por George Sidney Hurd
La doctrina de la Expiación Sustitutiva de Cristo comenzó a ser fuertemente atacada por los teólogos Liberales comenzando a finales del siglo XIX, solo para ser resistida aún más fuertemente por los Progresivos Posmodernos que a menudo intentaban envilecer la doctrina, caricaturizándola con términos como “el abuso infantil cósmico” o como “Jesús salvándonos de un Padre airado.” El término Expiación Sustitutiva Penal simplemente significa que Cristo llevó en Su propia persona el justo castigo debido a nosotros por el pecado original de Adán y por todos los pecados de la humanidad como nuestro sustituto en la cruz. Considero la evidencia escritural para esta doctrina en mi blog: “¿Cambió la cruz la actitud de Dios hacia nosotros?” y también en mi libro: “Los Caminos de Dios (Desde la perspectiva de una Restauracionista Conservador Evangélico)” Sin embargo, en este blog mi objetivo es examinar la historicidad de la doctrina de la Expiación Sustitutiva Penal. La aseveración comúnmente hecha por los oponentes de la expiación penal es que es una doctrina reciente, inventada por la mente jurídica de Juan Calvino. Si esta alegación puede ser sustanciada, daría gran motivo a cuestionar la validez de dicha doctrina, dado que anticiparíamos que al menos los Padres Post Apostólicos hubieran creído en la doctrina, estando tan cerca de las enseñanzas de los Apóstoles originales. Mientras que es cierto que los Padres Primitivos aún no habían formulado ningunas de las varias teorías de la expiación que tenemos hoy en día, todos los elementos esenciales de la expiación sustitutiva penal están presentes en todos sus escritos. Para ellos la expiación era más amplia que la expiación sustitutiva penal, igual como es con los proponentes de la expiación sustitutiva penal de hoy. Sin embargo, fue central a su entendimiento de la expiación. Algunos detractores de la expiación sustitutiva penal, ignorando las referencias claras de los Padres que estaremos examinando a continuación, solo citan otras declaraciones de ellos que están más de acuerdo con nuestra teoría de la expiación Christus Victor (Cristo el Vencedor), como si eso excluyese una expiación sustitutiva penal. Otros citan las referencias de los Padres a una justicia restaurativa, ignorando sus muchas referencias que claramente indican que ellos también creían que Cristo satisfizo la justicia penal como nuestro sustituto. Los Padres Primitivos enseñaron que Cristo ganó la Victoria sobre Satanás y la muerte, pero también enseñaban que Cristo sufrió la justa pena por los pecados que hemos cometido contra un Dios justo y santo. También enseñaban la justicia restaurativa, pero sin hacer caso omiso a la justicia penal. Las siguientes son varias citas de los Padres de la Iglesia Primitiva que contienen uno o más elementos esenciales de la expiación sustitutiva penal. Para un estudio del tema más a fondo recomiendo “Pierced for Our Transgressions” escrito por Steve Jeffery, junto con Michael Ovey y Andrew Sach. Clemente de Roma (96 d.C.) “Por el amor que Él sintió por nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios, su cuerpo por nuestros cuerpos, y Su alma por nuestras almas.” [1] En las Escrituras vemos que sin el derramamiento de sangre no hay remisión de pecados ante Dios (Heb 9:22; Lev 17:11). A la luz de esto, Clemente aquí presenta a Jesús como derramando Su propia sangre en nuestro lugar, así como fue prefigurado en el cordero expiatorio del sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Aquí vemos a Cristo sufriendo la pena de la muerte por nosotros (sustitución penal), así haciendo expiación (kaphar) por nuestros pecados ante Dios. Como un aparte, la palabra “atonement” en inglés es una rendición desafortunada de la palabra hebreo kaphar, que literalmente significa “cubrir,” pero en el contexto del sistema sacrificial significa “remover el pecado y culpa por sacrificio,” y es paralela a propiciación que habla de “un sacrificio que es el pago satisfactorio para una ofensa.” En cambio, “atonement” es un término inventado en el siglo XVI, compuesto de las palabras “en unión + ment” que es más descriptiva de la reconciliación que resulta del sacrificio expiatorio que el kaphar o sacrificio expiatorio mismo. El error que ha resultado por haber reemplazado la palabra expiación con la palabra “atonement” es que ha dado lugar para que algunos eliminen la necesidad del sacrificio de la sangre como si fuera posible el perdón de los pecados y la reconciliación sin la necesidad del derramamiento de sangre (Heb 9:22; Mt 26:28). En otros idiomas es más difícil separar el sacrificio de la expiación porque la definición misma de expiación requiere el sacrificio expiatorio, como vemos en español y otros idiomas (ej. Latín, expiationem; Francés, propiciación; Italiano, purgamento). Todos estos idiomas ponen el énfasis en el sacrificio mismo, sin el cual no sería posible la atonement o reconciliación. Por lo tanto, cuando los del habla inglés usan la palabra atonement, tienen que tener cuidado de no pensar en una reconciliación sin la satisfacción anterior de la justicia de Dios por medio de la sangre de Cristo. Epistola de Berbabé (70-135 d.C.) “Porque con este fin su Señor padeció, entregando Su carne a la corrupción, para que seamos santificados por la remisión de los pecados, lo cual es efectuado por Su sangre rociada. Porque fue escrito de Él… ‘El herido fue por nuestras transgresiones y molido por nuestras iniquidades: por Sus llagas fuimos curados. Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” [2] Aquí vemos a Cristo presentado como el Cordero sustitutivo de Dios derramando Su sangre por nuestros transgresiones e iniquidades, citando de Isaías 53, donde también dice de Su sacrificio expiatorio: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado… 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.” (Isa 53:10,11) ¿Por qué es necesario el derramamiento de sangre para la remisión y perdón de nuestros pecados ante Dios? Porque desde el comienzo – aún antes de que hubiera entrado el pecado en el mundo por Adán, Dios dijo que la paga del pecado sería la muerte y que el alma que pecare, esa morirá. Cuando Dios estableció los sacrificios de sangre, Él explicó por qué era necesaria la sangre expiatoria para la remisión de pecados. Él dijo: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Lev 17:11). Como la vida está en la sangre y Dios dijo desde el principio que el pago del pecado era la muerte, Su justicia y verdad requerían la sangre vital del pecador. La sangre de los animales fue dada para expiar los pecados del pueblo. Sin embargo, no era posible que la sangre de los animales quitara los pecados del pueblo. Solamente el divino Cordero de Dios que daría Su sangre vital una vez para siempre podría quitar los pecados del mundo (Jn 1:29). El Cordero de Dios, inmolado desde la fundación del mundo según el plan eterno del trino Dios, cumplió lo que estaba prefigurado en los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento (Apo 13:8). Hay algunos que negarían que la sangre de Cristo tuviera valor salvífico alguno ante Dios. Ellos dirían que todo el sistema sacrificial, que prefigura al sacrificio de Cristo de una vez para siempre no era más que un invento de la mente depravada de Moisés que equivocadamente pensaba que las deidades requerían sacrificios para ser apaciguados. Sin embargo, a través del Nuevo Testamento vemos que fue algo establecido por Dios Mismo, y encontró su cumplimiento en Cristo que derramó Su sangre para la remisión de los pecados, presentándola sobre el propiciatorio celestial (Mt 26:28; Heb 9:12-15,23-28; 10:1-10). Los que niegan esto, son culpables de tener por algo común o profano la sangre del pacto y haciendo afrenta al Espíritu de la gracia (Heb 10:29). Epistola a Diognetus (2o siglo) “Cuando nuestras iniquidades habían llegado a su culminación… Él Mismo tomó sobre Sí el castigo por nuestras iniquidades, Él dio a Su propio Hijo como rescate por nosotros, el Santo por los transgresores, el Inocente por los inicuos, el Justo por los injustos… ¡Oh dulce intercambio! ¡Oh operación tan inescrutable! Oh beneficios que sobrepasan toda expectación que las iniquidades de muchos estén escondidas en un Justo, y que la justicia del Uno justificará a muchos transgresores.” [3] Aquí vemos a Cristo entregándose a Sí Mismo en rescate por nosotros, tomando sobre Sí nuestras transgresiones. Él habla de esta sustitución como un dulce intercambio. Esto es una referencia clara a 2Corintios 5:21 que dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” Hay aquellos que argumentan que la perspectiva forense, jurídica o legal de la expiación originó con Juan Calvino. Sin embargo, cuando vemos referencia a “transgresores” siendo “justificados” en un “juicio” en las Escrituras o en los Padres Primitivas, claramente está refiriendo a una transacción legal o jurídica. Una transgresión por definición requiere una ley para trasgredir (Rom 4:15; 5:13). Las transgresiones requieren un juicio y su resultante “condenación” que es otro término jurídico. Es por eso que la “justificación” o el veredicto de “ninguna condenación” solamente viene por el sacrificio propiciatorio de Cristo que satisfizo la justicia de Dios, así haciendo posible que Dios permanezca justo al mismo tiempo que justifica a los pecadores (Rom 3:23-26). Justino Mártir (100-165 d.C.) “Porque toda la raza humana estará encontrada bajo una maldición. Porque está escrito en la Ley de Moisés, ‘Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas’... Entonces, si el Padre de todos quiso que Su Cristo tomara sobre Sí Mismo las maldiciones de toda la familia humana, sabiendo que después de haber sido crucificado Él iba a resucitarlo de entre los muertos, ¿por qué debaten acerca de Él que se sometió para sufrir estas cosas según la voluntad del Padre como si Él fuera maldito, y no más bien lamentarse? Porque, aunque Su Padre lo hizo sufrir estas cosas a beneficio de la familia humana, sin embargo, ellos no cometieron el hecho para obedecerle a Dios.” [4] Justino Mártir, con referencia a Gálatas 3:10, dice que toda la raza humana estaba bajo la maldición de la Ley. La Ley de Dios demanda la perfección. Santiago dijo: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg 2:10). La maldición es una parte de la Ley de Dios en vez de ser alguna maldición de otra fuente como el diablo. Debido a nuestra desobediencia estábamos todos bajo la maldición de Dios. Esto fue por intención divina – no que el hombre esté eternamente maldito, sino para que todos llegáramos a reconocer nuestra necesidad de la gracia y misericordia de Dios. Pablo dijo: “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Rom 11:32). En el tiempo señalado, Jesús vino y tomó nuestra maldición sobre Sí Mismo como nuestro sustituto. Él sufrió la pena o maldición debida a nosotros por nuestros pecados como nuestro sustituto. Justino Mártir da una declaración muy clara de la expiación sustitutiva penal de Cristo. Ireneo (130-202 d.C.) “el Mediador entre Dios y los hombres; verdaderamente propiciándonos con el Padre contra quién habíamos pecado, y cancelando nuestra desobediencia por Su propia obediencia; confiriendo sobre nosotros también el don de la comunión con Él y sujeción a nuestro Creador.” [5] “Porque si ninguno puede perdonar los pecados sino solamente Dios, mientras que el Señor los remitió y sanó a los hombres, es evidente que Él Mismo era la Palabra de Dios hecho Hijo del hombre, recibiendo del Padre el poder de la remisión de los pecados; dado que Él era hombre, y era al mismo tiempo Dios, a fin de que, como hombre Él sufriera por nosotros, para que como Dios pudiera tener compasión de nosotros y perdonar nuestras deudas, en las que estábamos endeudados con Dios nuestro Creador.” [6] Aquí vemos que, además del hecho de que, sin el derramamiento de sangre no hay remisión de pecados, es contra Dios mismo que hemos pecado, y por lo tanto es de Él que necesitamos recibir el perdón. Adicionalmente vemos que, para que Dios mostrara compasión a nosotros, perdonándonos, fue necesario que el Hijo de Dios tomara sobre Sí Mismo los pecados de la humanidad para sufrir como nuestro sustituto, así cancelando nuestra desobediencia por Su propia obediencia. Aunque su énfasis en la recapitulación de todos los que cayeron en Adán en Cristo, el último Adán, fue su mayor contribución, la expiación penal es cláramente presentado aquí por Ireneo como lo que hizo posible la recapitulación de todos. Eusebio de Cesárea (275-339 d.C.) “Así que, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo llegó a ser una maldición por nosotros… Y el Cordero de Dios no hizo solamente esto, sino que Él fue castigado en lugar de nosotros y sufrió una pena que Él no debía, sino que nosotros la debíamos por la multitud de nuestros pecados; y así llego a ser la causa del perdón de nuestros pecados, porque Él recibió la muerte por nosotros y transfirió a Sí Mismo los azotes, los insultos y el desprecio que merecíamos nosotros, y recibió en Sí Mismo la misma maldición declarada, siendo maldito por nosotros.” [7] Un resumen más claro de la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo no podría ser encontrado ni siquiera en los escritos de Juan Calvino. Cristo llegó a ser una maldición por nosotros, sufriendo la justa pena debido a nosotros por nuestros pecados, así haciendo posible que Dios perdonara nuestros pecados. Eusebio de Emesa (300-360 d.C.) “Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que pudiéramos morir a los pecados y vivir para la justicia; por Sus llagas hemos sido curados… Sus heridas llegaron a ser nuestros salvadores.” [8] Aquí Eusebio cita de 1Pedro 2:24 que dice, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” Pedro aquí, también cita de Isaías 53, que claramente describe la expiación sustitutiva penal de Cristo por nuestros pecados. Hilario de Poitiers (300-368 d.C.) “la sentencia de una maldición fue pronunciada sobre todos los que quebrantan la Ley… Fue de esta maldición que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, cuando, como dice el Apóstol: ‘Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, habiendo sido hecho maldición para nosotros, como está escrito: maldito es aquel que es colgado sobre un madero. Así que, Él se ofreció a Sí Mismo a la muerte del maldito para destruir la maldición de la Ley, ofreciéndose voluntariamente como una víctima a Dios el Padre, para que por medio de una víctima voluntaria la maldición a consecuencia del ofensor original sea removida.” [9] Aquí otra vez vemos a Cristo redimiéndonos de la sentencia penal de Dios por haber quebrantada Su Ley. Cristo es presentado como habiendose ofrecido a Sí Mismo a Dios el Padre y no al diablo como algunas versiones de Cristus Victor afirman. Atanasio (300-373 d.C.) “Él entregó Su cuerpo a la muerte en lugar de todos y lo ofreció al Padre. Esto hizo de Su puro amor por nosotros, para que en Su muerte todos murieran, y de esa manera la ley de la muerte sea abolida, porque habiendo cumplido en Su cuerpo lo que fue destinado, después quedó libre del poder de los hombres.” [10] “Fue por entregar a la muerte el cuerpo que había tomado como una ofrenda y sacrificio, libre de cada mancha, que Él abolió a la muerte por Sus hermanos humanos, ofreciendo el equivalente. Porque naturalmente, dado que la Palabra de Dios era sobre todo, cuando Él había ofrecido a Su propio templo e instrumento corporal como sustituto por la vida de todos, Él cumplió en Su muerte todo lo que fue requerido.” [11] “Anteriormente, el mundo como culpable estaba bajo el juicio de la Ley, pero ahora la Palabra ha tomado sobre Sí Misma el juicio, y habiendo sufrido en el cuerpo por todos, ha dado la salvación a todos.” [12] “Porque cuando Juan dice, ‘La Palabra fue hecha carne’ no entendemos la Palabra Misma en Su totalidad carne, sino que tomó carne y llegó a ser hombre. Y al oír, ‘Cristo fue hecho maldición por nosotros,’ y ‘Él fue hecho pecado por nosotros, Él que no conoció pecado.’ No simplemente entendemos con esto que la totalidad de Cristo fue hecho maldición y pecado, sino que Él tomó en Sí Mismo la maldición que estaba sobre nosotros (como ha dicho el Apóstol, ‘Él nos ha redimido de la maldición,’ y ‘ha llevado,’ como ha dicho Isaías, ‘nuestros pecados,’ y como Pedro ha escrito, ‘los ha llevado en Su cuerpo en el madero.’” [13] Al contrario de las descripciones distorsionadas de los enemigos de la Expiación Sustitutiva Penal de Cristo que presentan a Dios como un Padre airado matando a Su Hijo después de darle una paliza, vemos que Cristo llevó en Sí Mismo nuestro juicio, sufriendo en nuestro lugar por Su puro amor por nosotros. La ira de Dios contra el pecado es igualmente compartida entre todas las personas de la trinidad y no es nada más la ira del Padre. Y fue por el amor que el trino Dios tiene por nosotros que el sacrificio por nuestros pecados fue hecho. Era Dios en Cristo reconciliando al mundo a Sí Mismo, y no un Salvador de amor salvándonos de un Padre airado y vengativo, como a menudo es blasfemamente descrito por los enemigos de la Expiación Sustitutiva Penal. Básil el Grande (330-379 d.C.) “Por la sangre de Cristo, por la fe, hemos sido limpiados de todo pecado.” [14] Estas palabras de Basil se basan en pasajes como Mateo 26:28 que dice, “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados,” y Hebreos 9:22: “sin derramamiento de sangre no hay remisión.” Si Dios pudiera simplemente perdonar sin primero satisfacer Su justicia, entonces la muerte de Cristo hubiera sido en vano. Y decir que Su sangre no tiene poder para remitir nuestros pecados equivale contar la sangre de Cristo como algo común (Heb 10:29; 2Pet 2:1). Gregorio de Nazianzus (330-390 d.C.) “Por mi Él fue llamado una maldición quien destruyó mi maldición y pecado – Él que quita el pecado del mundo y llegó a ser un nuevo Adán para tomar el lugar del viejo. De esta manera, Él tomó mi desobediencia como la Suya como la Cabeza de todo el cuerpo.” [15] Aquí otra vez, podemos ver claramente a Cristo sufriendo la maldición a causa de nuestra desobediencia en lugar de nosotros como nuestra Cabeza representativa. Agustín de Hipona (354-430 d.C.) “Maldito el que es colgado en un madero… Tu no permitirás que Él fuera maldito por nosotros porque no aceptas que Él murió por nosotros. Ser exento de la maldición de Adán implica ser exento de su muerte. Pero como Cristo sufrió la muerte como hombre, y por el hombre; así también, siendo Hijo de Dios como era…Él se sometió como hombre y para el hombre, para llevar la maldición que trae la muerte. Y como Él murió en la carne que había tomado para soportar nuestro castigo, así también, aunque siempre bendito por Su propia justicia, Él fue maldito por nuestras ofensas en la muerte que sufrió llevando nuestro castigo.” [16] “Porque esa sangre, dado que fue de Aquel que no tenía ningún pecado, fue derramada para la remisión de nuestros pecados.” [17] “Porque aún el Señor Mismo fue sujetado a la muerte, pero no por haber pecado: Él tomó sobre Sí Mismo nuestro castigo, y así nos libró de nuestra culpa.” [18] “Ahora, como los hombres estaban bajo Su ira debido a su pecado original, y como este pecado original era el más pesado y mortífero en proporción a la cantidad y magnitud de los pecados que fueron agregados a él, había necesidad de un Mediador, eso es, de un reconciliador que, por haber ofrecido un sacrificio, del cual todos los sacrificios de la Ley y los profetas eran tipos, quite Su ira. Por lo tanto, el apóstol dice: ‘Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.’ Ahora, cuando se dice de Dios que está enojado, no debemos de atribuirle a Él la emoción alterada como existe en la mente de un hombre enojado; sino que llamamos Su justo disgusto contra el pecado por el nombre “enojo,” una palabra transferida por analogía de las emociones humanas. Pero el estar reconciliado con Dios a través de un Mediador, y recibiendo al Espíritu Santo, resultando en que nosotros que éramos enemigos somos hechos hijos…esta es la gracia de Dios a través de Jesucristo nuestro Señor.” [19] Agustín presenta al hombre como estando bajo la ira de Dios debido a sus pecados. Estando en esta condición y bajo la maldición de la Ley, Cristo llevó nuestra maldición, colgando del madero y siendo castigado en lugar nuestro para la remisión de nuestros pecados. Sin descontar las otras teorías como Cristus Victor y Ejemplo Moral, este lenguaje es el lenguaje de la Expiación Sustitutiva Penal solamente. Y sin negar el hecho de que la justicia de Dios tenga la restauración como fin y no es meramente penal, estas citas de los Padres refieren a Cristo como habiendo tomado sobre Sí Mismo nuestra condenación penal. La restauración solo puede suceder después de haber sido justificados por el sacrificio expiatorio de Cristo. Cirilo de Alejandría (378-444 d.C.) “El Unigénito fue hecho hombre, tomó un cuerpo por naturaleza en enemistad con la muerte, y llegó a ser carne para que, al sufrir la muerte que estaba sobre nosotros debido a nuestro pecado, Él pudiera abolir el pecado; y además, que Él podría poner fin a las acusaciones de Satanás, porque tenemos cancelados en Cristo Mismo las penas por los cargos del pecado que estaban contra nosotros: ‘Porque Él llevó nuestros pecados, y fue herido por nosotros,’ según la voz del profeta. Oh, ¿No somos sanados por Sus heridas?” [20] Cirilo dice que Cristo sufrió la pena debida por nuestros pecados, aboliéndolos. Eso es equivalente a la expiación penal. Gregorio el Grande (540-604 d.C.) “Cuando el primer hombre fue movido del Señor por Satanás, entonces el Señor fue movido contra el segundo Hombre…que, siendo encarnado, no tenía pecados propios, y sin embargo siendo sin ofensa tomó sobre Sí el castigo del carnal.” [21] Se dice del Señor que fue movido contra Cristo, el segundo Hombre, mientras que Él recibió el castigo debido a nosotros. Severo el Grande de Antioquía (512 A.D.) “Aquel que se ofreció a Sí Mismo por nuestros pecados no tenía pecado propio. Pero Él llevó sobre Sí Mismo nuestras transgresiones y fue hecho un sacrificio por ellas. Este principio fue establecido en la Ley, Aquí vemos la naturaleza jurídica y legal de la expiación de Cristo expresada claramente. Él llevó en Sí Mismo nuestras transgresiones como prescrito en la Ley. Oecumenio (990 A.D.) “Tan imensa fue Su pasión que por tan a menudo que pecaren los seres humanos, ese solitario acto de sufrimiento es suficiente para quitar todas nuestras transgresiones.” [22] Podríamos mencionar otras citas de los Padres Primitivas, pero esto debe ser suficiente para demostrar más allá de cualquier duda razonable que los Padres de manera unánime creían en la expiación sustitutiva penal de Cristo. Aunque también creían en elementos de otras teorías, el hecho de que Cristo sufrió la pena de nuestros pecados siempre era central en sus creencias. Así que, la alegación de que fue un invento de la mente legal de Juan Calvino está sin base. [1] Clement, First Epistle of Clement to the Corinthians 49, in The Ante-Nicene Fathers 1:18 [2] Epistle of Barnabas 5, Ante-Nicene Fathers 1:139 [3] Mathetes, The Epistle to Diognetus 9, Ante-Nicene Fathers 1:28 [4] Justin Martyr, Dialogue with Trypho 95, Ante Nicene Fathers 1:247 [5] Irenaeus, against heresies 5.17.1, in the Ante-Nicene Fathers 1 (ed. Alexander Roberts and James Donaldson; Grand Rapids: Eerdmans, 1979 [1885]). see also 4.8.2 where in performing the offices of the high priest Christ “propitiates” God for people. [6] Ibid., 5.17.3 [7] Eusebius, Demonstratio Evangélica 10.1 trans. W.J. Ferrar, http:www.earlychristianwritings.com/fathers/eusebius_de_12_book10.html [8] Ibid [9] Hillary, Homilies on the Psalms 13, The Nicene and Post-Nicene Fathers 2, ed. Philip Schaff, 12 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1976) 9:246 [10] Athanasius, De Incarnatione Verbi Dei, trans, and ed., A Religious of C.C.M.V., Intro. By C.C. Lewis (Crestwood, N.Y.: St. Vladimir’s Seminary Press, 1996), 34 [11] Ibid., 35 [12] Athanasius, “Four Discourses Against the Arians,” The Nicene and Post-Nicene Fathers 2 4:341 [13] Ibid., 2 4:374 [14] Basil, On Baptism, in ACCS NT XI, 96 [15] Gregory, The Fourth Theological Oration 5, The Nicene and Post-Nicene Fathers 2 7:311 [16] Augustine, Reply to Faustus the Manichaean 6, The Nicene and Post-Nicene Fathers 1 4:209 [17] Augustine, “On the Trinity” 15, The Nicene and Post-Nicene Fathers 1 3:177 [18] Nicene and Post-Nicene Fathers, Series 1, Volume 8, §10 Cyril of Alexandria (378-444 A.D.) [19] Nicene and Post-Nicene Fathers, Series 1, Volume 3, Chapter 33 [20] Cyril, De atoratione et cultu in spiritu et verita te iii, 100-102, in JP. Migne (ed.), Patrologiae Cursus Completus: Series Graeca, vol. 68 (Paris, 1857) 293,296 [21] Gregory, Morals of the Book of Job, in Library of Fathers of the Holy Catholic Church (London: Oxford, 1844) 1:148 [22] Oecumenius, Commentary on 1Peter, in ACCS NT XI. 107
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