por George Sidney Hurd
“Porque no somos como muchos que adulteran la palabra de Dios; antes con sinceridad, como de parte de Dios, delante de Dios hablamos en Cristo.” (2Corintios 2:17 RVG) Este artículo fue tomado del libro, El Triunfo de la Misericordia. Desde que llegué a comprender el evangelio glorioso de la reconciliación universal, he luchado para encontrar un título apto para describirlo. Los Padres de la Iglesia Primitiva lo llamaban la Apocatástasis (ἀποκατάστασις), o la restauración de todos (Hch 3:21). Pensé que “el evangelio completo” hubiera sido una buena expresión si ya no hubiera adquirido sus propias connotaciones. El término “evangelio completo” fue creado cuando redescubrieron la realidad de que el evangelio no incluye solamente nuestra salvación del pecado sino también la sanidad física – un reverso de las consecuencias del pecado en nuestros cuerpos físicos. La obra redentora de la cruz no solo hizo posible que Dios sea justo y a la vez misericordioso, justificando al impío (Rom 3:25-26), sino que también hizo posible que un Dios justo y santo se arrepienta del mal declarado por Él mismo, debido al pecado de Adán, sanando a los enfermos y aun levantando a los muertos. Dios no puede ser justo y a la vez simplemente pasar por alto el pecado o arbitrariamente poner en reverso la maldición de la muerte a consecuencia del pecado. Solo Su obra redentora de la cruz hizo posible que Él sea justo y a la vez misericordioso hacia pecadores indignos como nosotros. Todo perdón de parte de Dios hacia los hombres y toda sanidad divina, que van en contra de la maldición de la muerte declarada – sea en el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento, solo son posibles por medio del sacrificio propiciatorio de Cristo en la cruz. Dios solo podía ser misericordioso y a la vez justo; sanando a los hijos de Israel en el desierto y perdonando juicios declarados contra ellos viendo la cruz. El avivamiento de la sanidad y el redescubrimiento de la verdad del “evangelio completo” de la sanidad divina, permitió que muchos apropiaran por fe, no solamente el perdón de sus pecados sino también su sanidad física. Anterior a eso muchos sufrieron enfermedades físicas innecesariamente, no sabiendo que el evangelio también incluía la sanidad física. El descubrimiento de que la sanidad divina podría ser apropiada de la misma manera que la salvación espiritual (de gracia por medio de la fe), desveló una nueva dimensión al evangelio que se había perdido desde que la Iglesia entró en la Época Oscura. Por un tiempo me sentía frustrado porque ahora sabía que el “evangelio completo” realmente era mucho más completo de lo que fue redescubierto en el avivamiento de la sanidad. Quería poder utilizar la expresión “evangelio completo” para referirme a la salvación universal, pero sabía que no podía emplear esa expresión porque ya estaba limitada por su asociación con el evangelio de la sanidad. Entonces, un día pensando en esto, sentí que el Señor me reveló un término aún más apto: “El Evangelio No Adulterado” o “El Evangelio Puro.” Desde los comienzos de la Iglesia, el enfoque principal del enemigo ha sido diluir, corromper y velar el mensaje del evangelio para que el hombre no descubra su poder salvífico y transformador: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2Co 4:3-4) En la cruz descubrimos la sabiduría de Dios y el poder de Dios para salvación. Los sabios de esta época la consideran locura; los fuertes la ven como algo innecesario; los legalistas la han leudado con las obras de la carne; empresarios la han explotado para ganancias personales; los libertinos la han adaptado a su estilo de vida licenciosa. Ha sido diluida, prohibida, burlada, modificada, reducida a una imagen, utilizada como un ornamento y pisoteada. Sin embargo, sigue siendo la sabiduría de Dios y el poder de Dios para todos los que la ven y la abrazan en toda su gloriosa pureza. El evangelio en toda su pureza siempre ha sido el blanco de Satanás desde el día en que la Gran Comisión fue encomendada a la Iglesia. Gran parte de las epístolas del Nuevo Testamento es dedicado a la defensa del evangelio en su pureza. Pablo declara a los Gálatas: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gál 1:6-9) Usualmente, los viajes misioneros de Pablo fueron seguidos por grupos de Judaizantes. Los Judaizantes eran judíos que profesaban la fe en Jesús, pero a la vez insistían en guardar la ley y la tradición de los Fariseos. Jesús les advirtió a sus discípulos contra la levadura de los Fariseos y de los Saduceos; refiriéndose a la doctrina de los Fariseos y la doctrina de los Saduceos (Mat 16:6,12). Tanto el exclusivismo y legalismo de los Fariseos, y la incredulidad y racionalismo de los Saduceos siguen adulterando el evangelio y negando su poder para salvar hasta el día de hoy. Pablo, en Gálatas 1:8,9, pronunció un doble anatema contra cualquiera que predique otro evangelio. Él dice que si alguno predica otro evangelio distinto al evangelio puro de la justificación por la gracia por medio de la fe, aparte de las obras de la ley que él predicaba, entonces no es un evangelio. No hay otro evangelio o “buenas nuevas” aparte de las gloriosas buenas nuevas de una reconciliación universal, que finalmente será recibida por todos; por la gracia por medio de la fe en Su cruz. El evangelio elitista de los Judaizantes, que siguieron en la tradición de los Fariseos, enseñó la salvación por medio de la fe en Jesús más las obras de la ley, y no por la gracia por medio de la fe aparte de las obras. Pablo enseñó que Cristo es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen (1Tim 4:10; Col 1:20). En cambio, los Fariseos enseñaban que el destino final de toda la humanidad, a excepción de los mejores de los mejores y los más fuertes de los fuertes, es un tormento eterno en un lago de fuego que nunca se apaga. Pablo enfatiza que ese no es el evangelio; aun cuando algunos lo llamen por ese nombre. La Levadura de los Fariseos – “Las Buenas Nuevas, Malas Nuevas Evangelio” Lamentablemente, alguna variación del evangelio de los judaizantes (las buenas nuevas - malas nuevas evangelio), es lo que muchos proclaman hasta el día de hoy. Pero, según Pablo, no es realmente buenas nuevas sino “malas nuevas” disfrazadas como si fueran el evangelio. Muchos misioneros han tenido poco éxito vendiendo su evangelio “buenas nuevas - malas nuevas” y con razón. Déjeme ilustrarle: Imaginemos el primer encuentro con un miembro de una tribu aislado en el corazón de la selva que nunca ha oído hablar de Jesús. Misioneros tradicionales usualmente comienzan de la siguiente manera: Misionero: “Traigo buenas nuevas, pero primero necesitas oír las malas nuevas.” Las malas nuevas son que eres un pecador en camino al infierno.” El indígena interrumpe: “¿Qué es el infierno?” Misionero: “El infierno es un lugar de tormentos que nunca terminan. Todos los que no crean en las buenas nuevas antes de morir pasarán la eternidad quemándose en el infierno.” El indígena: “¡Esas sí son malas nuevas! Un extranjero vino a nuestra comunidad hace dos meses y muchos caímos enfermos. Fallecieron mi querida esposa y dos hijos. ¿Significa eso que ellos ahora se están quemando en ese infierno y que estarán allí por toda la eternidad?” Misionero: “Lamento ser el primero en informarte de las malas nuevas, pero, sí. A menos que uno crea en las buenas nuevas antes de morirse pasará toda la eternidad en el infierno.” El indígena: “Entonces, ¿Cuáles son las buenas nuevas?” Misionero: “Las buenas nuevas son que Dios te ama a ti de tal manera que envió a Su Hijo para que tuvieras vida eterna.” El indígena: “Eso da mucho qué pensar. Voy a considerarlo. Mañana te cuento qué decisión he tomado.” Misionero: “Hoy es el día de la decisión. Si esperas hasta mañana podrías morir esta noche. Entonces la Ira eterna de Dios será derramada sobre ti, junto con tu esposa y tus dos hijos. Necesitas creer en las buenas nuevas hoy porque no puedes estar seguro del día de mañana.” Aunque la mayoría de los cristianos tradicionales intentarían presentar su “evangelio de malas nuevas, buenas nuevas” de una manera más discreta, siempre queda muy corto comparado al evangelio puro, no adulterado de la reconciliación final de todos por medio de la sangre de la cruz. Otra versión más amena que algunos presentan es la siguiente: Misionero: “Traigo buenas nuevas, pero primero necesitas oír las malas nuevas.” Las malas nuevas es que eres un pecador en camino al infierno.” El indígena interrumpe: “¿Qué es el infierno?” Misionero: “El infierno es un lugar de tormentos que nunca terminan. Todos los que no crean las buenas nuevas antes de morir pasarán la eternidad quemándose en el infierno.” El indígena: “¡Esas sí son malas nuevas! Un extranjero vino a nuestra comunidad hace dos meses y muchos caímos enfermos. Fallecieron mi querida esposa y dos hijos. ¿Significa eso que ellos ahora se están quemando en ese infierno y que estarán allí por toda la eternidad?” Misionero: “Creo que ellos irán al cielo, dado que no tuvieron la oportunidad de escuchar las buenas nuevas antes de morir. Pero tú ya has oído el evangelio. Así que no habría segunda oportunidad para ti.” El indígena: “¿Quieres decirme que todos los que ya han muerto en nuestra comunidad sin oír las buenas nuevas van al cielo, pero que, de aquí en adelante, todos nosotros tenemos que creer las buenas nuevas antes de morir o iremos a un infierno eterno?” Misionero: “Así es, exactamente.” El indígena: “Entonces, ¿Por qué viniste? Yo, por mi parte, voy a recibir las buenas nuevas para no ir a ese infierno, pero no sé qué decisión tomarán los demás en mi comunidad. Todos nosotros hubiéramos ido al cielo si no hubieras venido. ¡Ahora es más probable que la mayoría de nosotros vaya a un infierno eterno!” Entonces, vemos que, sin importar la manera en la que uno presente las “buenas nuevas - malas nuevas evangelio,” siempre termina siendo malas nuevas para la gran mayoría. Por eso Pablo dijo que cualquier otro evangelio que no fuera el puro evangelio no adulterado que él predicaba, realmente no era un evangelio. Simplemente eran “malas nuevas” envueltas en el disfraz de las buenas nuevas. El evangelio no adulterado de Jesucristo es nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo (Lc 2:10). Cualquier evangelio que quede corto a ese evangelio no es en realidad ningún evangelio. Un misionero que es un embajador de reconciliación a toda la creación de Dios tiene el privilegio de proclamar un evangelio no adulterado. Sería algo parecido a lo siguiente: Misionero: “Tengo buenas nuevas para ustedes. Nosotros todos fuimos creados a la imagen de Dios para gozarnos de la comunión con Él. Nuestros primeros padres desobedecieron a Dios y todos nosotros, desde ese entonces, hemos vivido en desobediencia a Él – todos nosotros hemos pecado y faltado a la gloria de Dios y a Sus buenos propósitos para nuestras vidas. El reino de Dios es un reino de amor, luz y verdad. Cuando el hombre no camina con Dios quien es luz, estamos perdidos y separados de nuestro Creador. Todos nos hemos desviado de la verdad de esta manera, cayendo en odio, envidia y contención. Separados de nuestro Dios hemos traído sobre nosotros mismos sufrimiento y muerte. Separados de nuestro Padre Dios vivimos como huérfanos espirituales. En el vacío el hombre ha llegado a estar esclavizado a muchos vicios auto-destructivos. (Note: Lo presentado hasta aquí no es parte del evangelio. Es simplemente una descripción del dilema de la humanidad separada de Dios en la tierra lejana.) “Pero las buenas nuevas son que Dios no nos dejó en esta condición perdida. En la plenitud de los tiempos Dios envió a Su Hijo a vivir como uno de nosotros. En contraste con nuestro primer padre Adán, que desobedeció a Dios, Él vivió una vida de perfecta obediencia al Padre y se ofreció a sí mismo a morir en nuestro lugar, tomando sobre sí la culpa de todos nosotros. Después de tres días Dios lo levantó de entre los muertos. Su resurrección demostró que el sacrificio de Su sangre inocente por nosotros como nuestro sustituto fue suficiente para satisfacer la justicia de Dios por todos nuestros actos pecaminosos de desobediencia juntos. Así como todos quedamos culpables y condenados delante del Dios santísimo en nuestro primer padre, Adán, ahora en el Último Adán - Cristo, todos son justificados por fe en Él, siendo nacidos de nuevo como parte de la Nueva Creación que Dios comenzó en Él. “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo reconcilió a toda la creación caída y pecaminosa a Si mismo a través de la sangre de Su cruz y Él suplica a ustedes por medio de nosotros a reconciliarse con Él en sus corazones. Así como en nuestro primer padre, Adán, todos nosotros morimos; en el último Adán, Jesucristo, todos serán vivificados, pero cada uno en su debido orden. Ahora es el mejor momento para doblar rodilla ante Él en humilde rendición. Cristo es el Salvador de todos, pero especialmente de los que creen ahora. “Recibe a Cristo como tu Salvador ahora y deja que entre en tu vida para transformarte, haciéndote una nueva criatura, de la cual Él es el prototipo. El reino de Dios es un reino de pura luz, amor y justicia. Sin la santidad que viene por andar en unión con Cristo no podrás entrar en Su reino o mirarle en todo Su glorioso esplendor. “Entrega tu vida a Él ahora para que Él pueda transformarte a Su propia imagen en esta vida. Entonces cuando Él venga por ti, serás encontrado como Él. Si eres encontrado como Él cuando Él venga por ti, serás llevado a Su misma presencia y llegarás a ser uno con Él como una esposa llega a ser una con su esposo. Si no te has encontrado en Él cuando venga por ti – si aún no habrás muerto a tu vieja manera de vivir como descendiente de Adán, entonces tendrás que estar apartado para juicio y sometido a aflicciones de fuego, siendo dañado por la segunda muerte que negaste morir en esta vida. Recíbelo en tu vida ahora, permitiendo que Él te transforme a Su misma imagen para que no sea necesario que Dios te aparte para juicio y corrección de fuego en aquel día mientras los hijos del reino estén regocijándose en la presencia del Señor. El Indígena: “Ahora entiendo que todo nuestro sufrimiento es porque nos hemos apartado, cada uno de nosotros, a nuestro propio camino. Ahora me arrepiento y recibo a Cristo en mi corazón para que me transforme en una nueva persona. Quiero permanecer en Él para que, cuando Él venga por mí, sea como Él y no ser avergonzado en su presencia.” La verdad del evangelio eterno, puro y no adulterado es la gracia de Dios llevándonos al arrepentimiento y una fe viva en Cristo. No son “malas nuevas” disfrazadas de “buenas nuevas.” Es universal en su alcance, siendo buenas nuevas de gran gozo para todo el pueblo (Lc 2:10). El puro evangelio declara sin limitaciones que, a fin de cuentas, todos en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, confesarán a Jesús como Señor y doblarán rodilla en humilde y voluntaria sumisión a Él. Este es el evangelio que debemos defender y proclamar. La Levadura de los Saduceos Como ya hemos visto, la levadura de los Fariseos convierte las buenas nuevas en malas nuevas. Jesús acusó a los Escribas y a los Fariseos de hacer el reino de los cielos inalcanzable para los que querían entrar, y sin darse cuenta, se excluían a sí mismos al mismo tiempo (Mat 23:13). El evangelio de malas nuevas de los judaizantes era un intento de combinar dos elementos incompatibles: la gracia y las obras, haciendo cualquier seguridad de la salvación imposible (Rom 11:6). Combinando este evangelio de malas nuevas con la doctrina de tormentos eternos, solo lograron dejar a sus prosélitos sintiéndose con menos esperanza que antes, volviendo desanimados al mundo dos veces peor de lo que eran antes de recibir su levadura (Mat 23:15). Mientras que los Fariseos convirtieron el evangelio en malas nuevas, agregando obras a la gracia y adjuntando el castigo eterno, la levadura de los Saduceos se manifestó en forma de incredulidad en los elementos más esenciales del evangelio, dejándolo sin poder para salvar. Esta clase de levadura ha buscado socavar la base y sustancia del puro evangelio de Jesucristo. Comenzó a surgir en una forma primitiva de Gnosticismo que negaba que Jesús era el Cristo; el Hijo de Dios nacido de una virgen. Según ellos, cuando Jesús murió en la cruz, solo era el hombre, Jesús, quien murió y no el Dios-Hombre, Jesucristo, quien entregó Su vida por la humanidad. Las implicaciones de esta doctrina deben ser obvias: Un hombre perfecto solo se podría sustituir por un individuo. Si no fuera Dios, en Cristo, reconciliándose al mundo a Sí mismo en la cruz, entonces Su sangre derramada como un sacrificio propiciatorio no hubiera sido de valor suficiente para expiar nuestros pecados, sin mencionar los de todo el mundo (cf. 1Jn 2:2). Por eso Juan advierte tan severamente: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.” (1Jn 2:22-23). Es por eso que Pablo nos advierte a no prestar oído a cualquier argumento que socava la plena divinidad de Jesucristo: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. 9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Col 2:8-10) Si Jesucristo fuera meramente humano y no el Dios-Hombre, en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, entonces los que han puesto solamente en Él su esperanza para salvación son los más dignos de lástima. Si fuera así, estaríamos aún en nuestros pecados porque el sacrificio de un mero hombre – por más perfecto que sea, no tendría valor suficiente para salvar a toda la humanidad. La levadura de los Saduceos leuda el puro evangelio con el humanismo racionalista que muestra un desdén condescendiente hacia los que mantienen la doctrina bíblica de la suficiencia de la muerte sustitutiva y propiciatoria de Cristo en la cruz para salvar al mundo entero. Ellos reducirían Su vida y aún Su muerte a simplemente un ejemplo para seguir. Sin embargo, todo el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento fue diseñado para ser sombra del sacrificio expiatorio de Sí mismo como nuestro sustituto en la Cruz. La muerte sustitutiva de Cristo a través de Su sangre derramada en lugar de la nuestra es un tema recurrente a través de todas las Escrituras. Los siguientes son solamente unos ejemplos claves: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isa 53:6) “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2Co 5:21) “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Rom 3:23-26) “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.” (Heb 2:17) “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1Jn 2:2) “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1Jn 4:10) A pesar de estos pasajes y muchos más, ellos insisten que la justicia no permite que uno pague la deuda a favor de otro. Insisten que cada uno tiene que pagar sus propias deudas. Sin embargo, vemos provisión en la ley de Dios dándole derecho a uno a pagar el precio de la redención de otro. La única condición era que tenía que ser uno de sus hermanos: “Si el forastero o el extranjero que está contigo se enriqueciere, y tu hermano que está junto a él empobreciere, y se vendiere al forastero o extranjero que está contigo, o a alguno de la familia del extranjero; 48 después que se hubiere vendido, podrá ser rescatado; uno de sus hermanos lo rescatará.” (Lev 25:47-48) Bajo la ley de Dios, si uno fuera quedar esclavo, entonces un hermano del esclavo tenía el derecho a redimirlo (comprar su libertad). Por eso era necesario que Jesucristo fuera en todo semejante a sus hermanos. Solo de esta manera podía el Hijo de Dios calificarse como nuestro hermano Redentor. Toda la raza adámica ha nacido esclava al forastero; Satanás. El Hijo de Dios tuvo que tomar forma de carne semejante a la nuestra para calificarse como nuestro hermano Redentor. Dios previendo la obra redentora de Cristo en la cruz estableció la ley del hermano redentor como sombra de nuestro Gran Redentor Jesucristo que nos redimiría con Su propia sangre. Pedro advirtió de los que negarían el valor redentor del sacrificio de la sangre de Cristo en la Cruz por nosotros: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató (agoradzo “compró”), atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.” (2Pedro 2:1) Muchos de los Universalistas (y también muchos tradicionalistas que creen en el castigo eterno o la aniquilación de los impíos), predican un evangelio falso, humanista, habiendo sido contaminados por la levadura de los Saduceos. Ellos niegan que el único camino a Dios sea a través de la muerte y resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios. Muchos de ellos hasta niegan la divinidad de Jesucristo como Hijo de Dios. Es importante enfatizar que no todos los que rompieron con la tradición a favor del Universalismo son Universalistas bíblicos que insisten que el único camino a Dios es a través de la fe en el sacrificio de Cristo como nuestro Redentor y Salvador. El Universalismo es igual de atractivo para los Libertinos de hoy, que malinterpretan la gracia de Dios como licencia para una vida de libertinaje, como fue en los días de los Apóstoles. (Rom 3:8; 6:15) Judas dice: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 4) Sin embargo, los Apóstoles no modificaron el puro evangelio de la gracia de Dios para protegerlo contra los abusos de los que querían aprovecharse de él. Debido a la instancia de los Apóstoles de mantener el evangelio en toda su pureza sin adulterarlo, fueron acusados falsamente por los Judaizantes farisaicos de estar promoviendo el pecado: “¿Y por qué no decir, como se nos calumnia, y como algunos afirman que nosotros decimos: Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de los tales es justa.” (Rom 3:8 NBLH) El hecho de que algunos pervierten el evangelio glorioso de la reconciliación universal, diluyéndolo para sus propios fines carnales, no es justificación para que nosotros comencemos a restringirlo o limitar su alcance. Cuando comencé a descubrir la doctrina bíblica de la restauración universal, leía todo lo que podía encontrar sobre el tema – tanto los que estaban a favor como los que estaban en contra. Sin embargo, los que podría, de buena consciencia recomendar a otros, que eran fundadas enteramente en las Escrituras, podría contar con mis dedos. Las formas de Universalismo no bíblicas abundan. Muchos hoy en día sostienen una forma de Universalismo sincretista, que es inclusiva de todas las religiones del mundo. Comenzando con el Modernismo del siglo XIX con su teología liberal, la levadura de los Saduceos ahora ha avanzado, metaforizándose rápidamente en nuevas expresiones. Ahora el Modernismo Liberal ha pasado a ser “Progresismo Postmoderno”. Muchos, dentro del Movimiento Emergente Eclesiástico se han apartado de la Fe que ha sido una vez dada a los santos, a un relativismo subjetivo (Judas 4). Cualquier persona que haga una declaración basada en la doctrina bíblica es considerado arrogante y prejuiciado. Hay una apostasía de la fe en la verdad objetiva como revelada en la Palabra de Dios, a un relativismo subjetivo, conductivo a una Iglesia Ecuménica Mundial, ahora presentada con otros nombres más atractivos como “La Iglesia Emergente.” La variedad de Universalismo presentada por algunos dentro del movimiento es inclusiva de todas las religiones del mundo y es antagonista contra el evangelio puro y no adulterado. Suelen citar ciertos dichos de Jesús que apoyan sus doctrinas favoritas, pero no creen en Sus palabras cuando dice: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” o “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Mat 4: 4 Jn 14:6). Es mi convicción que necesitamos volver al evangelio puro, no adulterado de la reconciliación de todos a través de la sangre de la cruz de Jesucristo. Los padres de la Iglesia, en los días de San Agustín, adulteraron el evangelio, adjuntando la doctrina farisaica del castigo eterno para protegerlo de los abusos de los Libertinos e inconversos que se juntaron a la Iglesia después de que el Emperador Constantino declarara al cristianismo la religión del estado. Eso solo logró introducir la Iglesia a la Época Oscura. Durante la Época Oscura el glorioso evangelio fue reemplazado con el evangelio “buenas nuevas - malas nuevas.” Nosotros, más que en cualquier otra generación, tenemos que insistir en el puro evangelio predicado por los primeros Apóstoles de la Iglesia primitiva. Debemos tomar a pecho las palabras de Pablo: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gál 1:8-9)
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