por George Sidney Hurd
¿Hay dos Escrituras distintas en el Nuevo Testamento dirigidas a dos grupos de creyentes separados, como afirman a los defensores de la doctrina de los dos evangelios? La mayoría de los cristianos reconocen que el Antiguo Testamento era para los judíos bajo el Antiguo Pacto, y aunque fue escrito para nosotros, no es directamente aplicable a nosotros bajo el Nuevo Pacto. Adicionalmente, Adicionalmente, al leer los cuatro Evangelios, hay que tener siempre en mente que Jesús estaba ministrando todavía bajo el Antiguo Pacto. Por lo tanto, muchas de Sus enseñanzas eran intencionalmente transicional entre los dos pactos, por un lado, presentando las demandas del viejo, y por el otro lado, introduciendo lo nuevo. Jesús a menudo elevaba las exigencias de la Ley para que Sus oidores se desesperaran de la auto-salvación por guardar la Ley, con tal de que después recibiesen con gozo Su redención de la maldición de la Ley a través de Su muerte en la cruz, llegando a ser una nueva creación en unión con Él en Su vida de resurrección después de que Él se resucitara de los muertos. En los Evangelios, Jesús combinaba el viejo con el nuevo y avisó a Sus oidores de la necesidad de discernir entre los dos. Él dijo que el viejo era incompatible con el nuevo (Mt 9:17) y alertó a Sus oidores de la necesidad de entendimiento acerca del reino de los cielos para poder discernir entre los dos. Él les dijo: “Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.” (Mt 13:52) Por lo tanto, al leer los Evangelios, necesitamos discernir cuando Jesús está aplicando el viejo, y cuando está introduciendo el nuevo. Por ejemplo, Jesús subió la barra aún más alto para el joven rico que seguía bajo la ilusión de que se podría salvarse por guardar la Ley, diciendo que también tendría que vender todo lo que tenía para dar a los pobres (Mt 19:16-22). En contraste, cuando el cobrador de impuestos corrupto simplemente clamó a Dios, diciendo, “sé propicio a mí, pecador,” él se fue justificado por la pura gracia aparte de las obras (Lucas 18:9-14). En una ocasión, vemos a Jesús alzando la barra aún más alta sobre el adulterio, diciendo que solamente una mirada con codicia pone a uno en peligro del fuego de Gehena (Mt 5:27-29). En un contraste marcado con esto, vemos a Jesús ofreciéndole a la mujer samaritana el agua de la vida gratuitamente, sabiendo que ella no solamente estaba viviendo en adulterio, sino que también se había divorciado cinco veces. (Jn 4:7-18). En otra ocasión, vemos a Él diciéndole a una mujer que fue descubierta en el mismo acto de adulterio: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Jn 8:11). En los Evangelios a menudo vemos a Jesús utilizando la espada de dos filos – en un momento matando con la Ley, que era la ministración de la muerte y la condenación. (2Cor 3:7-9), y en otro momento vivificando por Su gracia a aquellos que ya sabían que eran condenados y necesitados de misericordia (cf. 1Sam 2:6). Esta obra de Dios dúo-fásica en el corazón del hombre es evidente a través de todas las Escrituras, incluyendo las epístolas de Pablo. Pablo dijo: “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. (Rom 11:32), y “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” (Gal 3:24). De la misma manera Santiago dijo: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos,” solo para después decir que finalmente “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Stg 2:10-13). En vez de descartar a los Evangelios como no-aplicables, necesitamos pedirle a Dios el discernimiento para poder distinguir lo viejo de lo que es nuevo. Sin embargo, los defensores de la doctrina de los dos evangelios no solamente consideran los Evangelios como no-aplicables a la Iglesia, sino también descartan la totalidad del Nuevo Testamento con la excepción de las epístolas de Pablo. Esta creencia tiene sus raíces en su malinterpretación de Gálatas 2:7 donde concluyen que hay dos evangelios distintos, y por lo tanto dos grupos de creyentes: 1) Los judíos que creen o la esposa, que todavía siguen bajo el Antiguo Pacto, y 2) los creyentes entre los gentiles que abarcan la Iglesia, el cuerpo de Cristo, y están bajo la gracia en vez de la Ley. Argumentan esto a pesar de las declaraciones enfáticas al contrario, como vimos en el blog anterior (Gal 3:27-29; Ef 3:3-6; 1Cor 12:13). Argumentan que los judíos que creen todavía están bajo el Antiguo Pacto y por lo tanto son obligados a guardar la Ley de Moisés adicional a creer en Jesús, mientras la Iglesia está bajo la gracia sin ninguna obligación en absoluto. Pero, ¿es cierto que el Antiguo Pacto todavía tiene vigencia para el creyente? (cf. Rom 10:4). ¿Será que la Iglesia judío/gentil no está actualmente bajo el Nuevo Pacto como ellos afirman? Pablo deja muy en claro que ya no estamos bajo el Antiguo Pacto, sino que ahora somos ministros del Nuevo Pacto. Él dijo: “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. 7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, 8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? 9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. 10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. 11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.” (2Cor 3:5-11) Aquí Pablo, hablando al cuerpo de Cristo compuesto de judíos y gentiles, dice que Dios nos ha hecho nosotros todos ministros del Nuevo Pacto que no es de la letra, como fue el Antiguo Pacto que era el ministerio de la muerte, grabados con letras en piedras. En vez de las tablas de piedra del pacto anterior, Pablo dice que ahora somos nosotros mismos una epístola “escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Cor 3:3). Esto es un cumplimiento parcial de lo que le fue prometido a Israel en el Nuevo Pacto cuando el Señor dijo, “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezeq 36:26). Como podemos ver desde Ezequiel 31:31 en adelante, el Nuevo Pacto hubiera sido iniciado para la nación de Israel y ellos habrían sido plenamente restaurados en su tierra bajo el Nuevo Pacto, cuando Cristo, su Mesías y Rey, vino proclamando que Su reino estaba cerca. Sin embargo, el liderazgo representativo de Israel formalmente rechazó la oferta del reino cuando Él hizo su entrada triunfal en Jerusalén y se presentó formalmente como su Rey (Matt 21:6-17). A consecuencia de eso, Él les declaró que, debido a que no reconocieron la hora de su visitación, su casa les sería dejada desierta hasta un tiempo futuro cuando le darán la bienvenida (Matt 23:38-39). Entonces Israel como nación fue apartado para juicio. Desde el Pentecostés, la promesa a Abraham, como también el Nuevo Pacto, han sido cumplidos en la Iglesia, principalmente compuesto de gentiles, con solo un remanente de Israel creyendo y viniendo bajo el Nuevo Pacto en esta época (Rom 11:5-7, 25-27). En 2Corintios 3, después de declarar que nosotros, como la Iglesia de Cristo, ahora estamos bajo el Nuevo Pacto, Pablo explica que la nación de Israel no puede ver que el Antiguo Pacto fue reemplazado con el Nuevo Pacto porque han sido cegados para no ver lo que Cristo logró en la cruz: “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” (2Cor 3:14-16) No es que el Nuevo Pacto no haya sido efectuado. Jesús dijo de Su sangre que era la sangre del Nuevo Pacto, derramado para la remisión de los pecados (Matt 26:28). A través de Su muerte, Él nos redimió de nuestros pecados y llegó a ser el Mediador del Nuevo Pacto (Heb 9:15). Pablo instruyó a la Iglesia acerca de la Santa Cena en conmemoración de Su sangre derramada por nosotros, citando las palabras de Jesús: “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.” (1Cor 11:25). Así que, vemos que el único pueblo que siguen cegados, y por lo tanto continúan bajo el Antiguo Pacto, son los judíos no-salvos, y no los creyentes entre la circuncisión. En el momento que un judío cree en Cristo, el velo es quitado y él puede ver que ya estamos viviendo bajo el Nuevo Pacto. Los que perseguían a la Iglesia y procuraba imponer el Antiguo Pacto eran los judíos no-generados que no creían que Cristo había iniciado el Nuevo Pacto en Su sangre, y también algunos hermanos falsos de los fariseos, comúnmente llamados los judaizantes (Gal 2:4; Hch 15:5). Pero Pablo insistía en que todos los creyentes en esta época debemos de vivir bajo el Nuevo Pacto y libres de la Ley. Él dijo: “Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de TODOS NOSOTROS, es libre.” (Gal 4:24-27) Tenemos que tener en mente que Pablo estaba hablando a los creyentes judíos y gentiles cuando dijo que todos nosotros somos libres de la Ley bajo el Nuevo Pacto (Gal 3:26-29). En esta época, la salvación ha venido a los gentiles para provocar a celos a Israel (Rom 11:11-15). Sin embargo, la nación de Israel finalmente será salvo y le darán la bienvenida a su Mesías y Rey en Su Segunda Venida. Entonces, ellos también vendrán bajo el Nuevo Pacto y verán la plena restauración de su tierra como prometida en Ezequiel y en otras Escrituras. Sin embargo, esa restauración futura tiene que ver con el programa de Dios para la nación de Israel y no aplica a los judíos que han creído en esta época, y por lo tanto forman parte del cuerpo de Cristo (1Cor 12:13). Así que, entendiendo que no hay dos grupos de salvos, sino que ambos judíos y gentiles que creen componen el cuerpo de Cristo, la Iglesia, el argumento de que haya dos Escrituras en el Nuevo Testamento para dos grupos distintos de creyentes, cae al suelo. Hay varios supuestos contrastes y discrepancias presentados por los defensores de la doctrina de los dos evangelios para sustanciar su alegación de que las epístolas de Pablo son diferentes de, e incompatibles con, el resto del Nuevo Testamento. Estos supuestos discrepancias serán considerados en el próximo blog.
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