por George Sidney Hurd -- Hay mucha confusión entre los cristianos en cuanto al significado de la palabra “destrucción” en las Escrituras. Los Tradicionalistas no lo entienden como siendo realmente destruido o la destrucción, dado que, para ellos, el proceso de la destrucción o tormento nunca termina. Los Condicionalistas creen que significa la “aniquilación” o cesión total de la existencia, de manera semejante a la creencia de los materialistas seculares. Sin embargo, como espero demostrar en este blog, cuando uno examina las Escrituras más cuidosamente, descubrirán que la destrucción no es una condición final, sino más bien un proceso necesario que uno necesita pasar para después ser restaurado como parte de la nueva creación de Dios, así como han creído los cristianos Restauracionistas desde los primeros siglos de la historia de la Iglesia.[1] Este blog fue tomado de mi libro, ¿Exterminación o Restauración? Definiendo la Palabra “Destrucción” Las palabras griegas “apólumi,” “ólethros” and “apoleia” son traducidas de varias maneras en el Nuevo Testamento, dependiendo del contexto. Kittel’s léxico de 10 tomas ilustra extensivamente lo que la palabra apólumi significa en diferentes contextos. Él presenta 4 significados relacionados, pero distintos en el Nuevo Testamento. Pueden ser resumidos como: 1, “destruir o matar” 2, “perder o sufrir la pérdida de.” Cuando apólumi se usa en la voz media combina el significado 1, “destruir o matar” con el significado 2, “perder o sufrir pérdida de,” resultando en el significado 3, “perecerse” o “perderse la vida,” y finalmente el significado 4, “estar perdido.” [2] Vines define ólethros como “ruina o destrucción,” y apoleia como “la pérdida de bienestar, no de la existencia misma.” [3] Vamos a examinar varios versículos donde estas palabras aparecen en su contexto, pero ninguna de estas palabras por definición habla de la cesación de la existencia de uno, o una aniquilación total. De hecho, como veremos, su contexto a menudo niega la aniquilación. Un buen ejemplo es cuando los Fariseos tomaron consejo con los herodianos contra Jesús para destruirle (apolumi) (Marcos 3:6). Como los Fariseos creían en la existencia consciente de los muertos, es obvio que solo pensaban matar su cuerpo, quitándolo de la tierra de los vivientes. Como demuestro con más detalle en mi libro, ¿Exterminación o Restauración?, la muerte física no es el fin de la existencia de uno. Cuando crucificaron a Jesús, Él de verdad murió. Sin embargo, Su cuerpo fue preservado en el sepulcro y Su alma no fue abandonado en el hades, y el tercer día Él resucitó de entre los muertos. Aun cuando apólumi y sus afines son mejor traducidos como “destruir” que “perder,” normalmente no se refieren a la depravación de vida, como con la palabra “matar,” aun cuando una persona muere como resultado de ser destruido. Hay otras palabras que específicamente tienen referencia a matar a alguien que mejor expresan la depravación de vida, como “matar o degollar” (katasphato) (Lucas 19:27, “matar” (anaireo) (Lucas 22:2), “matar” (apokteino) (Mt 10:28). En cambio, destruir a alguien no siempre significa matarlos. Aunque el grupo de palabras apólumi tiene muchas variaciones de significado, desde simplemente estar perdido, a literalmente matar a alguien, el significado fundamental es de privar algo o alguien de su propósito intencionado. Por este motivo Vines dice acerca de apólumi: “La idea expresada no es de extinción sino de ruina, pérdida – no de la existencia sino del bienestar. Esto es evidente por su uso, como, ej., de los odres que se pierden, Lucas 5:37; de las ovejas perdidas, i.e., perdidas para el pastor, metafóricamente de la destitución espiritual, Lucas 15:4,6, etc.; el hijo perdido, 15:24; de la comida que perece,Juan 6:27; de oro, 1 Pedro 1:7.” [4] El Salvador de los Perdidos Uno de los muchos ejemplos donde apólumi no significa la muerte es el caso del hijo Pródigo. Él desperdició su herencia, viviendo perdidamente hasta quedar destituido. Cuando volvió a la casa de su padre fue recibido con los abrazos y besos de su padre. Su padre dijo: “comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido (apólumi), y es hallado” (Lucas 15:23-24). El hijo se había perdido y destruido y sin embargo no murió. De la misma manera, podemos hablar de destruir a alguien, o de uno siendo destruido o destruyéndose a sí mismo en cuanto a su reputación, sus finanzas, su salud, etc. Sin embargo, al decir que están destruidos no queremos decir que estén muertos o que hayan dejado de existir. Apólumi es utilizado en referencia a lo que está perdido de su dueño, pero sin embargo sigue viviendo. Por ejemplo, Jesús comparó a los pecadores perdidos que Él ama, con Sus ovejas perdidas: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde (apólumi) una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió (apólumi), hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (apólumi).” (Lucas 15:4-6) ¡Es obvio que Jesús no está diciendo aquí que el pastor hizo celebración porque había encontrado su oveja muerta! La parábola de la oveja perdida es una de una serie de 5 parábolas que Jesús contó en respuesta a la queja de los Fariseos y los escribas de que Él estaba recibiendo a los pecadores: “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.” (Lucas 15:1-2) Las 5 parábolas son: 1) la oveja perdida, 2) la moneda perdida 3) el hijo Prodigo perdido 4) el mayordomo infiel y 5) el hombre rico y Lázaro. Todos son, de una manera u otra, dirigidos contra los escribas y fariseos que se consideraban justos y despreciaban a los demás pecadores. En las primeras 3 parábolas, Jesús repite la palabra apólumi 8 veces y en cada instancia Él revela Su corazón hacia los pecadores perdidos que Él vino a salvar y por lo tanto estaba recibiendo. Jesús, en otra ocasión, declaró lo que era Su misión cuando se auto-invitó a la casa de un despreciado cobrador de impuestos, Zaqueo, diciendo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar (sozo) lo que se había perdido (apolumi).” (Lucas19:10). Yo creo que, tanto el Tradicionalista como los Aniquilacionistas, necesitan una revelación nueva y fresca del corazón y misión de Dios en enviar a Su Hijo al mundo de la humanidad perdida. Creo que Jesús diría a algunos lo mismo que dijo a los “hijos de trueno”: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; 56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder (o “destruir” apólumi) las almas de los hombres, sino para salvarlas (sozo).” (Lucas 9:55,56) Por aplicar erróneamente el concepto platónico de la eternidad a las palabras olam, aión, y aionios, que expresan el concepto de tiempo, como si hablaran de la eternidad, en vez de época duradera o eonian, como los autores de las Escrituras obviamente las entendían, [5] los Tradicionalistas y Aniquilacionistas no pueden ver que el plan de Dios para las épocas es salvar a los hombres y no destruirlos. No logran ver que finalmente Cristo de verdad cumplirá Su misión de buscar y salvar a todos los perdidos. Al insistir que Él finalmente no logra salvar la mayoría de los perdidos, ellos presentan a Jesús como salvando proporcionalmente solamente a una oveja y eternamente dando por perdidas a las 99. Pero Jesús dijo que dejaría a las 99 seguras e iría “tras la que se perdió, hasta encontrarla” (Lucas 15:4). Jesús no dijo: “hasta, o vuelva a encontrar el redil, o es encontrada antes de morir” como creen los Parcialistas. Él dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré (lit. “arrastraré”) a mí mismo” (Juan 12:32). No es hasta que la última oveja haya sido encontrada y la última rodilla se haya doblada sometiéndose a Él, que Él dejaría de buscar y salvar a los perdidos. Al llegar ese momento, ya no habrá ni un alma perdida, porque Él habrá atraído a todos a Sí mismo, resultando en que Dios sea todo en todos (1Cor 15:28). Dios no llega a ser todo en todos por redefinir a “todos” a solo significar a unos pocos, como hacen los Tradicionalistas; ni tampoco por exterminar a los perdidos como los Aniquilacionistas dicen que Él hará, sino por buscar y salvar a los perdidos (apólumi). La perdición y la destrucción no son eternas. Puede que sea eonian para algunos, pero no puede ser eterno, porque Cristo está comprometido con cumplir Su misión a buscar y salvar a todos los perdidos, hasta la última oveja perdida. Ahora son muchos los que andan por la senda ancha que lleva a la destrucción (apoleia). Para ellos la pérdida será grande. Ellos serán excluidos de la gloria de Su presencia, consignados a una destrucción eonian, sufriendo daño de la segunda muerte en el lago de fuego. Sin embargo, la destrucción no es perpetua sino eonian, y no es de su persona, sino de su carne. Serán juzgados cada uno según sus obras, recibiendo su parte o porción en el lago purificador de fuego y azufre, sin poder salir hasta cumplir su parte. Para algunos serán muchos azotes y para otros pocos, pero ninguno recibirá azotes perpetuos como tradicionalmente ha sido enseñado (Mt 5:26; Lucas 12:47,59). Así que, aunque sea por el fuego, Cristo finalmente salvará aún a los que escogieron el camino ancho a la perdición. En el discurso paralelo del evangelio de Lucas vemos que, así como las puertas de la Nueva Jerusalén nunca estarán cerradas y los de afuera están invitados a lavar sus ropas para así poder entrar, Jesús dice en Lucas que, después de un tiempo de separación y exclusión, “vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros (protos), y primeros que serán postreros (eschatos)” (Lucas 13:29,30 cf. Apo 21:25; 22:14,17). Aunque habrá algunos que entrarán antes, como las rameras y los cobradores de impuestos, mientras los Fariseos y todos los que confían en su propia justicia serán escatológicamente los postreros, finalmente ellos también entrarán, y habrá un solo rebaño y un Pastor - no porque Cristo habrá aniquilado a los perdidos, sino porque Él persistirá en buscar y salvar a los perdidos hasta que la última oveja perdida sea salva y sana en el redil (Juan 10:16). De hecho, un requisito para ser salvo es darnos cuenta de que estamos perdidos o destruidos (apólumi). Es por eso que, cuando los Fariseos les preguntaron a los discípulos de Cristo: “¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” Jesús les dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt 9:11-13). Pienso que los Tradicionalistas y Aniquilacionistas harían bien en meditar sobre estas palabras porque revelan el corazón del Señor hacia sus ovejas perdidas. Tan fácilmente olvidamos que nosotros también alguna vez éramos pecadores perdidos, y solamente somos salvos ahora porque Jesús nos buscó y nos salvó. Tenemos que reconocer que no somos más merecedores de haber sido rescatados que los demás perdidos. ¿Por qué debemos pensar que Él nos salvó, y sin embargo no salvará al resto de los perdidos, sabiendo que Él no hace acepción de personas? En realidad, los Fariseos que estaban satisfechos con su propia justicia fueron pasados por alto por Jesús porque Él no vino a llamar a los que siguen pensando que son justos, sino a los pecadores perdidos que se han dado cuenta de su estado perdido y su necesidad de ser salvos. Es por eso que Jesús dijo a los Fariseos: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mt 21:31). No es que jamás entrarán, sino que los que temprano reconocen que están perdidos y en necesidad de un Salvador entrarán antes que ellos. Jesús está buscando a los perdidos para salvarlos, pero Él pasa por alto a los que piensan que no están perdidos y necesitados, así como hizo con los Fariseos, hasta llegar al momento en que estén dispuestos a recibirlo como Su Salvador. No es que Jesús tenga dificultad de encontrar a los perdidos, sino que Él espera hasta que estén listos para la salvación. Al llegar al Amazonas de Colombia, descubrí muchas frutas tropicales ricas que jamás había probado antes. Pero tuve que aprender a distinguir entre las maduras y las que necesitaban permanecer un tiempo más en el árbol antes de cosecharlas. Arranqué algunas del árbol, pensando que madurarían solas después, pero se echaron a perder antes de madurar, porque aún no estaban listas para cosechar. De semejante manera, el Señor tiene que esperar hasta que cada individuo esté “maduro” o listo para recibir la salvación antes de atraerlo a Si mismo y salvarlo. Aunque Dios ha determinado que todos serán salvos, Él jamás ha salvado a alguien contra su voluntad. Pero tendemos a subestimar las dimensiones de Su amor, y Su habilidad de obrar en los hombres para querer y hacer Su buena voluntad. Los que piensan que algunos rechazarán a Dios eternamente, subestiman qué tan irrisible es Su amor, y el poder y medios a Su disposición para persuadir y convencer. Dios ha jurado que todos serán salvos doblando rodilla, tomando juramento diciendo: “Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza” (Isa 45:22-24). Y a Su tiempo será, así como Él ha declarado. En Cristo todos serán vivificados en su propio tiempo “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y el postrer enemigo que será destruido (katargéo) es la muerte. 27 Porque todas las cosas las sujetó (hupotaso) debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas (hupotaso) a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. 28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará (hupotaso) al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.” (1Cor 15:22-28) Aquí vemos que el mismo todos que mueren en Adán serán vivificados en Cristo, pero no todos a la vez, sino cada uno en su debido orden. Cada individuo será vivificado cuando sea su propio tiempo. Algunos, como las rameras y los cobradores de impuestos, que son prontos a ver su necesidad, lo reciben ahora y son purificados como se purifica el oro con el fuego y sal en esta época, siendo de la iglesia de las primicias o “los que son de Cristo en Su venida.” Otros, como los Fariseos y el hermano mayor del hijo Pródigo, continuarán obstinadamente por épocas largas antes de finalmente doblar rodilla a Cristo, confesándole como Señor. Es por eso que Lucas dijo que después de la predicación de Pablo, creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna (Hch 13:48). La palabra “ordenados” es taso y significa: “arreglar en un orden.” La idea expresada es que no creemos hasta que sea el tiempo ordenado – un tiempo que solo Dios sabe, cuando uno haya sido previamente preparado por Él para recibir el evangelio de la salvación. Pablo, hablando del orden, primero menciona los que son de Cristo en Su venida. Después él dice, “luego viene el fin” (v.24). La palabra traducida “fin” es telos que significa: “fin, conclusión, cumplimiento o resultado final.” Pienso que tal vez la mejor manera de entender “el fin,” telos en este contexto es, “entonces viene el cumplimiento.” En otras palabras, habla del cumplimiento de la declaración que todos que murieron en Adán serán vivificados en Cristo, y no solamente los que son de Cristo en Su venida. La frase “cada uno en su debido orden” puede ser entendida como diciendo que, después de la glorificación de los que son de Cristo en Su venida, y los vivificados en la segunda resurrección, será cada uno en su debido orden. En otras palabras, cada individuo será vivificado cuando sea su tiempo. Jesús reinará por los siglos de los siglos, (eis ton aiona tou aionos lit. “en las épocas de las épocas”) (Heb 1:8). Que la frase eis ton aiona tou aionos no se refiere al concepto platónico de la eternidad es evidente en 1Corintios 15:25-28 donde dice que Cristo reinará “hasta que” haya destruido todo enemigo y sujetado todo a Él. “Hasta que” no es sinónimo de la eternidad – ni en el griego. Entonces, cuando todos sean sujetos a Él, la muerte - el último enemigo, será destruida – no por aniquilación, sino porque todos habrán sido vivificados en Cristo (v.22). Dios no destruye la muerte matando - sea por medio de tortura eterna o por aniquilación, sino vivificando a todos. Además, es importante notar que las únicas cosas que son “destruidas” son entidades abstractas como los gobiernos oponentes y el último enemigo, la muerte. Aquí, la palabra traducida “destrucción” no es de apólumi. Es katargéo que, según Strong’s significa: “estar (dejar) enteramente inmóvil (inútil).” La muerte será inmovilizada de una vez para siempre cuando todos hayan sido vivificados y Jesucristo será el incontrovertido Señor de señores. Pablo dice que todo ser moral se sujetará a Él (hupotaso). Que esté refiriéndose a una sujeción voluntaria y no forzada es evidente, viendo que la misma palabra (hupotaso) se usa también para Cristo cuando Él se sujete (hupotaso) al Padre para que Dios sea todo en todos. También, es obvio que la sujeción será voluntaria porque de otra manera no podría decir que Dios será todo en todos. Aniquilacionistas intentan explicar esto, diciendo que aquí “todos” significa “todos los sobrevivientes” después de haber aniquilado a todos menos los santos. Sin embargo, en el contexto vemos que Dios llega a ser todo en todos como resultado de todos sujetándose a Él – no por exterminar o aniquilar la oposición. No simplemente significa “todos los que hayan sobrevivido,” sino todos los que hayan muerto en Adán desde la caída (v.22). La gloria de Dios es magnificada – no en aniquilar a Sus enemigos, sino en conquistarlos por el poder de Su amor, para la alabanza de la gloria de Su gracia. “Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos. 4 Toda la tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu nombre.” (Sal 66:3-4) [6] La Destrucción es un Preludio a la Salvación Muchos no han comprendido que la muerte o destrucción es un preludio necesario para que uno sea salvo y restaurado. Habiendo sido criado en un hogar muy religioso, jamás hubiera llegado a ver mi condición perdida si no me hubiera apartado del Padre en la tierra lejana, destruyendo mi vida en las drogas, hasta que, en mi condición perdida, clamé al Señor y Él me salvó. Algunos son tan obstinadamente auto-suficientes, o tan confiados en su propia justicia, que tendrán que ser consignados a la destrucción eonian antes de finalmente llegar al fin de ellos mismos, clamándole al Señor para la salvación y encontrando su justicia en Él. La destrucción de Dios es para restaurar – no para aniquilar. Él mata, pero solo para vivificar con Su vida eterna: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres.” (Sal 90:3)
“Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y Yo hago vivir; Yo hiero, y Yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano.” (Deut 32:39)
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. 2 Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.” (Oseas 6:1-2)
En cuanto al plan de Dios para las épocas, tendemos a tener muy corta la vista y no vemos el propósito y el fin del Señor. Muy a menudo vemos los juicios de Dios y Su condenación a la muerte y destrucción de los que no se arrepienten como si eso fuera el final trágico de la voluntad frustrada del Señor para la mayoría de la humanidad, cuando en realidad es Su medio de traerlos al fin de sí mismos para que finalmente clamen a Él para la salvación, así como sucedió con cada uno de nosotros. No logramos entender que es cuando los juicios de Dios están en la tierra que los hombres aprenden la justicia (Isa 26:9). Gracias a Dios que nosotros llegamos al fin de nosotros mismos en esta vida para no tener que sufrir daño de la segunda muerte, pero como Pablo dice, Él no es solamente el Salvador de los que creen ahora, sino que Él es el Salvador del mundo entero: “Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos. 10 Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen. 11 Esto manda y enseña.” (1Tim 4:9-11, cf. 1Juan 2:2; Juan 4:42) ¿Es este el evangelio universal el mismo que tu trabajas y sufres para proclamar, o estás proclamando el “evangelio de buenas nuevas / malas nuevas” de la salvación de los pocos, con la perdición o destrucción eterna de la mayoría de la humanidad? [1] https://www.triumphofmercy.com/blog-espantildeol/el-testimonio-de-los-padres [2] Theological Dictionary of the New Testament. Copyright © 1972-1989 By Wm. B. Eerdmans Publishing Co. [3] Vine's Expository Dictionary of Biblical Words, Copyright © 1985, Thomas Nelson Publishers. [4] Ibid. [5] Vea mi blog: https://www.triumphofmercy.com/blog-espantildeol/la-duracion-del-castigo [6] La palabra “someterse” en este versículo normalmente habla de una sumisión fingida. Sin embargo, no existe una palabra en el hebreo para sumisión voluntaria. Aquí es el contexto lo que determina su sentido como verdadera sumisión y adoración a pesar de su sentido usual, dado que una sujeción fingida jamás resultaría en que Sus enemigos le adoraran.
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