por George Sidney Hurd
Este artículo fue tomado del libro, La Verdadera Gracia. “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” (Stg 2:14-24) La mayoría ha luchado para entender lo que Santiago quiere decir en este pasaje. En la superficie, Santiago aparenta contradecir lo que Pablo enseñaba acerca de la justificación por la fe solamente. Pablo dijo: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” (Rom 3:28). Aquí parece que Santiago está diciendo exactamente lo contrario: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Pablo usó a Abraham para demostrar que somos justificados por la fe y no por las obras: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.” (Rom 4:2-3). Santiago, en cambio, usa el mismo ejemplo de Abraham, pero dice: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Martín Lutero no podía reconciliar las palabras de Santiago con la verdad de la justificación por la fe solamente, y concluyó que Santiago no debe estar en las Escrituras porque contradecía el resto de la Biblia. Sin embargo, creo que esta aparente contradicción puede ser resuelta cuando entendemos que Pablo y Santiago se dirigían a dos audiencias distintas. Pablo, presentando el evangelio, enfatiza que la justificación es solamente por la fe, mientras Santiago estaba enfrentando la profesión vacía de fe entre los que se decían ser cristianos pero estaban engañándose a sí mismo. Pablo y Santiago estaban explicando diferentes lados de la misma moneda. Pablo decía: “La fe que salva es la fe sola,” mientras Santiago insiste: “la fe que salva nunca está sola.” Pablo, al igual que Santiago, advertía repetidas veces contra ser engañado en pensar que uno tiene la verdadera fe cuando su conducta indica lo contrario. Pablo decía: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2Cor 13:5 cf. 1Cor 15:2; Ef 5:3-6; 1Cor 6:9-11; Gal 5:19). Pablo también habla de una fe que obra: “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gál 5:6) Cualquiera enseñanza que dice que, como ya estamos bajo la gracia, podemos hacer todo lo que se nos antoja, o simplemente no hacer nada, si eso es lo que uno desea, no está presentando todo el consejo de Dios, y está convirtiendo la gracia de Dios en lascivia. ¿En qué sentido podríamos decir, como hace Santiago, que somos justificados por las obras y no por la fe solamente? Pablo dijo que Abraham fue justificado solo por fe sin obras, mientras Santiago decía que él fue justificado por obras cuando ofreció a Isaac como sacrificio. ¿Cómo podemos reconciliar estas dos declaraciones? Es importante tomar en cuenta que Abraham fue justificado por la fe delante de Dios en el momento que creyó a Dios, y no veinte años después cuando ofreció a Isaac. Cuando Dios prometió a Abraham que tendría un hijo, dice que fue justificado en ese momento: “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” (Gén 15:5,6) Por otro lado, no hay mención en las Escrituras que Abraham fue justificado cuando ofreció a Isaac. Creo que la mejor manera de entender este conflicto aparente es entender que Pablo está hablando desde la perspectiva de Dios, mientras Santiago está hablando de la perspectiva del hombre. Dios sabe quién tiene la verdadera fe, justificándolo por la fe solamente. Los hombres, en cambio, solo ven la evidencia externa de esa fe y por eso esa justificación no es reconocida y atribuida a nosotros por otros, aparte de ver alguna demostración externa de ella. Pablo deja en claro en Romanos 4:2 que está hablando de la fe que justifica, como visto por Dios, y no por los hombres. Santiago, en cambio, dice: “¿Tú dices que tienes fe en Dios y que ha sido justificado? Muéstrame. Dame alguna evidencia de tu fe y justificación. Puede ser que lo que profesas sea cierto, pero si es cierto, ¿Dónde está la evidencia?” Así que no hay ningún conflicto. Pablo habla desde la perspectiva de Dios, igual como vemos en Génesis 15, mientras Santiago habla desde la perspectiva de los hombres. Como dijo Jesús: “por sus frutos los conoceréis.” (Mt 7:20). Así, como Abraham fue justificado por fe ante Dios, y no hasta después fue visto como justo delante de los hombres, cuando ofreció a su hijo Isaac, así demostrando que su fe era verdadera, así fue en el caso de la ramera Rahab, presentado por Santiago como otro ejemplo: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” (Stg 2:25,26) Rahab había oído todas las historias de la liberación de los hijos de Israel de Egipto; cuando cruzaron el mar Rojo; el maná del cielo, y cómo el Señor les había dado la victoria contra sus enemigos en batalla. Para cuando los espías habían llegado a Jericó, ella sin duda, ya había puesto su fe en Dios, y delante de Él, ella ya era justificada. Pero su fe y justificación no fue demostrada para que otros las vieran hasta recibir a las espías. Esta es una verdad que necesita ser enfatizada dentro del movimiento de la gracia. La fe que justifica y salva es la fe sola, pero la fe que justifica nunca queda sola. Los maestros de la gracia correctamente advierten de las obras muertas hechas en la carne, pero también necesitan advertir de la fe muerta, que no resulta en las obras. La gracia no simplemente salva y justifica – la gracia obra.
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