por George Sidney Hurd -- “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11) ¿Qué quiso decir Pablo cuando dijo: “si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”? Creo que Pedro pudo haber tenido este versículo en mente cuando dijo que algunas de las declaraciones de Pablo eran difíciles de entender y perturbaban la fe de los indoctos e inestables (2 Pedro 3:14-16). Confieso que, al no tener en cuenta la forma peculiar que tenía Pablo de expresar ciertas verdades, este versículo me inquietaba hasta hace poco. Parecía estar en conflicto con el contexto y la enseñanza general de Pablo. La mayoría de los comentarios que consulté no me fueron de ayuda. Sea lo que sea lo que Pablo quisiera decir con “la resurrección de entre los muertos”, la frase condicional “si en alguna manera” (εἴ πως, ei pōs) expresa sin lugar a dudas su incertidumbre sobre si la alcanzaría o no, y no puede explicarse razonablemente como mera humildad por su parte. Pablo nunca tuvo ninguna duda de que él, o cualquier otro creyente renacido, sería resucitado en la segunda venida de Cristo. Esta certeza se expresa en numerosos pasajes: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (2 Cor 4:14) “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” (2 Cor 5:1) “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Cor 15:51-52) “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Cor 15:21-22) Pablo dice que en el momento en que creímos, fuimos sellados por el Espíritu Santo para el día de la redención (Ef 1:13-14; 4:30). Lejos de limitarse a esperar que de alguna manera pudiera alcanzar la resurrección, dijo: “porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Tim 1:12). Es evidente que Pablo no tenía ninguna duda de que todos los creyentes nacidos de nuevo serían resucitados o transformados en la segunda venida de Cristo para su Iglesia. Algunos han argumentado que la razón de la incertidumbre de Pablo en Filipenses 3:11 era porque creía que solo los vencedores participarían en la primera resurrección y, por esa razón, no podía estar seguro de que resucitaría al regreso de Cristo hasta que hubiera terminado la carrera. ¡Imagínense! Si incluso Pablo no estaba seguro de si resucitaría cuando Cristo viniera por su esposa, ¿dónde nos dejaría eso al resto de nosotros? Sin embargo, como señalo en mi artículo, Los vencedores, todo aquel que ha nacido de Dios es un vencedor (1 Juan 5:4). El cuerpo de Cristo no está dividido entre los vencedores y los demás. Todos resucitarán al final de esta época cuando Cristo regrese. Como dijo Jesús: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero." (Juan 6:39-40) Creo que la clave para entender a qué se refería Pablo en Filipenses 3:11 es verlo en contexto. En los versículos 7 al 16, no está hablando de nuestra resurrección física en la segunda venida de Cristo, sino más bien de nuestra resurrección espiritual de entre los muertos, entrando plenamente en nuestra nueva vida de resurrección en Cristo, prosiguiendo para alcanzar esa nueva vida a la que Jesucristo nos ha llamado. No es hasta el final del capítulo que Pablo menciona nuestra resurrección física de entre los muertos, y la presenta como algo que ya es seguro que ocurrirá. Él dijo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Fil 3:20-21) Obviamente, su certeza de que ya era ciudadano del cielo y de que Cristo transformaría su cuerpo, haciéndolo como el cuerpo glorificado de Cristo cuando Él venga en gloria en el versículo 20, no deja lugar a la interpretación que lo presenta en el versículo 11 como si estuviera inseguro de si alcanzaría o no la resurrección física de entre los muertos. Aunque claramente es una minoría los eruditos que consideran que la resurrección a la que Pablo se esforzaba por alcanzar en el versículo 11 es estrictamente espiritual, esta interpretación no es exclusiva mía. En el Vines Expository Dictionary se dice: “En Filipenses 3:11, καταντάω, katantaō (alcanzar) se utiliza para referirse a los objetivos primordiales de la vida del apóstol, que dice: ‘si por cualquier medio pudiera alcanzar la resurrección de entre los muertos’, no la resurrección física, que está asegurada para todos los creyentes en el cielo, sino la vida presente de identificación con Cristo en su resurrección”. [1] Dan Haley Jr. también considera que la resurrección a la que Pablo aspiraba era una resurrección espiritual. Al comentar Filipenses 3:11, dice: “esto es, en sentido figurado, una resurrección de entre los muertos que aún están en sus pecados”. [2] Aparte del hecho de que en el mismo capítulo Pablo expresó su certeza acerca de su resurrección de entre los muertos en la segunda venida de Cristo, ¿qué otra base contextual hay para considerar que la resurrección del versículo 11 es espiritual y no física? Veo dos factores principales que, en mi opinión, indican que Pablo se refería a una resurrección espiritual: 1) Las frecuentes referencias de Pablo a una resurrección espiritual, y 2) El flujo del contexto inmediato. 1) Las frecuentes referencias de Pablo a una resurrección espiritual Un tema recurrente en todas las epístolas de Pablo es el de nuestra nueva vida resucitada en Cristo. De hecho, habla más a menudo de nuestra resurrección espiritual que de nuestra resurrección corporal al regreso de Cristo. En Efesios 2:4-7 dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” De semejante manera dice en Colosenses 2:12-13: “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.” Cada vez que nos dice que fuimos resucitados espiritualmente de entre los muertos, nos exhorta a vivir de acuerdo con nuestra nueva realidad como personas que han resucitado de entre los muertos. En Efesios 4:17-18 dice: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón.” Del la misma manera, en Colosenses 3:1-5, después de decirnos en el capítulo 2 que hemos sido resucitados con Cristo, nos exhorta a vivir de acuerdo con ello: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. 5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría.” Este es un patrón recurrente en las epístolas de Pablo. En Romanos 6, Pablo argumenta que si hemos sido unidos a Cristo en su muerte y resurrección, debemos caminar en consecuencia. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Rom 6;3-4) Aunque hemos resucitado espiritualmente con Cristo, debemos aprender a caminar en esta nueva vida por la fe. Pablo continúa diciendo que no basta con saber que hemos resucitado con Cristo: debemos considerarlo como cierto y, en lugar de dejar que el pecado reine en nosotros, someter nuestros miembros como los que han resucitado de entre los muertos: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” (Rom 6:11-13) Así que, aunque hemos sido resucitados con Cristo, aún no hemos alcanzado plenamente la resurrección de entre los muertos en nuestro caminar diario. Pablo dijo: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (2 Corintios 4:11). Todo creyente regenerado tiene la vida resucitada de Cristo dentro de sí. Sin embargo, mientras estemos en este cuerpo de carne, tenemos la ley del pecado en nuestros miembros y, por esa razón, debemos presentarnos diariamente ante Dios como quienes vivimos de entre los muertos, sin dar lugar a la carne para que satisfaga sus deseos. Al igual que Pablo en Filipenses 3, debemos procurar alcanzar esa vida de resurrección, asir aquello para lo cual fuimos también asido por Cristo Jesús (Fil. 3:11-12). 2) El flujo del contexto inmediato indica una resurrección espiritual “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. 12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio (βραβεῖον, brabeion) del supremo llamamiento (τῆς ἄνω κλήσεως τῆς ἄνω κλήσεως, “la llamada hacia arriba”) de Dios en Cristo Jesús. 15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. 16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. 17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros… 20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Fil 3:10-21) Aquí podemos ver que, aunque Pablo consideraba que nuestra ciudadanía en el cielo y el hecho de recibir un cuerpo glorificado al regreso del Señor eran seguros (vv. 20-21), había un premio que llegar a obtener o alcanzar. En el momento en que nacimos de nuevo, recibimos una herencia incorruptible y fuimos sellados para el día de la redención, guardados por el poder de Dios hasta que seamos transformados o resucitados (Ef 1:13-14; 1 Pedro 1:3-5). La vida eterna de Cristo no es un premio que hay que ganar, sino un regalo que hay que recibir (Rom 5:15; 6:23). En el versículo 12, él dijo que aún no había alcanzado la resurrección de entre los muertos. Eso sería evidente si, de hecho, se estuviera refiriendo a su resurrección corporal en la segunda venida de Cristo. Siempre que Pablo habla de la salvación, la presenta como un don gratuito de la gracia de Dios (Ef 2:8-9; 2 Tim 1:9; Tit 3:5-7, etc.). Sin embargo, cuando habla de nuestra participación en la santificación y el ministerio, a menudo lo presenta como si fuéramos atletas en los Juegos Olímpicos griegos, esforzándonos por obtener el premio (βραβεῖον, brabeion) al que se refiere como una corona de laurel (στέφανος, stephanos). Dado que trato este tema con más detalle en mi blog, Galardones por las Buenas Obras, no entraré en más detalles aquí, salvo para señalar que este es el lenguaje que él utiliza aquí para describir su objetivo de conformarse a la muerte de Cristo para alcanzar la resurrección de entre los muertos, o la plenitud de la vida resucitada de Cristo que mora en él, aferrándose a aquello por lo que Cristo se aferró a él. Repite varias veces que seguía adelante para alcanzar la meta que era la llamada hacia arriba de Dios en Cristo Jesús. La “llamada hacia arriba” alude al momento en que los atletas que ganaban la competición eran llamados a subir al estrado (βῆμα, bēma), situado en una plataforma elevada en la arena, para recibir su premio, que era una corona de laurel (corona corruptible, stephanos). [3] La diferencia es que nosotros competimos por una corona incorruptible (1 Corintios 9:25). Aunque nuestras obras serán juzgadas en el tribunal de Cristo, será para recibir galardones o perderlas, no para obtener la salvación, ya que la salvación es un regalo de Dios. Si nosotros, como creyentes nacidos de nuevo, no corremos bien, podemos ser descalificados y no recibir una recompensa (1 Corintios 9:24-27), pero aun así seremos salvos. Como dice Pablo de todos aquellos que han edificado sobre el fundamento que es Cristo: “la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1 Cor 3:13-15) Por lo tanto, 1) entendiendo que la salvación es un regalo gratuito de Dios y que todos los que han sido salvos y nacidos de nuevo ya son ciudadanos del cielo y serán transformados o resucitados corporalmente en la segunda venida de Cristo; 2) considerando las frecuentes referencias de Pablo a una resurrección espiritual, exhortándonos a caminar en la novedad de la vida del Cristo resucitado, en lugar de permitir que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales, y 3) considerando que él presenta el alcanzar esta resurrección de entre los muertos como un premio que hay que alcanzar, en lugar de un regalo que ya había recibido, resulta evidente que la resurrección de entre los muertos a la que se refería Pablo en Filipenses 3:11 era su resurrección espiritual de entre los muertos, y no una resurrección corporal. [1] Vine's Expository Dictionary of Biblical Words, NT:2658. [2] Dan Haley Jr., The Out Resurrection, https://www.youtube.com/watch?v=H149cn5KjYU ,26:10 [3] F. F. Bruce, Philippians, Understanding the Bible Commentary Series, 1989. Gordon D. Fee, Paul’s Letter to the Philippians, New International Commentary on the New Testament, 1995
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