodomía. Sin embargo, a la luz de lo que hemos visto en estos textos, sodomía es una expresión apta para caracterizar la actividad homosexual. Ahora en nuestros días, en estos tiempos finales, estamos viendo una repetición del descenso en caracol, igual como está descrito en Romanos 1:18-32 y en Ezequiel 16:49,50. Este mismo descenso fue profetizado por Pablo en 2Tesalonicenses 2:9-12. Pablo dice que, al fin de esta época, a todos los que no reciben el amor a la verdad, Dios les enviará un poder engañoso que preparará el camino para el engaño final bajo el Anticristo. “inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, 10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” (2Tes 2:9-12) Pablo dijo en Romanos 1 que: como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Él los entregó a pasiones vergonzosas. En toda probabilidad, Pablo está haciendo referencia a Sodoma. En 2Tesalonicenses 2, Pablo dice esencialmente lo mismo: Dios les envía un poder engañoso a los que no reciben el amor a la verdad, sino que se complacen en la injusticia. Las Escrituras también profetizan una intolerancia hacia la sana doctrina y una atracción a “interpretaciones” novedosas del texto, que acomodan las Escrituras al estilo de una vida desenfrenada. Este es un fenómeno que estamos observando en la cultura de hoy – tanto en el mundo, como también dentro de las mismas iglesias. Pablo nos advirtió diciendo: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2Tim 4:2-4) En nuestros tiempos, más que en cualquier otro tiempo en la historia, necesitamos tener conocimiento de lo que Dios nos ha revelado en Su palabra y aferrarnos a ella: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.” (2Tim 1:13) “pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.” (Apo 2:25-26) Volviendo al tema de este blog, podemos ahora ver algunas de las consecuencias prácticas de un refrán, aparentemente inocuo, pero no bíblico como, “todos los pecados son iguales delante de Dios.” Todos los pecados no son iguales delante de Dios, y el hecho de catalogar un pensamiento codicioso en el mismo nivel que el adulterio y la homosexualidad está haciendo un efecto desastroso en la sociedad posmoderna y está contribuyendo a la desintegración de la familia. Esta misma lógica errónea muy pronto podría ser aplicada para justificar incesto, pedofilia, y bestialidad. Si Dios ha puesto a Sodoma y Gomorra como ejemplo de lo que le espera a una sociedad que se entrega a la “perversa conducta” y “vicios contra la naturaleza” en rebeldía contra los límites claramente establecidos por Dios y contra la naturaleza, ¿Qué podemos anticipar hoy? Hace varios años Billy Graham citó a su esposa Ruth. Ella dijo: “Si Dios no castiga América, Él tendrá que pedir disculpas a Sodoma y Gomorra.” La pregunta que queda por responder es: “¿Dónde se originó el dicho, ‘todos los pecados son iguales delante de Dios?” Como muchos otros dichos utilizados en los círculos teológicos, parece que su origen se debe a un intento de justificar la sentencia genérica de una condenación eterna a todos, sin importar la magnitud de sus pecados. Es una respuesta tradicional a los que preguntan: “¿Si Dios es justo, por qué daría una sentencia de igual duración al niño que robó la galleta de la jarra, a la que se le da al hombre que viola y mata a una niña inocente?” La respuesta tradicional sería expresada más o menos de la siguiente manera: “Todo pecado, por pequeño que sea, es en contra de un Dios infinitamente santo y eterno, y por eso requiere una pena infinita y eterna.” El argumento de que la santidad infinita de Dios requiere una pena infinita por cualquier pecado no tiene su origen en la Biblia, sino que es un argumento filosófico presentado por primera vez por Anselmo, arzobispo de Canterbury en el siglo doce. El dicho, “todos los pecados son iguales,” aunque no es bíblico, es necesario para fortalecer el dogma de un castigo eterno para cada pecador sin importar lo poco o lo grande que sea su ofensa. Sin embargo, un castigo eterno y genérico no está de acuerdo con las Escrituras. El castigo futuro como fue presentado por Jesús es medido y de una duración en proporción a la gravedad de la ofensa y no infinito y eterno. Jesús dijo que algunos recibirán muchos azotes mientras que otros recibirán pocos azotes (Lucas 12:47-48). Muchos o pocos azotes son, por necesidad, limitados en duración. También son medidos con medida justa. Cada individuo será juzgado según sus obras y recibirán “su parte” o debida porción (Mateo 24:51; Apo 21:8). Una porción es una sentencia medida según las obras de cada uno. Jesús enseñaba que no saldrían de allí “hasta que” hubieran pagado todo (Mateo 5:26; Lucas 12:59). Si una condenación infinita genérica fuera dada a cada uno sin distinción, ¿Qué motivo habría de un juico según las obras de cada uno? ¿Por qué dijo Jesús que la sentencia sería más tolerable para algunos que para otros? (Mateo 10:15; Lucas 10:14). ¿Por qué dijo que algunos van delante de otros al reino de Dios, y que algunos serán primeros mientras que otros serán últimos?(Mateo 21:31; Lucas 13:30). Aunque no es cierto que todos los pecados son iguales delante de Dios, tenemos que insistir con las Escrituras en que ningún pecado, sin importar qué tan pequeño sea, es aceptable delante de Dios. Todos hemos pecado y la paga del pecado es la muerte. Santiago dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10-11). El nivel exigido por Dios no es como un juego de béisbol donde puede tener tres strike antes de quedar fuera. Algunos estados de los Estados Unidos han adoptado la ley de “tres strike” para ofensores repetidos. La santidad de Dios exige la perfección. Ningún pecado puede entrar en el eterno reino de Dios. Cuando Dios sea todo en todos, el pecado habrá dejado de existir por completo. Debido a que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, todos, sin excepción alguna, necesitamos al Salvador. Toda la humanidad, desde el niño robando la galleta de la jarra hasta el hombre violando y matando a una niña indefensa, está culpable delante de Dios. La ley fue dada solo con el propósito de revelar nuestra condición pecaminosa. La ley fue dada para condenarnos. Fue el ministerio de la muerte y de la condenación para todos los que hayan puesto sus esperanzas en la auto-salvación (2Cor 3:7,9). Solamente los que reconocen su condición pecaminosa buscarán refugio en el Salvador. Así que la ley fue nuestro tutor para llevarnos a Cristo (Gal 3:24). Todos, sin excepción, necesitamos la gracia de Dios que solo viene por la sangre de la cruz de Jesucristo. La ley nos encerró en desobediencia para que todos se acerquen a Él para recibir Su misericordia: “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” (Rom 11:32) Solo en Él recibimos justificación a pesar de nuestro pecado y solo en Él encontramos la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Mientras que es cierto que todo pecado es pecado, y todos hemos pecado y por eso estamos igualmente necesitados del Salvador, podemos claramente ver que no todos los pecados son iguales a los ojos de Dios. Sus juicios son justos, buenos, limitados, medidos y con misericordia para los que se arrepienten. Es Su misericordia que es eterna – no Su ira. Es mi convicción que la frase: “Todos los pecados son iguales para Dios” es solamente otro refrán tradicional más, que distorsiona la verdadera revelación de Dios, invalidando las Escrituras.
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