Desde la perspectiva de un
Restauracionista Dispensacional
por George Sidney Hurd
En el blog anterior, aunque no dando una defensa del Dispensacionalismo detallada, procuré animar a aquellos que tienen una predisposición contra el Dispensacionalismo a reconsiderar la viabilidad del entendimiento dispensacional del plan de Dios para las épocas. Para mí, no solamente es un esquema de interpretación que se puede justificar de las Escrituras, sino también, cuando es bien entendido, capta la naturaleza progresiva del plan sabio de Dios para las épocas, culminando en la restauración final de todos de una manera consistente con Su naturaleza revelada que es amor (1Jn 4:8). Para mí, las dispensaciones a través de las épocas son una experiencia de aprendizaje gloriosa e invaluable para todas las generaciones. Cuando lleguemos al fin de las épocas y estamos en la eternidad, todo el panorama de las épocas estará en nuestra vista. Contienen una revelación progresiva del corazón de Dios no posible sin la caída y fracaso del hombre. Cada etapa o dispensación nos revela algo acerca del hombre y acerca de Dios que nunca hubiéramos conocido aparte de la caída y la redención que la siguió. Algunos piensan equivocadamente que Dios va a reformatear nuestras mentes, borrando nuestra memoria cuando estemos glorificados. Argumentan que no se podría decir que ya no habrá más llanto ni clamor si fuera posible recordar a todos nuestros seres queridos que estarán eternamente perdidos. Si de hecho nuestros seres queridos se perdieran eternamente, entonces Dios sí tendría que borrar nuestras memorias o de alguna manera hacer que ya no tengamos afecto natural. Sin embargo, como demuestro en “El Triunfo de la Misericordia,” el plan glorioso de Dios para las épocas termina bien, en vez de culminar en un desastre sin fin para la mayoría de aquellos que fueron creados a la imagen y semejanza de Dios. Dios no inducirá amnesia permanente para lograr que la eternidad sea soportable para nosotros. Tampoco nos privará de todo afecto natural para hacer que estemos eternamente insensibles. ¡No! Nuestro lamento será convertido en perpetuo gozo cuando todos estemos restaurados y reunidos en Cristo en la consumación de las épocas (Hch 3:21; Ef 1:10; Isa 60:4-5). La palabra griega oikonomía, a menudo traducida “dispensación” en la Reina Valera, habla de la economía, administración o reglas de casa para un gobierno, institución u hogar. Igual como con cualquier administración, las dispensaciones de Dios incluyen reglas y responsabilidades, a menudo administrados por un mayordomo y administrador, junto con consecuencias o juicios contra los que no se sometan a las reglas de la casa o administración. Algunos maestros Liberales y Progresivos han intentado quitar toda responsabilidad de la ecuación. Wm. Paul Young, autor de “La Cabaña” argumenta en contra de cualquier responsabilidad de los hombres delante de Dios, basado en el hecho de que la palabra “responsabilidad” no aparece en las Escrituras. [i] Sin embargo, la ausencia de la palabra “responsabilidad,” siendo una palabra más reciente del francés, de ninguna manera deja al hombre irresponsable delante de Dios por lo que decimos y hacemos. La palabra “responsabilidad” se define como: “obligación y/o capacidad de responder por los actos de uno mismo o de otros.” El concepto de la responsabilidad del hombre está presente en todas las Escrituras. ¿Cómo podría alguien con siquiera un conocimiento básico de la Biblia decir que no tenemos que rendir cuentas a Dios por nuestras palabras y hechos? Al contrario, Jesús dijo: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt 12:36-37). Paul Young dice que, en vez de hablar de responsabilidad, el Señor habla de nuestra habilidad de responder. Sin embargo, eso es nada más que un juego de palabras semántico. En las Escrituras nuestra habilidad de responder conlleva nuestra responsabilidad de responder, y tendremos que dar cuenta en el día del juicio por nuestra falta de responsabilidad o irresponsabilidad en esta vida. Así que, lo principal que debemos buscar para determinar cuáles son las distintas dispensaciones en las Escrituras son nuevas reglas administrativas o algún cambio en la manera en que Dios se relaciona con Su pueblo. Cada dispensación es diseñada para darnos una revelación progresiva en nuestro conocimiento de Él y también de las limitaciones de nuestra condición finita humana, finalmente llevándonos de la infancia en Edén a una vida de unión perfecta en relación íntima con Él como Sus juioi o “hijos adultos maduros” (Gal 4:1-7). 1. La Dispensación de la Inocencia Adán y Eva fueron creados a la imagen y semejanza de Dios sin defecto. Eran perfectos en su etapa de desarrollo, de manera semejante a un bebé que nace sin defectos. Sin embargo, como con un infante, eso solo era la primera etapa en su desarrollo. Eran inocentes y sin pecado, pero no poseían una justicia positiva, dado que la justicia positiva consiste en escoger el bien sobre el mal, y todavía no tenían concepto alguno del bien y del mal. Ellos sabían que Dios les había dicho que no comieran del árbol del bien y del mal y si fueran a comer de él, resultaría en su muerte. Pero no habiendo experimentado ni visto la muerte, es dudable que tuvieran una comprensión verdadera de lo que significaba morir. Los veo como comparables a un niño pequeño siendo ordenado a no tocar a la estufa caliente para no ser quemado. No experimentaron lo que era la muerte espiritual o separación de Dios hasta comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. La primera muerte física derramando sangre que vieron era cuando Dios mató a los animales para cubrir su desnudez, pero no conocían a plenitud el dolor de la muerte física hasta que Caín mató a Abel. Algunos ven a Dios como uno que tenía un plan maravilloso para la humanidad, pero entonces vino la serpiente y engaño a Eva y ella comió del árbol. Después comió Adán, totalmente arruinando el plan original de Dios. Entonces, para salvar la mayor cantidad de hombres posible, Él formuló el plan B, enviando a Su Hijo. Sin embargo, las Escrituras nos revelan que no hay tal cosa como un plan B con Dios. Dios habita la eternidad y obra todas las cosas según el designio de Su voluntad (Ef 1:11). Dios no hace nada al azar o improvisado. Tampoco está aprendiendo conforme avanza, como dice Hechos 15:18: “Conocidas son a Dios todas sus obras desde la eternidad.” [ii] Antes de la creación y la caída, Dios había predeterminado cada detalle de nuestra redención y restauración final (Hch 4:27-28; 3:21). Jesús fue el Cordero inmolado desde antes de la creación según la voluntad predeterminada de Dios (Apo 13:8). La caída del hombre, como también cada detalle de la historia hasta la consumación de Su historia de creación, es perfectamente conocida y ordenada a ocurrir según Su plan eteno para las épocas. Algunas cosas Él efectúa, mientras otras cosas Él permite, pero Él es el Señor soberano sobre todo, y entreteja juntas todas las cosas, sean buenas o malas de una manera que todas las cosas finalmente obran para nuestro bien y para Su gloria. Su plan maestro glorioso para las épocas fue concebido de Su infinita sabiduría y naturaleza esencial que es amor. Es un plan incremental, yendo de gloria a gloria, culminando en la consumación cuando todos habrán sido salvos, purificados y restaurados, resultando en todos habiendo sido reunidos en Cristo, y Dios siendo todo en todos (Juan 4:42; 1Juan 2:2; 1Tim 4:10; Hch 3:21; 1Cor 15:22,28). El plan de Dios para las épocas es incremental y progresivo. En lugar de que la creación sea el plan A y la caída requiriendo el plan B, la caída es más como A-1, seguido por A-2, etc. Las etapas incrementales principales en la ejecución del plan eterno de Dios se pueden ver en las diferentes dispensaciones o administraciones. A Adán y Eva les fue dado la responsabilidad de atender el huerto, multiplicándose y llenando la tierra, ejerciendo dominio sobre ella. La única prohibición era la de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Igual como todas las dispensaciones subsiguientes, termina en el fracaso humano y juicio – eso es, todas las dispensaciones a excepción de la dispensación final – la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos que culmina en todos siendo restaurados y reunidos en Cristo, por Quién y para Quién todas las cosas fueron creadas en el principio (Col 1:16; Ef 1:10). La Dispensación de la Inocencia terminó en el fracaso del hombre y la entrada del pecado y de la muerte a la raza humana – algo previamente desconocido por Adán y Eva. Por primera vez ellos experimentaron lo que era estar muertos espiritualmente – separados de Dios. Su consciencia de Dios fue reemplazada por la consciencia de sí mismo y por primera vez estaban desnudos, avergonzados y llenos de temor. En juicio fueron expulsados del huerto, pero Dios en Su misericordia puso guardia para evitar que tomaran del árbol de la vida en su estado caído que los hubiera hecho inmortal en su condición pecaminosa. Dios maldijo la tierra a causa de Adán, introduciendo trabajos forzados a la raza humana, y por haber comido Eva del fruto del árbol prohibido, el dolor físico sería experimentado por primera vez. El dolor fue aumentado en alumbramiento, pero vemos la misericordia de Dios en medio del juicio cuando Él le prometió a Eva que su simiente vencería la serpiente, ganando la victoria por la humanidad. Sabemos que Dios no puso el árbol del conocimiento del bien y del mal en medio del huerto, permitiendo que la serpiente tentara a Eva para descubrir qué decisión tomarían. Dios ya sabía que ellos caerían en la tentación y comerían del árbol desde antes de la creación. Entonces, ¿cuál fue el propósito de Dios en permitir que ellos cayeran, trayendo el pecado y la muerte a la raza humana? Hay muchas cosas acerca de Dios y nosotros mismos que jamás hubiéramos conocido sin la caída. Nosotros Lo amamos y anhelamos Su presencia porque hemos experimentado lo que es vivir sin Él. Jamás hubiéramos conocido lo que es el verdadero gozo sin experimentar la tristeza y el dolor. No sabríamos amar la justicia sin primero llegar a aborrecer el mal. Nunca hubiéramos conocido las dimensiones del amor de Dios en la forma de la gracia y la misericordia si nunca hubiéramos estado necesitados de Su gracia y misericordia. Creo que, en parte, Pablo se refiere a esto cuando él dice: “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Rom 11:32). Jesús dijo que los que son perdonados mucho aman mucho (Lucas 7:41-47). Así que, mientras Dios no ocasionó la caída del hombre, podemos ver Su sabiduría y buen propósito en incluirlo en Su plan eterno para las épocas. 2. La Dispensación de la Consciencia Debido al fracaso del hombre bajo la Dispensación de la Inocencia, una muerte espiritual o separación de Dios ocurrió y el espíritu del hombre murió en el sentido de estar separado de Dios. No sería hasta después de la cruz y el Pentecostés que los que vienen a Dios por medio de Cristo son regenerados, llegando a ser un espíritu con el Señor (Juan 17:21; 1Cor 6:17; 1Cor 12:13; Ef 5:30). Después de llegar a estar separado de Dios, perdiendo su inocencia y viviendo independientemente de Él, entonces Dios introdujo la próxima etapa en el proceso de aprendizaje del hombre – la Dispensación de la Consciencia en la cual Él dejó que el hombre gobernara a sí mismo según su propia consciencia, haciendo cada uno lo que bien le parecía. Es obvio que el propósito de esta dispensación era enseñarnos que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos (Jer 10:23), y que el corazón del hombre separado de Dios es engañoso más que todas las cosas, y perverso a tal grado que solo Dios puede conocer los pensamientos e intenciones de uno (Jer 17:9-10). Con este entendimiento llegamos a ver nuestra necesidad de Dios que es el único que conoce nuestros corazones y es capaz de corregirnos y dirigir nuestros pasos (Sal 139:23-24). Una vez más, vemos el fracaso del hombre bajo la Dispensación de la Consciencia. El primer hombre que murió fue asesinado por su propio hermano cuando Caín mató a Abel, siguiendo la inclinación de su propio corazón. Dejados solos, los hombres llegaron a ser tan malos y degenerados que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Gen 6:5). También, en aquellos días algunos de los ángeles dejaron su propia morada como ángeles de Dios para tomar para sí mujeres de las hijas de los hombres, y engendraron una raza de Nefilim o gigantes sobre la tierra (Gen 6:4; Judas 6). La situación se degeneró a tal grado que solamente Noé con su familia no se había contaminado, haciendo que fuera necesario que Dios interviniera con el juicio del diluvio. Entonces, podemos aprender de esta generación que el hombre, dejado a ser gobernado solo por su propia consciencia extraviada, se muestra inclinado siempre al mal. El camino del hombre no está en sí mismo, ni está en el hombre dirigir sus pasos. Necesitamos comunión con Dios quien por Su Espíritu ilumina nuestro camino por Su Palabra. Mientras nuestra consciencia nos fue dada por Dios, puede llegar a ser cauterizada por ir en contra de ella. Unos han violado su consciencia tantas veces que no sienten nada cuando pecan contra Dios (1Tim 4:2; 2Tim 3:8; Rom 1:28). Los puntos más bajos en la historia de Israel era cuando cada uno hacía lo que bien le parecía (Dt 12:8; Jueces 17:6; Pr 16:2). Es común oír a alguien decir algo como, “deja que tu consciencia te guie,” o “haz lo que sientes en tu corazón.” Sin embargo, la Dispensación de la Consciencia nos demuestra que el corazón del hombre es engañoso y por lo tanto necesitamos obedecer la Palabra de Dios en vez de nada más hacer lo que bien nos parezca (Sal 119:9, 105). 3. La Dispensación del Gobierno Humano Habiendo demostrado lo que el hombre es capaz de hacer, dejado solo bajo la Dispensación de la Consciencia, con cada uno haciendo lo que bien le parezca, Dios introduce la próxima dispensación o administración – la Dispensación del Gobierno Humano. Una de las distintivas de esta nueva dispensación es que pueden comer de toda clase de carne de animal, pero no les es permitido derramar sangre humana. Si alguien toma la vida de un hombre, ellos recibirán la pena de la muerte: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.” (Gen 9:6) Esto es distinto de lo que vimos bajo la Dispensación de la Consciencia donde Dios puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara, vengando la sangre de Abel. En aquel entonces todos en el planeta o, eran un hijo de Abel, un nieto o un sobrino, y muchos hubieran intentado vengar la muerte de su parentela – vida por vida. La razón que da Dios por exigir la pena de la muerte por matar a otro hombre es que el hombre fue hecho a imagen de Dios y por lo tanto cada uno de nosotros es de gran valor para Él. Antes del diluvio había Nefilim en la tierra y la vida humana fue alterada genéticamente y devaluada al grado que los hombres fueron considerados como animales. El Libro de Enoc que, aunque no fue incluido en el canon de las Escrituras, es citado en la Biblia, [iii] y cuenta como los ángeles que cohabitaron con las mujeres de los antediluvianos engendraron gigantes que trataban la vida humana como si fuera ganado común: “y devoraban (los gigantes) el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles. 4 Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos; 5 y empezaron a pecar contra todos los pájaros del cielo y contra todas las bestias de la tierra, contra los reptiles y contra los peces del mar y se devoraban los unos la carne de los otros y bebían sangre. 6 Entonces la tierra acusó a los impíos por todo lo que se había hecho en ella.” (Enoc 7:3-6). Originalmente en Edén, no había muerte y Adán y Eva eran vegetarianos (Gen 1:29). Dejados a gobernarse solos en la Dispensación de la Consciencia, degeneraron al punto de canibalismo. Ahora bajo la Dispensación del Gobierno Humano al hombre le fue permitido comer de toda carne, menos la carne de seres humanos. Esta regla requería gobierno humano para ejecutar debidamente esta ley contra el homicidio. También, Dios les mandó a Noe y a Sus hijos a multiplicarse y llenar la tierra. Sin embargo, en vez de llenar la tierra ellos se establecieron en la planicie de Sinar y comenzaron a construir una torre que llegara al cielo (Gen 11:2-4). Como resultado, Dios en juicio confundió sus lenguas, resultando en que se dispersaron por toda la tierra como Él había ordenado. Al llegar a los días de Abraham, cuando la Dispensación del Gobierno Humano cedió a la Dispensación de la Promesa, los hombres estaban rindiendo culto a los espíritus de los Nefilim o los demonios que ellos adoraban como semidioses y les ofrecían sacrificios humanos para pacificarlos. Como con todas las dispensaciones anteriores, la Dispensación del Gobierno Humano terminó con el fracaso del hombre y resultante juicio. 4. La Dispensación de la Promesa La Dispensación de la Promesa no aplicaba a toda la humanidad como las anteriores. Probablemente Pablo se estaba refiriendo a este punto en la historia cuando dijo de la humanidad en general: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Rom 1:28). De aquí en Adelante, hasta el reinado Milenial de Cristo, cuando los santos reinaremos con Cristo sobre las naciones, Dios entra en relación de pacto con los elegidos solamente, y las economías dispensacionales o reglas de casa solo abarcan a Su pueblo elegido. La Dispensación de la Promesa comenzó con el llamado de Abraham a dejar a Ur de los Caldeos para la tierra que el Señor le iba a mostrar (Gen 12:1). Este cambio de dispensación se ve en el Génesis 12 donde el Señor le prometió a Abraham, diciendo: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gen 12:2-3) Siendo un forastero en una tierra habitada por otras naciones, y estando ya de edad avanzada con una esposa estéril, el cumplimiento de esta promesa claramente era humanamente imposible de cumplirse. Cuando Abraham le preguntó a Dios cómo podría saber que la promesa se cumpliría, el Señor le dijo que se preparara para una ceremonia común entre los Caldeos cuando iban a hacer un pacto solemne (Gen 15). En esta ceremonia primero cortaban animales en dos y colocaban las mitades de un lado y otro del camino. Entonces los dos individuos que estaban haciendo el pacto pasaban entre las mitades, diciendo: “Que se haga lo mismo conmigo si violo este pacto.” Sin embargo, cuando llegó el momento de pasar entre los animales, Dios hizo que Abraham cayera en un sueño profundo y Él pasaba solo entre ellos, indicando que el cumplimiento de la promesa no dependía de Abraham o de sus descendientes – que Dios Mismo la llevaría a cabo. Era un pacto incondicional porque Él por Si Mismo había jurado que Abraham sería una gran nación, que él heredaría la tierra y que en su simiente todas las familias de la tierra serían bendecidas. Esta dispensación era distinta de las previas en que la responsabilidad de aquellos bajo la promesa era simplemente seguir creyendo en las promesas incondicionales de Dios, aún cuando su cumplimiento parecía humanamente imposible. Mientras la palabra clave para el hombre bajo la Dispensación de la Ley, que vendría 430 años más adelante en Sinaí era “hacer,” la palabra clave para el hombre bajo la Dispensación de la Promesa era simplemente “creer.” En esta etapa del plan progresivo e incremental de Dios para las épocas Dios está desarrollando la fe de Su pueblo, dándoles promesas de pacto incondicionales que estaban tan más allá de la habilidad de ellos de lograr que lo único que podían hacer era seguir llamando las cosas que no son como si ya fueran hasta que Dios las hiciera realidad (Rom 4:18; Heb 11:8-10,17-19). Muchas de las promesas dadas a Abraham y sus descendientes todavía no se han cumplido a plenitud, pero son promesas seguras que sucederán si las creemos o no, dado que se basan en Su fidelidad y no la de los hombres. Muchos han dejado de creer que las promesas de pacto que Dios hizo a Abraham y sus descendientes serán cumplidos, debido a la infidelidad de Israel. Pero Pablo responde a esto diciendo: “¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? 4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado” (Rom 3:3-4). Los descendientes de Abraham – Israel, sí llegarán a ser una gran nación y finalmente poseerán la totalidad de la tierra que Dios les prometió, porque el cumplimiento del Pacto Abrahámico depende de la fidelidad de Dios y no la de Israel. Otro aspecto de la promesa a Abraham que muchos no han logrado creer – en parte porque es tan grande y todo-inclusivo en sus implicaciones, es la promesa de que en él “serán benditas todas las familias de la tierra.” Esta promesa requiere una restauración universal de toda la humanidad para su cumplimiento. Dios no dijo que “algunas” familias de la tierra serían bendecidas, sino “todas” las familias de la tierra. Esto no puede incluir nada más las familias en la tierra en los días de Abraham, o todas las familias viviendo en la tierra cuando Cristo venga, sino todas las familias de todos los tiempos, desde la familia de Adán y Eva hasta la familia de la última persona nacida a los hombres. De otra manera, no sería posible decir que todas las familias de la tierra habrán sido bendecidas. Los que no logran ver que en la dispensación final – la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, absolutamente todos serán reunidos en Cristo, sea en el cielo o en la tierra, no pueden decir que en Abraham todas las familias de la tierra serán bendecidas. En lugar de esto, tienen que especular que Dios de alguna manera inducirá amnesia o dejar sin afecto natural aquellos pocos privilegiados a oír el evangelio y responder positivamente a ello antes de la Segunda Venida de Cristo, dado que no hay siquiera una familia entera en que todos los miembros hayan sido salvos en vida, y por lo tanto algunos familiares serán exterminados o atormentados eternamente, según la creencia tradicional. Una familia no puede ser verdaderamente bendecida sabiendo que un familiar de ellos estuviera en tormentos eternos o si es exterminado. Sin embargo, los que creen en la restauración final de todos pueden entender y esperar en el cumplimiento pleno y literal de la promesa de Dios que en la simiente de Abraham todas las familias de la tierra serán bendecidas. Aun sus hijos e hijas más extraviados finalmente serán restaurados después de un tiempo en el Lago de Fuego purificador en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos (Ef 1:10; 1Cor 3:15; Isa 60:4-5). Cada rodilla se doblará, y cada lengua confesará a Jesús como Señor, incluyendo aquellos que actualmente están bajo la tierra o en el hades. Y cuando el último enemigo se haya sujetado a Cristo, entonces Cristo se sujetará al Padre y Dios será todo en todos (Fil 2:10-11; 1Cor 15:28). Igual como con todas las dispensaciones anteriores, la Dispensación de la Promesa termina en fracaso humano. Al final el pueblo de Israel no confió en el compromiso incondicional de Dios para cumplir Sus promesas de pacto a ellos como nación. Aun después de ver la mano poderosa de Dios a través de las 10 plagas contra Egipto, tan pronto enfrentaron el Mar Rojo acusaron a Dios de sacarlos de Egipto solo para morir allí (Ex 14:10-12). Tres días después de celebrar la liberación de los ejércitos de Faraón en el Mar Rojo, en vez de poner la mira en Dios para proveerles agua, se quejaron contra Él, y Dios por Su gracia milagrosamente les proveyó agua. Entonces, unos 45 días después de salir de Egipto sus provisiones se agotaron y otra vez ellos acusaron a Dios en vez de buscarlo para provisión. Se quejaron a Moisés diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.” (Ex 16:3) Solo un par de días después se acabó el agua y otra vez acusaron a Moisés de llevarlos al desierto solo para morir de sed (Ex 17:3). En vez de descansar por fe en las promesas incondicionales de Dios hechas a sus padres acerca de ellos, recordando todas sus maravillas al sacarlos de Egipto, ellos vez tras vez acusaron a Dios de estar en complot con Moisés para destruirlos. El desierto era el examen final bajo la Dispensación de la Promesa y ellos fracasaron en gran manera. Pero en vez de hacer que repitieran el año, Él les pasó a la dispensación siguiente – la Dispensación de la Ley. 5. La Dispensación de la Ley Los hijos de Israel no confiaron en las promesas incondicionales de Dios bajo la Dispensación de la Promesa, igual como el hombre fracasó bajo cada dispensación anterior. Ahora, bajo la siguiente Dispensación de la Ley, Dios va a enseñar a la humanidad algo más acerca de Sí Mismo y también de las limitaciones de nuestra naturaleza caída y pecaminosa. Por medio de la Dispensación de la Ley nos revela qué tan santo Él es y cuán incapaces somos de vivir una vida en santidad independientemente de Él. No es que la promesa bajo el Pacto Abrahámico cesó con la introducción de la Ley. El Pacto Abrahámico era un pacto incondicional y perpetuo, mientras el Pacto de la Ley era un pacto condicional que fue añadido al lado del Pacto Abrahámico hasta que viniera Cristo, la Simiente prometida. Pablo deja en claro esto cuando dijo: “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa… 19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.” (Gal 3:17,19) La Reina Valera de 1960 dice que la Ley fue añadida “a causa de las transgresiones.” Sin embargo, la palabra traducido “a causa de” es charin de la palabra charis o “gracia.” La idea expresada es, “por el beneficio de o para.” La Biblia Panamericana la traduce: “Se añadió con el fin de señalar lo que era pecado.” La Versión Palabra de Dios dice: “para identificar lo que es el pecado,” y la Traducción Weymouth dice: “para definir lo que era el pecado.” El pecado siempre ha sido pecado, pero el pecado no es una “transgresión” en la ausencia de una ley para transgredir. Pablo dijo que el pecado no fue imputado como una transgresión entre Adán y Moisés, dado que no había una ley para transgredir (Rom 5:13). Él dijo que no hubiera sabido qué era la codicia si la Ley no habría dicho “no codiciarás.” (Rom 7:7). Al dar la Ley en Sinaí, ellos pasaron de ser gobernados por el pacto de la promesa incondicional de Dios, al pacto condicional, “si tu…entonces Yo…” Anterior a la Ley, los hijos de Israel fueron bendecidos por la pura gracia, pero bajo la Ley, aunque seguían siendo salvos por la gracia, fueron bendecidos o malditos dependiendo del cumplimiento de las obras de la Ley. Podemos ver esta transición marcada efectuada en el Sinaí. El Señor le mandó a Moisés a comunicar este nuevo pacto condicional al pueblo diciendo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, SI diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Ex 19:4-6) Primero, Dios les recuerda que hasta ese momento Él les había tratado puramente a base de la gracia. Él dijo: “Vosotros visteis lo que Yo hice, como os tomé sobre alas de águilas.” A pesar de sus murmuraciones contra Él en el Mar Rojo, Dios por Su pura gracia abrió el mar para que pasaran por tierra seca en medio del mar y destruyó el ejército de Faraón tras ellos. Cuando murmuraban contra Él por el agua y la comida, Dios en Su gracia les proveyó sin reproches. Tiempo atrás, ellos fueron bendecidos incondicionalmente a pesar de su incredulidad y falta de gratitud. Ni una sola vez respondió con juicios severos como vemos después bajo el Pacto de la Ley. Al presentarles Moisés las condiciones del pacto al pueblo, todos respondieron a una voz: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (v. 8). Con solo un poco de introspección ellos hubieran suplicado a Dios que permanecieran bajo la Dispensación de la Promesa, pero a ellos todavía les faltaba aprender las limitaciones de su propia naturaleza caída y pecaminosa, y de su necesidad de permanecer bajo la gracia. Inmediatamente después de aceptar las condiciones del Pacto de la Ley hubo un cambió radical en su relación con Dios. Ya no era la de una madre águila llevando a su pequeño sobre sus alas, sino que descendió sobre Sinaí con truenos y relámpagos y espesa nube, haciendo que el pueblo temblara por temor. Dios advirtió que quienquiera que tocara la montaña ciertamente moriría. Moisés subió al monte para recibir los diez mandamientos en tablas de piedra, que eran la señal del Pacto de la Ley hecho entre Dios y el pueblo de Israel, pero aún antes de descender con las tablas, ellos ya habían quebrantado los primeros dos mandamientos, haciendo un becerro de oro y adorándolo. Ahora, estando bajo la Ley, 3.000 de ellos murieron ese mismo día a consecuencia de haberla transgredido (Ex 32:28). Israel eligió ponerse bajo la Dispensación de la Ley cuando aceptaron los términos de la Ley diciendo: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.” Pero no eran capaces de cumplir su promesa de pacto, obedeciendo todas las cosas contenidas en la Ley para cumplirlas. Desde antes de darles la Ley, Dios sabía que no iban a poder guardarla. La Dispensación de la Ley fue diseñada para revelar la naturaleza pecaminosa del hombre para que en la próxima dispensación – la Dispensación de la Gracia, ellos ya comprenderían las profundidades de su propia depravación y necesidad de Su gracia provista por el sacrificio redentor de Cristo. La Dispensación de la Ley fue dada por Dios para revelar nuestra propia condición, para que, al llegar el tiempo señalado para que sea revelada la gracia de Dios por medio de Jesucristo, ellos hubieran llegado a desesperarse de toda esperanza de alcanzar los justas requisitos de la Ley, sintiendo la necesidad de recibir la justicia de Dios en Cristo. Pablo expresa claramente lo que era el propósito de Dios desde el principio en dar la Ley. Él dijo: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Rom 5:20) La Ley fue añadida para revelar nuestros pecados como transgresiones, pero solamente hasta que Cristo, la Simiente prometida viniera (Gal 3:19). Pablo después compara la Ley con un ayo o guía encargado de enseñar a niños hasta llegar a la madurez: “¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22 Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. 23 Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos (juíos, “hijos maduros”) de Dios por la fe en Cristo Jesús.” (Gal 3:21-26) La Ley no puede dar vida. Al contrario, fue el ministerio de muerte. Encerró a todos bajo el pecado para que miráramos a Cristo, recibiendo Su justicia como don de la gracia. En Romanos, antes de revelar el don de la justicia de Dios en Cristo, Pablo deja en claro que no podemos alcanzar las justas exigencias de la Ley. Su propósito solo era revelarnos nuestro pecado: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. 21 PERO AHORA, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Rom 3:20-24) Así que, ¿Cuál era el propósito de la Ley? Revelar nuestro pecado. La Ley es como un espejo que revela nuestra verdadera condición, pero no puede cambiarla. La Ley no pudo dar vida sino solo condenar, dado que requería la obediencia perfecta (Gal 3:21; Stg 2:10). Es llamada “la ministración de condenación” dado que su propósito era hacer que el pecado sea una infracción o transgresión de la Ley, resultando en la condenación de cada infractor para que el condenado ponga su mira en Cristo como su único medio de justificación (2Cor 3:9). Hasta el día de hoy muchos siguen pensando que la Ley nos fue dada para vivir, pero no nos fue dada para vivir, sino para morir. Pablo lo llama “el ministerio de muerte grabado con letras en piedras” (2Cor 3:7). Él dijo que, cuando el mandamiento “no codiciarás” vino a su atención, el pecado revivió en él y murió (Rom 7:9). El único lugar donde las palabras “no codiciarás” aparecen es en las dos tablas de piedra. Así que, uno no puede argumentar que solamente fue la ley ceremonial que pasó con la introducción del Nuevo Pacto. En la sabiduría infinita de Dios Él puso a Israel bajo la Dispensación de la Ley para revelar la depravación del hombre en preparación de la siguiente revelación de la gracia de Dios en Cristo. 6. La Dispensación de la Gracia Israel fracasó en gran manera bajo la Dispensación de la Ley, constantemente violando el pacto que habían hecho con Dios en Sinaí. Después de que las 10 tribus de Israel al norte habían sido conquistadas y dispersas por sus abominaciones e idolatrías, en un tiempo cuando los habitantes de Judá también estaban siendo llevados cautivos por violar constantemente su pacto con el Señor, Jeremías profetizó acerca de un nuevo pacto que introduciría una administración o dispensación completamente distinta basada en promesas. Él dijo: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jer 31:31-34) Contrario a lo que dicen los Teólogos del Pacto, el Pacto de la Ley no es nada más una continuación del Pacto Abrahámico. Tampoco seguimos bajo la Ley como régimen de vida ahora que estamos bajo el Nuevo Pacto. Se dice explícitamente del Nuevo Pacto que “no es como” el Antiguo Pacto de la Ley. Bajo el Antiguo Pacto, Dios dijo, “si tu… entonces Yo….” Sin embargo, antes de introducir el Nuevo Pacto Él dijo, “ellos no… entonces Yo me desentendí de ellos.” (Heb 8:9). El Antiguo Pacto consistía de reglas externas dadas a un pueblo de corazón engañoso y perverso. Fue añadida al Pacto Abrahámico hasta que Cristo, la Simiente prometida, viniera. Bajo el Nuevo Pacto Dios regenera nuestro espíritu, dándonos un nuevo corazón conforme a la santidad, como Pablo dijo: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Rom 7:6) Mientras la Ley todavía cumple su propósito original de convencer a los pecadores de sus pecados, se dice explícitamente que no es el régimen de vida para un creyente de esta dispensación. El Nuevo Testamento claramente dice que ya no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia (Rom 6:14-15). Pablo denunció a los falsos maestros que aplicaron de manera equivocada la Ley bajo esta Dispensación de la Gracia. Él dice de ellos: “de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, 7 queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. 8 Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; 9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.” (1Tim 1:6-11) Aunque la Ley todavía convence al pecador de su necesidad de Cristo, nosotros como los justos no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia como régimen de vida (en términos dispensacionales). La justicia de la Ley ahora se cumple en el creyente por el Espíritu Santo (Rom 8:4). La vida para un creyente bajo esta Dispensación de la Gracia es la misma vida de resurrección de Jesús que ahora vive en y a través de nosotros. (Gal 2:20; 2Cor 4:10-11; Fil 1:21). En el Evangelio de Juan, vemos este contraste marcado entre la antigua Dispensación de la Ley y la nueva Dispensación de la Gracia en la persona de Jesucristo: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron (sing. “vino”) por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17) El contraste entre estos distintos regímenes de vida – la Ley y la Gracia, es muy marcado. Dice de la Ley que “fue dada,” mientras la gracia y la verdad “vino.” La Ley fue “ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador” para “llevarnos a Cristo” (Gal 3:19,24). Pero la Gracia y la Verdad vino a nosotros en la persona de Jesucristo. Es interesante como es construido Juan 1:17. Normalmente el sujeto doble “gracia y verdad” requiere que el verbo sea plural “vinieron.” Sin embargo, es en forma singular, haciendo que diga “la Gracia y la Verdad Él vino en la persona de Jesucristo.” Jesucristo es la Gracia y la Verdad personificada. La Gracia en la nueva Dispensación de la Gracia es nada menos que Cristo en nosotros (Col 1:27). Él es la Verdad que nos hace verdaderamente libres (Jn 8:32; 14:6). Trato con este tema con más detalle en mi libro “La Verdadera Gracia.” Aun la Dispensación de la Gracia termina en fracaso de parte de la Iglesia en general. Muy pocos creyentes de esta época se han apropiada de la gracia disponible para que vivamos la vida de Cristo en nosotros, andando en el Espíritu y no en la carne. Al contrario, muchos dentro de la Iglesia han caído del caminar de la gracia en Jesús, siguiendo bajo el régimen viejo de la letra, intentando observar la Ley del Antiguo Pacto por obras externas religiosas. Muchos más, agotados por la religión, han convertido la gracia de Dios en libertinaje, llamándola “libertad cristiana.” Pablo dijo que en los postreros días muchos que profesan ser cristianos apartarán de la fe escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1Tim 4:1). Jesús hizo la pregunta, “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Las condiciones sobre la tierra al final de esta dispensación serán tan malas que, si Cristo no fuera a acortar los días, nadie sería salvo, pero al mismo tiempo Cristo tendrá a Su Iglesia los escogidos (Mt 24:22, cf. Ef 5:27; Marcos 13:27). Aunque la mayoría de los Dispensacionalistas históricos creían que la Iglesia tenía que ser arrebatada antes de comenzar la semana 70 de Daniel, siete años antes de la Segunda Venida de Cristo, no hay referencia en las Escrituras a un rapto de la Iglesia siete años separados de la Segunda Venida de Cristo. A menudo insisten que Dios no puede tratar con Israel al mismo tiempo que la Iglesia. Si podría ser demostrado que Dios no ha tratado o no tratará con Israel y la Iglesia al mismo tiempo, tendría mérito. Pero, en realidad, Dios ha estado tratando con los dos grupos desde el principio de la Iglesia. El reino terrenal todavía estaba siendo ofrecido a Israel en los primeros días de la Iglesia (Hch 3:19-21). Si la nación se hubiera arrepentido, el reino habría sido establecido en la tierra en ese tiempo. Sin embargo, la Iglesia ya existía. Dios estaba tratando con Israel en el año 70 d.C. cuando Tito y su ejército destruyeron a Jerusalén y el templo. Desde la destrucción de Jerusalén, Dios ha estado tratando con Israel en juicio a través de su dispersión como predijeron los profetas y Jesucristo (Oseas 3:4; Lucas 21:24). Aún en estos días Israel está regresando a su tierra como fue dicho antes en Ezequiel 37; Ezequiel 38:8; Jeremías 23:1-8 y muchos otros pasajes. Cuando estén unidos en su tierra en su incredulidad el juicio de Dios sobre ellos llegará a su clímax (Ezeq 20:33-38). Este es el juicio de la tribulación – el “tiempo de angustia para Jacob” (Jer 30:7). Entonces, se puede ver que Dios nunca ha dejado de tratar con Israel como una nación. Dado que Dios ha estado llevando a cabo dos programas al mismo tiempo –uno con la Iglesia, y uno en juicio para Israel, no es correcto decir que Dios tiene que quitar a la Iglesia antes de reasumir su programa con Israel. Debe de ser aclarado que Dios no estará tratando con la nación de Israel como gente salva en la tribulación. El seguirá tratando con la nación en juicio. La nación de Israel no será salva hasta la Segunda Venida. En Romanos 11:25-27 Pablo dice que Israel seguirá ciego hasta la Segunda Venida. Será la venida del Libertador de Sion que quitará la impiedad de Jacob (v.26). En ese momento, El establecerá su pacto con ellos y quitará sus pecados (v.27). Esto sucede cuando Cristo viene y establece su reino y no antes. Aunque la Gran Tribulación es llamada “el tiempo de angustia para Jacob” (Jer 30:7), y será un tiempo de persecución sin precedentes para los judíos, también será un tiempo de tribulación para aquellos en la Iglesia aún necesitados de purificación (Apo 12:17; 7:14). Trato el tema del arrebatamiento y otros eventos escatológicos en relación a la Segunda Venida de Cristo en mi libro, “Enfocando en Los Eventos Finales.” 7. La Dispensación del Milenio La lección final para la humanidad antes de la dispensación final – la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos será enseñada durante la Dispensación del Milenio – un período de mil años cuando Cristo está reinando en la tierra con los santos glorificados sobre la tierra y Satanás estará atado en el abismo. Es común oír la excusa “el diablo me hizo hacerlo,” pero durante esta dispensación ese pretexto será removido porque Satanás habrá sido atado en el abismo (Apo 20:2-3). A menudo los hombres justifican insubordinación a las autoridades, diciendo que los que están en autoridad son corruptos. Pero en aquel tiempo la rebeldía será mostrada como una condición del corazón en vez de algo externo, dado que Cristo Mismo estará reinando junto con Sus santos glorificados (Apo 20:4; 2Tim 2:12; Rom 8:17). Muchos hoy en día justifican el robo, diciendo que es la única manera que pueden sobrevivir, pero en el Milenio las condiciones serán tan ideales que el arado alcanzará al segador, indicando que las cosechas serán todo el año y no solamente en estaciones (Amos 9:13). Aunque los animales, así como los hombres mortales de ese tiempo, seguirán viviendo y muriendo como ahora, sus vidas serán alargadas, y ya no harán daño a los hombres o unos a otros como profetiza Isaías de aquel entonces: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. 7 La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. 8 Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. 9 No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” (Isa 11:6-9) El conocimiento de la Gloria del Señor cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar y las condiciones de la tierra serán restauradas a tal grado que la extensión de la vida de los hombres mortales habitando la tierra serán como era antes del diluvio. Los animales dejarán de devorar carne como era antes en el Edén y serán mansos: “No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito… 25 El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.” (Isa 65:20,25) En la Segunda Venida de Cristo los judíos mirarán a Quién traspasaron; Dios derramará sobre ellos el Espíritu de gracia y de oración, y una nación nacerá en un día (Zac 12:10; Isa 66:8; Rom 11:26). Después, Cristo separará a los de las naciones que quedaron en la tierra después de que la Iglesia sea glorificada y arrebatada con el Señor en el aire en Su venida. A las ovejas les será permitido entrar en el reino Milenial como mortales para repoblar la tierra, mientras los cabritos serán enviados a la corrección eonian. La Dispensación del reinado Milenial de Cristo demuestra que aún bajo las condiciones externas más ideales, el hombre es depravado más allá de ser reformado. La única respuesta es una nueva creación, dado que la creación anterior – el viejo hombre que éramos, el primer Adán, no se puede reformar. La única respuesta es una nueva creación en Cristo (Gal 6:15; 2Cor 5:17). Para demostrar esto para todas las generaciones, Satanás será suelto de su prisión por un poco de tiempo y logrará engañar las naciones y harán guerra contra Cristo y Su reino (Apo 20:2,7,8). Aun después de 1.000 años bajo las condiciones ideales, vemos que la carne para nada aprovecha. Sin duda, muchos recibirán a Cristo en el Milenio y por lo tanto sus nombres se hallarán escritos en el libro de la vida en el Juicio del Gran Trono Blanco – cual juicio marcará el final de la Dispensación del Milenio. Sin embargo, los que aún no están en Cristo serán juzgados según las obras de cada uno y recibirán su parte en el Lago de Fuego purificador (Apo 20:12-15). En la nueva Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, todos serán reunidos en Cristo, y entonces Dios será todo en todos en la eternidad. 8. La Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos Una vez terminado la Dispensación del Milenio con el fracaso de los mortales, seguido por el Juicio del Gran Trono Blanco, la ciudad celestial, la habitación del Cordero y la Esposa – la Nueva Jerusalén, descenderá sobre la nueva tierra (Apo 21:1). En contraste con las dispensaciones previas, esta dispensación culmina en todos siendo reunidos en Cristo – tanto los que están en el cielo, como los que están en la tierra: “dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” (Ef 1:9-10) [iv] La palabra “reunir” es una palabra compuesta de aná que normalmente significa “otra vez” y kephalaioo, que significa “encabezar o unir bajo una cabeza,” y es mejor traducido como “unir otra vez bajo una cabeza o reunir.” El Léxico Griego Thayor hace comentario sobre el significado de la palabra kephalaioo en este contexto: “Juntar otra vez para sí mismo (tome nota de la voz media) todas las cosas y seres (anteriormente desunidos por el pecado) en un estado de comunión con Cristo.” [v] La palabra “reunir,” cuando refiere a los que anteriormente estaban separados y en enemistad, como es el caso con la humanidad hacia Dios, es relacional e inseparable de la reconciliación. Por lo tanto, este pasaje, igual como en Colosenses 1:16,20, claramente habla de una reconciliación universal. El misterio de Su voluntad que es revelado aquí en Efesios 1:9-10 es la restauración final de todos cuando toda la creación será reunida eternamente en Cristo y Dios entonces será todo en todos (1Cor 15:28). Esto es lo que Pablo declaró en resumen en Romanos 11:36 diciendo: “Porque de él, y por él, y para (eís, “hacia dentro de) él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” Como dice Colosenses 1:16, todo y todos fueon creado por Él. Entonces, en el versículo 20 dice que estos mismos “todos” fueron reconciliados consigo (“consigo” eís, “hacia dentro de Él”) mediante de la sangre de la cruz (Col 1:16,20). En Efesios 1:9-10 dice que todos finalmente serán reunidos en Él en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. “Porque de él, y por él, y para (eís, “HACIA DENTRO DE) él, son todas las cosas.” Pablo no pudo haberlo hecho más claro. En la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos vemos que las Puertas de la Nueva Jerusalén nunca serán cerradas, pero nadie puede entrar a menos que sus nombres sean escritos en el libro de la vida (Apo 21:25-26). Los de afuera que no pueden entrar son los inmundos, abominables y mentirosos. Dentro de la Nueva Jerusalén es el río del agua de la vida y el árbol de la vida cuyas hojas son “para la sanidad de las naciones.” (Apo 22:1-2). ¿Por qué habría aun aquellos de las naciones en necesidad de ser sanados si de hecho está refiriendo al estado eterno cuando todos ya han sido glorificados o eternamente en el Lago de Fuego como creen los Tradicionalistas? Las naciones no son la Esposa, la Iglesia, sino el resto de la humanidad que habrán repoblado la tierra durante el Milenio y los que han recibido su parte en el Lago de Fuego en el Juicio del Gran Trono Blanco. Durante la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, en las épocas venideras, la Iglesia que habrá llegado a ser la Esposa de Cristo en Su Segunda Venida, será manifestada al resto de la humanidad para la alabanza de la gloria de Su gracia (Ef 2:7). Ellos estarán extendiendo la invitación a los de las tinieblas de afuera en el Lago de Fuego a lavar sus ropas para poder entrar por las puertas de la Nueva Jerusalén, comiendo del árbol de la vida y bebiendo libremente del agua de la vida: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira… 17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apo 22:14-15,17) Aquí en la nueva tierra, después del Juicio del Gran Trono Blanco, vemos el Espíritu y la Esposa extendiendo la invitación a los de afuera a lavar sus ropas para poder entrar en la Nueva Jerusalén, tomando del agua de la vida gratuitamente. Sabemos que no se está refiriendo a la Iglesia extendiendo la invitación ahora en esta época, dado que la Iglesia nunca es llamada “la Esposa” hasta las bodas en la venida de Cristo. El término “esposa” (numphe) se refiere a la esposa en la ceremonia en el cuarto nupcial (numphon), o a la esposa después de las bodas, y nunca se usa refiriendose a la Iglesia antes de las bodas. Antes de las bodas somos llamados “la desposada” (2Cor 11:2 gr. harmoso), pero todavía no somos la Esposa. Aquí en Apocalipsis 22:17 vemos la Esposa, que para este tiempo habita en la Nueva Jerusalén, invitando a los de afuera a lavar sus ropas para poder entrar en la ciudad celestial donde ella mora, y tomar gratuitamente del agua de vida que fluye del trono de Dios y del Cordero dentro de la ciudad. Esta invitación, “Ven” adentro, tiene que referirse a la era post Gran Trono Blanco dado que la Nueva Jerusalén todavía no había descendido sobre la nueva tierra anterior a esto. Y los de afuera no pueden ser otros más que aquellos que fueron consignados a las tinieblas de afuera en el Lago de Fuego purificador. Desde el tiempo de Agustín en el siglo IV, el Lago de Fuego ha sido presentado como permaneciendo eternamente. Sin embargo, bien entendido, es figurativo de un fuego purificador que se extiende por “las épocas de las épocas” o el tiempo que dura la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, culminando en todos siendo restaurados y reunidos en Cristo. De ese momento en adelante, Dios será todo en todos (Hch 3:21; 1Cor 15:22-28). El Lago de Fuego se extiende por las épocas de las épocas y no para siempre como muchos entienden la traducción “por los siglos de los siglos.” Su propósito es purificación y no tortura vindicativa sin fin, como tradicionalmente ha sido presentado (consulte mi blog: Azufre, Sal y el Fuego del Fundidor para una explicación del Lago de Fuego). Los que son juzgados en el Juicio del Gran Trono Blanco serán juzgados “según sus obras,” recibiendo “su parte” o “porción” (meros) en el Lago de Fuego. Tales términos no corresponden a tormentos sin fin. Adicionalmente, Jesús dijo de los castigos postmórtem que no saldrán de allí “hasta que.” (Mt 5:26;18:34). “Hasta que” requiere un fin. Él también dijo que algunos recibirían “muchos azotes,” mientras que otros recibirán “pocos.” (Lucas 12:47). “Pocos” y “muchos” tienen referencia a duración limitada y es incompatible con la doctrina Tradicional de azotes sin fin. Y lo más importante es que no se podría decir que todos serán restaurados (Hch 3:21); que todos serán salvos (1Tim 4:10; Juan 4:42); que todos serán reconciliados (Col 1:16,20; 2Cor 5:19) y que todos serán reunidos en Cristo en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, resultando en todos siendo vivificados con Dios siendo todo en todos (Ef 1:10; 1Cor 15:22-28), si de hecho algunos se pierden eternamente. Jesús dijo que atraería eficazmente (helcuo) a todos a Él mismo y que buscaría y salvaría a los perdidos hasta que la última oveja perdida haya sido encontrada y salva (Lucas 19:10; 15:4). La gran dispensación final – la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, culminará en cada rodilla doblando y cada lengua confesándole a Jesús como Señor, para la gloria de Dios Padre, y no bajo coerción como muchos lo presentan (Fil 2:10; Isa 45:22-24). Aunque esto no ha sido un trato exhaustivo de las dispensaciones, espero que haya servido para demostrar que el plan eterno de Dios para las épocas es caracterizado por etapas distinguibles que llevan al hombre incrementalmente de la infancia en Edén a la plena madurez en la consumación, al fin de las épocas en preparación para la eternidad cuando Dios sea todo en todos. La historia de la creación de Dios termina bien, en vez de devolucionarse en un dualismo eterno, terminando en una tragedia interminable para la mayoría de la humanidad. El plan de Dios para las épocas va de gloria en gloria en vez de ir de mal en peor. Lo que Dios comienza, perfecciona. [i] http://wmpaulyoung.com/a-word-that-is-not-in-the-bible/ [ii] La lectura del Versión Reina Valera Gómez en Hechos 15:18 es basada en la mayoría de los textos griegos del Nuevo Testamento. [iii] Judas 14 cf. Enoc 1:9 [iv] Our English word “things” does not have an equivalent in Greek. Neither does the neuter form in Greek always indicate objects as in English. When the translators insert “things” in contexts that are evidently referring primarily to persons and not inanimate objects I take the liberty to cross it out in order to keep the focus where it belongs. [v] Thayer's Greek Lexicon: NT. 346
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