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por George Sidney Hurd
-- En el blog anterior ya vimos que Dios ama simplemente porque Él es amor – no debido a algo que Él ve en los objetos de Su amor. De hecho, Él ama a todos sin condiciones, incluyendo a sus enemigos, y somos llamados por Jesús a amar a nuestros enemigos de la misma manera para que seamos hijos de nuestro Padre que está en los cielos (Matt 5:44-48). Por lo tanto, los que creemos en la totalidad de las Escrituras, debemos de procurar entender cómo estas declaraciones claras acerca de la naturaleza incondicional del amor de Dios complementan, en vez de contradecir, a otros pasajes en las Escrituras que ponen condiciones a Su amor incondicional. ¿Cómo puede el amor de Dios ser entendido como incondicional y a la vez condicional? Jesús Mismo, mientras que enseñaba claramente que Dios ama a todos sin condiciones, en más de una ocasión presentó Su amor como condicionado sobre nuestra respuesta a Su amor. Aquí cito los ejemplos principales: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Jn 14:21) “pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” (Jn 16:27) “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.” (Jn 14:23-24) Todas estas declaraciones de Jesús indican que hay cierta condicionalidad con el amor de Dios. Muchos, dirían que son dos afirmaciones distintas e irreconciliables, y concluirían que Jesús se estaba contradiciendo a Sí Mismo. Otros, o ignoran los pasajes incondicionales, insistiendo que Dios solamente ama a aquellos que cumplen ciertas precondiciones, mientras que los del otro extremo ignoran las condiciones por completo, diciendo que el amor de Dios es exclusivamente unilateral y que nuestra falta de reciprocación no afecta nuestra relación con Él. Sin embargo, si creemos que todas las Escrituras son inspiradas por Dios y que la totalidad de Su Palabra es verdad (2Tim 3:16; Psa 119:160; Jn 17:17), a menudo descubrimos que, lo que al principio parece paradójico e incluso contradictorio, es en realidad una verdad complementaria al entenderla debidamente. Teniendo presente que Dios, siendo el amor Mismo, ama a todos, incluyendo a Sus enemigos, llega a ser evidente que Jesús está diciendo que, aunque Dios ama a todos incondicionalmente, y nada de lo que hemos hecho o haremos puede cambiar eso, si queremos experimentar Su amor en una relación de amor con Él, hay condiciones. Si deseas experimentar Su amor de manera positiva como amor, primero tienes que amar al Hijo y creer que el Padre lo envió (Jn 16:27). Incluso Jesús advirtió a aquellos que se negaban a recibirlo por quién es; Dios el Hijo encarnado, el Salvador del mundo, morirían en sus pecados (Jn 8:24). ¿Significa eso que Dios no los ama? No. Dios es amor y Su amor nunca deja de ser, y Su amor es sobre todas Sus obras (Sal 145:9-10). Sin embargo, no conocerán Su amor hasta recibir a Su Hijo y tener el amor de Dios derramado en sus corazones por el Espíritu Santo (Rom 5:5). Aunque Dios ama incluso a los impíos, Jesús dijo que, si queremos experimentar Su amor en una relación con Él, necesitamos guardar Su Palabra. Eso es lo que Judas quiso decir cuando dijo que nos conserváramos en el amor de Dios, aunque nada ni nadie puede separarnos de Su amor, ontológicamente hablando (Judas 21; Rom 8:35-39). El amor de Dios jamás deja de ser, pero si no obedecemos Su Palabra, no lo experimentaremos como amor, sino como disciplina o juicios que no parecen en nada como amor para aquellos que están experimentándolos (Heb 12:10-11; 1Cor 11:31-32). Para mí, ayuda mucho siempre tener presente que el amor de Dios hacia la humanidad es comparado con el amor paternal. Dice de Dios que Él es de quien es nombrada toda familia en los cielos y en la tierra, y por lo tanto ama a todos incondicionalmente, incluyendo a Sus enemigos (Ef 3:14-15; Mal 2:10; Mt 5:44-45). La mayoría entendemos que el amor paternal es incondicional. Mis padres no eran perfectos, pero siempre sabía que ellos me amaban y me deseaban lo mejor, aún durante mis años de rebeldía cuando había deshonrado a su buen nombre y ocasionado mucho dolor y angustia sabía que nada alegraría más sus corazones que verme arrepentido y vuelto a casa. La parábola del hijo Pródigo ilustra bien el corazón del Padre hacia sus hijos extraviados. Aunque el hijo Pródigo no apreciaba el amor de su padre y no disfrutaba de su amor de manera experimental en la tierra lejana, el amor del padre por él jamás había disminuido en lo más mínimo. Puede que algunos de mis lectores fueron abandonados por su padre terrenal, y otros incluso por su propia madre. Pero Jesús dijo que nosotros somos malos padres a comparación a nuestro Padre celestial que es perfecto amor (Mt 7:9-11). El salmista dijo: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Sal 27:10). Tal es el amor del Padre para nosotros. Dios, habla a través de Isaías a los que han sido abandonados por su madre diciendo: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.” (Isa 49:15) Lo más asombroso es que Dios habló estas palabras a Su pueblo en un tiempo cuando Él estaba juzgándolo por sus hechos abominables, hasta sacrificando a sus propios hijos a Moloc. Aunque fue necesario que los juzgara severamente porque se negaban a escuchar a Sus advertencias por medio de Sus profetas, Él quería que supieran que Su amor por ellos era incondicional – aún más fiel que el amor de sus propias madres. ¿Experimentaban Su amor en una relación de comunión íntima mientras que estaban siendo invadidos por sus enemigos y llevados cautivos? No. Sin embargo, Su amor por ellos no disminuyó en lo más mínimo. Para ustedes que tienen hijos, yo pregunto: ¿Alguna vez han estado enojados con ellos por su desobediencia? ¿Alguna vez los han disciplinado? ¿Significa su enojo y sus acciones disciplinarias contra ellos que habían dejado de amarlos? ¡Todo lo contrario! Si no hubieras reaccionado con enojo, y si los hubieras dejado sin disciplina, quería decir que realmente no los amabas (Pr 13:24). Que tu hijo no estuviera disfrutando de una relación amorosa contigo mientras estabas disciplinándolo, no significa que no lo amaba incondicionalmente a pesar de todo. Es lo mismo con nuestra relación con Dios: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Heb 12:6 cf. Pr 3:12). ¿Entendería tu hijo tu ira y disciplina como una expresión de Su amor? Probablemente no. Pero eso no quiere decir que Él no los ama, sino que ellos no estaban experimentando Su amor como amor hacia ellos en el momento, sino como disciplina. Igual como era con el padre en la parábola del hijo Pródigo, Dios a veces entrega a personas a sus propios deseos, viendo que no quieren retener el conocimiento de Él (Rom 1:24-28). Pero, ¿deja de amarlos? No. Él incluso puede estar indignado contra ellos por su rebeldía obstinada, e incluso puede entregarlos a una mente reprobada (lit. “mente desaprobada”) y desecharlos por un tiempo, pero no para siempre, porque Él es amor y Su amor nunca deja de ser. Él dijo de Su pueblo rebelde, después de asegurarles en el capítulo 49 de Isaías que Su amor por ellos era más duradero y fiel que el amor de una madre: “Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor.” (Isa 54:8) Así vemos que, incluso en Su ira, Su amor por nosotros jamás deja de ser. Aun cuando Él se aleja y permite que suframos las consecuencias de nuestra necedad, Él jamás rechazará a ningunos de nosotros para siempre porque Su amor nunca deja de ser. Como dijo Jeremías a Israel en Lamentaciones cuando estaban bajo los juicios severos de Dios y sentían que Dios los habían abandonado para siempre: “Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33, cf. Miqueas 7:18). Quiero enfatizar a mis amigos Calvinistas que argumentan que esta promesa solo aplica a los elegidos, que Jeremías dice, “los hijos de los hombres,” y esa expresión es inclusiva de toda la humanidad y no solamente a los elegidos de Israel. Aquí vemos que Dios solamente desecha de su presencia, a los inicuos obstinados por un tiempo, y usa su disciplina como último recurso: Él no aflige ni entristece voluntariamente a nadie, porque Él ama a todos incondicionalmente a pesar de nuestra rebeldía, igual como cualquier buen padre que ame a sus hijos, excepto que los ama infinitamente más de lo que nosotros somos capaces de amar. Así que, tomando en cuenta todo lo que hemos visto, es evidente que, cuando Jesús dijo que “Dios nos amará si…,” o que “Él nos ama porque…,” Él no estaba diciendo que Dios deja de amarnos cuando somos desobedientes. Solamente significa que no experimentaremos Su amor como amor, en una relación íntima. Al contrario, Sus hijos desobedientes experimentarán Su corrección y la comunión interrumpida en lugar de Sus abrazos de amor. Sin embargo, tan pronto uno de Sus hijos se arrepiente de sus pecados y rebeldía, el Padre lo recibirá de nuevo con abrazos y besos, porque Él siempre nos ha amado con un amor eterno y sin condiciones. En el próximo blog, estaré considerando los textos que indican que Dios aborrece a algunos mientras que ama a otros. Algunos de nuestros hermanos Calvinistas entienden esto como indicando que Dios solo ama a los elegidos y aborrece a los que Él no ha escogido para ser salvos. Este punto de vista tiene que negar o descartar todo lo que ya hemos visto en estos dos blogs acerca de la naturaleza universal del amor incondicional de Dios. ¿Será que Dios odia en el sentido en que el hombre pecador odia a sus enemigos? Esto es lo que estaremos considerando en el próximo blog.
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