por George Sidney Hurd
¿Qué decía James Strong, quien publicó La Concordancia de la Biblia Strong’s, acerca de la prevalencia de la creencia en la restauración final de todos en los primeros siglos de la historia de la Iglesia? En mi blog anterior, El Testimonio de los Padres, y también en el libro, El Triunfo de la Misericordia, cité numerosos Padres prominentes de la Iglesia, con varios autoridades notables de la historia de la Iglesia, como Philip Schaff, Johann Gieseler y J.W. Hanson, todos de los cuales afirmaban que el Universalismo fue la doctrina prevalente acerca del destino final de la humanidad durante los primeros siglos de la historia de la Iglesia, siendo enseñado en cuatro de las seis escuelas principales de la teología de aquel entonces. Incluso San Agustín quien se oponía a la doctrina concedió, diciendo: “Hay muchísimos en nuestro día quienes, aunque no niegan las Sagradas Escrituras, no creen en tormentos sin fin.” [i] Sin embargo, a pesar del testimonio informado de estos y muchos más fuentes autoritativos, la mayoría que no aceptan la restauración final de todos niegan a aceptar que fue la creencia que predominaba en aquel entonces – eso a pesar del hecho de que estos historiadores no eran Universalistas. Aquí estoy agregando al testimonio de ellos el testimonio de John McClintock y James Strong, quien publicó La Concordancia de la Biblia Strong’s. Lo siguiente es la entrada bajo “Universalismo” citada de su enciclopedia de diez tomos, The Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, published in 1895. Igualmente, estos eruditos tampoco eran Universalistas, y sin embargo ellos aquí confirman lo que ha sido el consenso unánime de casi todos los historiadores de la Iglesia. Aquí ellos comienzan haciendo mención de las cuatro escuelas de teología principales que enseñaban el Universalismo durante los primeros siglos de la Iglesia, y después siguen el hilo de los santos que seguían aferrados a la creencia de la restauración de todos a través de toda la historia hasta los días de ellos en el siglo XIX, a pesar del hecho de que el emperador romano Justino del siglo VI había decretado que la doctrina de tormentos eternos era la única creencia permitida acerca del destino de los perdidos, pronunciando anatema contra todos que enseñaban el Universalismo o el Aniquilacionismo. Su entrada es algo largo, pero ayuda demostrar que el Universalismo no era una doctrina marginal aparte del cristianismo tradicional, como muchos que promueven la doctrina de tormentos eternos quieren que uno piense. De hecho, la primera tradición original establecida dentro de la Iglesia fue la apocatástasis o la restauración final de todos hasta que un emperador romano declaró la doctrina ilegal. +++++++++++++++++++ John McClintock and James Strong The Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature Universalismo: 1. En Siglos Anteriores. “En 195 d.C. Clemens de Alejandría, quien era presidente de la Escuela Catequista en Alejandría defendía el universalismo a base del carácter remedial de todo castigo. Su alumno y sucesor, Orígenes, de igual fama por su conocimiento, piedad, y celo, enseñó el universalismo a base del eterno libre albedrío, la profunda agonía mental y espiritual ocasionada por la luz y el conocimiento de la verdad que lleva al arrepentimiento y a la harmonía del alma con Dios. La posición de Orígenes, junto con sus habilidades e incansables esfuerzos por proclamar el evangelio, le dio gran influencia con sus alumnos, y con toda la Iglesia en general, y para el beneficio de ellos escribió una multitud de libros. Además de su posición en LA ESCUELA EN ALEJANDRÍA, él también tuvo bajo su cuidado, en conexión con Panfilio, LA ESCUELA TEOLÓGICA DE CESAREA, donde uno de sus distinguidos alumnos fue el célebre Gregory Taumaturgo, un gran admirador de las teorías de su maestro, y finalmente, como 235 d.C., su hábil defensor y ferviente admirador. Panfilio y Eusebio, el primer historiador de la Iglesia, también defendieron las doctrinas de Orígenes de cargos presentados contra ellas por la Iglesia del occidente, y en respuesta a la acusación de que él negaba todo castigo futuro, citan sus escritos para contradecir la acusación, citando no solamente donde afirmaba que habría castigos severos, sino citando igualmente sus afirmaciones que tal corrección es purificadora y saludable. En 364 Tito, obispo de Bostra, escribió en defensa del universalismo, argumentando que, aunque hay tormentos en el abismo del infierno, no son eternos, sino que su gran severidad llevará a los impíos al arrepentimiento y así a la salvación. Gregorio de Nisa, 380 d.C., también defendió el universalismo con los mismos argumentos. Un contemporáneo con él era el celebrado defensor de la ortodoxia, Dídimo el Ciego, un sucesor de Orígenes en la escuela de Alejandría, y un universalista dedicado. Eminente entre sus eruditos era Jerónimo, conocido por sus habilidades, sus inconstancias, y su inestabilidad. El universalismo enseñado por Orígenes es claramente y hábilmente presentado por Jerónimo en sus comentarios sobre las epístolas, y en sus cartas. Juan obispo de Jerusalén en esta época, también fue un defensor del universalismo a base de la teoría de Orígenes. Otro contemporáneo, Diadoro, un maestro de mucha reputación en LA ESCUELA DE ANTIOQUÍA, y después el obispo de Jerusalén, también fue universalista, quien oponía la generalmente prevalente práctica de la interpretación alegórica, adhiriéndose estrictamente al sentido natural del texto en sus comentarios de las Escrituras. Defendía el universalismo con el argumento de que la misericordia divina excede sobremanera los efectos y las culpas del pecado. Su alumno y sucesor en la escuela, Teodoro de Mopsuestia, 420 d.C., nombrado “la corona y pináculo de la escuela de Antioquia,” por los Nestorianos, cuya secta él fundó: “El intérprete de la Palabra de Dios,” y cuyos escritos eran libros de texto en LAS ESCUELAS DE LA SIRIA ORIENTAL. Él fue un universalista prominente y de influencia. Su teoría de que el pecado es una parte incidental del desarrollo y educación de la raza humana; que, aunque algunos estén más gravemente arraigados en el pecado que otros, Dios lo desarraigará por completo, finalmente estableciéndoles a todos en lo bueno. Él es el autor de renombre de la liturgia utilizado por los Nestorianos, una iglesia que una vez igualaba, en su membresía, los adherentes de ambos de las comuniones griegas y de latín conjuntas, y que no ha tenido rivales en celo militante. En las lecturas y oraciones de esta liturgia el universalismo es distintamente afirmado. Teodoro, d.C 430, obispo de Mopsuestia, también fue un universalista, sosteniendo la teoría presentada por la escuela de Antioquía. Por algún tiempo antes de esto, ciertas opiniones de Orígenes sobre la preexistencia y la salvación del diablo habían sido disputadas y declaradas herejías por un sínodo; sin embargo, esta doctrina de la salvación universal de la raza humana no había sido condenada. En el consejo llamado por el emperador Justiniano en Constantinopla, 544 d.C. la doctrina de la salvación universal de Orígenes fue declarada herejía. Nueve años después otro concilio tomó lugar en el mismo lugar por la misma autoridad, cuando la condenación fue pronunciada contra los Nestorianos, aunque su creencia en el universalismo no fue mencionada. Este concilio ha sido llamado comúnmente un concilio ecuménico, pero sin mérito (vea la acción de la Iglesia del latín en negar a reconocerlo o a mandar un representante a ella). Doberlein, en sus Institutos de la Teología Cristiana, después de citar el decreto de Justiniano contra Orígenes, dice: “Eso no fue la convicción de todos, y a la medida de que cada uno era eminente en conocimiento y con m´´as tiempo de ser cristiano, más valoraban y defendían la esperanza de la terminación de “tormentos” futuros. Drexelio, en su defensa del castigo eterno, da este testimonio: “Que Dios consigna a los ángeles apóstatas y los hombres en el día de la retribución a tormentos eternos parecía una doctrina tan increíble y dura para algunas personas que aún Orígenes mismo, quien era poderoso en las Escrituras, y no menos notorio por su admirable ingenuidad y excelente conocimiento, presumió mantener en su libro de principios que, tanto los diablos, como los hombres condenados, después de un cierto período de años, el fuego, habiéndoles purgado o purificado de sus contaminaciones, deben ser restaurados a la gracia. Agustín y otros expusieron su error y le condenaron por ello. Pero a pesar de su condenación, este error ha encontrado un gran número en el mundo quienes han dado a esta doctrina una recepción civil. Los llamados “anti-herejes”, esparcieron este error por toda España en varias interpretaciones.” Gieseler, el historiador eclesiástico dice: “La creencia en la innegable capacidad de mejora en todos los seres racionales y la duración del tiempo limitado del castigo futuro, fue tan universal, aún en el occidente, y entre oponentes de Orígenes, que, aún si se puede decir que no hubiera podido extenderse sin la influencia de la escuela de Orígenes, había llegado a ser enteramente independiente de su sistema.” Y Agustín da testimonio a esto: “Algunos, no; muchísimos – de compasión humana encuentran inconcebible la tortura eterna, sin intermisión, y por ende no creen en ella; no, oponiendo a las Santas Escrituras, sino ablandando todas las severas cosas conforme a sus propias sensibilidades, y dando un significado menos severo a las cosas que ellos consideran expresadas de una manera más terrible de lo que literalmente son.” El universalismo casi desapareció por completo en el período conocido como la Época Oscura, aunque hay vislumbres ocasionales del universalismo aún en los records mutilados que la iglesia papal permitió llegar a nosotros. En el séptimo siglo, Máximas, el monje y confesor enseñó el universalismo; en el octavo, Clemens de Irlanda fue destituido por enseñar que cuando Cristo descendió al infierno Él restauró a todos los condenados; mientras que en el siglo noveno, John Scotus ERigena, un filósofo famoso que encabezaba los sabios del tribunal de Francia, fue un defensor valiente del universalismo En el siglo once, los Albigenses eran, según las autoridades papales, Universalistas; En el siglo doce, Reynaldo, abad de San Martín en Francia, fue condenado ante un concilio por afirmar “que todos los hombres al final serán salvos.” En el siglo trece, Salomón, obispo de Basora, discutia el asunto de la salvación universal, respondiendo afirmativamente. Los Lolards en el siglo catorce enseñaron el universalismo en Bohemia y Austria; al final de la misma época un concilio convenido por Langman, arco-obispo de Canterbury, condenó el universalismo como uno de las herejías y después enseñó en esa provincia. En los principios del siglo quince, una secta llamada “Hombres de Entendimiento” enseñaba el universalismo en Flanders, apoyándolo en las enseñanzas de los místicos alemanes, como hizo Tauler de Strasburgo, y Juan Wessel, quien, junto con otros, han sido nombrados “los reformadores antes de la Reforma.” Luther estudió cuidadosamente sus escritos y los tenía en muy alta estima. 2. Tiempos Modernos. Con la Reforma, Universalismo volvió a aparecer en el comienzo del siglo dieciséis, principalmente entre algunas de las sectas Anabaptistas. El artículo diecisiete de la Confesión de Augustín, 1530, fue explícitamente formado para “condenar a los Anabaptistas, que mantienen que habrá un fin de los castigos de los condenados y de los diablos.” Denk, Hetzer, y Stanislaus Pannonius eran los defensores más destacados del universalismo en esta época. Hacia finales del siglo dieciséis, Samuel Huber, profesor de divinidad en Wittenburgo, enseñó el universalismo, afirmaba Spanheim; y Musheim dijo que, “fue obligado a renunciar su oficio e ir al exilio.” A comienzos del siglo diecisiete, Ernesto Sonner, profesor de filosofía en Altorf, publicó “una demostración teológica y filosófica que el castigo eterno de los impíos demostraría, no la justicia, sino la injusticia de Dios.” Juan William Peterson, que era predicador de la corte de Lutin, y después gerente en Lunenburgo, adoptó y defendió el universalismo con tal celo que fue llevado ante un concilio, y como no podía de buena consciencia renunciar a sus convicciones, fue privado de su oficio y se vio obligado a retirar de sus oficios públicos. En su jubilación escribió y publicó tres tomos sobre el universalismo, con el título “Musterion Apocatastaseos Paltan,” en lo cual mencionó muchos que defendían esa doctrina. Los tomos aparecieron entre 1700 y 1710. Iniciaron un siglo de controversia entusiastica, de la cual Mosheim dice, “Los temas de teología que fueron discutidos en el siglo diecisiete fueron destinados a provocar mayores controversias en el siglo dieciocho, tales como ‘la eternidad de los tormentos del infierno, y la restauración final de todos los seres inteligentes a la orden, perfección, y felicidad.” Dietelmair, un oponente del universalismo escribió sobre su historia alrededor de la mitad de este siglo. En el prefacio de su obra, él habla de las controversias enérgicas que prevalecían dentro de la misma iglesia ortodoxa en los finales del último siglo y los comienzos del siglo actual (siglo diecinueve). Entre las defensas del universalismo en el primer tomo de la obra de Peterson había “el eterno evangelio,” atribuido a Pablo Siegvolk, que era un nombre asumido de George Klein-Nicolai, destituido por su universalismo como predicador de Friessdorf. Él publicó otras obras en defensa del universalismo, pero “el eterno evangelio” llegó a ser popular más rápido y permanecía así. Pasó por cinco ediciones en Alemania. En 1726 Juan Henry Haug, profesor en Strasburgo, habiendo procurado la ayuda de Dr. Ernesto Christoph Hochmann, Christian Dippel, Conde De Marcey, y otros, comenzaron “el Berleburger Bibel, una traducción enteramente nueva y un comentario de las Sagradas Escrituras. Se familiarizaron con todos los escritos de los Místicos, y en su gran obra enseñaron y defendían el universalismo desde el punto de vista Místico. Su obra llena ocho tomos grandes, el último publicado en 1742. Sufrieron gran persecución y ningún editorial estaba dispuesto a arriesgarse a imprimir la obra. Se vieron obligados a comprar su propia imprenta pequeña. Cuando la iglesia que fundaron fue destruida por sus enemigos, los miembros huyeron a América, tomando con ellos su imprenta, y fue puesto en operación en Germantown, Pa. Por Christopher Sower. Uno de los amigos más cercanos era George De Bennevill, nacido de padres franceses en Londres en 1703. Antes de cumplir veinte años él comenzó a predicar en Francia, donde fue detenido y condenado a muerte, pero fue rescatado al último momento por Luis XV. Pasando a Alemania predicó el universalismo por varios años, y después llegó a América. En 1727 apareció Ludvig Gerhard y fue publicado “El Sistema Completo del Evangelio Eterno de la Restauración de Todas las Cosas” junto con “La Doctrina Contraria Sin Base de la Condenación Eterna.” Su autor era anteriormente un profesor de la teología en la Universidad de Rostock, y su publicación ocasionó, según Walch, no menos de catorce tomos en respuesta. Jung, Stilling a finales del siglo dieciocho, un defensor hábil del cristianismo contra el racionalismo alemán, era un universalista ferviente y eminente. El profesor Tholuck escribió en 1835, que esta doctrina llegó a ser particularmente notoria a través de Jung-Stilling, ese hombre eminente que fue un instrumento singular en las manos de Dios para sostener la verdad del evangelio a finales del siglo dieciocho, y un aliado fuerte a esa doctrina. “Durante el siglo actual, el universalismo ha hecho progreso veloz en Alemania. Olshausen comenta acerca del universalismo que “tiene sin duda raíces profundas en mentes nobles, y es la expresión de un deseo en el corazón de una harmonía perfecta en la creación.” El Doctor Dwight escribió en 1829, “La doctrina de la eternidad del castigo futuro ha sido rechazado por casi todos.” En Inglaterra los protestantes, en formar sus “Cuarenta y dos Artículos de la Religión, en 1552, condenó universalismo. Diez años más tarde, cuando la convocación editó las doctrinas de la iglesia, el número de artículos fue reducido a treinta y nueve, omitiendo, entre otros, el artículo condenando el universalismo. Desde ese tiempo el universalismo no ha sido una doctrina prohibida en la Iglesia de Inglaterra, sino que ha sido proclamada y defendida por algunos de los miembros más eminentes de su comunión – tales hombres como Dr. Henry Moore, el señor George Stonehouse, Bp. Tomás Newton, Dr. David Hartley, William Whiston, Dr. Tomás Burnet, los Reverendos W. Robertson, Carlos Kingsley, Stopford Brooke, y Canon Farrar, e indirectamente por el Obispo Tollotson. El Parlamento Presbiteriano de 1648, que temporalmente tomó control sobre el obispado, pasó una ley contra toda herejía, castigando algunos de los más persistentes con la muerte, y otros con prisión. “Que todos los hombres serán salvos” se encontraba entre las herejías castigables de esta manera. Esta ley no duró mucho, porque los independientes, encabezados por Cromwell, pronto vencieron los que impusieron esas leyes. Gerard Willstanley publicó una obra defendiendo el universalismo solo unos pocos días después de pasar la ley, que pronto fue seguido por obras similares, escritos por él. William Earbury valientemente proclamaba el universalismo. Ricardo Coppin activamente lo promovía, publicando ampliamente en su exposición y defensa, y fue varias veces enjuiciado por su ofensa. Samuel Richardson, un Bautista eminente, también escribió fuertemente a favor del universalismo. Señor Henry Vane (el menor), miembro del Parlamento disuelto por Cromwell, y en 1636 gobernador de Massachusetts, fue un universalista. Jeremy White, uno de los pastores, predicaba universalismo, y publicó una obra que pasó por varias ediciones. Jane Lead, una Mística, fue autora de varios libros universalistas. Henry Brooke, un escritor de literatura, afirmó su creencia en el universalismo en su “Necio de Calidad”, y en un poema del Mesías. William Law, autor de “La Llamada Seria” declaró en sus cartas, “En cuanto a la purificación de toda naturaleza humana, creo plenamente en ella, en este mundo o, en algunas, después de épocas.” En las revistas de la literatura inglés del siglo pasado contienen muchas referencias de obras en defensa del universalismo. En 1750 Jaime Relly, que había sido un predicador en conexión con Whitefield, alarmado por la doctrina de reprobación, fue guiado por estudios y meditación a otro esquema de redención, algunas de sus particularidades de las cuales se puede decir, tuvieron sus orígenes con él. Aceptando como verdad la teoría común de que todos los hombres, habiendo pecado en Adán, justamente incurrió damnación eterna, y que Cristo había llevado esta culpa infinita y castigo a favor de todos que hayan de ser salvos. Relly estaba determinado a encontrar, si fuera posible, alguna base en dicho esquema. La ley divina declara explícitamente que “el alma que peca morirá” y que los inocentes no sufrirán por los culpables. ¿Cómo podría una transferencia del pecado humano y pena a Cristo ser consistente con la ley? ¿Cómo podría ser reconciliado con equidad? La soberanía divina, sin tomar en cuenta la justicia inherente en el plan. La soberanía que podría poner a un lado la justicia podría, con igual facilidad y más misericordia, haber ido directo a la remisión del pecado y su pena en vez de transferirlo a Cristo. Decir que los sufrimientos de Cristo fueron meramente aceptados como satisfacción por lo que merecen los hombres, simplemente declarado así por el soberano beneplácito de Dios, no era una explicación adecuada, dado que sería una satisfacción ficticia, y no una satisfacción verdadera y que cualquier sufrimiento, aún los de un hombre, hubiera servido tan bien como una aceptación arbitraria del Hijo de Dios. Relly encontró, según él, la perfecta y absoluta armonía en el procedimiento de Dios con su justicia y equidad en una unión tan vital y real con la raza humana a través de la unión con Cristo, que los hechos de la humanidad eran los de Él y los hechos de Él eran de la humanidad. Todos los hombres, según él, realmente estaban en Adán y pecaron en él - no por una imputación ficticia, sino por una participación real. Igualmente, todos los hombres en el segundo Adán, “la cabeza de cada hombre,” y Él es tan responsable judicialmente por lo que ellos hacen como es la cabeza en el cuerpo natural, responsable por los hechos de todos los miembros unidos a esa cabeza. Igualmente, Cristo, en su capacidad corporal, fue verdaderamente culpable de la ofensa de la raza humana, y por consiguiente podría ser y realmente fue castigado por ella. No hay, entonces más castigo debido por el pecado, ni más razón para declarar las demandas de la ley, con excepción de hacer que los hombres sientan su incapacidad de obedecer, y así llevarlos a una dependencia exclusiva en Cristo, la cabeza. Él ha efectuado una completa y consumada justificación para el mundo entero. Cuando el hombre cree en esto él está liberado de la sensación de culpa, liberado además de toda duda y temor. Hasta que él lo cree, él está, en esta época y hasta en otra, bajo la condenación de la incredulidad y tinieblas – la única condenación ahora posible para la raza humana. En ilustración y defensa de esta teoría, Relly escribió y publicó varios libros, predicó celosamente en Londres y sus alrededores, y formó una congregación en la metrópolis. Después de su muerte en 1778, dos sociedades fueron formadas de su congregación, pero ambas ahora han dejado de existir, igual como la sociedad formada por Winchester alrededor de 1798, y la Iglesia fundada por David Thom, D.D., en Liverpool en 1825. Los Unitarios en Inglaterra son todos creyentes del universalismo, así como son también muchos de las congregacionalistas.” (Fin de la cita de la Enciclopedia de la Literatura, Bíblica, Teológica y Eclesiástica, 1895).” [ii] Conclusión Así, en resumen, podemos ver que el universalismo no es una doctrina novedosa. De hecho, era la doctrina original y predominante en la Iglesia primitiva hasta entrar en la época oscura. Aún durante la época oscura había voces en la oscuridad proclamando el puro evangelio de la restauración de todas las cosas, a riesgo de sus propias vidas. Con el invento de la imprenta, poniendo la Biblia en manos de la gente, comenzó la Reforma y a la vez aumentaron los que rompieron con la tradición en cuanto al castigo eterno abrazando la doctrina del universalismo. En los últimos años parece que hay una restauración de esta doctrina olvidada. La Reforma del siglo dieciséis restauró la verdad acerca de la justificación por fe y no por obras. En mi opinión hay comienzos de otra nueva reforma, y esta vez es el redescubrimiento de la verdad de la restauración de todos en vez de la doctrina tradicional del castigo eterno. La Iglesia tiene que despertar a esta verdad para que, en el tiempo de la manifestación de los hijos de Dios, tengamos la visión para la liberación y restauración de toda la creación como profetizado (Rom. 8:18-23). Si no queremos repetir la historia de los judíos, tenemos que ampliar nuestra visión para poder ver que la obra salvífica no termina con nosotros – que solo somos las primicias y que todos los demás serán vivificados en su debido tiempo (Stg 1:18; 1Cor 15:22-23). Es tiempo que comprendamos que nosotros los que primeramente hemos esperado en Él somos hechura Suya, destinados a ser manifestados para la alabanza de la gloria de su Gracia en las épocas venideras (Ef 1:12; 2:7-10). [i] Enchiridion, Chapter 112 [ii] John McClintock, James Strong, Enciclopedia de la Literatura, Bíblica, Teológica y Eclesiástica, 1895, Toma 10 páginas 109-133
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