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por George Sidney Hurd
-- La Posmodernidad está cuestionando e incluso borrando sistemáticamente casi toda distinción presentada en las Escrituras haciendo separación entre la verdad y la mentira, el pecado y la santidad, lo bueno y lo malo, lo santo y lo no santificado, los salvos y los perdidos, etc., etc. Antes de la era del Alumbramiento, dentro del cristianismo la Premodernidad decía que existía una verdad absoluta que Dios poseía y creían que había sido revelada en Su Palabra. La Modernidad, que comenzó con el Alumbramiento, también decía que existía verdad absoluta, pero correspondía a los científicos descubrirla y definirla. En términos simples, Postmodernidad es la filosofía actual que dice que, si de hecho la verdad existe, no puede ser conocida con certidumbre. Tanto la Premodernidad como la Modernidad creían en absolutos y por lo tanto hacían aseveraciones dogmáticas. En la Época Premoderna los cristianos basaban sus convicciones sobre su fe en la verdad de Dios como es revelado en Su Palabra. Los Modernistas descartaban la revelación divina y basaban sus convicciones sobre su fe en la ciencia empírica. Tristemente, una gran parte de los cristianos doblaron rodilla ante la ciencia modernista, acomodando las Escrituras a las teorías de la ciencia moderna. Los Postmodernistas, en cambio, son caracterizados por su falta de convicciones y una negación de toda certidumbre. Casi lo único en que insisten dogmáticamente es que la verdad, o no existe, o no puede ser conocida con certeza. La duda, en vez de la fe, es considerada una virtud. Hasta sienten orgullo de su ignorancia de verdad absoluta, considerando a todos los que expresan certidumbre acerca de cualquier verdad, como personas carentes de humildad. Mientras en el pasado era posible razonar acerca de las Escrituras y no estar de acuerdo, o llegar a un acuerdo común, como hacía Pablo con los de Tesalónica y Berea (Hch 17:2,11), esta generación no puede ser persuadida de la verdad con la enseñanza convincente y autoritativa de las Escrituras. Como predijo acertadamente Francis Schaffer hace más de cincuenta años, la época de la Modernidad ha cedida a la Postmodernidad, resultando en lo que él llamaba “el escape de la razón.” Hoy en día, el Cristianismo Postmoderno desprecia cualquier afirmación de verdad absoluta y no pueden soportar la sana doctrina. Aunque todavía viven la vida diaria con la mente Modernista, en los asuntos espirituales y morales ellos han abandonado toda realidad objetiva y la verdad proposicional, adoptando un misticismo etéreo y el relativismo moral. Esto es lo que Francis Schaffer llamaba “la dicotomía de planta baja/azotea.” Viven sus vidas cotidianas basadas en verdades fijas y absolutas, pero en lo espiritual y moral viven como si no existieran verdades absolutas e inconmovibles. Él Espíritu Santo nos advirtió de esto por el Apóstol Pablo cuando Él dijo: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas (muthos).” (2Tim 4:2-4) Aquí vemos profetizado un tiempo cuando creyentes profesantes ya no estarán dispuestos a recibir la verdad objetiva y doctrinas bíblicas porque están en conflicto con sus propios deseos pecaminosos. En vez de recibir la Palabra, ellos apartarán sus oídos de la verdad, escuchando a fábulas o mitos. El Diccionario del Nuevo Testamento Kittle define “fábulas” (muthos) como refiriéndose a la práctica de las religiones místicas y el misticismo gnóstico de reducir la verdad a alegorías. Kittle dice lo siguiente acerca de muthos: “Las religiones místicas tratan mito como las representaciones de experiencias que, o no pueden, o no deben, tener expresión racional. Sin embargo, más adelante los místicos incluso convirtieron el significado de palabras en mito por medio de exposición alegórica… La Alegoría en este caso es un instrumento para la transvaloración de todos los valores, tanto paganos como bíblicos. Combina los dos en el nuevo mito de especulación gnóstica.” [1] Así que, vemos que este reciente divorcio de la razón a favor de una forma del misticismo convierte la verdad objetiva en alegoría e intenta transvalorar normas bíblicas establecidas y redefinir significados establecidos de términos bíblicos, desmantelando así la verdad. Según la definición de muthos dada por Kittle, esta práctica, después de todo, no es para nada moderna – mucho menos postmoderna. No es más que el antiguo misticismo de los gnósticos y otras religiones místicas en un disfraz cristiano. La Santa Biblia es una norma fija – la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 3). Una vez que nos apartemos de esa fe – una vez que la autoridad de las Escrituras en su sentido normal y obvio haya sido descartada a favor de lo místico y lo relativo, entonces ya no hay una fuente fiable de verdades fundamentales (1Tim 4:1-2). Cada individuo es libre para definir “verdad” según sus propias revelaciones místicas y preferencias personales. Muchos de ellos son muy proficientes en su conocimiento sobre las Escrituras y dirían que el “Espíritu de verdad” les guía en la formación de sus creencias. Ellos a menudo citan numerosos textos de la Biblia. Sin embargo, como ellos no toman las Escrituras como la única regla infalible de fe y doctrina, no son cuidadosos en considerar la enseñanza de la totalidad de las Escrituras y a menudo interpretan los textos de una manera que no está en armonía con el resto de la Biblia. La revelación del Espíritu Santo es crucial para entender las Escrituras, y también creo que los dones del Espíritu como el de la profecía, palabras de sabiduría y conocimiento todavía son necesarios para la edificación del Cuerpo y la proclamación del evangelio con poder (Ef 4:13; 1Cor 14:26). Sin embargo, somos amonestados a probar los espíritus para determinar si es el Espíritu de verdad u otro espíritu dando la revelación (1Jn 4:1). Probamos los espíritus por la Palabra escrita de Dios, dado que el Espíritu Santo es su Autor, y Él jamás nos guiará en contra de Su propia Palabra. Sin embargo, una vez que la Palabra escrita de Dios haya sido desautorizada por negar su infalibilidad, abre una caja de Pandora, introduciendo doctrinas de hombres y demonios disfrazadas como la verdad. Las siguientes son algunas verdades vitales y distinciones esenciales que han sido suprimidos y a veces negadas por algunos de los autores y predicadores Posmodernos. Mucho de lo que presentan está de acuerdo con las Escrituras y por lo tanto no estoy completamente en desacuerdo con ellos. Al señalar lo que considero desvíos serios de la verdad de las Escrituras no quiero detractar de ninguna manera las verdades que sí presentan correctamente. El Pecado nos separa de Dios En 2017, William Paul Young, el autor de “La Cabaña” publicó un libro intitulado, “Lies We Believe About God.” (“Las Mentiras que Creemos acerca de Dios”) La mayoría de las supuestas “mentiras” que él presenta claramente son verdades bíblicas. Una de las supuestas mentiras que él presenta es, “El Pecado nos separa de Dios.” Él dice: “No hay ‘nada’ fuera de Dios. Solo existe Dios, y la Creación es creada ‘en’ Dios.” [2] Don Keathley, una maestra de la gracia de mucha influencia dice básicamente lo mismo: “Nunca hubo un tiempo cuando alguien ha estado separado de Dios. Eso ha sido una ilusión en su mente puesto allí por la religión y lo han escuchado tantos años que lo creen.” [3] Obviamente, en un sentido ontológico esto es cierto. Aun hablando a los idólatras impíos de Atenas Pablo dijo: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch 17:28, cf. Col 1:17). De Él somos todos en cuanto a fuente, existimos por Él, y finalmente todos seremos reunidos en Él (Rom 11:36; Ef 1:10). Separación - ¿Ontológica o Relacional? Sin embargo, Paul Young y Don Keathley no reconocen la distinción esencial entre una separación ontológica/existencial, que es imposible, y la separación espiritual/relacional que es el resultado del pecado. Al mismo tiempo que Pablo les dijo a los hombres de Atenas que en Él vivimos y somos, el Apóstol Pablo les llamó a arrepentirse y a “buscar” a Dios, aunque “no está lejos” de cada uno de nosotros. Cuando él les llamó a “buscar” al Señor porque Él “no estaba lejos” de ellos, él se estaba refiriendo a una separación espiritual/relacional, no una separación ontológica. También les dijo que necesitaban arrepentirse y buscarle al Señor por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo (Hch 17:30-31). Es obvio que en un sentido ontológico eran inseparables de Él, al igual que todo lo creado. Sin embargo, el pecado había hecho una separación espiritual y relacional que requería arrepentimiento de su parte para ser reconciliados con Él, siendo encontrados en Cristo en el día del juicio. Todos sabemos por experiencia propia que uno puede ocupar el mismo espacio con otra persona y sin embargo estar totalmente separados espiritual y relacionalmente. Nuestra separación de Dios es como esto. Los textos de las Escrituras que hablan de esta separación son demasiados numerosos para citar. Solo unos pocos ejemplos servirían para demostrar que podemos estar separados de Dios espiritual y relacionalmente debido al pecado en nuestras vidas: “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.” (Sal 138:6) “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isa 55:6) “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Stg 4:8) “Si lo buscas, lo hallarás; pero, si lo abandonas, te echará de su lado para siempre (LXX eis telos, ‘hasta el fin’).” (1Cron 28:9 BDA) “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno (pur to aiónion) preparado para el diablo y sus ángeles.” (Mt 25:41) Hay dos observaciones importantes que podemos sacar de estos pasajes. El primero es que la separación del hombre de Dios es una realidad – no hablando de una manera existencial, claro, pero espiritual y relacional. Segundo, contrario a lo que estos maestros enseñan, la separación no es simplemente el hombre separándose de Dios, sino Dios separándose de aquellos que andan en el pecado y el orgullo. Es Dios quien atiende al humilde, pero mira de lejos al altivo. Es Dios quien echa de Su lado a los que lo abandonen. Es el Hijo de Dios mismo quién dirá a algunos: “Apartaos de mí.” Sin embargo, esta separación no es para siempre, sino hasta que el resultado final del proceso disciplinario de Dios haya sido cumplido – hasta que ellos se arrepientan y lo busquen, siendo plenamente corregidos. Viene un tiempo cuando todos se habrán sujetado a Él, y cuando llegue aquel día, Él será todo en todos. Mientras tanto, es cierto que todos tienen su existencia en Él, pero no todos han sido restaurados a Él relacionalmente. Él siempre ha sido “en todos,” hablando ontológicamente, pero Él no será “todo en todos” hasta que Él llegue a ser todo para cada persona relacionalmente. Juan dice que Dios es pura luz, y por lo tanto, si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en las tinieblas mentimos y no practicamos la verdad (1Jn 1:5-6). La comunión implica unión, mientras la falta de comunión implica separación. Así que, decir que jamás ha habido un tiempo cuando alguien ha estado separado de Dios es una media-verdad mortífera porque deja a uno bajo la ilusión falsa de que sus pecados no pueden crear una distancia entre uno mismo y Dios. En vez de amonestarle a uno a arrepentirse y buscarle al Señor, como hizo Pablo con los hombres de Atenas, ellos dicen a los pecadores no-arrepentidos que nada de lo que hacen podrá hacer una separación en su relación espiritual con Dios. El Pecado Redefinido Este error a menudo está acompañado por una redefinición tanto del pecado como del arrepentimiento. El pecado en el Antiguo Testamento es chata, que según el Léxico del Hebreo Brown Driver & Briggs significa “faltar, desviar del camino, estar en lo malo, incurrir en culpa.” El pecado cometido es presentado como cometido primero “contra Dios” (Gen 39:9). Cuando David confesó su pecado delante de Dios él dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado. y he hecho lo malo delante de tus ojos.” (Sal 51:4) La palabra en el Nuevo Testamento para pecado es hamartía, y es esencialmente lo mismo, significando “no dar en el blanco.” Vemos en 1Juan 3:4 que el blanco es la perfección moral y por lo tanto es transgresión de la Ley (anomía, “sin ley”) Pablo dice en Romanos que, antes de poner la fe en Cristo, todos están “bajo pecado” y “bajo el juicio de Dios” (Rom 3:9,19). Los Progresivos Postmodernos típicamente redefinen el pecado de una manera que hace que ya no sea pecado contra Dios, sino solamente contra uno mismo o contra el ser ontológico de uno. Paul Young redefine el pecado (hamartía) de la siguiente manera: “El significado fundamental es ‘la negación de origen o entidad’ o ‘forma.’ Sí, se trata de ‘no dar en el blanco,’ pero el blanco no es la perfección moral. El ‘blanco’ es la Verdad de tu ser. Hay una verdad acerca de quién eres: la proclamación de Dios acerca de una creación ‘buena en gran manera’ es la verdad acerca de ti. Esa creación muy buena es tu forma u origen, la verdad acerca de quién eres en tu ser.” [4] (énfasis mío) Entonces, según esta redefinición, en vez de que el pecado consista de ofensas contra Dios, es simplemente no creer que eres “bueno en gran manera” en tu ser. Cuando dice que Jesús nunca pecó, según Paul Young significaba que Él nunca negó la verdad de Su ser, (i.e. que era Bueno en gran manera). Él fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. ¿Debemos entender de esto que Él fue tentado (en todo) al igual que nosotros, a la ira, la mentira, o a ceder a tentaciones sexuales, o será que fue nada más tentado a negar “la verdad de Su ser?” Una vez deconstruyamos y redefinamos el pecado de esta manera, el pecado ya no consistirá de los pecados específicos mencionados en la Biblia. El pecado llega a ser nada más que la negación de nuestro ser. Es fácil ver el pantano de relatividad moral a que lleva esto. Muchos hoy en día justifican el pecado en sus vidas diciendo: “Así soy,” o “yo nací así.” Por no definir el pecado en términos específicos como lo hace la Biblia, y refiriéndose al pecado como nada más que negar la verdad de nuestro ser, abrimos una caja de Pandora donde cada individuo es libre para redefinir lo que es la verdad de su ser. Por este motivo, Pablo es muy específico en nombrar pecados específicos diciendo: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1Cor 6:9-10 RVG) “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. 5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.” (Ef 5:3-6) Negar la verdad del ser de uno ni siquiera es mencionado en esta lista de pecados. Adicionalmente, Pablo concluye la lista de pecados específicos diciendo, “Nadie os engañe con palabras vanas.” También advierte que la ira de Dios vendrá sobre todos aquellos que no se arrepientan de estos estilos de vida pecaminosos. ¡No te dejes engañar con palabras vanas! A fin de cuentas, Dios juzgará a los que no se arrepientan según sus hechos, y ellos recibirán su parte o porción en el lago de fuego purificador, perdiendo la primera resurrección para vida (Jn 5:29). Quienes no se arrepienten están atesorando para sí mismos ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios que pagará a cada uno conforme a sus obras – no según su redescubrimiento o “la verdad de su ser” (Rom 2:5-6). La Muerte Espiritual Redefinida La muerte en las Escrituras siempre habla de separación. Cuando morimos físicamente, nuestra alma es separada de nuestro cuerpo; cuando morimos al pecado somos santificados o separados del pecado; cuando morimos a la Ley somos separados de la Ley como régimen de vida para vivir para Cristo; cuando morimos espiritualmente nuestro espíritu fue separado de Dios que es Espíritu. Dedico un capítulo entero para demostrar esto en mi libro “¿Exterminación o Restauración?” En el mismo día que Adán y Eva comieron del árbol prohibido murieron, así como Dios les había advertido. Sin embargo, la muerte que murieron aquel día no era la muerte física, sino una muerte o separación espiritual. Su comunión espíritu a Espíritu con Dios fue cortada. Antes de que Dios nos diera vida por el nuevo nacimiento de nuestro espíritu, llegando así a ser un espíritu con el Señor, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y ajenos de la vida de Dios (Ef 2:1; 4:18; Col 1:21). Don Keathley niega que una muerte o separación espiritual ocurrió, insistiendo que todo ha sido nada más en nuestra mente. Él reduce la muerte a una pérdida de consciencia de quienes realmente somos. Él dice: “Morimos a la consciencia de que ya somos como Dios… Lo que pasó es que nos olvidamos quienes éramos – olvidamos de dónde venimos. Así que, Jesús conquistó esa muerte de consciencia… El problema es que la religión ha recogido la mentira y nos ha enseñado…que nacimos muertos espiritualmente: que nacimos separados de Dios: que nacimos depravados: que nacimos apartados de Dios, y hasta que hagamos algo, jamás seremos unidos a la vida de Dios.” [5] No sé si tú puedes ver la similitud entre la mentira original a Eva y la redefinición de la muerte que hace Keathley aquí. La serpiente dijo: “Realmente no morirás, sino serás como Dios.” Keathley en esencia dice: “Realmente no morimos, solo morimos a la consciencia de que ya somos como Dios.” ¿Será posible que esto sea la misma mentira que Pablo advirtió que creerían todos los que no reciban el amor a la verdad cuando se manifieste el hombre del pecado? Pablo dijo: “inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, 10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean LA MENTIRA, 12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” (2Tes 2:9-12) ¿Será posible que la mentira que creerán aquellos que estén bajo la influencia de la doctrina del Anticristo sea una continuación de la misma vieja mentira que fue presentada a Eva en el Huerto? Están diciendo a esta generación: “Realmente nunca moriste. Solamente perdiste de vista la verdad de que ya son como Dios.” La ilusión de que uno podría ser como Dios fue lo que ocasionó la caída de Lucifer. Él utilizó el mismo engaño con Eva, y él sigue promoviendo la misma mentira. En vez de predicar arrepentimiento para con Dios y la fe en Jesucristo, como hacía Pablo (Hch 20:21), ahora nos están diciendo que nunca fuimos separados de Dios en el Edén; que siempre hemos sido como Dios y simplemente necesitamos despertarnos a esa realidad. Sin embargo, el hecho de que nosotros, en distinción de otros seres creados, hayamos sido creados a la imagen de Dios, no debe ser malentendido como si de alguna manera podamos independientemente llegar a ser como Dios. Esa aspiración resultó en la caída de Lucifer y aparentemente él sembró la misma semilla en la tercera parte de los ángeles antes de tentar a Eva a procurar ser como Dios. Satanás fue creado para reflejar la gloria de Dios – no para ser como Dios. Cuando él intentó ser como Dios, él llegó a estar separado de Dios y cambió de ser un ángel de luz a ser el príncipe de las tinieblas. Hay una diferencia muy importante entre ser creado “a la semejanza de” Dios y procurar ser “como” Dios que muchos pasan por alto. Dice que el hombre fue creado a la “semejanza” (demuwt “similitud, semejanza”) de Dios. Muchos preguntarían, ¿qué hay de malo en desear parecerse más a Dios? De hecho, somos llamados a ser santos como Él es Santo. Sin embargo, la tentación de Satanás no era la de ser más semejante a Dios, sino estar en el lugar de Dios o como uno igual a Dios. La serpiente no le dijo que serían como Dios en el sentido de parecerse a Él. Ya eran semejantes a Dios. En el hebreo la serpiente le dijo a Eva que serían kee elohim “como Dios” (o “como dioses,” dependiendo de la interpretación correcta). Para ilustrar esta diferencia, imagine el hijo de un rey. Siendo el propio hijo del rey, el por naturaleza se parece a él. Pero un día él decidió que quería ser “como” el rey mismo, o al menos ser promovido a ser un rey igual como su padre. En el momento que él pasó de simplemente parecerse al rey a querer ser como el rey mismo, él pasó de admiración e imitación a aspiración y autoexaltación. Eso es lo que creo que fue la esencia de la tentación de Eva y resultó en que nuestros primeros padres cayeran en la misma condenación del diablo cuando él, en su orgullo, aspiró a ser como el Altísimo (Isa 14:14). De semejante manera, cuando cayeron Adán y Eva, independientemente procurando ser como Dios (o como dioses), también llegaron a ser separados de Dios y ya no reflejaban la imagen y semejanza de Dios. La gloria de Dios que los había envuelto se había apartado de ellos y estaban conscientes de su desnudez. Como descendientes de Adán nosotros también estábamos alejados de Dios desde el vientre. Solo por la sangre derramada de Cristo hemos sido hechos cercanos: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” (Ef 2:13) “Lejos” es otra manera de decir “separados.” Separados de Dios, ya no teníamos unión con Él, y por lo tanto no reflejábamos su imagen y semejanza. En vez de ser predominantemente espíritu en semejanza a Dios, el hombre llegó a ser predominantemente “carne” (Gen 6:3). Solo a través de la nueva creación en Cristo somos restaurados a la imagen misma de Cristo como “partícipes” de la naturaleza divina en unión con Él (Rom 8:29; 2Pet 1:4). No somos divinos ontológicamente por naturaleza propia. Cuando nuestro espíritu nació de nuevo con Su vida, llegamos a ser un Espíritu con Él (1Cor 6:17). Yo examino la enseñanza de que “somos dioses” con mayor detalle en el capítulo titulado, “¿Somos Dioses?” en mi libro, “Enfocando en los Eventos Finales.” El Pecado crea una Separación Relacional “La mano del Señor no es tan débil que no pueda salvar, ni su oído tan duro que no pueda oír. 2 No, son vuestras culpas las que os han separado de vuestro Dios; vuestros pecados ocultan su rostro, para que NO OS OIGA. 3 Vuestras manos están manchadas de sangre, vuestros dedos de crímenes; vuestros labios profieren mentiras, vuestra lengua susurra maldad…11 Gruñimos como osos, gemimos como palomas; esperamos en la justicia, pero nada, en la salvación, y está lejos de nosotros. 12 Porque son muchas nuestras transgresiones CONTRA TI, nuestros pecados testimonian contra nosotros, nos acompañan nuestros delitos, y reconocemos nuestras culpas.” (Isa 59:1-3;11,12 CEE) Este pasaje es especialmente difícil para los que niegan que el pecado nos separa de Dios. La mayoría de los Progresivos, teniendo en baja estima las Escrituras, simplemente dirían que Isaías estaba equivocado – que Isaías erróneamente pensaba que sus pecados habían hecho separación entre ellos y Dios. Sin embargo, para los que creen que toda Escritura es inspirada por el Espíritu Santo, esa explicación no es admisible. Otros dirían que es el hombre quien se separa a sí mismo de Dios, pero Dios jamás se separa de nosotros. Sin embargo, el resultado de esta separación no solo es que el hombre no oye a Dios, sino que Él no nos oye a nosotros. El salmista dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal 66:18). No es que no puede oírnos cuando vivimos en el pecado, sino que Él simplemente no lo hará – Él no nos escuchará. Algunos de manera burlona argumentan que, si Él no puede oírnos, entonces un pecador no tiene manera de confesar sus pecados a Dios. Pero no es que Él no puede – es obvio que no hay nada que él no oye, sino que, si guardamos iniquidad en nuestros corazones – mientras no estemos dispuestos a confesar nuestro pecado a Él, Él no nos escuchará, i.e., Él está esperando nuestra confesión y arrepentimiento antes de responder a nuestros clamores. Hasta que reconozcamos nuestros pecados y busquemos Su rostro, Él se distanciará de nosotros y esperará. Dios habló a su pueblo idolatra por medio de Oseas diciendo: “Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte.15 Andaré y volveré a mi lugar, HASTA QUE reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.” (Oseas 5:14-15) Así que, la separación no es para siempre, sino hasta que haya confesión y arrepentimiento del pecado. Esto puede ser ilustrado en una relación entre un padre y su hijo. La mayoría de nosotros como niños fuimos enviados a nuestra habitación cuando éramos desobedientes hasta reconocer el mal que habíamos hecho y pedimos perdón. Es posible que pudiéramos fingir un arrepentimiento para salir a jugar, pero Dios sabe cuándo verdaderamente nos arrepentimos y espera en silencio hasta que reconozcamos nuestro pecado. Puedo recordar numerosas ocasiones cuando yo, siendo Su hijo, continuaba en pecado o rebeldía, justificándolo en vez de confesarlo ante Dios. Mientras persistía en justificar mi pecado, mi comunión con Él estaba interrumpida y Él parecía estar un millón de millas de distancia. Pero en el mismo momento que yo reconocí mi pecado y me arrepentí de él, Su amor inundaba mi alma y disfrutaba la comunión con Él como antes. Mientras es cierto que jamás podemos estar separados de Él ontológicamente, negarnos a reconocer el pecado en nuestra vida causa una separación relacional. Algunos mal-aplican Romanos 8:39, insistiendo de este versículo que nadie puede ser separado de Dios. Aquí Pablo dice que nada en toda la creación nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Aquí muchos Tradicionalistas, que ven la naturaleza de Dios como dividida, correctamente señalan que “nos” en el contexto solamente son los elegidos de Dios– los que están “en Cristo.” Entramos a este mundo muertos en nuestros delitos y pecados, sin Dios y sin Cristo. Pero entonces Dios nos llamó, justificó y glorificó (Rom 8:30). En ese momento de tiempo Él nos atrajo a Sí mismo y nos dio la vida eterna. Así que, nada ni nadie jamás nos podrá separar de Su amor incondicional por nosotros. Sin embargo, podemos, y a menudo sí, de hecho, descuidamos nuestra relación de amor con Dios. Es por eso que Judas nos manda a guardarnos en el amor de Dios (Judas 21). Sin embargo, mientras el pecado ocasiona separación de Dios, también es cierto que nada ni nadie podrá separarnos del Amor incondicional de Dios por todos – incluso los que están en rebeldía en la tierra lejana son amados por Dios. Su amor nunca deja de ser (1Cor 13:8). Jesús dijo que somos como nuestro Padre en el cielo cuando amamos a nuestros enemigos. Mientras aun éramos enemigos en tierra lejana, Él nos amó y envió a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los pecados del mundo entero (Rom 5:8; Jn 3:16; 1Jn 2:2). Debido a que Dios no simplemente ama, sino que es amor, Su amor por todos jamás deja de ser. Esa es una de las razones principales por las que la doctrina de castigo eterno no puede ser cierta. Porque el amor de Dios nunca deja de ser y es dirigida a todos, incluyendo Sus enemigos, aun cuando los rebeldes y no arrepentidos son excluidos de Su presencia y separados de Él, jamás pueden ser separados de Su amor y por lo tanto nadie será desechado para siempre: “Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” (Lam 3:31-33) “Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios quita la vida, sino que provee medios para no alejar de sí al desterrado.” (2 Sam 14:14) Debido a que el amor de Dios nunca deja de ser, aun cuando Él desecha por un tiempo en juicio, Él no desechará a nadie para siempre. Él ha hecho provisión por Sus desterrados por medio de la cruz de Jesús y ha jurado por Si mismo que finalmente todos serán reconciliados, doblando rodilla y confesando que Jesús es Señor. Sin embargo, habiendo dicho eso, desde el momento en que Adán y Eva fueron desterrados del Edén, toda la raza de Adán ha venido a este mundo alienada de la vida de Dios – no existencialmente sino relacionalmente. Dios jamás los dejó de amar, pero los amaba de lejos. Sin embargo, en amor, Dios abrió el camino para que Sus desterrados no continuaran alejados de Él. Ahora nosotros que estábamos lejos hemos sido hechos cercanos por la sangre de Cristo (Ef 2:13). Y cuando lleguemos al final de las épocas todos habrán sido atraídos a Él y Dios entonces será todo en todos (1Cor 15:28). Así que, aunque Romanos 8:39 habla del amor eterno de Dios por nosotros, no va en contra de su aseveración de que nuestros pecados no nos separan de Él. Nuestros pecados sí nos separan de Dios. Mientras es importante que todos comprendan que el amor de Dios por ellos jamás termina, es un grave error decirle al pecador que sus pecados no hacen separación entre ellos y Dios. Si guardamos iniquidad en nuestros corazones, la comunión con Él es interrumpida hasta que nos arrepintamos y confesemos nuestros pecados delante de Él. Aun creyentes que ya han sido perdonados por todos sus pecados, pasados, presentes y futuros, y que por lo tanto jamás serán condenados por ellos, todavía necesitan confesar sus pecados para recibir perdón y limpieza – no judicialmente, sino relacionalmente (1Jn 1:9). El pecado sin arrepentimiento siempre interrumpe la comunión con Dios porque en Él no hay tinieblas (1Jn 1:5-7). Los que no están en Cristo necesitan saber que están perdidos y necesitan reconciliarse con Dios. Necesitan saber que sus pecados les han separado de Dios y Jesús es el único camino de regreso al Padre. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6). Decirle al pecador que jamás hubo separación es una negación de las palabras de Jesús. Si nunca hubo separación, no habría necesidad de Jesús – el camino al Padre. Paul Young niega tanto la separación como la necesidad de Jesús para ser el puente entre la humanidad y el Padre. Él mal-aplica Romanos 8:38 cuando dice: “Nada nos puede separar del amor de Dios (Romanos 8:38–39). Jesús no vino a construir un puente para volver a Dios u ofrecer la posibilidad de no ser separados.” [6] Los sincretistas dicen que todos los caminos nos llevan a Dios. Paul Young va aún más lejos de la verdad, diciendo que no necesitamos un camino al Padre porque jamás hubo separación. Aunque los no-arrepentidos sean atraídos a este mensaje, en este mensaje no es el evangelio de Jesucristo que nos ofrece perdón de pecados, transformación y una nueva vida por el nuevo nacimiento. Les dice que están bien con Dios sin necesidad de arrepentimiento (Un peligroso engaño que desplaza a Cristo de su lugar como Salvador en nuestra vida). La Humanidad todavía está Perdida y necesita ser Salva. Uno de los capítulos del libro de Paul Young “Las Mentiras que Creemos Acerca de Dios” se titula, “Necesitas ser salvo.” Según él y otros proponentes del “Evangelio de Inclusión,” los que predican el arrepentimiento y fe en Jesús para la salvación están predicando un evangelio falso, dado que todos ya fueron salvos en la cruz. Paul Young dice: “No necesitamos ofrecerle a nadie lo que ya ha sido dado; simplemente celebramos las Buenas Nuevas con cada uno: Todos hemos sido incluidos.” [7] Mientras es cierto que todos fuimos incluidos en la muerte y resurrección de Cristo y por lo tanto el evangelio es buenas nuevas para todos, las Escrituras muy claramente nos informan que el evangelio no beneficia a nadie hasta que sea personalmente recibido por fe. La muerte de Cristo compró la salvación para todos, y la justicia de Dios es ofrecida gratuitamente como un regalo de gracia. Pero como con cualquier regalo, tiene que ser recibido para ser nuestro. La cruz es el poder de Dios para la salvación para todos los que creen (1Cor 1:21; Rom 4:24; Gal 3:22). Sin la justicia de Dios en Cristo estamos perdidos y condenados ante Dios. Jesús nos comisionó a predicar el evangelio a todos diciendo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16) No hay condenación para los que están en Cristo Jesús, pero los que no creen aún están bajo condenación porque no han creído para salvación (Rom 8:1, cf. Jn 3:18,36). Si mueren en sus pecados perecerán (Jn 3:16 apollumi, “morir en un estado de perdición”), y no serán resucitados hasta la segunda resurrección para el juicio (Jn 5:29). Mientras todos finalmente confesarán a Jesús como Señor y serán restaurados, su pérdida será incalculable. Es por eso que Jesús dijo que para ellos habrá el llorar y crujir de dientes. Los Apóstoles entregaron sus vidas para que de todos modos salven a algunos. Muchos han dado sus vidas para alcanzar a los perdidos. En el año 2.000 el Señor me llamó, junto con mi esposa y tres pequeños como misioneros a Mitú Colombia. En ese entonces, era una zona de conflicto y éramos los únicos extranjeros en la región. Si todos ya están salvos, ¿por qué el Señor guía a Su pueblo a lugares que perjudican sus vidas? Hemos sido comisionados a predicar el evangelio porque nadie es salvo hasta creer. Pablo dice: “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1 Cor 1:21). Cuando el carcelero de Filipos le preguntó a Pablo qué tenía que hacer para ser salvo, Pablo no dijo, “ya eres salvo – solamente no lo sabes todavía.” No. Él les dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y SERÁS salvo.” (Hch 16:31) Aunque la sangre de Cristo hizo propiciación por los pecados del mundo entero, Su sacrificio tiene que ser recibido por fe para salvar. El escritor de Hebreos deja en claro que el evangelio no es de provecho para los que no creen. Él dijo: “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (Heb 4:2). ¿Es buena nueva el evangelio? Sí. Pero no beneficia a nadie hasta recibirlo para sí. Extrañamente, contrario a las Escrituras y la razón, los inclusionistas argumentan que la fe es una obra, y como la salvación es por la gracia y no por obras, ellos insisten que la fe no puede ser un requisito para la salvación. Pero las Escrituras no presentan las obras como antónimo a la fe. Pablo dijo: “mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Rom 4:5) Aquí Pablo no solo dice claramente que la fe no es una obra, sino también que es la fe de uno que es contada por justicia – recibimos la justicia de Dios por fe (cf. Rom 3:22). Es aún más evidente que la fe no es meritoria cuando entendemos que la fe que ejercitamos para la salvación nos es dada por la gracia. En Efesios 2 Pablo deja esto en claro: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef 2:8-10) La combinación de los géneros de los sustantivos en el griego del verso 8 indican que “esto no de vosotros” habla tanto de la salvación, como la fe que la apropia. Si la “fe” fuera una obra podríamos gloriarnos. Algunos hasta se jactan de su fe. Pero una vez entendamos que creímos por la gracia, entonces toda jactancia queda excluida. La elección de Dios no es al azar ni arbitraria– es según la gracia (Ef 1:4-6; Rom 11:5). La gracia es el amor de Dios actuando con favor hacia los débiles y pobres de espíritu que llegan al fin de ellos mismos. Él resiste a los soberbios y autosuficientes, y da gracia a los humildes (Stg 4:6). Los que son menos y últimos son elegidos para ser las elegidas primicias para Dios. Es por eso que Jesús dijo que Él no vino a llamar a los justos sino a los pecadores (Marcos 2:17). La verdad es que no hay justo y todos son culpables ante Dios. La salvación no viene por obras de justicia propia. Tampoco viene por redefinir el pecado, haciendo que no sea más que olvidar la divinidad innata en cada uno. Son los pobres en espíritu que reconocen su estado pecaminoso y le claman a Él, los que son salvos antes que los Fariseos y otros pecadores que son justos en sus propios ojos y por lo tanto no sienten su necesidad de la salvación por la gracia (Mt 21:31). Son los obstinadamente autosuficientes que no sienten el peso de su propia depravación que serán los últimos en entrar al reino de Dios. Ellos permanecerán en las tinieblas de afuera hasta que ellos también lleguen al fin de sí mismos. Entonces finalmente vendrá el tiempo de su visitación cuando Jesús los atraerá a Sí mismo. Debido a que la elección de Dios es inmerecida – según la gracia, no muchos intelectuales, fuertes y autosuficientes o de nobleza, están entre las primicias elegidas. Pablo explica: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios (eklegomai, “escoger, elegir”), para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. 30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1Cor 1:26-31) Los elegidos de esta época son pocos porque la elección de Dios es según la gracia y pocos en esta época llegarán a ver su necesidad de la gracia salvífica. Los Inclusivistas niegan la necesidad de la salvación, insistiendo que la salvación ya es una realidad universalmente realizada aparte de la fe. Para ellos, todos ya están sentados con Cristo en lugares celestiales. No hay distinción entre los que están sin Cristo y los que están en Cristo. Don Keathley es representativa de ellos cuando dice: “Jamás hubo un tiempo cuando no estabas en Cristo. Allí es donde fuiste creado… Esto cambiará al mundo. Necesitamos ver a cada persona también creada en esa posición. Eso elimina toda distinción entre ellos y nosotros… Esto elimina toda jactancia que dice, ‘Yo invité a Jesús en mi vida como Salvador y tú no. Yo tomé decisiones sabias a mi favor y si tú eres sabio, serás como yo y harás lo que yo hice. Y si no, vas a ir al infierno.’” [8] Keathley dice que todos fuimos creados en Cristo desde el principio y eso elimina toda distinción entre nosotros y ellos – elimina toda jactancia. En contraste, Pablo dice que no son muchos los escogidos – que en esta época Dios normalmente escoge a los necios, débiles, bajos y los que son como nada en su propia estima, para que nadie se jacte. La jactancia no es eliminada por despertar a la realidad de que siempre éramos buenos en gran manera en nuestro ser esencial, como afirman los Inclusionistas, sino por reconocer que somos necios, débiles, bajos y como nada sin Él, y que es solo por Él que podemos venir a estar en Cristo, quien ahora es nuestra justicia. Hay muchas otras maneras en que los Progresivos Emergentes procuran deconstruir verdades bíblicas y todas ellas necesitan ser expuestas como errores peligrosos. Pero los que aquí menciono me perturban más porque socavan las verdades fundamentales que están en el corazón del evangelio de la salvación que solamente puede ser recibida por la gracia por medio de la fe en Jesucristo. Esta forma de deconstruccionismo llevará a muchos a sus tumbas con la falsa aseguranza de una salvación sin ningún arrepentimiento de su parte. Tristemente, muchos de los que caen en este engaño tendrán un despertar muy trágico cuando mueran o cuando venga el Señor. Jesús dijo: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.’’ “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.” (Juan 3:18; Mt 7:21-23; Juan 6:40; Juan 6:29) Hay tanto más que se puede decir sobre este tema, pero el espacio no lo permite. Sin embargo, siento la necesidad de citar una advertencia final del Nuevo Testamento que me ha producido un temor y temblor reverente al predicar la Palabra de Dios a otros. El Espíritu Santo dijo a través de Santiago: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación (krima, “juicio, decisión a favor o en contra de uno”).” (Stg 3:1) Muchos maestros, que son deconstruccionistas, a menudo irreverentemente cuestionan y frívolamente abandonan las interpretaciones tradicionales de las Escrituras sin estudios cuidadosos, pidiendo claridad al Espíritu Santo. En el proceso trastornan la fe de muchos. La manera en que desprecian la expiación y otras verdades preciosas de la Biblia llega casi a blasfemia y me trae a mente las palabras de Pablo cuando dijo a Timoteo: “manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, 20 de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.” (1Tim 1:19-20) Tenemos que aferrarnos a la verdad de las Escrituras con una buena consciencia y temor reverente. Antes de llegar al punto de enseñar abiertamente la verdad de la reconciliación final de todos, pasé años buscando al Señor con empeño para obtener entendimiento mientras cuidadosa y objetivamente estudiaba las Escrituras. Ni siquiera lo compartí con mi esposa e hijos hasta estar confiado en que era una sana doctrina bíblica. Después compartí con numerosos pastores y teólogos para obtener su crítica constructiva. Solo entonces sentí paz para enseñarla a mi congregación y publicar mis conclusiones. Enseñar la Palabra de Dios es un gran privilegio, pero embarca una contabilidad y responsabilidad tremenda ante Dios. Debemos enseñar la Palabra de Dios siempre conscientes de que algún día tendremos que rendir cuentas a Dios por lo que hemos enseñado (Mt 12:36; Lucas 12:47-48). Esto también aplicaría a los maestros que están plenamente convencidos de que la Biblia enseña la reconciliación final de todos, pero por temor a los hombres no declaran todo el consejo de Dios. ¡Que podamos todos decir como Pablo, “no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios!” “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad. 16 Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad, 17 y su palabra (conversación) se extenderá como gangrena. Entre ellos están Himeneo y Fileto, 18 que se han desviado de la verdad diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, trastornando así la fe de algunos. 19 No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: ‘El Señor conoce a los que son Suyos,’ y: ‘Que se aparte de la iniquidad todo aquél que menciona el nombre del Señor.’” (2Tim 2:15-19 RVG) [1] Theological Dictionary of the New Testament, abridged edition, Copyright © 1985 by William B. Eerdmans Publishing Company. [2] Young, Wm. Paul. Lies We Believe About God. Kindle Edition. loc. 1659 [3] Don Keathley. Unmasking the Gospel. Video 40:55 [4] Young, Wm. Paul. Lies We Believe About God. Kindle Edition. loc.1633 [5] Don Keathley. Unmasking the Gospel. Video 33:04 -35:00 [6] Young, Wm. Paul. Lies We Believe About God. Kindle Edition. Loc. 1672 [7] Young, Wm. Paul. Lies We Believe About God. Kindle Edition loc. 917. [8] Don Keathley. Unmasking the Gospel. Video 29:10
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