por George Sidney Hurd “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21 a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” (Hch 3:19-21) Como espero demostrar en este blog, el verdadero arrepentimiento involucra un arrepentimiento del pecado y la conversión, volviendo a Dios, resultando en que nuestros pecados sean borrados, así como vemos presentado aquí en Hechos por Pedro. Sin embargo, como con cualquier término bíblico como pecado, separación, propiciación y regeneración, hay una nueva ola de deconstruccionistas espirituales que han estado intentando redefinir el arrepentimiento de una manera antónimo con su significado contextual a través de las Escrituras. Una página web cristiana/Nueva Era presenta una redefinición del “arrepentimiento” que es reflejada en muchos de los escritos de autores Progresivos y Nueva Era. Dice: “Arrepentimiento: ‘una conversión de la creencia en el pecado y el error a la creencia en Dios y la justicia; una conversión de la mente y el corazón hacia la Omni-Benevolencia. Cuando nos arrepentimos, rompemos con el pensar mortal y ascendimos a la esfera del pensar espiritual, el reino de Dios.’” [1] Esta definición es la antítesis total del verdadero arrepentimiento bíblico. El arrepentimiento bíblico es el reconocimiento del pecado, abandonándolo, mientras que “una conversión de la creencia en el pecado” constituye una negación de la realidad del pecado. Además, conversión a “la creencia en Dios” no es lo mismo que convertirse a Dios, sirviéndole como el único Dios viviente y verdadero (1Tes 1:9). Muchos creen en Dios en el sentido de que reconocen Su existencia. Incluso los demonios creen en Dios y tiemblan, pero un simple asentimiento intelectual no resulta en la salvación (Stg 2:19). Este emborronamiento de las distinciones bíblicas, sutilmente cambiando el significado obvio de las palabras en su contexto, con tal de acomodar una forma de espiritualidad de Nueva Era y metafísica cristianizada, es una tendencia perturbadora dentro de la Iglesia hoy en día. Lo que es especialmente perturbadora para mí es ver la Iglesia Bethel en Redding California desestructurar, adoptando esta forma de espiritualidad Nueva Era. En el libro “Las Físicas del Cielo,” coescrito por el pastor Bill Johnson, Ellyn Davis dice de su cambio de paradigma del cristianismo bíblico hacia la espiritualidad de la Nueva Era: “Ahora estamos comenzando a oír más y más revelaciones que están de acuerdo con lo que los de la Nueva Era han estado diciendo todo el tiempo y estamos oyendo más y más enseñanzas acerca de cristianos que están ‘recuperando verdades’ de la Nueva Era que realmente pertenecen a los ciudadanos del Reino de Dios.” [2] La revelación a que se refiere ella no es un entendimiento más profundo de las Escrituras, sino revelaciones adicionales subjetivas recibidas por sueños, visiones, profecías y comunicaciones con ángeles. Entonces ellos reinterpretan las Escrituras para acomodar sus nuevas revelaciones. Esto ellos hacen de varias maneras, como espiritualizando pasajes, o creativamente redefiniendo palabras bíblicas sin debida consideración a su verdadero significado en sus contextos. Esta práctica injustificable de redefinir términos bíblicos es utilizada por el pastor Bill Johnson con tal de redefinir el término “arrepentimiento” de una manera más de acuerdo con el concepto del arrepentimiento metafísica de la Nueva Era que lo definan como si fuera nada más la elevación de la mente, pasando de la manera de pensar mortal a un pensamiento espiritual. Observe su intento creativo de redefinir el arrepentimiento: “La renovación de la mente comienza con el arrepentimiento. Esa es la entrada para volver a su misión original en la tierra. Jesús dijo, ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.’ Para muchos cristianos, arrepentirse significa un llamado al altar donde la gente viene adelante y lloran en el altar para arreglar cuentas con Dios. Esta es una expresión legítima del repentance (arrepentimiento), pero no es lo que significa la palabra repantance (arrepentimiento). ‘Re’ significa volver. ‘Pent’ es como un penthouse, la azotea del edificio. Entonces, arrepentirse significa volver a la perspectiva de Dios acerca de la realidad. Y en esa perspectiva hay una renovación, una reformación que afecta nuestras emociones y cada parte de nuestras vidas…” (énfasis mío).[3] Este es un ejemplo clásico de los intentos de los desestructuradores a introducir un significado de la Nueva Era a la palabra bíblica “arrepentimiento.” En lugar de considerar las definiciones de las palabras originales, él deriva su definición de la palabra “repentance” en inglés. En inglés, la palabra “repentance” está compuesta de re- que significa “otra vez,” que él erróneamente define como “volver.” “Pent” es del latín y significa “lastimar o sentir dolor.” [4] No obstante, con tal de poder redefinir la palabra “repentance” de una manera metafísica, él creativamente relaciona pent con la palabra “penthouse” (apartamento de la azotea). De eso argumenta que el arrepentimiento es un volver a la azotea, espiritualmente hablando. Como veremos, su nueva definición es más de acuerdo con la de la Nueva Era que define arrepentimiento como ascender a la Mente Universal, un despertar a nuestra divinidad. Tiene muy poca relación con el verdadero arrepentimiento de la Biblia. El Arrepentimiento Definido Bíblicamente La palabra hebreo a menudo traducido como “arrepentirse o arrepentimiento” en el Antiguo Testamento es nacham que literalmente significa “jadear, suspirar o gemir.” [5] En las Escrituras nacham expresa la emoción de tristeza o lamento acompañado con un cambio de pensar. Dice de Dios que Él se arrepintió 30 veces en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en muchas de estas instancias lo que está siendo enfatizado es Su tristeza o lamento. Aun cuando Dios aparenta cambiar su mente, tiene que ser entendido como un antropomorfismo, dado que es imposible que Dios literalmente tenga un cambio de pensar (1Sam 15:29). Considero el tema del arrepentimiento de Dios en relación a Su inmutabilidad en mi blog: El Teísmo Abierto - ¿Conoce Dios Mi Futuro? 2 de 2. A través del Antiguo Testamento nacham tiene el mismo significado dual de tristeza que resulta en un cambio de mente. Aun cuando el arrepentimiento no es específicamente del pecado, como vemos con los hijos de Israel arrepintiéndose y volviendo a Egipto al ver la guerra (Ex 13:17), su arrepentimiento incluía tristeza o pesar acompañado con un cambio de mente y una acción correspondiente. Estos tres elementos: 1) tristeza, 2) cambio de mente, y 3) un cambio correspondiente de acción, son esenciales al arrepentimiento verdadero y bíblico. Algunos argumentan que la tristeza por el pecado no es necesario basado en que la palabra griega en el Nuevo Testamento es metanoia, compuesta de meta, “cambio,” y nous, “mente,” y literalmente significa “un cambio de mente.” Sin embargo, las palabras son definidos de acuerdo con su significado en el contexto y no simplemente según su morfología. En el Antiguo Testamento nacham literalmente significa “gemir,” pero en su contexto significa “tristeza o lamento con un cambio de mente.” En el Nuevo Testamento metanoéo literalmente significa “un cambio de mente,” pero en su contexto significa “un cambio de mente con tristeza o lamento.” El verdadero arrepentimiento del pecado, tanto en el Antiguo Testamento como en los Evangelios, fue a menudo demostrado, arrepintiéndose en polvo y ceniza para expresar su contrición (Job 42:6; 1Reyes 21:27; Jonás 3:6-10; Mt 11:21; Lucas 10:13; Jer 31:19). En el contexto del arrepentimiento acerca de la fornicación y la jactancia de la tolerancia de tal conducta, Pablo indica que el verdadero arrepentimiento según Dios incluye tristeza por el pecado. Él dijo: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” (2Cor 7:9-10). Es importante notar aquí que la tristeza en sí misma sin un cambio de corazón y mente, convirtiéndose del pecado hacia Dios, no es el verdadero arrepentimiento. Tampoco es el arrepentimiento nada más un cambio de mente sin la conversión o cambio de dirección correspondiente. Arrepentimiento del Pecado Algunos argumentan que el arrepentimiento no es del pecado, sino nada más un cambio de mente hacia Dios. Sin embargo, uno no puede debidamente cambiar su mente acerca de Dios sin arrepentirse del pecado. A través de las Escrituras el arrepentimiento consistentemente incluye un renuncio de la vida pecaminosa. En 2Crónicas 7:14 Dios promete que si Su pueblo se convirtieren de sus malos caminos Él perdonará. En Jeremías 25:5-6 Él los llama a arrepentirse de su mal camino y de la maldad de sus obras. En Jeremías 8:6 Dios lamenta de que ningún hombre se arrepintió de su mal. En Ezequiel 14:6 Él los llama a arrepentirse de sus ídolos y abominaciones. En Ezequiel 18:30-31 son llamados a arrepentirse, y apartarse de sus transgresiones. En Hechos 8:22 Pedro reprende a Simón el mago diciendo: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad. En Apocalipsis 2:14-16 Jesús advirtió a aquellos dentro de la iglesia que estaban practicando la idolatría y cometiendo fornicación, diciendo: “arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.” En los versículos 21-22 Él dijo de la mujer llamada Jezabel: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. 22 He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.” Finalmente, dice que, a pesar se la severidad de los juicios severos de las copas, los impíos no se arrepentirán de sus idolatrías, asesinatos, hechicerías, inmoralidad y hurtos (Apo 9:20-21; 16:11). A través de las Escrituras tanto creyentes como los no creyentes son llamados a arrepentirse de sus vidas pecaminosas, convirtiéndose a Dios. Algunos Calvinistas dirían que los perdidos no son llamados a arrepentirse de sus pecados, sino simplemente arrepentirse en el sentido de cambiar su mente acerca del Evangelio y poner su fe en Cristo. Algunos dentro del movimiento de la gracia dirían que los perdidos tienen que arrepentirse del pecado, pero no los cristianos, dado que sus pecados ya ni son tomados en cuenta por Dios. Sin embargo, sin entrar en mayores detalles, podemos ver en las Escrituras ya citadas y otras, que, tanto los impíos, como los creyentes, son llamados a arrepentirse de sus pecados. Todos los que están viviendo en el pecado son llamados al arrepentimiento, sean creyentes o no. Como dijo Pablo a los de Atenas: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan por cuanto…juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hch 17:30-31). Pablo dice aquí que Dios ha designado un día cuando Él juzgará a todos los hombres. El arrepentimiento es presentado como requisito para que los pecados sean perdonados y borrados (Hch 2:38; 3:19). Pablo está llamando a los hombres de Atenas a arrepentirse para ser libre del pecado y su resultante condenación en el día del juicio. Aunque no hay condenación para el creyente, Jesús advierte de juicios disciplinarios muy severos contra los creyentes que obstinadamente persisten en pecado sin arrepentirse (Apo 2:5,15-16,21-23). ¿Es el Arrepentimiento un Requisito para la Salvación? Algunos Calvinistas señalan que, cuando el carcelero de Filipo preguntó: “¿Qué tengo que hacer para ser salvo?” la única precondición fue la de creer. Pablo dijo “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Acts 16:31). Sin embargo, la misma pregunta del carcelero indica que ya estaba arrepentido. Uno no busca la salvación del pecado a menos que se haya arrepentido del pecado. Creyendo en Jesús como Señor y Salvador del pecado requiere que el Espíritu ya haya convencido al individuo de su pecado, resultando en arrepentimiento y fe en Jesús como Señor y Salvador. Un individuo que simplemente hizo la oración de fe con tal de evitar el juicio y el infierno sin estar arrepentido de sus pecados, no ha creído para salvación. El Arrepentimiento y la verdadera fe salvífica son tan inseparables como dos lados de la misma moneda. Jesús predicaba diciendo: “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Él dijo: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” (Mt 9:13). Jesús ha prometido atraer a todos a Sí Mismo (Juan 12:32). Sin embargo, Él espera hasta que el Espíritu Santo haya convencido a cada individuo de su pecado antes de llamarlos al arrepentimiento y fe. Al final de las épocas, el Espíritu ya habrá convencido el mundo entero del pecado y de su necesidad de la justicia de Dios en Cristo recibida gratuita por la fe (Juan 16:8). Sin embargo, aquellos que son justos en su propia opinión son más resistentes a la convicción del Espíritu. Por ese motivo, Jesús les dijo a los religiosos farisaicos: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mt 21:31). Al final, todos habrán sido convencidos de su pecado y se arrepentirán, creyendo en el Evangelio. Pero aquellos que son más conscientes de su condición pecaminoso, como los cobradores de impuestos y las rameras, son más prontos a ser convencidos de su pecado y su necesidad del Salvador, y por lo tanto vienen al arrepentimiento antes que los Fariseos. Esto es ilustrado gráficamente por Jesús en Su parábola del fariseo y el cobrador de impuestos: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (Lucas 18:10-14) Aquí Jesús nos hace entender por qué los pecadores y cobradores de impuestos entran al reino de Dios antes de los religiosos farisaicos. El fariseo aun no había sido convencido de su pecado. Uno no se arrepienta, creyendo en el Evangelio hasta que el Espíritu le haya plenamente convencido de su pecado, resultando en arrepentimiento y fe en el Evangelio. Esto es lo que Jesús nos enseña en esta parábola. Finalmente todos habrán doblado rodilla, confesándole a Jesucristo como Señor en el día de su visitación, pero aquel día no vendrá hasta que el Espíritu Santo haya terminado Su obra de convencerle a todo pecador de su pecado (Fil 2:10-11; 1Pedro 2:12). ¿No es el Arrepentimiento una Obra? Algunos Calvinistas niegan que arrepentimiento sea un requisito para la salvación, dado que la salvación es exclusivamente por la gracia de Dios. Sin embargo, el arrepentimiento no es una obra que el pecador tiene que cumplir para ser salvo. De la misma manera que la convicción del pecado es exclusivamente la obra del Espíritu, el Espíritu también es Él que produce arrepentimiento y fe en el pecador bajo convicción de pecado. La iglesia en Jerusalén reconocía que el arrepentimiento es un don de gracia, diciendo: “¡De manera que también a los gentiles HA DADO Dios arrepentimiento para vida!” (Hch 11:18). Pedro dijo, hablando ante el sanedrín: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para DAR a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.” (Hch 5:31). Acerca de algunos que se oponían a sí mismos, Pablo dijo: “por si quizá Dios LES CONCEDA que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.” (2 Tim 2:25-26). Así que, la Iglesia Primitiva entendió que tanto el arrepentimiento, como el resultante perdón de pecados, es dado al hombre por la gracia solamente. Así como la fe necesaria para la salvación nos es concedida por la gracia (Fil 1:29; Ef 2:8-9; Hch 16:14), de la misma manera, la convicción del pecado y el resultante arrepentimiento nos son concedidos por la pura gracia de Dios. Así que, tenemos que insistir en la definición bíblica del arrepentimiento como un arrepentimiento del pecado, convirtiéndose o volviendo a Dios, resultando en la remisión de nuestros pecados. Debemos de rechazar cualquier redefinición metafísica de la Nueva Era que minimiza o niega la realidad del pecado y la necesidad de arrepentirse de él, pretendiendo que el arrepentimiento sea nada más un cambio de mente sin un correspondiente cambio de conducta. Juan el Bautista confrontó a los fariseos y saduceos, diciendo: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.” (Mt 3:7-8). Pablo les predicó a todos diciendo “que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hch 26:20). En vez de dar lugar a un arrepentimiento falso necesitamos insistir y predicar el arrepentimiento del pecado, convirtiéndose a Dios. [1] https://www.truthunity.net/rw/repentance [2] Franklin, Judy; Davis, Ellyn. The Physics of Heaven (p. 15). Destiny Image, Inc. [3] Johnson, Bill. The Supernatural Power of a Transformed Mind: Access to a Life of Miracles. p 44 [4] https://www.wordsense.eu/paenitere/ [5] International Standard Bible Encyclopaedia, Repentance.
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