por George Sidney Hurd
-- “Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1Cor 3:12-15) Es común oír a algunos maestros minimizar o menospreciar cualquiera mención de recompensa, galardones, o tesoros en el cielo. Razonan que, a fin de cuentas, no son nuestras obras, sino las obras de Cristo. Sin embargo, como ya hemos visto, Cristo solo obra a través de nosotros cuando nos entregamos a Él, tomando Su yugo. Además, haciendo la voluntad de Dios a menudo ocasiona sufrimiento de nuestra parte, que podría ser evitado por simplemente no hacer nada. Pablo dice que Dios se complace con nosotros cuando somos fructíferos en toda buena obra (Col 1:10). Como cristianos, podemos escoger vivir según el YO y la carne, o podemos escoger morir cada día para que Su voluntad, y no la nuestra, sea cumplida en nuestras vidas. Muchos mártires a través de los siglos han sido animados con la expectativa de recompensas celestiales. A pesar de eso, algunos maestros aparentan despreciar tal expectativa. Un maestro prominente de la gracia dice: “En realidad, el término recompensas no aparece en ninguna parte del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo habla de una “recompensa” (singular, no plural) o un “premio” en el contexto de correr una carrera y llegar al final. Pero Pablo también menciona que todo lo demás es como basura a comparación a conocer a Cristo Jesús (Fil 3: 8). Tomada en cuenta esta verdad, ¿realmente creemos que Dios estará premiando casas más grandes y mejores joyas a los que han dependido más en Jesús?... Pero, ¿no dijo Jesús mismo que debemos de hacer tesoros en el cielo (Mat 6:20)? Sí, pero tesoros no son premios. Las personas descubren tesoros. No los hacen.” [i] No creo que los mártires cristianos fueron motivados a guardar la fe solamente en esperanzas de una casa más grande en el cielo. Sin duda su motivación, igual como fue con Pablo, era conocer a Jesucristo y agradarle al Padre (Fil 3:10; 2Cor 5:9). Pero, ¿No nos anima Pablo mismo a correr como para ganar? “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.” (1Cor 9:24,25) La corona mencionada aquí no es una corona real, (diádema) hecha de oro y joyas, sino una corona (stéfanos) formada de hojas de olivo, como la que daban de premio en las olimpiadas. Él dice que, mientras las coronas olímpicas son corruptibles (las ramitas se marchitaban con el tiempo) nuestro premio celestial es incorruptible. Pedro también habla de la corona (stéfanos) incorruptible que será dada a los pastores que fielmente pastorean, cuando regresa el Señor: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1Pedro 5:4) Pablo, hablando sobre lo mismo, dice de los tesalonicenses que ellos eran su corona para la Segunda Venida de Cristo: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona (stéfanos) de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? 20 Vosotros sois nuestra gloria y gozo.” (1Tes 2:19-20) Aquí vemos que las almas de las personas a quienes hemos compartido las buenas nuevas y discipulados en esta vida, serán una corona de gloria eterna para nosotros. Implicar que no es espiritual aspirar recibir el “bien hecho” del Señor, en anticipación del premio, es implicar que Pablo, Pedro y multitudes más de los santos que perseveraban, tampoco eran espirituales. Hasta implica que Jesús mismo no fue espiritual, dado que Él también corrió para ganar el premio: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Heb 12:1,2) Jesús claramente estaba refiriéndose a premios en el cielo, cuando dijo que debemos hacer para nosotros tesoros en el cielo. Contrario a lo que dijo el autor arriba citado, los tesoros celestiales no están enterrados para nosotros, como para necesitar ser desenterrados y descubiertos. Son guardados en el cielo conforme invertimos en lo espiritual en vez de lo terrenal y carnal. También Jesús dijo que los sufrimientos por Su causa tienen grande galardón: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.” (Mt 5:11-12) También dijo a la Iglesia: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apo 2:10) Pablo también dice que hay galardones esperando a los que sufren por Su nombre: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” (2Cor 4:17). Decir que la palabra “galardón” nunca aparece en su forma plural, para mí, es sin relevancia. El hecho permanece que, de una manera u otra, todo lo que sufrimos por Su nombre, y todo lo que hacemos en esta vida en yugo con Cristo y por el reino de Dios, tendrá un galardón grande en los cielos. Como creyentes, jamás seremos condenados por el pecado. No seremos juzgados en el Gran Trono (tronos) Blanco, porque ya hemos sido justificados y perfeccionados para siempre a través del sacrificio de Cristo una vez para siempre (Juan 5:24). El único trono de juicio que enfrentaremos es el Trono Bema de Cristo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal (bema) de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2Cor 5:10) Tenga en cuenta que hay dos palabras griegas distintas usadas para el trono de un juez. El Gran Trono Blanco que es judicial es tronos, pero la palabra para el tribunal de Cristo es bema, que es la misma palabra usada para referirse a los tronos de los jueces en las olimpiadas. Los jueces de los olímpicos pesaban lo bueno y lo malo de los participantes de las olimpiadas, y daban galardones en forma de coronas corruptibles (stefanos) a los que competían bien. No hay condenación para los que estamos en Cristo Jesús, pero hay un juicio bema para determinar los galardones que serán otorgados o perdidos. Además, nuestros pecados no serán llevados a memoria en este juicio sino que son nuestras obras que serán juzgadas para ver si fueron buenos, o beneficiales, o triviales y sin valor. Las palabras “bueno” y “malo” en 2Corintios 5:10 no son las palabras normalmente utilizadas para expresar lo bueno o malo en sentido moral, sino para lo que es útil o sin valor. La palabra “bueno” es agathos que usualmente significa “bueno o beneficial.” La palabra traducida “malo” no es ni kakos ni poneros, que significan algo “moralmente malo o malévolo,” sino faulos, que significa “malo en el sentido de trivial o sin valor.” [ii] De esta palabra derivamos la palabra “foul” en inglés o “falta” en los deportes. Pablo está hablando del mismo juicio en 1Corintios cuando habla del día cuando todo lo que hemos hecho, sea bueno o malo, pasará por el fuego, y seremos premiados por toda obra que permanece: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1Cor 3:11-15) En este juicio, nuestra salvación no está en duda. Eso ya fue determinado en la cruz. Aquí nuestras obras son examinadas para ver si son buenas o sin valor y seremos premiados por cada buena obra. Esto no es salvación por obras, es Cristo repartiendo premios como fue prometido a los que hayan sufrido por Su nombre e invertido sus vidas en el reino de Dios. El propósito y resultado final de este Juicio Bema de Cristo es que el Señor nos puede alabar por lo bueno que hayamos hecho. Pablo dice de este juicio: “Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. 5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” (1Cor 4:4,5) ¡Qué gracia tan asombrosa! El único juicio que los hijos justificados de Dios esperan en la venida de Cristo es cuando Él examina nuestras vidas terrenales para poder alabarnos por lo que hemos sufrido por Su causa y hecho para Su reino en esta vida. Creo firmemente que el Movimiento de la Gracia es de Dios. Sin embargo, como con cualquier nuevo mover de Dios o doctrina bíblica restaurada como la apocatástasis o restauración final de todos, a menudo hay excesos y errores que necesitan ser enfrentado para mantenerlo en equilibrio. La enseñanza de algunos de que nosotros como creyentes no recibimos galardones porque la gracia los excluye, es unas de las equivocaciones que considero en mi libro, “La Verdadera Gracia de Dios.” [i] Farley, Andrew; Farley, Andrew. The Naked Gospel: Truth You May Never Hear in Church (p. 168, 170). Zondervan. Kindle Edition. [ii] from Vine's Expository Dictionary of Biblical Words, Copyright © 1985, Thomas Nelson Publishers.
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