por George Sidney Hurd -- A menudo cuando estoy conversando con ateos e incluso con personas en círculos cristianas, al mencionar un texto de las Escrituras ellos responden, “La Biblia ha sido copiado y traducido tantas veces durante los últimos 2.000 años que no hay manera de saber lo que realmente decía el texto original.” Esto ha sido repetido tantas veces – incluso por los intelectuales prominentes, que muchos piensan que es la verdad. Sin embargo, esta no es una respuesta informada y demuestra la ignorancia, voluntaria, o involuntaria, acerca de la abundancia de la evidencia textual que indica todo lo contrario. El texto del Nuevo Testamento es el texto más plenamente atestiguado de toda la literatura antigua por una margen sumamente amplia. Hay más de 5.800 manuscritos griegos del Nuevo Testamento que han sido descubiertos y ese número sigue aumentando conforme los arqueólogos descubren más de ellos. El manuscrito más antiguo encontrado hasta ahora es un fragmento de papiro con una porción de Juan 18:31-33 en un lado y Juan 18:37-39 en el otro. Fue encontrado lejos de Judea en Egipto, y fue escrito entre 117 y 138 d.C. - solo pocos años después de que Juan escribió el original. La copia entera más antigua del Nuevo Testamento es el Codex Sinaiticus, escrito en 340 d.C. Adicionalmente, hay más de 10.000 manuscritos en el latín, algunos de ellos escritos tan temprano como 350 d.C., además de 9.300 manuscritos en otros idiomas antiguas como el siríaco, el eslavo, el gótico, el etiópico, el cóptico, y el arminiano. Adicionalmente, aún si no tuviéramos siquiera una sola copia del Nuevo Testamento, los Padres Ante-Nicea (Padres de la Iglesia que escribieron antes del Credo de Nicea en 325 d.C.) incluyeron en sus escritos más de un millón de citas del Nuevo Testamento, citando todos los versículos con la excepción de once. Con solamente estas citas, que son muy tempranas, uno podría prácticamente reconstruir todo el Nuevo Testamento. En un contraste muy marcado a esto, la mayoría de la literatura no-bíblica tiene muy pocas copias para poder hacer una comparación crítica. Y las pocas que existen son entre 800 y 2.000 años separados en tiempo de los originales. Si uno fuera poner cada manuscrito de una literatura promedia uno encima del otro, tendría una altura de 1.2 metros. En cambio, si uno fuera a poner todos los manuscritos del Nuevo Testamento uno encima del otro, ¡sería más de una milla de altura! Sin embargo, nadie cuestiona la autenticidad de la otra literatura como hacen con el Nuevo Testamento. Josefo escribió Las Antigüedades de los Judíos en el año 75 d.C., al mismo tiempo que fue escrito el Nuevo Testamento. A pesar de que solamente existen 20 copias de manuscritos, con los más antiguos separados siete siglos del original, la autenticidad del relato histórico de las Escrituras a menudo es cuestionado basado en lo que dijo Josefo y no al contrario. Algunos críticos señalan que hay más variantes entre los manuscritos que hay palabras en el Nuevo Testamento (se estima que hay entre 300.000 y 400.000). Sin embargo, hay más de 2.5 millones de páginas de texto contenidos en los manuscritos griegos que tenemos. Si calculamos usando el número medio de 350.000 variantes, eso solo sería un error por cada 7 páginas. Adicionalmente, 99 por ciento de estas variantes no son de consecuencia alguna, dado que solo se tratan de palabras mal escritas; el cambio del orden de palabras que en el griego no cambia en significado; o la presencia o ausencia de artículos. Todos estos errores son fácilmente identificados y corregidos – especialmente considerando el gran volumen de copias que tenemos para hacer comparaciones. Solo un porciento se trata de interpolaciones – normalmente de una sola palabra o línea que el escriba dejó sin escribir por accidente. Las interpolaciones más largas son Juan 7:53-8:11 y 1Juan 5:7 pero son fáciles de identificar como adiciones, haciendo una comparación de todos los manuscritos que tenemos. La porción más larga que no aparece en algunos de los manuscritos más tempranos es Marcos 16:9-20. Sin embargo, tomando en cuenta todo, muchos han concluido que la exclusión de los versículos 9 a 20 fue una omisión temprano hecho por un escriba en vez de ser una interpolación. Ninguna de estas variantes afecta alguna doctrina cristiana mayor, y la mayoría pueden ser corregidos más allá de duda razonable haciendo una comparación cuidadosa de los miles de textos que tenemos. Aunque es cierto que no tenemos las copias originales sino copias de copias, una comparación cuidadosa y crítica de todos los manuscritos existentes ha llevado muchos expertos en la ciencia crítica del texto a la conclusión informada de que el texto del griego que usamos hoy en día es mucho más de 99 porciento igual al original. Aunque uno no puede ser absolutamente dogmático, dado que no tenemos el original, la preponderancia de la evidencia es tan abrumadora que solamente aquellos como Bart Ehrman que vienen al texto con una predisposición a cuestionar el testimonio de las Escrituras acerca de sí mismo podría seguir negando su confiabilidad. Yo estudié el tema en mi último año de estudios teológicos en el año 1982 y me dio una gran confianza de que el texto griego que usaba era una réplica confiable del original. Llegué a conocer a Cristo por medio del mensaje de las Escrituras y deseaba creer en la veracidad del testimonio de Jesús Mismo acerca de las Escrituras. Sin embargo, es evidente que no todos tienen el mismo amor a la verdad y deseo de conocer la voluntad de Dios como ha sido revelada en las Escrituras. En esta época los justos viven por la fe y sin la fe es imposible agradar a Dios (Rom 1:17-18; Heb 10:38-39; 11:6). La fe a la cual hemos sido llamado es una confianza en Dios como Él se ha revelado en Su Palabra. La verdadera fe es un regalo de Dios que es impartido a aquellos que lleguen al fin de sí mismos y le clamen al Señor para recibir Su salvación (Jer 33:3; Jn 10:25-27; Hch 13:48;16:14). Yo creo que Dios a menudo no presenta una “en la cara” innegable evidencia de la veracidad de Su Palabra para proveer una salida para aquellos que, en su falso sentido de autosuficiencia, todavía están indispuestos a recibir el amor a la verdad, sino que se complacen en la injusticia (2Tes 2:10-12). Pablo dijo que en los postreros días muchos no estarían dispuestos a recibir la Palabra escrita de Dios, sino que, según sus propios deseos serán atraídos a maestros que solo les dirán lo que quieren escuchar (2Tim 4:2-4). Pablo también dijo que en los postreros días muchos apartarían de la fe, escuchando a espíritus del engaño y doctrinas de demonios (1Tim 4:1,2). En el contexto “la fe” es aquella enseñanza o doctrina que nos fue dada por medio de los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo (Hch 2:42; 1Tim 4:16; Tito 1:9). Judas, el medio hermano del Señor, dijo que debemos de contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 3). Muchos hoy en día que desprecian la Palabra escrita de Dios una vez dada a los santos para buscar una forma de misticismo, ingenuamente se están abriendo a espíritus del engaño y doctrinas de demonios, así como advirtió Pablo. De la misma manera, Jesús nos advirtió de esto, diciendo que falsos maestros y profetas en los últimos días engañaría, si fuere posible, aun los escogidos (Mt 24:11-12,24). Jesús incluso hizo la pregunta: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará (la) fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Bart Ehrman comenzó en la fe y estudió bajo Bruce Metzger de Princeton, uno de los mejores eruditos textuales del siglo XX. Sin embargo, aunque el estudio de la historia y transmisión del texto ha fortalecido la fe de muchos – incluyéndome a mí mismo, Bruce eligió el camino de la duda e incredulidad, finalmente volviendo agnóstico y jugando un papel muy importante en el movimiento de los Neo Ateos. Como indicio de los tiempos que estamos viviendo, seis de sus libros han estado en la lista de mayor venta de New York Times. En contraste, Dan Wallace que estudió bajo los mismos profesores que Ehrman, y en mi opinión es el experto textual más destacado de nuestro tiempo, tiene la predisposición a creer en vez de dudar, y demuestra muy hábilmente más allá de duda razonable que el texto del griego que tenemos hoy en día es una representación del original muy confiable. Él también ha escrito varios libros. Sin embargo, así como dijo Jesús que sucedería en los últimos días, muy pocos están dispuestos a recibir el testimonio de Wallace acerca de la veracidad de la Palabra de Dios. Hace poco, Bart Ehrman y Dan Wallace tuvieron un debate abierto que recomiendo altamente si puedes entenderlo en inglés. Para mí no cabe duda de que hoy tenemos una representación precisa del texto original. La pregunta es si uno esté dispuesto a creer o no. (Jn 5:38-40,46-47). A fin de cuentas, todos tenemos que escoger, o seguir el camino de la fe y confianza, o tomar la senda de la duda y incredulidad. El siguiente es el vínculo para el debate: Ehrman vs Wallace - Can We Trust the Text of the NT?
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